viernes, 28 de octubre de 2011

Cristina, muñeca brava


MUÑECA BRAVA




Por María Moreno / La 12


El estilo de Cristina Fernández de Kirchner es y no es una cita de “La morocha” de Saborido. Si el verso “La más renombrada de esta población” puede leerse como una profecía, es dudoso que ella alguna vez haya tenido “dueño” y usado la madrugada, en lugar de cranear como estadista, para cebar mate. Más bien, en el catálogo de “Mujeres son las nuestras”, Cristina representa a la mujer criolla de origen español, la militante que no virginiza su cuerpo en nombre del ascetismo que exigiría una causa y que aunque no haya sido guerrillera, permanece “guerrera” –bien podría responder al apodo de La Negra o La Negrita–. Madre, no proyecta una figura nutricia sino marcadamente sexuada; esposa, subordina esa categoría en la de compañera; viuda, no se retira sino que aparece cada vez más alto en la escena política. Si para Evita, que también era morocha, ser rubia formó parte de un autodiseño con el que insinuaba que el poder necesitaba del recurso de la luz mientras exigía la cara despejada y el cabello sujeto de quien trabaja, Cristina lleva el cabello oscuro y suelto como mensaje popular de un entrecasa público. Cuando al principio citaba a Evita con vehemencia se equivocaba, porque ella, contrariamente a Eva, es hija legítima, profesional y presidenta, entonces la fuerza y la vehemencia pueden a llegar a oírse como mero subrayado de la potestad y no como resentimiento y vindicación. Cuando ese tono pasa por la purificación del llanto, la fuerza se vuelve más sutil y compleja: no es la de quien la tiene sino la de quien la pierde a cada rato pero se repone en nombre de una causa mayor.

ESPADAS


Para apoyar a Cristina el machismo retroperuca ha ignorado el imperialista sable de luz de Darth Vader por las espadas imaginarias que la Colección Robin Hood difundía en novelas de caballería adaptadas a los niños: a la dama que pasó de primera a Presidenta habría que defenderla como un cruzado y hay agrupaciones que no lo disimulan, como Los mosqueteros de la Reina. de los que forma parte el periodista Juan José Salinas. Pero algún publicista despejado debe haber advertido que la metáfora caballeresca provenía de tradiciones europeas y entonces la peronizó con la promoción de Los Caballeros de la Quema, autores de la canción “Avanti, morocha”. La Quema es todo lo contrario del castillo de Belrepeire, en su pasado no hay allí ningún Grial sino basura. Sir Perceval no le lanzarían un avanti a su amada Blancaflor ni Sir Lancelot a la reina Ginebra y es dudoso que tanto Ginebra y Blancaflor fueran morochas. Que haya caballeros en La Quema jaquea la idea misma de caballerosidad para proponer una heráldica ciruja. Los Caballeros de la Quema serían nietos de aquellos “grasitas” de la retórica evitista. El “avanti”, una marca en la lengua de la voz del inmigrante, contaminación buscada para incluir y no para estigmatizar como lo hacían los escritores de la generación del ‘80 con el cocoliche. El Avanti morocha puede ser tanto la expresión del caballero que abre paso a su dama como la del que la sigue. Pero en la memoria popular hay otra canción que los adversarios de Cristina han interpretado y difundido con variaciones zumbonas: la guaracha de Ñico Saquito, “María Cristina”, en la que un macho dice cómo ha logrado usar una treta para enfrentar el poder de una mujer: “María Cristina me quiere gobernar/ y yo le sigo, le sigo la corriente/ porque no quiero que diga la gente/ que María Cristina me quiere gobernar”. La afirmación parece contradictoria pero, en realidad no lo es. El sujeto de la canción está diciendo que en lugar de obedecer y, para que no se diga que obedece, finge que está de acuerdo, es decir le sigue la corriente. Si él quiere o no hacer las cosas que le ordena hacer María Cristina, no se sabe. María Cristina tiene un origen político, unas coplas que circulaban durante la regencia de María Cristina de Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII, y constituyen un síntoma de las inquietudes que despierta una mujer fuerte en el poder. Pero ¿y si María Cristina guarachera fuera una buena gobernante y hubiera simplemente interpretado las demandas de su hombre? Sería otra canción.

