sábado, 2 de abril de 2011

El pensamiento colonizado en la diversidad

En La Cosa y la Causa, la bloguera Eva Row defiende un punto de vista interesante sobre la pluralidad. No está en mi ánimo rebatirla ni mucho menos. Creo que Magnetto, o Macri, o Duhalde, o Menem, son la encarnación del Mal pero dicho esto en un sentido metafórico, muy lejos del cuestionamiento ético, moral o religioso. 
Creo firmemente (que es como escribir estoy convencido) que expresan el pensamiento colonizado, es decir, han asumido como propio el pensamiento del enemigo. No voy a entrar por eso en la discusión laclauiana sobre enemigo a adversario. Soy consciente de que Laclau es muy leído en el kirchnerismo y que es interesante su concepto gramsciano de hegemonía, pero no más que eso.
Hay cierta equivalencia en la misma lógica puritana que lleva a los yanquis a señalar un Eje del Mal cuando creemos que los personajes citados más arriba expresan algo semejante. 
De ser así, Mitre tendría el título de Primer Malvado Grosso en la historia argentina.
Asocié entonces con otros ejemplos de pensamiento colonizado que paso a detallar.

Cuando el Adolfo Rodríguez Sáa se presentó como candidato presidencial, algunos detectamos que parte de su plataforma electoral había sido levantada de internet mediante el procedimiento de copy & paste, no recuerdo si de la Wikipedia u otro site.
Si el hombre ya era un candidato para la risa...

Hace unos años (cinco, quizás seis) llegó a mis manos una información interesante: el Banco Mundial financiaba un programa conjunto entre la UBA y la Ciudad de Buenos Aires, dedicado a desentrañar las razones profundas del maltrato social. Creería que lo publiqué en la Revista Zoom cuando era conducida por el talentoso Adrián D’Amore, pero no lo encuentro en su archivo.
Un grupo de expertos en educación realizan encuestas en escuelas y villas de la ciudad de Buenos Aires a fin de “analizar las razones profundas que generan maltrato social”. Los gastos del programa los paga el gobierno argentino y se suman a la deuda externa. Entrevistan a padres de alumnos de primaria, habitantes de una villa miseria situada cerca de la estación Buenos Aires del Belgrano Sur y la cancha de Huracán.
El largo cuestionario contiene preguntas como estas:

-“¿Cuántos ambientes posee su vivienda?”
-“Está de acuerdo o desacuerdo si le digo: No quisiera que mi número de teléfono figure en guía. A veces tengo malos pensamientos. Los niños no deberían aprender a nadar. Los chicos deberían tener ropa para jugar y ropa para salir. Un chico en un charco de barro es una imagen feliz. Soy un fracaso total como persona”.
-“¿En que medida siente Ud. que su relación (con marido/esposa) es especial comparada con otras que ha experimentado?”
-“¿Cuándo Ud. y su pareja discuten, son serios los temas o problemas sobre los que tratan?”
-“Estoy (nada, algo, bastante, mucho) desasosegada”.
-“Me siento (nada, algo, bastante, mucho) oprimido/a”.
-“Me sucedió o me preocupó: tener gastos excesivos, tener exámenes, dificultades sexuales, problemas legales graves, compra o venta de alguna casa o piso, ascenso en el sueldo o el trabajo, traslado a una nueva casa”.
    
Esas preguntas sublevan, con solo ponerse en el lugar del sujeto interrogado, mujeres y hombres que en general no tienen nivel primario y viven en condiciones inhumanas.
Hoy venimos a enterarnos, gracias a una denuncia de la legisladora Gabriela Cerruti, que el Consejo de Derechos de los Niños de la CABA sugiere que todos los niños de la ciudad, incluyendo los de Soldati y La Boca, desayunen “fresas con cereal, zanahorias bebé, ramitas de broculi, rajas de queso cheddar, y jueguen al béisbol y kickball”, sobre todo si son “menores de 9 anos...”.
La titular del Consejo de Derechos de los Niños es Beatriz “Yiya” Orlovski de Amadeo, esposa de Eduardo Amadeo, notorio diputado A y exitoso consultor de multinacionales.
El Pensamiento Único tiene una notable capacidad para hacer de la estupidez un apostolado, encubriendo su carácter mortífero.
En este orden, internet también se ha convertido en un excelente vehículo para trasmitir el pensamiento colonizado porque la comunicación bien puede ser unidireccional. 

viernes, 1 de abril de 2011

¿Libertad de prensa o de empresa?

