sábado, 6 de agosto de 2011

El secreto del presidente Piñera para lograr una educación de excelencia

Las encuestas dicen que la popularidad de Sebastián Piñera ha caído estrepitosamente, pero no es que ahora interesen más que cuando era el más popular de los candidatos según las encuestas.
Ganó, y ganó como aquí han ganado Macri o Del Sel. La antipólítica atrae a "la gente", y no es que ese concepto inasible ("la gente") sea una creación del neoliberalismo. Aquí es muy escuchado en el más rancio progresismo: Aníbal Ibarra dice representar a un sector de esa gente, por ejemplo.
Sebastián Piñera, con su equipo de pinochetistas en el gobierno, cree que la educación es un bien transable, una mercadería. Esa definición fue inaugurada por la Organización Mundial de Comercio (OMC o WTO) dominada por EEUU en la década de los 80. Gracias a la prédica constante de la OMC o WTO, no solo la educación sino también la salud, son considerados universalmente bienes transables. Y se fue un poco más allá: aunque "la gente" lo desconoce, no solo la educación y la salud son considerados bienes transables y no servicios públicos: el propio aire atmosférico ingresó a la categoría de mercancía durante las conferencias internacionales de La Haya y Kioto.
 "La gente" que vota a Macri desconoce que existe un mercado de aire puro, y que sus bonos (los bonos verdes) se cotizan.
"La gente" que vota a Macri desconoce que en Chile son muy populares las escuelas boucher o voucher y las escuelas charter, un invento ideado en EEUU para privatizar paulatinamente la educación. Las idea es así: usted es el Estado y financia a las empresas pero no se mete en sus contenidos ni en su organización. Sólo se fija en su eficiencia. ¿Y quiénes son más eficientes? Los que en la carrera salieron antes, los privilegiados sociales. Como consecuencia de ello, en pocos años, unas pocas escuelas (la de los sectores pudientes) tienen educación de excelencia con fondos públicos y muchas otras (las situadas en la base de la pirámide) proveen una educación espantosa.
Pero todos los alumnos y sus familias son deudores al Estado de los fondos que este invirtió, y claro, los sectores altos pueden pagar y los bajos no.
Ese modelo fue publicitado aquí por el señor Narodovsky, actualmente procesado por escuchas telefónicas en la ciudad de Buenos Aires por cuenta y orden de Mauricio Macri. En un futuro post será interesante escribir sobre su ex esposa, la licenciada en comunicación Silvina Gvirtz, hermana del productor de 678, que pasa por especialista en educación. Tiempo al tiempo.
El citado Narodovsky hizo su carrera en Campinhas (Brasil) y luego en la Universidad de Quilmes, donde es recordado por sus correrías pedagógicas tras alumnas jóvenes y agraciadas. De allí pasó a la Universidad Di Tella, que es donde se adiestra a los cuadros del macrismo.
El plan educativo de Sebastián Pïñera consiste en transformar las escuelas en esto:

   ¡Viva Chile, mierda!

viernes, 5 de agosto de 2011

El sentido común dominante

Atacado por una fiaca incurable, pego abajo un texto que escribí hace unos años y que, con ayuda, encontré en los archivos de la Revista Zoom. Me lo pídió el amigo Omar Quiroga para redactar un monólogo que será emitido por radio o televisión. Al releerlo, descubrí que poco y nada ha cambiado desde entonces, y que con alguna actualización (mas la corrección de errores que antes habían pasado desapercibidos) sigue tan vigente como en 2007. EL título original era "El malestar como síntoma". A este, ni siquiera título le hace falta:



