sábado, 2 de febrero de 2013

Reina no: Su Alteza




En el texto es usada varias veces la figura matrimonio morganático, que sería la unión entre dos personas de distinto rango social, en el supuesto de que existan tales rangos. 

En Europa no hubo Asamblea del Año XIII.
Por aquí no hay privilegios de sangre ni matrimonios morganáticos.
Por eso me gusta vivir en América, pero no en la de West Side Story (I like to live in America, etc.) sino en ésta, en Sudamérica, con acento ortográfico.
Celebro además que el propio diario La Nación reconozca hoy lo que anuncié una semana atrás: que la fortuna de los Orange-Nassau supera los 4.500 millones de euros.
El texto que sigue no es para quemarse las pestañas, PERO HAY QUE LEER, una costumbre que algunos tontos y malandras consideran anacrónica.

Historia de los tratamientos en las Casas Reales Europeas


El tratamiento de Alteza comienza a ser utilizado en su forma latina de Celsissimo por los pequeños soberanos italianos.

Autor: 
Carlos Robles Do Campo


Al iniciarse la Edad Moderna, los tratamientos que recibían los soberanos, nobles y grandes señores, eran fruto de tradiciones locales y difícilmente traducibles a otros idiomas. Así, en la península Ibérica la utilización del Don, en las islas Británicas el Sir o Lord, en Francia el Monsieur, eran la mayor parte de los casos suficiente como muestra de deferencia y respeto. Los reyes europeos occidentales recibían comúnmente el tratamiento de Alteza -España, Francia, Inglaterra,...-, y los orientales el de Excelencia -Hungría, Polonia,..-, estando reservado el de Majestad al Emperador del Sacro Imperio. Luis XI, Rey de Francia, se hizo dar por sus súbditos tratamiento de Majestad, pero en las cancillerías europeas no había otra Majestad que la del Emperador.

En los documentos de su época, nuestros Reyes Católicos reciben indistintamente el tratamiento de Alteza, Alteza Serenísima, Serenísimo Señor, Serenísimo Príncipe, etc.

En el Sacro Imperio, los Príncipes Electores recibían desde 1375, por concesión del Emperador Carlos IV el tratamiento de Durchlaucht, traducible por Su Transparencia o Su Serenidad.

Tras la elección del Rey Don Carlos I de España como Emperador del Sacro Imperio en 1519, éste asumió el tratamiento de Majestad. El año siguiente, en el texto del Tratado de Cambray se da al Emperador el tratamiento de Majestad y al Rey de Francia el de Alteza, y en 1544, en el Tratado de Crépy el Emperador es tratado de Majestad Imperial y el Rey de Francia de Majestad Real.

En Inglaterra el rey utiliza aleatoriamente los tratamientos de Majestad, Alteza y Gracia hasta finales del reinado de Jacobo I (1603-1625). El tratamiento de Majestad va generalizándose entre los reyes europeos poco a poco, aunque en los siglos XVI y XVII se utiliza frecuentemente el predicado de Altísimo, Excelentísimo y Potentísimo Príncipe para los Reyes.

El tratamiento de Alteza comienza a ser utilizado en su forma latina de Celsissimo por los pequeños soberanos italianos, las numerosas ramas de los Gonzaga, por ejemplo, reciben el 1 de marzo de 1593 la confirmación imperial del título de príncipes del Sacro Imperio con tratamiento de Celsissimo.

Cuando el Cardenal-Infante Don Fernando, hijo de Don Felipe III, visita Italia en 1633, camino de los Países Bajos, se encuentra rodeado de altezas : los duques de Saboya, Parma, Mantua, Módena, etc. Con la intención de establecer diferencias entre estos pequeños soberanos y él mismo, hijo de un rey, exige y obtiene de los potentados italianos el tratamiento de Alteza Real.