Claro como el agua, tengo la sospecha de que éste post resulta casi innecesario.

Cablevisión se escudará en la libertad de empresa para defenderse de la denuncia del periodista misionero, donde hubo censura previa ya abolida en la Asamblea del Año XIII, y antes de eso en el Reglamento sobre Libertad de Imprenta del 20 de abril de 1811
El contrato que Marcelo Almada se negó a firmar para poner al aire un programa en el canal de cable de Posadas, Misiones, incluía estas cláusulas:

"Abstenerse de verter en el Programa toda manifestación, sea ésta verbal o de otro tipo, que afecte de cualquier manera la imagen o los derechos de Cablevisión y/o sus empresas vinculadas, controladas o controlantes, sus directivos, gerentes, personal jerárquico en general, dependientes y/o terceros".

"El productor velará para que esta obligación sea cumplida por sus dependientes, contratados y/o cualquier persona que aparezca en el programa".

Reemplacemos Cablevisión por cualquier otra corporación privada, como Procter & Gamble, Cencosud, Walmart, Macro, o Colgate-Palmolive. Reemplacemos todas las menciones al soporte televisivo por cualquier otro, como la venta minorista o las góndolas de supermercado. Efectuados esos reemplazos, las condiciones contractuales mantienen la misma lógica interna. La empresa puede determinar cuál su política comercial, marketing, competencia, etc.
La noticia, la información y la opinión serían un producto de consumo, y como tales, les cabe las generales de cualquier bien económico o transable, sujeto a lo especificado en los Códigos Civil y de Comercio. 
Sin embargo, Cablevisión no desenmascarará esta condición, refugiándose en la libertad de prensa.
Las empresas periodísticas tendrían así algunos privilegios, porque a la libertad de empresa agregan la de prensa. Respecto de esta última, está claro que es un derecho propio de la empresa y no tanto de quienes escriben, piensan, crean o hacer periodismo para ellas, ya que aquella, la empresa, tiene el derecho de exigir que sus empleados respeten "la línea editorial" y recurren al mercado de quienes escribe, crean y hacen periodismo sólo en el segmento de quienes están de acuerdo y no van a cuestionar tal línea editorial.
Esto desnuda cierto aspecto de la nueva Ley de Medios, a la que podemos tomar como una acción pública tendiente a regular una actividad económica, en este caso la de propiedad de los medios de comunicación y su correspondiente mercado.

El Grupo Clarín, por su parte, sigue defendiendo la política de que son los mercados (en este caso, de la información y opinión) los que marcan las prioridades sociales. Y como los mercados no son simétricos, porque de un lado hay una multitud de consumidores individuales, y del otro una o un puñado de empresas que por su concentración pueden establecer todo tipo de acuerdos de reparto de mercado, las prioridades sociales en definitiva las marca la oferta y no la demanda.
Esto demostraría que allí donde se lee "libertad de prensa" nos estamos refiriendo específicamente a la libertad de empresa.







    


     





martes, 29 de marzo de 2011

BIENVENIDO A ARGENTINA, PREMIO NOBEL GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Creativo: Teodoro Boot, a quien le he hurtado olímpicamente la idea.