Humoristas, anfitrionas de almuerzos televisivos, animadores de bailes del caño, presentadores radiales, políticos profesionales, actrices con domicilio en Miami y taxistas de la ciudad de Buenos Aires –lo que la historiografía liberal denominaría “la parte respetable de la sociedad”– coinciden: ya no se soporta a Cristina. 
Y sin embargo, misteriosamente, la Presidenta marcha, lejos, al frente de las encuestas. ¿Será porque es la única certeza o porque así se manipulan mejor los odios irracionales de los sectores medios?
Son comparsa, pero pasan por formadores de opinión. En rigor, la verdadera opinión se define en otros ámbitos: en las redacciones, vasallas de otros negocios que consiguieron con oscuros recursos.  
La parte respetable de la sociedad, esos sectores medios, clama por un acto mágico que diluya al kirchnerismo en el aire, pero –grave problema– no aparece un Houdini al que aplaudir con ese entusiasmo frívolo que preanuncia rápidas decepciones: nadie puede creer seriamente que un humorista –cuyo éxito está basado en una grosería inalterable- avance más allá de lo que consiguió electoralmente, menos de lo que parece; ni que un empresario tres veces procesado se convierta en el Berlusconi de un país “emergente”. 
No es que esa parte respetable milite una determinada doctrina partidaria, que vaya detrás de alguna patriada o se sienta parte de algún colectivo excepto el del consumo: comparten apenas una mezcolanza de opiniones de corte autoritario, librempresistas, progresistas y retrógradas a la vez, fácilmente rebatibles pero siempre letales, una ensalada de ratis, buchones y tipos de éxito.
Los sectores medios se sintieron primero seducidos y (luego) abandonados por el gobierno, por eso el malestar hoy es el síntoma.
Los sectores medios están atacados por el síndrome del “nunca antes” y –apostando a su eventual sentido común – continúan atrincherados en sus viviendas. "Todo lo malo que en la vida me ha pasado ha sido por salir de casa", dijo Blas Pascal en el siglo XVII. "Mucha gente perdió la costumbre de salir de su casa”, opina Eduardo Anguita respecto de la crisis de comienzos de 2001 en “La clase media. Seducida y abandonada”. Los observados claman: “Las calles han sido ganadas por la delincuencia”
Hay que reapropiarse de las calles, dicen porque algo del discurso progresista les llega, caóticamente, y luego contratan seguridad privada, recurren al delivery y se conectan con el mundo por internet.
Para el analista Ricardo Rouvier, lo que hace síntoma en la calle es cierta crisis estructural no resuelta del todo.
Para estos sectores se roba como nunca antes; la inseguridad y el delito han llegado a extremos inauditos, y nunca hubo tanto ensañamiento de los chicos delincuentes, nunca. Aunque algunas evidencias perfectamente demostradas señalan que la situación no es tan grave, sin duda, la clase media no escucha, es ciega y sorda y sobre todo, desmemoriada.
Afirma un taxista: “Los Kirchner se han quedado con toda la Patagonia”, no 
Richard Gere, Matt Damon, Ted Turner, Luciano Benetton o Douglas Tompkins, sino “los Kirchner”. Que la Presidenta haya decidido enviar al Congreso un proyecto de ley para impedir la extranjerización de la tierra, y que ese proyecto esté congelado por decisión de la oposición que simula clamar por la misma extranjerización de la tierra, se pierde entre tanta información.
Ni siquiera corre el “roban pero hacen” que desculpabilizaba a Menem, el “hacen” de un cómodo e ilusorio dólar barato que se convertiría en una monstruosa e impagable deuda externa que pesará sobre nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos. Nuestros, es decir, también los de ellos. 
Escribió Rolando Hanglin en una nota periodística: “El señor González (probablemente una caracterización de el mismo autor) está espantado por los homicidios, asaltos y violaciones que cometen muchachitos de 12, 13 y 14 años. Considera que se les debe dar un castigo igual al de los mayores, ya que sus crímenes son propios de adultos”. Expresiones que se expenden entre estos sectores: códigos eran los de antes, el ladrón era un “señor” ladrón. Los chicos sólo robaban caramelos, en cambio hoy quieren tu vida y abusar de tu hija además de tu celular último modelo y tus zapatillas de marca.