Poco después en Bruselas recibe al Duque de Orleáns, hermano del Rey de Francia, y éste le copia el tratamiento, que se va extendiendo a partir de entonces a los hijos de los reyes europeos. Sin embargo, el tratamiento no se generaliza entre los príncipes reales hasta bien entrado el siglo XVIII, así vemos que en España a los Infantes se les trataba de Serenísimo Señor al igual que a los Archiduques de Austria, en Francia los príncipes eran tratados de Monsieur y Madame o Mademoiselle, etc.

Por contra se genera una auténtica carrera entre los soberanos sin título real para aplicarse el tratamiento de Alteza Real comenzando por el Príncipe de Orange en 1637. El Duque de Saboya, celoso del título de Gran Duque que ostentaba el Soberano de Toscana, se lo atribuye en 1690, poco después le imitan el propio Gran Duque de Toscana en 1692 y el Duque de Lorena en 1700. La cancillería francesa en el siglo XVII atribuía el tratamiento de Alteza a los duques soberanos italianos (Parma, Módena, Mantua, Mirándola, Massa, etc.) y a todos los príncipes y duques alemanes -en contra de los deseos de éstos, que apreciaban más el tratamiento de Durchlaucht-.

En el siglo XVII, los príncipes romanos y napolitanos utilizaban el tratamiento de Celsissimo. En la Francia de Luis XIV, fueron reconocidos como Altezas Serenísimas, en tanto que soberanos extranjeros, el Príncipe Luis I de Mónaco (1642-1701) y el Duque de Bouillon (reconocido Príncipe Extranjero el 2-4-1649), y como miembros de familias soberanas los Lorena, Duques de Guisa (La Fontaine dedica sus fábulas a Su Alteza el Duque de Guisa en 1671), los Saboya, Príncipes de Carignan y Condes de Soissons, y los Rohan como presuntos descendientes de los antiguos Reyes de Bretaña.

En el Imperio Alteza (Hoheit) era considerado superior en rango a Alteza Serenísima (Durchlauchtigst Hochgeboren), mientras en Francia era al contrario, los Hijos y Nietos de Francia recibían el tratamiento de Alteza Real desde 1633, los Príncipes de la Sangre, de Alteza Serenísima desde 1650 y los Legitimados de Francia (descendencia bastarda de Luis XIV) el de Alteza.

Los tratamientos germánicos en el XVII se traducían de forma bastante libre, así Durchlaucht (sereno, transparente) y Durchlauchtig (superlativo de Durchlaucht ) era comúnmente traducido por Alteza; Hochgeboren (alto-nacido) por Ilustrísimo; Hoch- und Wohlgeboren (alto y bien-nacido) por Magnífico; Wohlgeboren (bien-nacido) por Ilustre, etc. El tratamiento de Durchlaucht, en principio privativo de los Electores, le es reconocido en 1648 al Duque Ernesto el Pío de Sajonia, en 1652 al Príncipe Guillermo Federico de Nassau-Dietz, en 1660 al Palgrave de Sulzbach, en 1664 al Duque de Württemberg y a los Margraves de Baden, etc.

Durante el siglo XVIII se generaliza el tratamiento de Alteza Real entre los infantes de España, los archiduques de Austria, los príncipes británicos, nórdicos y polacos, etc. En 1774, Cristián VII de Dinamarca, decide que sólo los hijos del Rey y del Príncipe Heredero recibirán el tratamiento de Alteza Real, los restantes príncipes de Dinamarca recibirán el de Alteza.

La Zarina Isabel de Rusia, que en 1742 nombra a su sobrino el Duque de Holstein-Gottorp Gran Duque Heredero de Rusia, le asigna el tratamiento de Alteza Imperial, inaugurando un nuevo estilo.

En el Sacro Imperio los príncipes y duques reciben comúnmente el tratamiento de Hochgeboren, por ejemplo en 1711 el Príncipe de Löwenstein-Wertheim- Rochefort, los condes inmediatos el de Hoch- und Wohlgeboren, confirmado por el Emperador Carlos VI en 1715, y los barones inmediatos el de Wohlgeboren. En los textos latinos los príncipes germánicos reciben el tratamiento de Celsissimi y los condes el de Ilustrissimi et excelentissimi.

