lunes, 23 de diciembre de 2013

VERDURITA



Algunos habrán leído la entrevista en la que, sin criticarlo, Ernesto Laclau califica como “verdurita” los cambios sociales que produce el kirchnerismo en comparación con los del primer peronismo.

Verdurita es un término que no se utiliza tanto como hace unos años o décadas, y se refiere a esos vegetales que daban sabor a un guiso, sopa o puchero sin ser su componente principal de toda comida de olla, como se dice fuera de Buenos Aires. Antes, la verdurita se regalaba, y consistía en algunas hojas de acelga y apio, un ramito de perejil, zapallito, zanahoria, cebolla de verdeo, puerro y alguna otra cosa.

Para Laclau, y lo comparto, estamos tan atrás en inclusión social respecto de los años ’40, que bueno, lo que se intenta ahora, con un 35% de trabajo en negro y la crítica unánime de los medios concentrados, es verdurita.

Ha cambiado el capitalismo globalmente, y el poder real en Argentina es hoy muchísimo más importante que en aquella época. Para tomar un ejemplo cualquiera, en los ’40 Clarín era apenas un diario más, que se dedicaban preferentemente a las carreras de caballos (su dueño Roberto Noble era un conocido burrero dueño de varios pingos) y a los avisos clasificados.

En esos años, La Nación ya era una tribuna de doctrina mitrista.

Luego Perón fue derrocado en 1955 y Noble enseguida se adaptó al cambio, asumiendo como propio el “ideario” de la Revolución Fusiladora. No en vano había acompañado en el pasado al dirigente conservador Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires mientras en su agitada vida privada conoce a quien será su última mujer, la bailarina Ernestina Herrera.

Hoy Clarín no es un diario sino un grupo empresario con múltiples ramificaciones y varias de sus empresas más importantes están radicadas en un paraíso fiscal, el estado de Delaware en EEUU, mientras la fortuna declarada de doña Ernestina supera ampliamente los mil millones de dólares. Todo esto se sabe y no hace falta entrar en detalles: el multimedios Clarín es un ejemplo entre varios no menos notables: coincidentemente, la más fuerte concentración económica de la Argentina se produce en dos etapas: la dictadura cívicomilitar y el menemismo. No es casual entonces la conocida foto de una Ernestina Herrera sonriente dando la mano al genocida Videla en la inauguración de Papel Prensa.


Formo parte de esa multitud desconsolada que despidió los restos de Néstor Kirchner en la Casa Rosada mientras alentaba a Cristina a no aflojar “ni aunque vengan degollando” (Martín Fierro), aunque esto por ahora parezca verdurita. Coincido plenamente con Galasso que el evitismo es “la etapa superior de gorilismo”, mal que les pese a ciertos sectores no-peronistas del kirchnerismo. Creo con firmeza que el peronismo constituyó en su momento la consumación del movimiento nacional que hoy, desde muy atrás, constituye el kirchnerismo. Pero recorriendo las provincias, sobre todo las más alejadas de Buenos Aires, se advierte que si es cierto que queda mucho por hacer, todavía queda mucho más en esos lugares ganados por elites conservadoras. Es quizás porque con semejante concentración de poder antipopular consistente sobre todo en un puñado de grupos oligopólicos, con multitudes ganadas por los cantos de sirena de la tablita cambiaria o la convertibilidad o el dólar como única moneda viable, este es el único peronismo posible que en principio sólo puede proponer verdurita.

En ese sentido, Clarín ha perdido la batalla judicial de la ley de medios (aunque quedan otras, como la de la grilla de canales y sobre todo, el tema no resuelto de Papel Prensa en manos del juez Ercolini) pero el sentido común que transmite se ha diseminado en un fluctuante 70% de la población.

Como siempre, el peronismo tiene vocación de mayorías pero somos, seguimos siendo, una minoría que insiste en la inclusión social y la autonomía nacional contra una opinión dominante, vigente desde 1810, que pretende lo contrario.

Al fin y al cabo, la esencia de peronismo-kirchnerismo se puede resumir en una sola frase: la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación, que es lo que encarna hoy Cristina.
   



    

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