“EL”

“Por él/ a él/ para él/ al cóndor él si no fuese por él/ a él/ brotando ha de lo más íntimo de mí a él:/ de mi razón de mi vida “ dice el poema “Eva Perón en la Hoguera”, de Leónidas Lamborghini. Evita se enunciaba como mediación entre el General Perón y el Pueblo con el que ella parecía estar en una suerte de plebiscito perpetuo e invitaba a que sus privilegios fueran leídos así: lo que ella tiene no lo tiene en lugar de ellos, es algo que ella tiene de ellos, que han sido usurpados, y que les será devuelto luego del pasaje purificador de su cuerpo de “plenipotenciaria”, de “ministra de los humildes”.
En los Kirchner, era Néstor el que parecía tener el talento de fusionarse con la multitud –hasta muchas veces caerse en ella–, anular la distancia corporal con el abrazo o la mano tendida, los chistes y los comentarios impulsivos. Cuando él muere, sin esa mediación Cristina queda expuesta y entonces pierde esa rigidez de la muchacha de clase media a quien han enseñado que la educación es ante todo guardar cierta distancia y de pronto, debido a su cargo, debe dejarse tocar, besar un niño anónimo o abrazar en masa. Sin el escudo de él, su cuerpo se ablanda, “se deja” y hasta “cacha”, como cuando la quieren hacer entrar en los agravios rimados a Cobos o las consignas que terminan siempre con “la puta que los parió” –-en todo varón hay un boludo y un barrabrava– y entonces dice irónicamente “ah, qué creativos” o “a esa no la conocía”, con el aire algo agotado de una maestra de jardín de infantes con doble jornada.
Evita no decía “él”, pero no porque supusiera que si lo llamaba así, alguien podría ignorar a quién aludía, sino por imponer el nombre y el rango, “General Perón”, como un mantra.
Cuando Cristina dice “él “también sabe que el pueblo sabe, pero lo dice para dejar ligado ese pronombre a otro, “ella” y “ella” no como esposa sino como compañera que elogia al cuadro, al presidente, al “fundador del proyecto” pero en paridad y simetría. “El” es también la estrategia para no nombrar a quien, quizá, todavía no se puede nombrar sin quebrarse o porque no nombrar es subrayar su ausencia. Cristina acepta las consignas que resucitan a Néstor Kirchner “Néstor vive” o “¿Quién dijo que Néstor murió?”, pero no las repite casi nunca. Que ese vacío no se toque, que a él se lo haga brillar por su ausencia.
Gobernar: no lo hace por él, sino con él, su legado, y entonces, en el juego de las elecciones, en lugar de tacharse la doble, no lo hizo y ganó. Avanti, morocha.

¿QUE TE PASHA, BEATRISH?


Por Norberto Galasso

Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de Octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro, o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta.

He leído tu artículo en La Nación del lunes 24 de octubre. Y en verdad, Beatriz, estoy sorprendido, demasiado sorprendido. Casi una página de Beatriz Sarlo en el diario de los Mitre para sostener que si bien hay algunos “motivos económicos”, la causa del triunfo electoral de Cristina tiene su explicación profunda en que se trató de la “autoinvención” de una viuda. La lectura de ese artículo me dejó perplejo. Sólo se me ocurre preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?