Algunos de ellos utilizan el Alteza Serenísima, como el Príncipe Guillermo IV de Orange, que lo asume en 1733 o el Duque de Curlandia en 1737. En 1742, el Emperador Carlos VII otorga el tratamiento de Durchlauchtigste, superlativo de Durchlaucht, a los Electores del Imperio, el de Durchlaucht a los duques y príncipes, (incluyendo a los landgraves principescos, margraves principescos y condes principescos), y el de Erlaucht, a los condes inmediatos.

Los nuevos príncipes del Imperio, sin embargo, reciben en unos casos el tratamiento de Durchlaucht, como el Príncipe zu Solms-Braunfels en 1742 y el Príncipe von und zu Liechtenstein en 1760, y en otros el de Hochgeboren, como el Príncipe von Isenburg und Büdingen y el Príncipe zu Hohenlohe-Bartenstein en 1744 o los príncipes Esterhazy en 1784, aún más, ese mismo año, el Príncipe de Nassau-Weilburg recibe del Emperador el tratamiento de Durchlauchtigst Hochgeboren.

Los pequeños soberanos italianos mantienen el de Alteza Serenísima, así Gaetano Boncompagni-Ludovisi, III Príncipe de Piombino recibe este tratamiento incluso en 1797 cuando pierde la soberanía.

A comienzos del siglo XIX, Europa se ve inmersa en las consecuencias de la Revolución Francesa y el imperio de Napoleón I. La destrucción del Sacro Imperio, la aceptación de la soberanía de ciertos príncipes alemanes y la mediatización de otros, provoca una avalancha de nuevas altezas que suponen un agravio comparativo para la antigua nobleza de Europa Occidental. Por influencia de la Paz de Viena se produce una jerarquización de los tratamientos que, junto a su traducción alemana, sería la siguiente :


Majestad (Majestät).
Utilizado por todos los Emperadores y Reyes.

Alteza Imperial y Real (Kaiserliche und Königliche Hoheit).
Utilizado por los archiduques de Austria desde 1867 y por el Príncipe Heredero del Imperio alemán desde 1871.

Alteza Imperial (Kaiserliche Hoheit).
Utilizado por los grandes duques de Rusia, la familia imperial francesa desde 1804, los archiduques de Austria desde 1806-1815 y el Heredero de Brasil y su primogénito desde 1824.

Alteza Real (Königliche Hoheit).
Utilizado por los príncipes reales, los príncipes de la Sangre de Francia desde 1824, los Grandes Duques Soberanos desde 1806, por el Elector de Hesse desde 1815 y por los Príncipes Soberanos de Rumania, Bulgaria y Montenegro.

Alteza Gran Ducal (Grossherzogliche Durchlaucht y desde mitad de siglo Grossherzogliche Hoheit).
Utilizado por los príncipes de las casas gran-ducales.

Alteza Ducal (Herzogliche Hoheit).
Utilizado por los Duques Soberanos germanos desde mitad de siglo.

Alteza (Hoheit).
Utilizado por los príncipes más alejados del trono en algunas familias reales, por los Duques Soberanos y luego por los príncipes de sus casas y por familias de la alta nobleza como los Bonaparte de Canino, los Murat, los Ligne...

Alteza Serenísima (Durchlauchtigst Hochgeboren, Durchlaucht, Hochgeboren).
Utilizado por los Duques Soberanos y sus familias hasta mitad de siglo, por los Príncipes Soberanos y sus familias desde 1815, por los Príncipes Mediatizados y sus familias desde 1825, por descendientes de matrimonios morganáticos como los Hanau, los Battenberg, los Teck o los Urach, y por algunas familias de la alta nobleza germánica como los Wrede o los Schönaich-Carolath, polaca como los Czartoryski o los Radziwill y rusa como los Bagration.

