jueves, 7 de noviembre de 2013

GRINPIS = SHELL

La relación entre Greenpeace y la Royal Dutch Shell ha quedado probada.
El reino de Holanda, propietario mayoritario de la Royal Dutch Shell, a la que se conoce como Shell a secas, ha reiterado airadamente su reclamo, esta vez ante el Tribunal del Mar: los activistas de esa ong detenidos en Moscú deben ser liberados de inmediato.
Ese tribunal internacional, recordemos, dio la razón a la Argentina en el diferendo por los fondos-buitre cuando la fragata Libertad quedó injustamente embargada en un puerto africano. Los medios de comunicación concentrados (Clarín, pero sobre todo La Nación, tribuna de doctrina mitrista) opinan mucho sobre Cristina y el gobierno nacional pero se abstienen de mencionar esta relación entre el reino holandés y la ong Greenpeace.
Máxima Zorreguieta, reina consorte de Holanda, es hija del que fuera secretario de Agricultura de la dictadura cívicomilitar y responsable de algunas desapariciones.
Para acceder a ese cargo honorífico, Máxima ha tenido que suscribir un contrato con el reino holandés para ocultar a su padre, entre otras exigencias desopilantes. Por demás, los dos últimos príncipes consorte de Holanda fueron activos admiradores de Hitler, y uno de ellos, Bernardo, tuvo que renunciar luego de un escándalo por corrupción y envíos clandestinos de armas.
Clarín y la tribuna de doctrina mitrista se ocuparon exclusivamente del glamour asociado con la anterior nacionalidad de Máxima (porque tuvo que renunciar a la argentina), y estalló en frenesí cuando un jesuita argentino que usaba la línea A del subte macrista a $ 3,50 fue nombrado Papa. Retrospectivamente, Menem tenía razón: la Argentina forma parte del primer mundo.
Como Greenpeace.
Existen en la Argentina unas diez mil ong. No están obligadas a hacer públicos sus balances, ni el método de elección de sus autoridades, ni siquiera quién o quiénes las integran. En otras palabras, no existe control público de sus actividades.
Las ong nacieron y se multiplicaron con el auge de las doctrinas neoliberales y forman parte del legado ideológico de Milton Friedman y los Chicago boys quienes, recordemos, diseñaron la política económica de Martínez de Hoz primero, del ala liberal del alfonsinismo después, y apoyaron con fervor global a Menem y Cavallo hasta que todo estalló en 2001. Pero no por eso las ong entraron en crisis: crecieron y se multiplicaron porque son un soporte accesible del lavado de dinero a escala global.
Su control público es otra de las deudas de la democracia, aunque marcha bien atrás de otras cuestiones más acuciantes.

No podemos negar que, como Máxima Zorraguieta, Greenpeace tiene cierto glamour primermundista. 
Sus activistas se lucen en los medios con un despliegue de costosos equipos, y en verdad se puede decir que su única actividad consiste en actuar para los medios. Su lucha contra la energía nuclear contrasta con su silencio total por la contaminación derivada del uso del petróleo, que es el gran motor de la economía capitalista. 
Para Greenpeace, la refinería de Shell en Dock Sud no contamina. Pero algo habrán hecho: esa refinería se trasladó desarmada desde Holanda cuando el gobierno de ese reino le prohibió continuar con su actividad contaminante. Como bonus track, el presidente de Shell Argentina, Juan José Aranguren, es un antikirchnerista furioso y se podría arriesgar que accede con gusto a financiar a opositores de todo color y pelaje. 
Los reclamos de Greenpeace por la biodiversidad sólo pueden tener eco en los ingenuos y hacen recordar la idea del buen salvaje de Rousseau. El paradigma de la Modernidad es ajeno a toda biodiversidad, salvo que volvamos al estado natural y nos convirtamos en pueblos recolectores. 
Aunque habría mucho para decir sobre la depredación del sistema capitalista, no se entiende cómo se alimentaría a 6 o 7 mil millones de habitantes de la Tierra si el sistema de producción tuviera un ilusorio retorno a la vida natural.
Se puede decir que como la batalla contra la biodiversidad se perdió cuando se plantó la primera parcela de trigo, maíz o cebada, mil ochocientos años atrás, en la vida premium de Greenpeace sobramos 4 o 5 mil millones de personas. 
Eso es lo que oculta el señor Villalonga y sus activistas fotogénicos.   

domingo, 3 de noviembre de 2013

LA ARGENTINA QUE NO TERMINA DE MORIR

Hoy, el anciano político uruguayo Jorge Battle, con sus 86 años, utilizó su cuenta de facebook (¡si estará gagá!) para decir lo que muchos políticos argentinos desean pero no se atreven a expresar: que Cristina Fernández de Kirchner empeore y se muera para que la Argentina vuelva a la normalidad. 