Interesante intercambio entre Tomada y Siri


Ayer, y quizás cuando los productores de 678 esperaban una férrea unanimidad respecto de Clarín, la bestia negra, sobrevino un por momentos subido de tono contrapunto entre el ministro y candidato Carlos Tomada, y el vocero de la comisión interna del taller de Artes Gráficas Rioplatenses, una de las empresas del multimedios.
Había sido un día singular: la tapa en blanco del diario, contra lo que piensa Hernán Brienza, fue quizás el más duro apriete (sobreactuado, es cierto) contra el gobierno desde que comenzó el enfrentamiento. Todo el coro de opositores se había alineado tras el equívoco de la libertad de empresa convertida mágicamente en libertad de expresión por ese adormecedor condimento electrónico capaz de virtualizar la realidad, el regreso de los brujos.
En lo personal, me quedó un regusto amargo al final, porque tengo la sensación de que algunos elementos no afloraron con claridad, como por ejemplo la cuestión de las indemnizaciones a los delegados, y si acaso Siri está redoblando la apuesta.
 Tampoco es claro qué significa aquí que la delegación interna esté al frente de la lucha de la totalidad de los trabajadores y acaso, por qué esos trabajadores no aparecen ni se solidarizan.
¿Dónde están los laburantes?
No vaya a ser que, como sucedió con la Unión Ferroviaria, aparezcan los estudiantes de psicología disciplinados tras el discurso delirante de Carlos Altamira, cortando no ya las vías del Roca sino las línea de impresión al grito de:
-¡Paren las rotativas! ¡Paren las rotativas, sin Dios ni patrón!
El elemento más importante que afloró en el intercambio fue, según veo, que la política tiene que ser capaz de conducir los intereses particulares o sectoriales, algo que bien podría convertirse en huella indeleble del kirchnerismo. Si esos intereses priman, estamos entonces en un país gobernado por las mafias, no importa que estas se disfracen de grupo empresario, orgas de presión, fundaciones que controlan la transparencia estatal, o partidos cooptados por las corporaciones.
No queda claro si Tomada estuvo a la altura de conducir el conflicto y qué pasará con su candidatura, pero los escasos 5 minutos que esperó la comisión interna en el edificio del ministerio, y el hecho consumado del piquete, fueron un apriete al gobierno, y de allí al espectáculo de la tapa blanca solo había una decisión de los creativos de imagen.
Tapas blancas, carpas blancas.
Fue evidente el desagrado del ministro ante los reproches de Siri frente a la ausencia oficial en la reunión.
El movimiento obrero es la famosa columna vertebral, claro, pero el país es mucho más que una comisión interna. No hay mala leche en esto, sino una comprobación. Parafraseando a un Perón que respondía preguntas relacionadas con las compañías de electricidad de entonces, "no puede verse el país por el ojo de una comisión interna" (en su versión original, era la CADE). Del mismo modo, el país no es la CGT ni Moyano, más allá de que sea legítimo (y muy legítimo, diría) que el movimiento obrero aspire a poner un vicepresidente en la fórmula.
Que eso sea bueno o malo para el mejor resultado electoral, es otro tema.
El kirchnerismo cometería un error monumental si entrega a Siri y la comisión interna de AGR en brazos del trastornado Altamira, del cineasta del tripartidismo o de Micheli.
Sobre todo en este momento, en el que todo puede ser tomado como argumento de campaña opositora y al gobierno le conviene no hacer olas.
Con el triunfo electoral en las manos, con un candidato de la derecha (Macri) fracasado y cuatro años por delante, Cristina se me ocurre imparable.
Al neoliberalismo le costará mucho reemplazar al pelotudo de Socma: no hay candidato a la vista, para desesperación de los grupos concentrados que siguen teniendo a Clarín como conducción estratégica.
No conviene, eso sí, caer en el triunfalismo y creer que alcanza con el bullicio de La Cámpora y los resultados de Catamarca y Chubut. No alcanza con eso, y tampoco creer que Clarín está derrotado.
No lo está.


  



 

lunes, 28 de marzo de 2011

EL IMPERIALISMO HUMANITARIO


De aquí, y también de aquí, copio esta entrevista interesante, que refleja bastante bien lo que opino sobre el tema Libia, sin los agregados de Pájaro Rojo aunque los comparta en cierta medida, y con la prevención de que es pensamiento europeo.


