sábado, 7 de septiembre de 2013

Fuga del Hospital Militar

Desde Mendoza, la amiga Eva Guevara nos envía esta nota publicada por "Ventitres" (su título original: "Mensaje desde el más acá") sobre la fuga del ex mayor Olivera y el ex teniente De Marchi del Hospital Militar Central. No comparto el punto de vista que esboza la autora sobre "el peronismo" porque creo que detrás de él hay una crítica que aparenta progresismo pero no lo es. 
Es hora de que se abandonen las visiones setentistas binarias sobre burocracia sindical vs idealismo armado, visiones que además de binarias son infantiles. 
Y ese infantilismo nos costó mucho.
La aparente facilidad con que se concretó la fuga muestra que si bien las FFAA han abandonado el mesianismo antiperonista del pasado, que permitió la aplicación del plan económico-social de la oligarquía local, quedan bolsones reactivos. Hay que tener en cuenta que 1) las FFAA fueron educadas por décadas en una mentalidad antipopular, y 2) no fueron 300 represores los que cometieron delitos de lesa humanidad: la totalidad de las FFAA y de seguridad se empeñaron en "aniquilar al enemigo subversivo" y cometieron innumerables delitos, con el apoyo de sectores civiles cuyo objetivo consistía en destruir hasta la raíz las políticas económicas y sociales impuestas por el primer peronismo y la experiencia fallida del 73. Eran estas políticas, y no Montoneros u otro grupo armado, el blanco del plan de la dictadura. 
Espero que se entienda, porque aunque la masacre se abatió sobre esos grupos, también se abolió la política económica vigente en esos años, retrotrayendo al país -si puede decirse así a la década infame. Es importante entenderlo, porque esa gente sigue agazapada y hoy se expresa en nuevos nombres que, desde la oposición, ocultan sus verdaderas intenciones.
De todos modos, la nota de Eva Guevara (su padre Alfredo fue en Mendoza un connotado defensor de derechos humanos) tiene toda la información disponible sobre la fuga.
   
  


Tras el operativo que perpetró la huida del ex mayor Jorge Olivera y el ex teniente Gustavo De Marchi, condenados a cadena perpetua el primero y, a 25 años de prisión el segundo, se ratificó la existencia de una red de actores que asisten a los genocidas que evaden la Justicia con el explícito objetivo político de minar la confianza de la sociedad hacia los juicios de lesa humanidad. Dicha estrategia busca darle actualidad al discurso fascista impregnado de fundamentalismo católico que se viene amasando desde antes del asalto militar al poder en 1976 consistente en apelar a un “orden” mediante el “aniquilamiento del enemigo subversivo”.
Según publicó Veintitrés, la Unidad de Información Financiera (UIF) fue quien detectó la pata financiera de esta red. Se trata concretamente del “Fideicomiso Financiero SJ2” y el “Fideicomiso de Garantía SJ2”, instrumentos financieros creados por el estudio jurídico fundado por el mismo Olivera en sociedad con Jorge Humberto Appiani.
Con lo cual queda claro que se trata de una inquietante logia operando desde las sombras. Si bien estas sociedades fueron alcanzadas por la Ley Antiterrorista y quedaron congeladas, se estima que fueron la fuente de financiamiento que se utilizó el pasado jueves 25 de julio cuando Olivera y De Marchi se escaparon con sigilo del Hospital Militar Central “Cosme Argerich”.Allí habían sido llevados desde la Cárcel de Chimbas en San Juan, para hacerse atender de unas dolencias médicas con la excusa de que en la provincia no existía una atención especializada. El traslado terminó siendo en realidad parte del plan urdido por verdaderos fanáticos de la mentira.
Varios actores tomaron intervención. En primer lugar, quien solicitó la autorización del traslado, también evadida, es la psicóloga Marta Ravasi, hasta esa fecha empleada en el Hospital Militar. Resulta ser nada menos que la esposa de Jorge Olivera, otrora “informante” de los servicios de inteligencia en los dos ámbitos donde le tocó actuar: la Universidad de San Juan y la Dirección de Protección al Menor de esa provincia.