¿Que cambió, entre otras cosas? Que antes, las cárceles de la Nación debían ser “... sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos (art. 18 de la Constitución Nacional)”. Ahora siguen sosteniendo (los taxistas o los candidatos) que deben ser “Grandes, espaciosas, civilizadas”... pero eso es lo de menos. Lo que verdaderamente importa es que sean “seguras, en el sentido que los criminales no puedan escapar hasta que hayan purgado sus condenas, que en delitos graves (asalto con armas, homicidio, violación) deberían ser de por vida”, la vida según Hanglin.
El malestar se ha apoderado de nosotros, o mejor, de ellos: hay malestar estomacal, por estos días, por exceso informático e informativo, por esas agotadoras doce horas de trabajo, por cortes de calles y avenidas que entorpecen el tránsito, porque la ropa de temporada está cara, por la inflación, por la lucha contra el tabaco... El malestar –“desazón, incomodidad indefinible”, según lo define la Real Academia– se ha apropiado de las campañas mediáticas. La exposición diaria a la televisión en la que se machaca decenas de veces sobre el malestar y los malestares, genera al cabo de una jornada un auténtico fastidio, impreciso, como las neurosis y angustias de los adolescentes, esos monstruos difusos, ambiguos y oceánicos, aunque no hayan oído jamás de las disputas entre Thénon, Blejer y Politzer.
Esta parte “respetable de la sociedad” sufre melancolía crónica y lo expresa dramatizando el síntoma. Buenos Aires parece Beirut en lo peor de la guerra.
Escuchan sirenas imaginarias, imaginarios enfrentamientos entre bandos, a balazos, pero son reales el tránsito caótico y los excluidos guarecidos bajo las autopistas y se concluye: “Macri no puede porque el gobierno nacional no lo deja”.
No se trata de un cierto “Malestar de la cultura”, no pretendamos tanto. Hay nostalgia por un orden fantasmático donde todo estaba en su lugar y existía una autoridad y una fuerza, no la del Yedi que eso sería otro cantar, sino la de la violencia estatal ilegal, actualmente la UCEP.
Para el filántropo colombiano, el policía debe volver a ser ese tal “amigazo”. Que se lo digan a los padres de Ariel Domínguez, asesinado de un certero disparo en la cabeza cuando cruzaba la avenida Paseo Colón.
Y nuevamente Hanglin, uno de esos constructores del sentido común dominante, comparando al fraile Aldao y al general Roca con el comisario Meneses, con el Malevo Ferreira y con el condenado Patti. Olvida mencionar en su recorrida de Billiken sobre la historia nacional al austriaco y napoleónico coronel Rauch, quien se dedicaba a degollar ranqueles en Sierra de La Ventana (sobre todo mujeres y niños, para matar el mal de raíz) hasta que fue desollado por el cacique Arbolito en Las Vizcacheras. El hippie añoso exige: “Un Policía de mano dura”, con mayúscula, en otras palabras, la vuelta de los Rauch.
Escribe Hanglin, uno de los tantos constructores del sentido común dominante: “el derecho de huelga no debería existir para los gremios de estricto servicio público, como los docentes, los transportistas, los médicos, los policías, enfermeras”. Terminemos con los reclamos sociales de una vez, los movimientos sociales son la nueva forma de la guerrilla subversiva. El hippie viejo opina: “Cuando ve que el Estado se propone urbanizar las miserables barriadas, otorgando a cada ocupante el título de propiedad de una casa que no compró, siente el gusto de la bilis en la garganta. Todo vale. Todo cuesta. Todo se paga. ¿Cómo puede haber propietarios que no compraron lo suyo? Al señor González le parece injusto: piensa que equivale a alentar la usurpación, masiva y por la fuerza, de casas y tierras”. Letra para Macri, para el “parque” Indoamericano.