Alteza Ilustrísima (Erlaucht).
Utilizado por las ramas condales de familias soberanas alemanas (Lippe, Waldeck), por los Condes mediatizados desde 1829 y por descendientes de matrimonios morganáticos.

Su Gracia Principesca (Fürstliche Gnaden).
Utilizado por algunas grandes familias de la nobleza germánica y por los herederos de algunos príncipes con tratamiento de Durchlaucht.

El siglo XX se ve marcado por la desaparición de la mayor parte de las monarquías con lo que los tratamientos, no sujetos ya a verdaderos actos de soberanía, se toman o se deniegan mediante pactos de familia o decisiones de los jefes de las casas antaño soberanas. Por otra parte, el acceso de personas sin sangre real a las familias aún soberanas obliga a las monarquías a replantearse las titulaciones y tratamientos de sus miembros.

Mientras unas monarquías restringen notablemente el tratamiento de Alteza como Gran Bretaña, Noruega o España, otras actúan al contrario extendiéndolo a toda la descendencia del soberano, Bélgica, Liechtenstein, etc. Resulta de esto que mientras un nieto del Rey de España recibe el tratamiento de Excelentísimo Señor, el séptimo nieto de un Príncipe reinante de Hohenlohe-Langenburg, recibe el de Alteza Serenísima.

Actualmente, ya sea legalmente o por cortesía, podemos resumir el uso de los distintos tratamientos como sigue :


Alteza Imperial y Real:
Los archiduques de Austria y el Heredero del Imperio Alemán.

Alteza Imperial:
Los grandes duques de Rusia, los miembros de la Casa Imperial de Francia y el Heredero del Trono de Brasil.

Alteza Real:
Los infantes de España y Portugal.
Los príncipes de Gran Bretaña, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Noruega, Suecia y Dinamarca.
Los príncipes de Grecia, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia e Italia.
Los príncipes de Francia, Dos Sicilias, Parma, Prusia, Baviera, Sajonia y Hannover.
Los duques de Württemberg y los duques en Baviera.
Los hijos de los jefes de las Casas Reales de Montenegro y Albania.
Los jefes de las Casas Gran Ducales de Baden, Hesse, Mecklenburg y Oldenburg y de la Casa Electoral de Hesse.
Los príncipes de Georgia.

Alteza Gran Ducal:
Los príncipes de Baden y Hesse y los duques de Mecklenburg y Oldenburg.

Alteza:
Los príncipes de Montenegro y Albania no hijos del Jefe de la Casa.
Los príncipes de Rusia hijos de un gran duque y los primogénitos de su rama.
Los príncipes de las casas ducales de Sajonia-Weimar-Eisenach, Sajonia-Meiningen, Sajonia-Coburgo-Gotha, Anhalt y Schleswig-Holstein.
Los príncipes de Hesse-Philippsthal.
Los príncipes de Orange-Nassau, hijos de la princesa Margarita de los Países Bajos.
Los duques de Mecklenburg-condes von Carlow.
Los príncipes de Ligne, Murat y Altenburg.
El Duque de Hohenberg.

Alteza Serenísima:
Los príncipes de Mónaco y de Liechtenstein.
Los príncipes de Rusia no hijos de un gran duque ni primogénitos de su rama.
Los príncipes de Hohenzollern, Waldeck-Pyrmont, Lippe, Lippe-Biesterfeld, Lippe-Weissenfels, Schaumburg-Lippe y Reuss.
Los miembros de familias mediatizadas alemanas con título de duque o príncipe.
Algunas familias principescas polacas como los Radziwill, los Czartoryski, los Lubomirski...
Algunos príncipes prusianos como los Carolath-Beuthen, Lieven, Pless, Blucher von Wahlstatt, Donnersmarck, Dohna-Schlobitten...
Algunos príncipes austriacos como los Clary und Aldringen, Dietrichstein zu Nikolsburg, Montenuovo...
Descendientes de matrimonios morganáticos como los Hanau (Hesse), Urach (Württemberg), Yuryewski (Rusia), Leuchtenberg (Leuchtenberg-Romanowski), Hohenberg (Austria), ...
Los Rohan, los Biron de Curlandia, los Wrede, el Duque de Beaufort-Spontin...