También aportaron lo suyo algunos médicos –la cúpula hospitalaria–, oficiales del Ejército, y agentes del Servicio Penitenciario Federal que ya fueron pasados a retiro y suspendidos de manera preventiva por el Gobierno hasta que concluya la pesquisa del juez federal Claudio Bonadío. Estas medidas se tomaron a la par del ofrecimiento de recompensa a las personas que aporten datos sobre los evadidos, la que ha sido fijada en dos millones de pesos.
Párrafo aparte merecen los funcionarios del Poder Judicial que firmaron la autorización del traslado, es decir, el juez Leopoldo Rago Gallo, titular del Juzgado Federal 2, y Miguel Ángel Gálvez, quienes no tomaron ninguna precaución ni dispusieron de ningún dispositivo de control pese a las varias señales que advertían un peligro de fuga. 
Vale destacar que Olivera siempre se mostró confiado en que no estaría demasiado tiempo alojado en Chimbas y ni las autoridades que monitorean la pena ni los propios organismos de derechos humanos llegaron a dimensionar que celebrarían el veredicto de condena por tan sólo 20 días.
Un 5 de julio de 2008, Olivera escribió con su puño y letra una sugestiva dedicatoria en la solapa del libro Volver a matar de “Tata” Yofre, a su gran amiga Elisa Meglioli, diciéndole que si bien estaba preso, “su mente y espíritu estaba más libre que nunca”. Al señalar el día exacto en que se convirtió en un “preso político” colocó puntos suspensivos a continuación para generar misterio en torno al fin de esa situación. Un sanjuanino descubrió ese libro casualmente ya que pasó de mano en mano, justo después de la fuga y no pudo menos que horrorizarse por el hallazgo. Y es que durante el juicio a los represores en esa provincia hubo víctimas que sobrevivieron al centro clandestino La Marquesita que solicitaron medidas especiales de protección al testigo, debido al terror que aún sienten por personajes como este.
Olivera estaba autorizado a tener computadora adentro de su celda y si bien los querellantes solicitaron que no tuviera acceso a Internet, esto fue burlado en reiteradas oportunidades. Allí en Chimbas, en los tiempos de reinado de los señores de la guerra, quien daba las órdenes a sus anchas era Olivera, junto a su mano derecha el teniente Carlos Luis Malatto, así como también el resto de la patota, el teniente Gustavo De Marchi y el coronel Eduardo Daniel Cardozo.
Malatto, con 61 años de edad, también estuvo preso en Chimbas, pero fueron sólo 5 meses que los adictos al genocidio interpretaron como un vía crucis que mancillaba el honor de quien fuera jefe de Relaciones Humanas de la 8ª Brigada de Infantería en Mendoza además de reciclado empresario dueño de Wanama, local de ropa fashion femenina que está el centro comercial de Palmares. En 2010, en oportunidad de dar una entrevista tras su liberación –gracias a la anterior composición de la Cámara Federal de Mendoza que presidía Julio Petra–, Malatto se ocupó de dejar bien claro que todo el grupo de 9 “presos políticos” había sido tratado con respeto por sus propios camaradas en el penal, que no los trataban como “internos” sino que se dirigían a ellos como “señor”, “Don”, “Jefe” o “viejo”. “Particularmente agradeceré siempre mientras viva, el apoyo directo incondicional recibido por el Comandante de la 8ª Brigada de Montaña general Pelagatti, que hiciera todo lo posible para hacernos más llevadero el ludibrio carcelero. Sin olvidar el interés permanente del comandante del 3er. Cuerpo general Artuso y el subjefe del Estado Mayor, general Lugani, verdaderos camaradas de armas incondicionales”, dijo entonces el genocida que en 1987 estuvo procesado pero fue beneficiado con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.
Malatto y Olivera eran conocidos en San Juan como “los ojos de vidrio” ya que eran los que hacían toda la inteligencia previa a cada operativo. Años después, tras conocerse el relato del soldado conscripto Jorge Bonil, se supo que Cardozo y Olivera se habían jactado frente a la tropa del RIM 22, en el distrito de Marquesado, de haber violado a la “francesita”, en alusión a Anne Marie Erize, militante de Montoneros que continúa desaparecida. Desde entonces, a Olivera se lo conoce como “el carnicero de San Juan”.