La injerencia, el poder de policía mundial, tiene ahora otro pretexto: van por el petróleo o el agua potable, pero ponen los derechos humanos como argumento, en una época en que éstos son un paradigma aceptado por una parte importante de la sociedad. Recordemos que durante el Progreso indefinido e indiscutido, era la libertad de comercio el argumento que justificaba la intervención.
Tal como la conocemos, la democracia es una construcción cultural correspondiente al capitalismo y la Modernidad. De mismo modo que un hombre del Imperio Romano no entendería que Coca-Cola es la pausa que refresca, un maorí no comprende las significaciones de la cultura occidental porque no las tiene incorporadas. Y a pesar de que la occidentalización globalizada se filtra en Asia y la abarca, nadie puede decir sensatamente que un chino o un japonés piensan y perciben el mundo como un texano medio o un santafesino, y eso aunque el modo de producción los ligue.
Todos hemos visto al mamarracho de Luis Moreno Ocampo, fiscal de la Corte Penal Internacional, condenando a Gadaffi por supuestas violaciones a los derechos humanos. Esa tal Corte tiene prohibido juzgar a norteamericanos o censurar actos oficiales de los Estados Unidos, el único país no alcanzado por la vigilancia de los derechos humanos que ahora, argumenta, sirven para matar civiles en Libia. EEUU nunca ratificó el Estatuto de Roma, y China lo hizo parcialmente.
El principio de no intervención integra la historia de la diplomacia argentina. 
Los subrayados me pertenecen


27/03/11

Grégoire Lalieu entrevistó al físico y filósofo belga Jean Bricmont, miembro del Consejo Editorial de SinPermiso, el representante tal vez más lúcido de una de las varias posiciones en que se ha dividido la izquierda europea en relación con el levantamiento popular libio y la intervención occidental propiciada por Sarkozy. 


Kosovo, Irak, Afganistán: los partidarios de una intervención en Libia ¿no han aprendido la lección? Jean Bricmont, autor de una obra sobre el imperialismo humanitario, nos explica porqué el derecho de injerencia es incompatible con la paz en el mundo y perjudica a las causas humanitarias. A menos, evidentemente, que dichas causa no sean más que pretextos…

¿Puede recordarnos en qué consiste el imperialismo humanitario?

Es una ideología que pretende legitimar la injerencia militar contra países soberanos en nombre de la democracia y de los derechos del Hombre. La motivación siempre es la misma: una población es víctima de un dictador y por lo tanto hay que actuar. Entonces nos sacan las referencias a la Segunda Guerra mundial, a la guerra de España y otras. Se trata de hacer aceptable la intervención. Es lo que pasó en Kosovo, Irak o Afganistán.

Y ahora ¿es el turno de Libia?

Hay una diferencia, porque en este caso está autorizada por una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero esa resolución ha sido votada en contra de los principios mismos de la Carta de las Naciones Unidas. Efectivamente, no veo ninguna amenaza exterior en el conflicto libio. Se ha recurrido a la noción de la “responsabilidad de proteger” a la población, pero quemando un poco las etapas. Además, no hay pruebas de que Gadafi masacre a la población simplemente con el objetivo de masacrarla. Es algo más complicado: se trata más bien de una insurrección armada y no sé de ningún gobierno que no reprima este tipo de insurrección.Evidentemente, hay daños colaterales y muertos entre los civiles. Pero si los Estados Unidos saben cómo evitar tales daños, que vayan a explicarlo a los israelíes y que se lo apliquen a sí mismos en Irak y en Afganistán. Tampoco hay ninguna duda de que los bombardeos de la coalición también van a provocar pérdidas civiles. Por lo tanto, pienso que desde un punto de vista estrictamente legal, la resolución del Consejo de Seguridad es discutible. En realidad, es el resultado de años de presión para el reconocimiento del derecho de injerencia que en este caso se legitima.