Alteza Ilustrísima:
Los miembros de familias mediatizadas alemanas con título de conde.
Los condes de Waldeck-Limpurg.
Los condes von Schaumburg, descendientes del matrimonio morganático de un príncipe de Hanau, descendiente a su vez del matrimonio morganático del Elector de Hesse.

jueves, 31 de enero de 2013

Napoleón, frente a la Asamblea del Año XIII


Como dijimos, Napoleón I (o sea, Napoleón Bonaparte) creó decenas de cargos, títulos y tratamientos honoríficos para todos sus mariscales e incluso para algún político civil, como el ex-obispo Charles-Maurice Telleyrand-Pérygord.
Telleyrand, provisto de un envidiable transformismo, detentó cargos oficiales tanto en la vieja monarquía absolutista como en la Revolución Francesa, el Imperio Napoleónico y la Restauración Monárquica.
A esa larga lista de duques y archiduques nombrados al frente de varias ciudades y zonas de Europa (Istria, Belluno, Neuchâtel, Wagram, Treviso, y muchos más) que, -se consideraba-, representaban instantes gloriosos del las armas napoleónicas, se agregan los reinos a cargo de los hermanos del Emperador, integrantes del denominado Sistema Continental (proteccionismo francés) al que se enfrentaban Inglaterra y las monarquías de la Santa Alianza (Austria, Rusia, Prusia) partidarias del librecambio y que, por supuesto, trataban de imponerlo (por la fuerza) a los que, por sus propios intereses nacionales debían recurrir también a la protección de sus productos.
Sus hermanas, esposas (sucesivamente Josefina Beauharnais y María Luisa de Habsburgo), cuñados, su madre y su único hijo reconocido también ostentaron tratamientos honoríficos del tipo Su Alteza, Emperatriz, Señora Madre, Príncipe de la Sangre, etc., siempre con mayúsculas.
Para reducir el dominio territorial de sus adversarios, el Emperador creó países (Confederación del Rhin, Gran Ducado de Varsovia, Saboya, etc.) que limitaban el poderío, individual o conjunto, de Prusia, Polonia e Italia. No pudo con Gran Bretaña, aunque muchos whigs lo apoyaban.
Introdujo numerosas reformas en Francia: codificó (ordenó) las leyes civiles (1804) con los principios de la Ilustración y el Derecho Romano hasta ese entonces subestimado, urbanizó las ciudades de acuerdo a su diseño actual, impuso modas en el vestir y en el lenguaje, bautizó nuevas recetas culinarias...
¿Y todo eso, a nosotros de qué nos va?
El sistema napoleónico influyó decisivamente en nuestra Organización Nacional y aún lo sigue haciendo, sea cual fuere la posición que se tenga al respecto, por ejemplo: ¿acabó con el Antiguo Régimen monárquico o contribuyó a reforzarlo? 
Nadie puede ver seriamente a las actuales realezas europeas como un calco de viejo monarquismo absolutista desalojado con las revoluciones inglesa, norteamericana y francesa.
Por otra parte, el tema de Napoleón formó parte de las discusiones de nuestros patriotas: no es casual que el general Manuel Belgrano auspiciara una monarquía incaica, y el Imperio de Brasil por muchos años intentó reimponer un absolutismo sui generis en este continente. 
Pero también Napoleón era eurocentrista: ¡nada de libertad, igualdad y fraternidad para los negros haitianos, los monitos asiáticos o los Asambleístas del año XXX! Cuando se reivindicaban la igualdad, la fraternidad y la libertad, se refería exclusivamente a las de los europeos.
Sin embargo, estas casas reales, por lo general conservadoras de principios anacrónicos, a veces dan pena aunque la de Holanda pase por descontracturada
Se trata de privilegios concedidos a ciertas familias, aceptados por la mayoría en pos de cierta unidad, y admitidos por las respectivas burguesías nacionales como “un mal necesario” o un “antigualla tolerada”.
Y por ese eurocentrismo que sobrevive por estas tierras a pesar de los dramas terminales de Rajoy y la socialdemocracia en general, podemos admitir que el paradigma de las burguesías nacionales (industriales y emprendedoras) no funcionó aquí ni en ningún país sudamericano, incluyendo la paulista.
Por algo será.
Algunos opinan que porque somos tontos, vivos, ridículos o poco patriotas. Y aunque para Feinmann la verdad ya no exista, uno espera explicaciones sustanciales, no tonterías o dogmas repetidos por boca de loro.