La relación de estos personajes con el mundo de la política no es más que una tirada de líneas de rescate hacia el peronismo, tal como lo hizo el ex almirante Massera que viajó a San Juan en diciembre de 1975 para contactarse con sectores de esa fuerza política. Además, son parte de la misma generación de líderes “carapintadas” que se definen como “peronistas”, en ella se comprende a Ernesto Barreiro, alias “Nabo”, y a Mariano Rafael Braga, alias “Cara Cortada”.
En el caso sanjuanino lo llamativo es que hayan elegido hablar mirando a los ojos de los que juzgan su conducta para perturbar la marcha de la política de derechos humanos. Eso no había sucedido antes en Cuyo, con ninguno de los juicios de lesa humanidad.Al estilo “Últimas palabras”, tanto Olivera como De Marchi hicieron su arenga ante el Tribunal Oral de San Juan. Según relata la periodista Sofía D’Andrea, presente en la audiencia, las expresiones de soberbia y la excusa de una pretendida inconciencia juvenil empapada en lágrimas fue el tono general de la palabra de todos los represores en la recta final del juicio, pero “quien hizo punta en la innovación de una ruta de argumentación fue Jorge Olivera, quien buscó defenestrar a Jorge Rafael Videla llegando a decir que lo hubiera fusilado por traidor”.
“Olivera se esmeró en negar su participación en los hechos ventilados a lo largo del juicio pero admitió la existencia del aparato represivo aunque, aseguró, él no tuvo nada que ver, altanero, con palabras altisonantes, reivindicó su condición de miembro del Ejército y de paso elogió la gestión del gobierno provincial, sin mencionar a José Luis Gioja”, resumió la periodista en su crónica para el blog del juicio, rematada por la siguiente reflexión personal: “Ellos hicieron el trabajo sucio cuando eran veinteañeros, pusieron la cara, se ocuparon con esmero de masacrar a miles, mientras los altos mandos disfrutaban de los privilegios del poder; hoy a la hora de las justicia los jefes si no están muertos son octogenarios incapaces, mientras ellos reciben la cachetada de la condena social y les espera la cárcel común”.
Olivera no es un iniciado en materia de operaciones psicológicas tendientes a contribuir a la confusión, al manoseo y al clima deliberativo que muchos leen como “si algo fuese a pasar con la reconciliación”. Y qué casualidad, no pasaron ni dos meses que las palabras “Nueva amnistía”, “perdón mutuo”, “fue una guerra”, “indulto”, “legislación más benigna”, y “juicios justos” empezaron a resonar en el país, dichas por el ex ministro de Defensa y Economía Ricardo López Murphy ante el auditorio de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, que es una agrupación que considera a los genocidas presos políticos que deberían recuperar su libertad.
Hay que decir que Olivera no se asume como un peronista sino más bien como un nacionalista y no sólo fue apoderado del Modin sino que en 1999 fue candidato en Corrientes a diputado nacional por ese partido. En los años noventa se recibió de abogado y trabajó hasta el 2008, es decir, hasta el último día en que fue capturado mientras caminaba muy tranquilo y portando documentación falsa por una calle de la localidad bonaerense de Vicente López.
Al igual que Malatto había estado procesado –por la desaparición Marie Anne Erize– y se benefició con las leyes de impunidad. Es conocido que ya como abogado viajó a Italia para defender a Carlos Suárez Mason, que quedó detenido en la prisión romana de Regina, que recuperó su libertad con ayuda de inteligencia del Ejército que faxeó a Italia un documento falso y que gozó del patrocinio del abogado Agusto Sinagra, de la logia P2. Menos conocido es el itinerario que se detalla en “La reacción castrense”, una nota publicada en el portal Informe Reservado.