Sin embargo, incluso entre las izquierdas mucha gente piensa que había que intervenir en Libia para detener la masacre. ¿Cree que es un error de juicio?
Sí, y por varias razones. En primer lugar, esta campaña establece el reino de la arbitrariedad. En efecto, el conflicto libio no tiene nada de excepcional. Hay muchos otros en el mundo, ya sea en Gaza, Bahrein o, hace algunos años, en el Congo. En este último caso estábamos ante el cuadro de una agresión exterior por parte de Rwanda y de Burundi. La aplicación del derecho internacional habría permitido salvar millones de vidas pero no se hizo. ¿Por qué? Además, si se aplican los principios de injerencia que subyacen en el ataque contra Libia, esto significa que todo el mundo puede intervenir en todas partes. Imaginemos que los rusos intervinieran en Bahrein o los chinos en Yemen: sería la guerra generalizada y permanente. Una gran característica del derecho de injerencia es, en consecuencia, el no respetar el derecho internacional clásico. Y si hubiera que modificar el derecho internacional con nuevas reglas que legitimaran el derecho de injerencia, ello desembocaría en la guerra de todos contra todos. Es un argumento al que los partidarios del derecho de injerencia nunca responden. Finalmente, estas injerencias refuerzan lo que yo llamo el “efecto barricada”: todos los países que están en el punto de mira de los Estados Unidos van a sentirse amenazados y van a intentar reforzar su armamento. Hemos visto lo que pasó con Saddam. Por cierto, Gadafi declaró a la liga árabe: “Acaban de ahorcar a un miembro de esta liga y no habéis dicho nada. Pero lo mismo puede ocurriros a vosotros, ya que, aunque todos vosotros seáis aliados de los Estados Unidos, Saddam también lo fue anteriormente”. Actualmente se reproduce lo mismo con Gadafi y la amenaza que pende sobre muchos Estados puede relanzar la carrera armamentística. Rusia, que no es precisamente un país desarmado, ya ha anunciado que iba a reforzar sus tropas. Pero esto puede ir incluso más lejos: si Libia tuviera armamento nuclear jamás habría sido atacada. Desde luego, esta es la razón por la que no se ataca a Corea del Norte. La izquierda que apoya la intervención en Libia debería pues darse cuenta de que la consecuencia de la injerencia humanitaria es el relanzamiento de la carrera armamentística y a largo plazo, la creación de lógicas de guerra.

Sin embargo, esta intervención militar contra Gadafi ¿no podría considerarse un mal menor?

Hay que pensar en las consecuencias. Ahora que las fuerzas occidentales están comprometidas es evidente que tendrán que llegar hasta el fin, derrocar a Gadafi e instalar a los rebeldes en el poder. ¿Qué va a pasar entonces? Libia parece dividida. Si hay resistencia en Trípoli ¿Occidente va a ocupar el país y embarcarse en una guerra sin fin como en Irak o Afganistán? Pero, imaginemos que todo va bien: la coalición se deshace de Gadafi en unos cuantos días, los rebeldes toman el poder y el pueblo libio está unido. Todo el mundo está contento ¿y después? No creo que Occidente vaya a decir: “Ya está, hemos hecho esto porque somos buenos y respetamos los derechos del Hombre. Ahora podéis hacer lo que queráis”. ¿Qué pasará si el nuevo gobierno libio parece demasiado musulmán o no limita correctamente los flujos migratorios? ¿Creéis que se les va a dejar actuar? Es evidente que después de esta intervención el nuevo gobierno libio será prisionero de los intereses occidentales.

Si la intervención militar no es la solución, entonces ¿qué hacer?

En primer lugar habrían debido ensayarse honestamente todas las soluciones pacíficas. Quizás no habría funcionado, pero respecto ha habido una voluntad manifiesta de rechazar estas soluciones. Es desde luego una constante en las guerras humanitarias. Por lo que respecta a Kosovo habían propuestas serbias muy detalladas para llegar a una solución pacífica pero fueron rechazadas. Occidente incluso impuso condiciones que hacían imposible cualquier negociación, como la ocupación de Serbia por tropas de la OTAN. En Afganistán, los talibanes propusieron hacer juzgar a Ben Laden por un tribunal internacional si se les aportaban pruebas de su implicación en el atentado del World Trade Center. Estados Unidos lo rechazaron y bombardearon. En Irak, Saddam había aceptado el retorno de los inspectores de la ONU así como numerosas condiciones enormemente apremiantes. Pero nunca era suficiente. En Libia, Gadafi había aceptado un cese el fuego y había propuesto el envío de observadores internacionales. Los observadores no fueron enviados y se ha dicho que Gadafi no había aceptado el cese el fuego. Occidente también rechazó la propuesta de mediación de Chávez, que sin embargo fue aprobada por numerosos países latinos así como por la Organización para la Unidad Africana. Respecto a esto me enfurezco cuando oigo a gente de izquierda, en Europa, denunciar la horrible Alianza Bolivariana que sostiene al dictador Gadafi. ¡Esta gente no ha comprendido nada! Los dirigentes latinos son personas en el poder con importantes responsabilidades. No son izquierdistas insignificantes que parlotean en su rincón. Y el gran problema de estos dirigentes es la injerencia de los Estados Unidos; cuanto menos puedan los Estados Unidos hacer lo que quieran en cualquier parte del mundo, mejor será para todos los países que intentan emanciparse de su tutela y para todo el mundo.