Vos quizás no recuerdes que nos conocimos en 1966, en la editorial Jorge Álvarez que funcionaba en la calle Talcahuano y donde circulaban jóvenes escritores progresistas (te supuse marxista). Después, te visité en un departamento de la calle Coronel Díaz para entregarte unas páginas sobre la Década Infame para la editorial de Carlos Pérez –lamentablemente desaparecido– (te supuse posadista). Más tarde, tuviste la gentileza de registrar algunos de mis libros como “recibidos” en tu revista Punto de vista (te supuse “prochina”) y en una ocasión, bajo la dictadura, nos encontramos en una manifestación obrera de la cual nos corrieron las fuerzas represivas con gases lacrimógenos (te supuse peronista de izquierda). Ya bajo el gobierno de Alfonsín, nos cruzamos, si mal no recuerdo, en el Teatro San Martín, pero no advertiste mi presencia, quizás porque moviéndote siempre en la crítica vanguardista no habías registrado en tu memoria esos encuentros casuales con alguien de la Izquierda Nacional, encuentros que no llegaron a convertirse en amistad, pero sí en esa complicidad recóndita entre quienes aspiramos a una sociedad distinta (aunque ya te supuse socialdemócrata). Por eso, cuando alguien me decía: Beatriz ha sido peronista, trabajó cerca del posadismo, fue prochina, pro alfonsinista y socialdemócrata yo intentaba justificar esos cambios como producto de una búsqueda, una auténtica y trabajosa búsqueda en un país complicado donde las palabras se vacían de contenido y hay que realizar grandes esfuerzos para saber lo que ocurre y dónde ubicarse. Siempre te consideré inteligente y sin ningún interés subalterno, fuese prestigio o dinero.

Sé que no te importa demasiado saber que defendía tus giros políticos, como tampoco que siempre te he leído con respeto y te he valorado como intelectual. Quizás tampoco te importe ahora que te pregunte –siguiendo el ejemplo de Kirchner con Clarín– “¿Qué te pasa, Beatriz?”. Y formulé la pregunta porque ese artículo es indigno de vos y ahora debo suponer que te hiciste “mitrista”. Claro, para mí eso ya es más grave porque nunca he escrito ni voy a escribir jamás en La Nación hasta que –suceso imposible– ese matutino denuncie que Mitre fue un genocida que arrasó con el Paraguay según lo denunció Alberdi y lo cantó Guido Spano con aquel: “Ya no existe el Paraguay / donde nací como tú.”

Por eso siento la necesidad de reprocharte este último salto mortal que diste. Porque ya eran suficientes tus colaboraciones en Clarín para venir a recalar, desde hace un tiempo, en La Nación, que es, como se sabe, todo lo contrario de la nación. Siento la necesidad de decírtelo y no vas a poder contestarme “conmigo, no” porque vos no tenés “coronita” ni tampoco me podés imputar alguna actitud o conducta dudosa, ni concesiones de ningún tipo que hayan ido en perjuicio de las mayorías populares.

Y vamos al artículo, donde reducís un gran triunfo electoral, por márgenes poco habituales del 54% de Cristina al 17% para la segunda fuerza (con la que casualmente vos simpatizás).

Lo titulaste “Victoriosa autoinvención”. Y a poco de empezar reproducís, como si la compartieses, la declaración de la pitonisa derrotada, que espero que ya no salga más en las pantallas televisivas después del l% de los votos, es decir, de ser repudiada por el 99% de la sociedad argentina: “De lo que pase ahora, nosotros no somos responsables, sino los millones que la votaron.” Es decir, implícitamente, más de 11 millones de imbéciles, tontos, engañados o boludos, según el calificativo que quieras emplear.

Pocas líneas después, te referís a un cántico: “Néstor no se murió / Néstor vive en el pueblo”. Y nada más. No, Beatriz, no, debiste decirlo completo: “Néstor no se murió / Néstor no se murió / Néstor vive en el Pueblo / la puta madre que los parió.” Así se expresa la juventud que proclama su dolor y su bronca por la muerte de un presidente militante, y también alude a sus opositores. Así, completito. ¿O es que en la Tribuna de doctrina no se puede putear? ¿Se puede mentir, difamar, distorsionar la historia, pero se trata de un órgano tan delicado y de tan elevada cultura que no se puede putear?

