domingo, 15 de diciembre de 2013

MACRI, EL CUIS AMERICANO



No lo escuchamos (y a nadie se le ocurrió preguntarle) condenando los lamentables incidentes producidos en el obelisco, emblema de la ciudad que conduce, por simpatizantes de Boca. Tampoco escuchamos las pétreas expresiones de Gabriela Michetti, de Horacio Rodríguez Larreta o de Laura Alonso: todos ellos son muy locuaces a la hora de reprobar los piquetes. 


Extraño, porque este fue especialmente violento.
Él presidió a “la mitad más uno”, y nadie duda de que su influencia continúa, no sé si a través de Angelici pero sí con seguridad en el vicepresidente Oscar Moscariello, que es desde siempre un empleado de Socma y un fanático macrista.
Moscariello apareció por la tele limitándose a despegar a la institución de la organización y convocatoria al obelisco.
Hubo una tímida crítica de Nelson Castro que no entró en detalles, atribuyendo los desmanes a un pequeño grupo de inadaptados.
Es inentendible que tampoco a los avispados conductores de TN y de otros canales ajenos a Clarín se les haya ocurrido buscarlo a Macri para arrancarle, con esa garra que los caracteriza, algún comentario sobre los desmanes boquenses, de lo que debemos concluir que Macri es incombustible: veinticuatro horas después aparecía haciendo payasadas junto a un atleta norteamericano que protagonizó un espectáculo circense en la avenida 9 de Julio, del que sólo podemos concluir que circos eran los de antes.

Claro que podemos arriesgar una hipótesis paranoica, si es que los protagonistas de los desórdenes alrededor del obelisco terminan siendo la masa de maniobra del retorno al neoliberalismo que Macri y sus seguidores representan aunque todos digan encarnar lo nuevo. En rigor representan lo viejo, a Martínez de Hoz y el menemismo, pero se hacen los tontos.
Es quizás por eso que el titular porteño de Seguridad, Guillermo Montenegro, optó por mantener bien lejos a la Metropolitana, dejando la tarea a la Federal.
No es tan paranoica como parece: hace unos pocos años hice una visita a la cárcel de Ezeiza, y quien dirigía una de las unidades de máxima seguridad que recorrí fue el Rafa Di Zeo.
No solo la dirigía: él mismo me abrió la puerta acorazada que comunicaba con la libertad.

Nota: el título de este post es una versión libre de un cuento de Roberto Fontanarrosa titulado: "¿Cuáles son las verdaderas intenciones de los cuises?"   

Archivo del blog