El hecho de rechazar sistemáticamente las soluciones pacíficas ¿significa que la injerencia humanitaria es un pretexto?

Sí, pero funciona con respecto a los intelectuales, tengo más dudas con respecto a la reacción de los pueblos europeos. ¿Van a apoyar a sus dirigentes en el ataque contra Gadafi? A nivel de los pueblos son las guerras por la seguridad las que gozan de una mayor legitimidad; cuando hay, por ejemplo, una amenaza contra nuestras poblaciones, neutras formas de vida, etc. Pero aquí y en Francia, con todo este clima islamofóbico que hay (que no apruebo, pero que existe) ve a explicarles que vamos a luchar en Cirenaica por unos insurgentes a los que vemos gritando “«Allah U Akbar» ¡Es contradictorio! A nivel político la mayoría de partidos apoyan la intervención. Incluso en la izquierda, trotskistas como Mélenchon. Todos andan con la flor en el fusil. Los más moderados apoyaban únicamente una zona de exclusión aérea, pero si Gadafi envía sus tanques hacia Benghazi ¿qué hacemos? Durante la Segunda Guerra mundial los alemanes perdieron muy rápidamente el control aéreo, pero resistieron todavía varios años. Sin lugar a dudas los moderados debían pensar que, en la medida en que el objetivo es el derrocamiento de Gadafi, se iría más allá del establecimiento de una zona de exclusión aérea. La izquierda, incapaz de apoyar verdaderas soluciones alternativas, está atrapada por la lógica de la injerencia humanitaria y se ve obligada a apoyar a Sarkozy. Si la guerra se termina rápido y bien, el presidente francés se encontrará en buena posición para 2012 y la izquierda le habrá allanado el camino. Puesto que esta izquierda no asume un discurso coherente opuesto a las guerras, se ve obligada a ir a remolque de la política de injerencia.

¿Y si la guerra va mal?

Es penoso, pero el único partido francés que se ha opuesto a la intervención en Libia es el Frente Nacional. Ha invocado especialmente la amenaza de los flujos migratorios y lo ha aprovechado para desmarcarse de la UMP y del PS diciendo que el nunca había colaborado con Gadafi. Si la guerra en Libia no funciona como está previsto, ello podría beneficiar al Frente Nacional en 2012.

Si la injerencia humanitaria no es más que un pretexto ¿cual es el objetivo de esta guerra?

Las revoluciones árabes han sorprendido a los occidentales que no estaban suficientemente bien informados de lo que ocurría en el Magreb y en Oriente Medio. No pongo en entredicho que haya buenos especialistas de la cuestión, pero con frecuencia no son suficientemente escuchados a un cierto nivel de poder y desde luego se quejan de ello. Ahora pues, puede que los nuevos gobiernos egipcio y tunecino no se alineen con los intereses occidentales y, por consiguiente, podrían ser hostiles a Israel. Para asegurarse el control de la región y proteger a Tel-Aviv, los occidentales probablemente quieran deshacerse de los gobiernos ya hostiles a Israel y a los occidentales. Los tres principales son Irán, Siria y Libia. Puesto que este último es el más débil se le ataca.

¿Puede funcionar eso?