Pero esto es anecdótico. Lo fundamental de tu artículo constituye una interpretación pobrísima de un acontecimiento riquísimo. Este último es el cambio operado en la Argentina en los últimos ocho años, que vos lo reducís a una cosmética fúnebre, a un montaje cinematográfico, a una “puesta en escena”, según lo subtitulás. Y esto no se puede permitir en una intelectual que hace años que piensa, elabora tesis, critica, argumenta con tan alto nivel que ha dado clases en la Facultad de Filosofía y Letras (¡ah! y también en Cambridge, supuesto templo de la sabiduría universal).

Entonces decís –cuando tu pueblo se moviliza y le otorga a Cristina 40 puntos de diferencia respecto al segundo-, vos decís, -y no quisiera recordártelo– decís: “La Presidenta Viuda fue la protagonista de la obra y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable. En lo esencial, una autoinvención” (La Nación, 24/10/2011). Luego, seguís de este modo: “Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente.” ¿Cómo no nos dimos cuenta, Beatriz? Quizás se ponía cebolla cortada en el escote para provocarse lágrimas... y nosotros, tan boludos, ¡nos creíamos que era dolor, que era tristeza!

Pero decís más todavía: “La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción, se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma.” Y más aún: “A veces, un flash la asimila a buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política, el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires, la misma ropa con brillos, un poco de sobreactuación, un poco de distancia y mucho de afectividad.”

Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta. Y vuelvo a preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?

No puedo creer que pienses que todo ha sido un invento, todo ficción. ¿En estos últimos años no hubo disminución de la desocupación, ni de la pobreza, ni de la indigencia, no hubo hundimiento del ALCA en Mar del Plata ni constitución de la Unasur, no hubo lucha contra la Sociedad Rural y las grandes corporaciones mediáticas, ni Asignación Universal por Hijo, ni Asignación Prenatal, ni matrimonio igualitario, ni Ley de Medios, ni hubo captación parcial de la renta agraria diferencial a través de las retenciones, ni estatización de las AFJP para recuperar los aportes previsionales de los trabajadores, ni aumento de jubilados y para jubilados? ¿Sólo hubo un escenario bien montado, una mujer pálida por el cosmético y una leyenda para incautos?

Para peor, agregás que, por cierto, hubo “inversiones en cultura..., necesarias para montar el espectáculo” y contar con los artistas, aunque “habrá que examinar su transparencia porque hay mucho dinero en juego flotando por áreas grises”, es decir, “pan y circo”, o lo que es lo mismo “choripán y Coca Cola” para 11 millones de argentinos a quienes se les compraron los votos. No eran entonces boludos, eran corruptos. Y de esas inversiones en la farándula, con algo –reconocés– de “subsidios, miniturismo, bolsas de shoppings o plasmas”, se montó la gran mentira que provocó el 54% de los votos.

Finalmente agregás que la gran “novedad en la historia electoral argentina no está dada por el triunfo por 40 puntos de diferencia sino en el lejano segundo lugar obtenido por Binner”. Eso sí es genuino e importante, ¿no es cierto? Esos tres millones de votos fueron concientes, de gente culta, progresista, que seguramente leyó alguna vez las sesudas elucubraciones de “Norteamérico Ghioldi”. Aunque, te digo, no es tan novedoso: esa palidez del candidato, ese empaque y seriedad que hacen recordar demasiado a los socialistas del treinta, tan poco graciosos que a su candidato Nicolás Repetto lo llamaban el “candidato del cianuro”, algo así como el aburrimiento de De la Rúa, quiero suponer sin Banelco. Pero con un gran don de la oportunidad este Binner se abraza con otro “socialista”, el ex presidente uruguayo Tabaré (Marx los perdone desde la eternidad por llamarse socialistas), a quien supongo te referís cuando hablás del “inspirador uruguayo” que apoyó a Binner, que “supo esperar desde años atrás”, que vetó la ley del aborto y luego fue a decirle a Bush que le diera armas para hacerle la guerra a nuestra patria. Mejor referente, imposible.