Ex dirigente del partido Colorado y ex presidente de su país, Battle es ese "joven botarate de espíritu alocado" que menciona Teodoro Boot en la nota que pego abajo. Yerno de Juan Lamuraglia, un histórico antiperonista argentino, Battle fue la versión oriental del menemismo, o de la dictadura cívicomilitar, que vienen a ser dos caras de lo mismo. 
La confesión viene a cuento porque habría por lo pronto otra manera de interpretar el resultado de las elecciones legislativas del 27 de octubre, a tres años de la muerte de Néstor Kirchner y en lo personal, a tres años de haberme encontrado con el lector A.R. en la larguísima, triste y silenciosa cola que se armó frente a la Casa Rosada para despedir sus restos y acompañar a Cristina: la "normalidad" a la que alude Battle es ese país irreal que se niega a morir y compra sucesivas fantasías colectivas cuya denominación varía según pasan los años: tablita cambiaria, comvertibilidad, y hoy cepo cambiario. 
Década tras década, el sentido común dominante se ha ido construyendo mediante el disciplinamiento, la despolitización, el individualismo, la desmemoria y la tergiversación de la realidad, circunstancia en la que los medios de comunicación masiva (sobre todo Clarín) tienen creciente centralidad. 
Introduciendo la novela "Yo, Claudio" de Robert Graves, hay una frase de Tácito (tan mencionado por Marianito Grondona) que viene a cuento: "... una historia que fue sometida a toda clase de tergiversaciones, no sólo por parte de quienes entonces vivían, sino también en tiempos posteriores; porque es lo cierto que toda transición de prominente importancia está envuelta en la duda y la oscuridad. Mientras unos tienen por hechos ciertos los rumores más precarios, otros convierten los hechos en falsedades. Y unos y otros son exagerados por la posteridad".
La menciono porque, en cierta manera, el 33% obtenido por el FpV es también una nueva apelación a terminar con ese disciplinamiento, despolitización, individualismo, desmemoria y tergiversación de la realidad que afecta a amplios sectores medios: esa es la normalidad a la que se refiere Battle, en cuya caracterización Boot se queda corto. Pues el botarate alocado (y yerno de Juan Lamuraglia) que alguna vez sostuvo que los argentinos somos todos chorros, es sencillamente un hijo de puta. 
Y los políticos que comparten sus deseos, no sólo ocultan esos deseos: se atreverían, si las circunstancias lo permitieran, a hacer los mismos desastres que se relatan abajo, de los cuales la dictadura fue su manifestación más feroz.
Se necesitan más hechos, profundizar en esta misma dirección, no detenernos, para impedirlo.
Dicho esto, los dejo con la excelente nota de Boot:


Cuando el 11 de junio de 1956, el general Juan José Valle decidió entregarse a las autoridades para detener la ola de fusilamientos, su amigo Andrés Gabielli se entrevistó con ese hombre prematuramente calvo, de facciones talladas a hachazos que mostraban una inconmovible expresión de desconsuelo. Sus pupilas eran dos opacas e inexpresivas bolitas marrones a las que Gabrielli resultó incapaz de penetrar.
–Dice el almirante Rojas que si se entrega, se le va a respetar la vida –comunicó el capitán de navío Francisco Manrique.
Francisco Manrique había sido arrestado y condenado por su participación en el sangriento intento de asesinar a Perón que en 1955 provocó la muerte de trescientas sesenta y cuatro personas, hiriendo de gravedad a otras ochocientas. Comandante de la fragata Hércules, pretendió sublevar a la flota de mar anclada en Puerto Belgrano y, junto a Raúl Lamuraglia, Alberto Gainza Paz, Manuel Ordóñez y Eduardo Augusto García, era, además, integrante del Grupo Braden.
El Grupo Braden debía su denominación al norteamericano Spruille Braden, dueño de la empresa minera Braden Copper Company de Chile, accionista de la United Fruit Company y director de la W. Averell Harriman Securities Corporation. Además, como director y lobbista de la petrolera Standard Oil, había desempeñado un papel estelar en el estallido de la Guerra del Chaco que ensangrentó a Bolivia y Paraguay. Más tarde subsecretario de Estado para asuntos hemisféricos, fue designado embajador en Argentina en 1945 para organizar la oposición al gobierno del presidente Edelmiro Farrell y, muy especialmente, a la candidatura presidencial del coronel Juan Perón, colaborando de modo muy intenso en la formación de la Unión Democrática.
La desembozada intervención de Spruille Braden en la política interna argentina dio origen al eficaz eslogan publicitario “Braden o Perón”, que tan decisivo resultó en el triunfo electoral peronista de 1946.
De todos modos, las andanzas latinoamericanas de Braden no terminarían ahí: director y lobbista reconocido de la United Fruit Company, fue uno de los organizadores del golpe de estado que en 1954 derrocó al presidente de Guatemala Jacobo Arbenz.
El presidente, financista y orientador del Grupo Braden era Raúl Lamuraglia, empresario textil y presidente de la Unión Industrial, que no desentonaba en lo absoluto con el embajador: en 1945 entregó un cheque por una impresionante cantidad de dinero como aporte a la campaña de la Unión Democrática. Para entonces, Raúl Lamuraglia ya era famoso debido a su pertinaz negativa a pagar aguinaldo a los obreros de su hilandería, motivo por el cual fue multado por el gobierno del general Edelmiro J. Farrell.
En 1953 se destacó como uno de los principales suscriptores de la colecta destinada a comprar un avión con el que se pensaba bombardear la Casa de Gobierno mientras Perón se dirigía a la multitud. Dos años después, para hacer algo muy parecido, no fue necesaria la compra de ningún avión: bastó con que algunos capellanes convencieran a unos cuantos pilotos navales y aeronáuticos.
Lamuraglia se puso a salvo de una segura internación en algún instituto neuropsiquiátrico exiliándose con su familia en Uruguay, donde su hija pronto conocería a un joven botarate, de espíritu alocado, vástago de una de las familias tradicionales de la República Oriental. Con el tiempo, el yerno de Raúl Lamuraglia llegaría a presidente del Uruguay integrando un lema del Partido Colorado y, siempre alocado, afirmaría ante el periodismo que "los argentinos son una manga de ladrones, del primero al último". Como debió cruzar el río y pedir disculpas, con lo que el incidente internacional quedó olvidado, nunca se supo si acaso no se había referido a su suegro.
Para 1956, ya de regreso en el país y habiendo retomado las reuniones del Grupo Braden, Raúl Lamuraglia se convirtió en el mecenas de Américo Ghioldi, un promisorio político socialista, junto al dirigente radical Miguel Ángel Zavala Ortiz y al conservador Adolfo Vicchi, integrante en junio de 1955 del triunvirato que gobernaría el país si con las diez toneladas de bombas de fragmentación que arrojaron sobre Plaza de Mayo, la Casa de Gobierno, el Departamento Central de Policía, la residencia presidencial de la calle Tagle, las antenas de Radio del Estado, la Curia Metropolitana y la carnicería‑verdulería La Negra de Pueyrredón 2267, la aviación naval y la fuerza aérea conseguían matar a Perón. En su ignorancia, su estupidez, o su obnubilación, un año más tarde Américo Ghioldi aplaudía los fusilamientos de esos días con las palabras cargadas de crueldad y resentimiento que, en su célebre pieza teatral, William Shakespeare había puesto en la monstruosa boca de la monstruosa Lady Macbeth: “Se acabó la leche de la clemencia”.
Una vida después, el yerno de Raúl Lamuraglia, ya definitivamente retirado de la vida política medianamente consciente, expresó su deseo de que la presidenta Cristina Fernández no se recupere de su dolencia y desaparezca de la escena para que Argentina retorne a la normalidad.
Seguramente nunca se sabrá si, al hablar de recuperar la normalidad, acaso nuevamente no se estaría refiriendo su suegro y a los amigos de su suegro.


Nota de JLD: huyendo, a Uruguay llegaron ocho bireactores Gloster Meteor de la Fuerza Aérea, uno de ellos comandado por el capitán Cacciatore del que Macri se declaró admirador, dos cuatrimotores Douglas DC4, cinco bimotores C47, tres bimotores Beechcraft AT11 de observación y entrenamiento, 11 monomotores AT6, y tres anfibios bimotores Catalina, todos ellos de la Marina. Otro Gloster Meteor sobrevoló Colonia pero siguió a Carmelo, a unos 10 kilómetros. Iba tripulado por el teniente de navío Armando David Yeannet, de 25 años. Se estrelló en el agua.


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