Occidente soñaba con dominar el mundo, pero desde 2003, con el fiasco irakí, se ve que no es capaz de ello. Antes, los Estados Unidos podían permitirse derrocar dirigentes que ellos mismos habían llevado al poder, como Ngô Dinh Diêm en Vietnam del Sur en los años 60. Pero Washington ya no tiene la posibilidad de hacer esto hoy en día. En Kosovo, Estados Unidos deben arreglárselas con un régimen mafioso. En Afganistán todo el mundo dice que Karzaï es un corrupto pero no tienen alternativa. En Irak también deben acomodarse con un gobierno que está lejos de convenirles totalmente. De bien seguro que el problema también se presentará en Libia. Un irakí me dijo una vez: “En esta parte del mundo no hay liberales en el sentido occidental del término, excepto algunos intelectuales bastante aislados”. Como Occidente no puede apoyarse en dirigentes que compartan sus ideas y defiendan totalmente sus intereses, intenta imponer dictaduras por la fuerza. Pero evidentemente esto crea un desfase con las aspiraciones de la base popular. Además, este procedimiento resulta un fracaso y la gente no debería engañarse acerca de lo que pasa. Occidente, que creía poder controlar al mundo árabe con marionetas como Ben Alí y Mubarak, se diría de pronto: “Todo era falso ¿vamos ahora a apoyar la democracia en Túnez, en Egipto y en Libia? “ Es tanto más absurdo teniendo en cuenta que una de las grandes reivindicaciones de las revoluciones árabes es el derecho a la soberanía. Dicho de otra forma ¡no a la injerencia! 
Occidente debe resignarse: el mundo árabe, lo mismo que África y el Caribe, no le pertenece. De hecho, las regiones donde Occidente interviene más son las menos desarrolladas. Si se respeta su soberanía estas regiones podrán desarrollarse, como lo ha hecho Asia y como sin duda lo hará América latina. La política de injerencia es un fracaso para todo el mundo.

¿Cuál es la alternativa entonces?

En primer lugar hay que saber que la política de injerencia necesita un presupuesto militar importante. Sin el apoyo de Estados Unidos y su presupuesto militar delirante, Francia y Gran Bretaña no se habrían comprometido. Bélgica, todavía menos. Pero todos estos medios puestos a disposición no caen del cielo. Este presupuesto se basa en préstamos de la China que conllevan déficits en Estados Unidos y todo tipo de problemas económicos. Raramente se piensa en ello. Además, se nos repite constantemente que no hay dinero para la educación, la investigación, las pensiones, etc. ¡Y de repente aparece una gran cantidad de dinero para hacer la guerra en Libia! Una cantidad ilimitada, puesto que no se sabe cuanto tiempo va a durar esta guerra. Por otra parte ya se está gastando dinero para nada en Afganistán. Hace falta, por lo tanto, otra visión política y, a mi parecer, Suiza es un buen ejemplo. Este país consagra su presupuesto militar únicamente a la protección de su territorio. Los suizos tiene una política de no intervención coherente, puesto que su ejército, por principio no puede salir de su territorio. Podría decirse que Suiza deja que Gadafi masacre a los insurgentes pero, en primer lugar, ella nunca ha cometido un genocidio u otras masacres, incluso si su política puede ser criticada a otros niveles (banca o inmigración). Y, en segundo lugar, si todo el mundo hiciera como Suiza, por las razones que ya he explicado anteriormente, el mundo iría mucho mejor. Las guerras y los embargos siempre tienen consecuencias desastrosas. A mi parecer, la mejor alternativa es la cooperación con distintos países, sean cuales sean sus regímenes. A través del comercio -pero no el de armas evidentemente- las ideas circulan y las cosas pueden evolucionar, sin guerra. Se pueden discutir las modalidades: comercio justo, ecológico, etc. Pero el comercio es una alternativa mucho menos sangrienta que las sanciones y los embargos, que son la versión soft de las guerras humanitarias.