Allí se afirma que en el período que va del inicio de los llamados Juicios por la Verdad a la reapertura de los juicios por violaciones a los derechos humanos, Olivera tuvo una gravitación enorme y que sus constantes visitas al Centro de Oficiales Retirados de Gendarmería Nacional tenían la finalidad de alentar la preparación de fugas del país a través de Formosa y Misiones. No es posible chequear ese dato así como tampoco hay certeza de que Olivera tenga pasaporte paraguayo bajo el apellido Osuna, tal como reveló un diario misionero, lo que sí es seguro es que tejió una telaraña de contactos, que muchos militares y también por qué no policías federales se sienten en deuda con él y que es un profesional en esto de acompasar campañas con urdidos planes de fuga.
No es casual que tras fugarse vía Chile, Malatto –eso fue un 27 de agosto de 2011, fecha muy pegada a la fuga del ex camarista Otilio Roque Romano– haya aparecido un blog en Internet con las “Aventuras en Italia del perseguido político Malatto”. Se trata de un texto escrito en primera persona, cortado con la misma tijera del alegato de De Marchi que se acaba de dar hace muy pocos días, donde también cuenta sus anécdotas tras sentirse libre en la Argentina.
Cada uno de los dichos contenidos en uno u otro texto debe ser leído en su debido contexto. Es muy claro que apuntan a granjearse apoyos entre políticos, de hecho De Marchi menciona expresamente el gesto que tuvo Ricardo López Murphy. Y en el caso de Malatto, se busca claramente minar el sentimiento de la sociedad hacia la Justicia. De ahí las expresiones burlonas hacia los jueces y fiscales, que son una constante tanto en Malatto como en Olivera y De Marchi, pero también el ardid de exhibirse como si fuesen unos príncipes de leyenda.
En el caso de De Marchi la treta es muy burda. Si bien es hermano de un hombre de la Sociedad Rural, es recordado en San Juan como un tipo arrebatado que iba en una moto Harley Davidson y era dueño de una whiskería en San Juan. En su carta, difundida en varios medios de comunicación, De Marchi se ufana de haberse fugado sin correr y tras haber salido muy tranquilamente a pasear, haber rescatado a una mujer que estaba siendo acosada por dos motochorros. Dice que le dijo “te ha salvado un represor”.
En el caso de Malatto, su mail se concentra en ese tipo de detalles, además de burlarse de la torpeza de los funcionarios judiciales sanjuaninos, redunda en que está muy tranquilo por tomarse una birra en Roma y que su primer día en la ciudad junto a su abogado Augusto Sinagra fue digno de un duque. Relata por ejemplo que de los 10 o 15 policías que vieron ese día, el 95% fue alumno del profesor napolitano que es un admirador de aristócratas fascistas como Valerio Borhese, conocido como “El Príncipe Negro”. No sólo eso, allí también dice que en la Cámara de Apelaciones de L’Aquila, ciudad donde fijó su domicilio tras vender su casa y traspasar su negocio en Mendoza, tanto el fiscal como el juez fueron alumnos suyos.
Los rictus de impotencia no se muestran en la estrategia, pero cabe ponerlos de relieve en toda su intensidad. Sobre De Marchi y Olivera hay una recompensa de dos millones y sus cuentas de financiamiento ya no corren. Y en cuanto a la excesiva confianza de Malatto hay que decir que su suerte está en manos de la Cámara de Casación, la misma que ya consideró nulo el fallo que liberó a Jorge Olivera allá por setiembre del 2001, cuando todas las miradas del mundo despertaban a la belleza de Anne Marie Erize y los ojos de vidrio del Carnicero de San Juan.
Ahora falta que salgan a la luz y cuanto antes, los secuestros, las torturas y las desapariciones perpetradas por Malatto. En principio, las causas que lo tienen como autor de las aberraciones son las de Oscar Alfredo Acosta y su esposa Virginia, Marta Sarof de Leroux, Margarita Camus, Alberto Carvajal, Guillermo Gulbert, Fernando Mot, Adolfo Andino y Vicente Mazzitelli. Pero hay más, ya que a lo largo del Primer juicio de delitos de lesa humanidad, muchos lo señalaron como parte del mismo grupo de tareas de Olivera.

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