Por eso te pregunto, ¿qué te pasa, Beatriz? Y no te enojés y me digas “conmigo, no”, ubicándote en una supuesta altura de ética, progresismo y cultura elevada para terminar descalificando la alegría de tu pueblo en las calles; desvalorizando un gran triunfo popular como hace muchos años no se había visto con tanta contundencia.

¿Acaso vale la pena rodar por la pendiente de esta manera para escribir en el diario que el genocida de la Guerra del Paraguay se dejó de guardaespaldas, como bien decía Homero Manzi? En serio, ¿te pasa algo, Beatriz?



jueves, 27 de octubre de 2011

GUSTAVO VERA, EL ESPARTACO TRUCHO






Siempre pareció un muchacho gris.  Mezcla de trostkista y de vigilante, el muchacho se movió por todos los espacios de la política de izquierdas y reinvindicaciones populares. Nunca permaneció en ninguno de ellos ya sea porque el espacio se disolvía o porque al tipo no le daban la suficiente bola y se rajaba tratando de llevarse consigo alguna experiencia acumulada para intentar construir-destruir en la siguiente etapa. Se lo vió en asambleas, en rejuntes electorales etc. Y en ninguno consiguió el protagonismo que buscaba. Vale aclarar que, como es habitual, el muchacho se presenta como un tipo sin grandes ingresos, un laburante (deberíamos saber su ocupación), y  que por pura nobleza de alma se entrega a la lucha por los desposeídos, al contrario de los otros politiqueros burgueses que lo hacen por un cargo electoral o de los otros. Pues bien, tanto  dió vueltas  el muchacho rubio que además de engordar y dejar de ser muchacho, recaló entre los obreros textiles esclavizados. Raudamente se constituyó en su líder, aunque de hilos y costuras no supiera nada, al igual que de otros tantos temas que aborda con  sanata envidiable hasta por Fidel Pintos- En fin, allí llegó y allí se quedó, en la Alameda, un lugar en donde algunos recurren para que los dejen de currar los explotadores y los empiece al explotar mediáticamente el númen de Floresta. Puede ser posible que en dicho lugar, algunos pobres individuos encuentren refugio,  pero lo que mas trasciende es el trabajo de Figureti. Bien digo trabajo, porque el muchacho que otrora decía no buscar puestos políticos en el Estado, encontró un buen trabajo administrando la ONG La Alameda, que nadie le disputara en su manejo, sin riesgo de derrota electoral. El capanga, que no manejará los grandes fondos de un Sindicato o de una Dependencia estatal, pero para sus pretensiones económicas alcanza sin tener que fatigarse en sus laburos anteriores. Digamos, encontró su lugar en el mundo, su quinta. Pero desde allí, cada tanto, intenta proyectar su figura mediáticamente con alguna reyerta que promueve entre explotados. Si señor, entre los que dice proteger y los otros, quienes se cagan a palos alimentados por las directivas del Espartaco trucho, que recibe algún que otro magullón para mostrarle a Chiche Gelblung. Porque si algo le fascina a este muchacho son las cámaras de TV. Cómo las vedettes de  "bailando por un sueño", no sabe  que hacer para que le den bola y allí dar su monserga trotska, de opositor de todo y contra todo, aquel perfil que despuntaba sin éxito entre asambleas y grupetes inconclusos. Pero lo que resulta vomitivo  es que su interés por ganar escena lo llevara a la infamia sin retorno de denunciar al Dr. Raúl Eugenio Zaffaroni y nada menos que prácticamente presentarlo como proxeneta. Si total, denunciar ante la cámara es fácil y gratuito. Cuanto mas groso es el denunciado mas bola y rédito te dará. Y si no te dá rédito directo, al menos lo será indirecto, pues alguna recompensa o consideración recibirás de los verdaderos beneficiarios de tu canallada. 
Rubio es. Ahora también Gordo. Una  buena cirugía y un crucifijo lo dejan como buen aspirante a un espacio que hasta ahora no tenía rival. El daño ya lo hizo, como también ya consumó sus engaños. Lo que debemos apuntar como experiencia,  es que entre los desposeídos también hay canallas que suelen ser la punta de lanza para estropear una construcción seria. Ejemplos recientes no nos faltan, cuando vemos que el disgusto por el crimen de Mariano Ferreyra se llevó a Nestor Kirchner, y que muy cínicos los Altamira, etc., se subieron al cadáver del joven para sacar ventaja. Y el parricida, que metido como Astiz entre nuestras madres, provoca una herida enorme a todas nuestras reivindicaciones.
Aprendamos a cuidar lo mejor que tenemos de canallas, alcahuetes y trepadores, que suelen ser iguales o peores que los enemigos principales del proyecto Nacional y Popular.
Hernán Jaureguiber