Jean Bricmont, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO,es profesor de física en la Universidad de Louvain la Neuve, Bélgica. Es miembro del Tribunal de Bruselas. Su último libro, Humanitarian Imperialism acaba de publicarse en Monthly Review Press (hay traducción castellana en Editorial Viejo Topo, Barcelona, 2009). Es sobre todo conocido en el mundo hispano por su libro –coescrito con el físico norteamericano Alan Sokal— Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un brillante y demoledor alegato contra la sedicente izquierda académica relativista francesa y norteamericana en boga en los últimos lustros del siglo pasado. Una larga entrevista político-filosófica a Bircmont puede verse en el Número 3 de la Revista SINPERMISO en papel (mayo de 2008). :


Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga Tarré

Desde ahora mismo, este blog será PATRIA O COLONIA

Debí empezar por esto, o quizás no. Discurrir sobre el el título del blog me recuerda una estudiantina, y pido disculpas a los lectores que comparten ese punto de vista.
Me imagino ahora a don Roberto Noble sopesando cuidadosamente distintos títulos para el diario que planeaba sacar en otras épocas de la Argentina, cuando era un socialista cajetilla cercano a Fresco, el fraudulento.
No había entonces, cuando don Roberto cavilaba recorriendo tablaos o cabarets, clarinadas que advirtieran sobre el desarrollo de la industria pesada. Tampoco debió imaginar, estoy seguro, sobre la sospecha de que unos análisis de ADN pudieran cambiar dramáticamente el rumbo de un multimedios, y menos todavía que la tapa tuviera el poder de voltear a un gobierno, o cuanto menos intentar esmerilarlo, como intenta inútilmente hoy en día.
No. El "ideario" de Don Roberto iba por otros rumbos más cercanos a los módicos capitales alemanes que le dieran el impulso inicial (capitales que, justo es recordarlo, serían congelados en medio de la segunda guerra mundial dando origen más tarde al poderoso grupo DINIE de empresas industriales), a las notas de deportes y espectáculos, y a los avisos clasificados donde, seis décadas después, reinaría el rubro 59. Por eso terminó siendo "Clarín", por sus resonancias militaristas: como todos sabemos, el clarín estridente sonó cuando llegó la hora de la espada.
"La Nación", tribuna de doctrina, se refirió siempre al concepto que Mitre tuvo sobre la idea de Nación, a saber, una Colonia inglesa o una Colonia en general.
Del otro lado, "Qué" llevó a miles de lectores el pensamiento de Arturo Jauretche y la resistencia peronista. "Noticias" fue un diario cercano a Montoneros. Y "El Mundo", al PRT-ERP. Durante muchos años, "La Razón" fue la razón de los servicios de inteligencia.
De modo que, en materia de títulos, tenemos de todo: los que sugieren un rumbo, los que no y los que más o menos.
Desde hoy este blog volverá a su título original, Patria o Colonia, porque esa es la cuestión. Porque he recibido juiciosos comentarios sobre la etimología precisa del término "jarana", aunque vale tener en cuenta que las palabras cambian su significado según las épocas y los lugares.
Pero también porque creo que  la "alegría" (tomada aquí, acaso equivocadamente, como sinónimo de jarana) en sí misma poco representa cuando no tiene un motivo, motivo del que forman parte no solo la voluntad sino también la decisión y el rumbo. Tenemos alegrías bobas, alegrías serias o aburridas o profundas, jaranas a secas, bullicio que parece alegría, y también esos goces derivados de la corrupción política y la corrupción en general, como la hoy desacreditada vida loca.
De esto cavilaba el autor, que se permite ahora el uso presuntuoso de la conjugación, durante la monumental movilización de este 24 de marzo, teniendo un ojo puesto en los dolores y ausencias que expresaba, y el otro en el uso y abuso del cotillón y el jolgorio como si éstos reemplazaran a los motivos profundos que movilizan a los pueblos. Se preguntaba qué significa transformar la realidad, o en todo caso qué es la política si no transforma la realidad y su necesario colofón, a saber, que aquello que no transforma la realidad no es política sino otra cosa más pedestre y que por ahora no definiremos, y fue allí donde se perdió por un momento, confundido entre otros miles y miles que caminaban hacia Plaza de Mayo.
Al fin y al cabo, "la revolución productiva", el "salariazo", etc., fueron el cotillón y el marchandising de la más monumental entrega de la Argentina de que se tenga memoria, aunque eso hubiera comenzado en 1976 o incluso en 1955.

Los tipos de nuestra generación tenemos serios motivos para estar alegres hoy en día, siempre y cuando insistamos en este rumbo. Y confiamos en que así será porque las nuevas generaciones llevarán nuestra bandera hasta la victoria.

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