miércoles, 30 de enero de 2013

Máxima, reina: todos somos cholulos


Queremos creer que a determinados sectores medios locales les encanta, muchísimo, imaginarse por un rato parte (simbólica, claro, porque nadie verá un mango ni participará de la pompa real) de la Corona Holandesa de los Orange-Nassau. Eso al menos se desprende de la agenda mediática (el cholulismo de campaña) impuesta desde hace años por Clarín.
Ellos insisten en denominar “reina” a Máxima Zorreguieta Cerruti y yo insisto: será Su Alteza, así, con mayúscula, pero no reina.
Sólo hace falta pensar, un poco, no mucho porque estamos en verano y la calor adormece las neuronas.
Posemos la mirada en Gran Bretaña, por ejemplo.
Ellos tienen una reina, Isabel. ¿Pero quién es el rey? No lo hay.
La reina Isabel es hija del rey Jorge VI (a quien sucedió en 1952) y está casada con el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo.
Carlos, hijo de Isabel y de Felipe, es Príncipe de Gales, siempre con mayúscula, una denominación que por tradición señala al heredero de la Corona.
Felipe no es rey (ni lo llamamos rey sino príncipe, llegado el caso), para mayor redundar, y camina siempre un paso detrás de la reina.
Y tampoco lo será Máxima.
Aunque esta ex-argentina declare a la prensa que “Es un gran honor suceder a la actual reina”, Máxima no sucederá a nadie (sí lo hará su legítimo esposo Guillermo Alejandro de Orange-Nassau), y su tratamiento honorífico (Su Alteza, el de Máxima) regirá mientras dure su matrimonio con el futuro rey, salvo que una negociación eminentemente pecuniaria determine lo contrario.
Recordemos lo sucedido con la malograda Diana, muerta en un accidente automovilístico.
Recordemos cómo fue vapuleada en su intimidad tras su separación (no antes) del heredero Carlos, príncipe de Gales desde 1958.
Como las mentiras mediáticas se sostienen apenas por un ratito, Clarín aflojó desde ayer parte de la centralidad del tema regio, que ahora se refugia a duras penas en los otros canales de televisión que le siguen la huella. Si pueden.
Hoy es más importante la sensación térmica, y en Clarín a Máxima ya le adosan el título de “princesa”, bajándola un escalón. 
Su virtual degradación de reina a princesa duró menos de tres tapas.
Otro día les voy a contar por qué la diferencia de tratamiento entre Gales, con su príncipe, y Escocia con su ducado, un título de menor jerarquía. ¿Y qué queda para Irlanda?

Nos quedamos un poco más tranquilos: todos son rubios, incluso Su Alteza Máxima Zorreguieta, y lucen bien alimentados. Cualquiera diría que estamos frente a una típica familia argentina.

lunes, 28 de enero de 2013

¿Máxima, reina?