martes, 25 de octubre de 2011

Gadaffi, o la muerte de la Razón

Vivimos una época que ha sido bautizada como La Era de la Razón. El individuo crítico es una de las significaciones de la Modernidad. Somos herederos de Kant, de Descartes y de Hegel, pero la realidad parece demostrar que se ha destituido al Gobierno Racional.
El asesinato del líder libio Gadaffi, en vivo y en directo, con la participación según Pájaro Rojo, de eventuales beduinos que dan ordenes en castellano y con un claro acento cubano, nos da una pauta de cuál es la madre del borrego. Escribe Salinas: "entre la turba que linchó a Gadafi había quienes se comunicaban por radio con sus jefes en castellano (a mi juicio, caribeño) y luego recomendaban (u ordenaban) a otros castellano-parlantes allí presentes que dejaran que la horda lo asesinara".
Este video de Youtube lo prueba.
Las incursiones de Occidente en lo que el pensamiento colonial conoció como Oriente Próximo y Medio Oriente (el mundo islámico) se inscriben en los límites de esta Era de la Razón que hace ya 60 años conoció la experiencia nazi de exterminio masivo industrializado. Desde entonces, algunos se preguntan si acaso Hitler no era humano.
Sí lo era, qué duda cabe. 
El pensamiento exquisito de Toynbee y la mediocridad intelectual de Huntington han coincidido en el choque de civilizaciones, el Occidente judeocristiano y el Islam ahora mismo, como si el primero fuera el dueño, marca registrada, de la Razón. Es cierto, los islamitas creen que el propio Alá escribió el Corán o Al Curán, de donde derivan las leyes. Los individuos críticos considerarán que eso es una expresión de barbarie, y que hay que introducir los paradigmas occidentales en Oriente, a sangre y fuego si es preciso.
Adormecen para ello a la opinión pública mostrando una y otra vez, y de manera totalmente sesgada, que Oriente expresa toda clase de salvajismo. Que los medios crean realidad no es ningún descubrimiento para los argentinos. Es habitual que en facebook aparezcan campañas para la defensa de mujeres apaleadas, en Afganistán por ejemplo, y las almas sensibles del progresismo enseguida reaccionan, solidarias.
Si fuera cierto lo que se trasmite de Oriente, eso autorizaría todo tipo de intervención a fin de imponer la superioridad de la Razón. Por la fuerza, de ser necesario.
Pero desde hace mucho la Razón de Occidente se ha encontrado con su propia sinrazón. 
No van por la democracia y la tolerancia sino por el petróleo. 

TESTAMENTO DE GADAFFI


En el nombre de Alá, el benéfico, el misericordioso... Durante 40 años, o aún mas, no recuerdo, hice todo lo que pude para darle al pueblo casas, hospitales, escuelas y cuando tenían hambre, alimentos. Incluso en Bengasi convertí el desierto en tierras de cultivo. Resistí los ataques del vaquero Reagan que mató a mi hija adoptiva huérfana cuando estaba tratando de matarme y en cambio mató a ese pobre niña inocente.
Luego ayudé a mis hermanos y hermanas de África con dinero para la Unión Africana. Hice todo lo que pude para ayudar a la gente a entender el concepto de democracia real, donde comités populares dirigen nuestro país. Pero eso no alcanzó para algunos, incluso las personas que tenían casas de 10 habitaciones, nuevos trajes y muebles me dijeron, nunca estuvieron satisfechos y tan egoístas eran que aun querían más.
Fueron ellos quienes dijeron a los estadounidenses y otros extranjeros, que necesitaban "democracia" y "libertad" sin reconocer que es un sistema salvaje, donde el pez grande se come al chico, pero estaban encantados con esas palabras, sin tener en cuenta que en EE.UU. no hay medicina gratis, no hay hospitales gratis, no tienen viviendas gratis, no hay educación gratis y no tienen comida gratis, excepto cuando la gente tíene que mendigar o ir a largas colas para obtener un plato de sopa.
No, no importa lo que hice, nunca fue suficiente para algunos, pero otros sabían que yo era hijo de Gamal Abdel Nasser, el único verdadero líder árabe y musulmán que hemos tenido desde Salah-al-Deen, cuando afirmó que el Canal de Suez era para su pueblo, como yo afirmé que Libia era para mi pueblo. Fueron sus pasos los que traté de seguir para evitar que mi pueblo, libre de la dominación colonial, cayera en manos de ladrones que robaran lo nuestro.
Ahora estoy bajo el ataque de la fuerza más grande en la historia militar. Mi pequeño hijo africano, Obama, quiere matarme para quitarle la libertad a nuestro país, para quitarnos nuestra vivienda gratis, nuestra medicina gratis, nuestra educación gratuita, nuestra comida gratis y reemplazarlas con el American style of thievery (estilo norteamericano de robo), llamado "capitalismo", pero todos en el tercer mundo sabemos lo que eso significa: significa que las corporaciones se apropian de los países, se apropian del planeta y la gente sufre.
Por lo tanto, no hay alternativa para mí, tengo que sostener mi posición y si Dios quiere moriré siguiendo Su camino, el camino que ha hecho a nuestro país rico, con tierras de cultivo, con alimentos y salud y que ha permitido incluso ayudar a nuestros hermanos y hermanas africanos y árabes a trabajar aquí con nosotros, en la Jamahiriya Libia.
No quiero morir, pero si así ocurre, por salvar a esta tierra, a mi pueblo, y a todos los miles que son todos mis hijos, entonces que así sea.
Sea este testamento mi mensaje al mundo. Yo enfrenté ataques cruzados de la OTAN, enfrenté la crueldad, enfrenté la traición, enfrenté a Occidente y sus ambiciones colonialistas, y estuve con mis hermanos africanos, mis verdaderos hermanos árabes y musulmanes, como un faro de luz. Cuando otros estaban construyendo castillos, yo vivía en una casa modesta y en una tienda de campaña. Nunca olvidé mi juventud en Sirte, no malgasté nuestro tesoro nacional tontamente y como Salah-al-Deen, nuestro gran líder musulmán, que rescató a Jerusalén para el Islam, tuve poco para mí...
En Occidente, algunos me han llamado "loco" o "desquiciado", pero aunque saben la verdad sin embargo continúan mintiendo, saben que nuestra tierra es independiente y libre del yugo colonial, que mi visión y mi camino ha sido claro y en el bien de mi pueblo y que lucharé hasta mi último aliento para mantenernos libres.
Que Alá todopoderoso nos ayude a permanecer con fe y libres.

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