Por un ratito, hoy todos queremos ser reyes de Holanda. ¿O no?











El título de Clarín y TN: “¿Máxima, reina?” es equívoco. 
En realidad no será reina sino Su Alteza, tratamiento honorífico (con un buen sueldo) en una moda inaugurada por el Emperador Napoleón I, quién era capaz de sacar de la galera (o el tricornio), y democráticamente hablando, títulos nobiliarios para todos los amigos y oficiales destacados. 
Napoleón, en efecto, puso en circulación un montón de títulos honoríficos que se superponían con los otros también honoríficos, los de la auténtica realeza destronada (y descabezada) durante la Revolución Francesa.
Cuando en un reino hay dos reyes simultáneos, se avecina conflicto. 
No es este el caso. 
El verdadero y único rey de Holanda, el dueño de la tarasca, será el legítimo esposo de Su Alteza, esto es, Guillermo Alejandro de Orange-Nassau, actual príncipe. La reina Beatriz (nombre completo: Beatrix Wilhelmina Armgard van Oranje-Nassau en Lippe-Biesterfel), abdicará en su favor. 
Los holandeses pasarán por brutos pero no son tontos: su fortuna (la de Beatriz) “no declarada” asciende a unos 4.700 millones de euros pero la “declarada” y gravada por impuestos sólo a unos 250 millones.
El resto va a fundaciones y obras benéficas, ja, libres de impuestos.
Yo nunca he recibido ayuda de la Corona Holandesa, ¿y usted?

Su Alteza Máxima no será reina porque no tiene lazos de sangre con el príncipe Bernardo, abuelo del actual príncipe Guillermo Alejandro y de aspecto encantador, Bernardo, quien tuvo que desaparecer de escena luego de un escándalo de contrabando de armas sumado a su notoria pertenencia pasada a las SS. Según se comprobó luego, había aceptado un millón de dólares en sobornos de esa época, cuando el barril de petróleo valía 3 dólares: hoy está encima de 100. Y de la empresa Lockheed, el soborno, la misma que en los '90 se alzó con la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba.
Máxima tampoco tiene lazos sanguíneos con el príncipe Klaus, alemán, padre del actual príncipe Guillermo Alejandro, que perteneció, Klaus, a las Juventudes Hitlerianas y al ejército del Tercer Reich.
Como se ve, toda una orientación en los miembros masculinos de la familia real. Ambos, además, protegían a los animales en peligro de extinción y a los “pueblos originarios”, en lo posible sin tocarlos.
Pero Su Alteza, a quien ya llamamos familiarmente por su nombre, Máxima, sí tiene lazos de sangre con su padre, Jorge Zorreguieta, quien fuera secretario de Agricultura de Martínez de Hoz (de quien es gran amigo) y Videla. 
El historiador oficial de la familia real, Michael Baud, escribió, quizás muy a su pesar, que “Jorge Zorreguieta no podía desconocer lo que sucedía durante la dictadura”. 
Don Jorge pertenece a la Sociedad Rural, es productor agropecuario y formó parte del Consejo Empresario Argentino que a fines de 1975 decidió imponer el plan neoliberal de Martínez de Hoz. A cada chancho le llega o le llegará su san martín.
Máxima, pura carne argentina aunque ahora de nacionalidad holandesa gracias a Dios, concurrió al exclusivo Northlands School de Olivos y luego se dedicó al negocio rural hasta que atrapó o fue atrapada por el futuro príncipe heredero Guillermo Alejandro de Orange-Nassau, cuyo aspecto lampiño nos recuerda a un fiambrero, o a un dolobu, pero un dolobu real, eh.
Holanda es un formidable intermediario de bienes comerciales y su puerto, Rotterdam, el segundo o tercero más grande del mundo. 
En Roterdam, todo se vende y todo se compra. Los holandeses son los reyes de la triangulación y se destacan en sobrefacturar o subfacturar, según corresponda, Su Alteza.

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