El malestar es palpable porque los sectores medios no están de acuerdo con el planteo distributivo de este gobierno, un gobierno que en los primeros tiempos de 2003 los mimó bastante, lo que lleva a preguntarnos una vez más lo difícil que es consolidar consensos con gente que no está dispuesta a ello, o que mas bien pretende que quienes carecen de mayorías electorales impongan sus propios intereses al resto. Es claro que no se puede conformar a todos en aras del mal denominado bien común porque la unificación de intereses no existe ni conformar a todos se puede.  
El irremediable equívoco del bien común, una construcción de la Iglesia medieval que cierto hegelianismo reivindica, se cuela por derecha pero también por izquierda. Para hacer una tortilla, se deben romper unos cuantos huevos. Existe todavía cierta izquierda para la cual la receta es invariable, estemos en Moscú, en Aldo Bonzi o en Alfa de Centauro: “Palacios (Alfredo) fue el autor de las leyes sociales”. ¡Pero cómo no! La “caracterización del peronismo” fue una de las causas, no la única, de la eterna fragmentación cariocinética de la izquierda local, y eso tuvo influencia en la constitución de la ideología de los sectores medios. Como las distintas “interpretaciones” de origen marxista, habilitaba distintas cosmogonías; al bajar a lo particular, ésto denominado Argentina, las visiones terminaban siendo irreconciliables por razones ajenas a su génesis.
En la visión más clásica y caritativa, el “error” de Perón y el peronismo habría consistido en hacer de todo trabajador un individuo de clase media con acceso a la vivienda propia, auto, salud, cultura, educación, etc., algo que se alejaba poco y nada de la utopía fordista. Se concluía –siempre en esa visión benigna, porque había peores– que eso convertía a los peronistas en reformistas irremediables, alejándolos de la Palabra Revelada, el materialismo histórico, la conciencia proletaria. El peronismo no llegaba a clasificar siquiera como menchevique, pero en el propio bando, el de ellos, se daba por hecho que la Unión Soviética construía el socialismo cuando no solo no tenia proletariado industrial: hasta de burguesía nacional carecía.
Para algunos el peronismo fue fascista, para otros reformista, o bonapartista, y para muchos, algo incomprensible, una especie de dictadura caribeña al estilo “Bananas” de Woody Allen. Pero lo cierto hoy en día es que la vida política argentina, en términos de poder, es nada más y nada menos que una lucha interna al peronismo por su propio sentido, ser fiel o renegar de su razón histórica. 
Los sectores medios, la parte principal de la sociedad, comparten el “sentido común” y la ideología de los sectores dominantes pero no se identifican entre sí por homogeneidad de ingresos sino por una determinada mirada sobre sí mismos, donde “los sectores más bajos de la escala social, que son ahora internalizados como los de afuera”, no merecen ser atendidos en el hospital público porteño.
No es la primera vez que los sectores medios están cruzados por tal mezcla de nostalgia, angustia y malestar.
Historiando el tango, Blas Matamoro percibe algo parecido en los inmigrantes derrotados por el sueño perdido de hacer la América. El “Viejo Ciego”, de Piana y Castillo, está “lleno de pena, lleno de esplín”, y a su muerte, “los curdas jubilados, sin falsos sentimientos, con una canzoneta (le) harán el funeral”. Pero aquello, las letras de Cátulo y el decarismo, era un malestar expresado en lo estético, sin estas consecuencias.
El actual se refiere a la pertenencia al Primer Mundo no solo en términos simbólicos (que eso ya lo tienen) sino sobre todo materiales, tras la fugaz fantasía menemista de una Argentina a imagen y semejanza del Centro que no existe, en realidad el memento mori de una burguesía nacional que tampoco existe.
Los sectores medios quizás adviertan estar viviendo el duelo, pero pretenden tomar la copa hasta la última gota, aunque con ello se nos vaya el país.
 

jueves, 4 de agosto de 2011

La cuestión de la seguridad en la comuna 5, ciudad de Buenos Aires

El Ministerio de Seguridad lanzó el Plan Nacional de Participación Comunitaria en Seguridad que consiste, entre otras acciones, en la creación de foros barriales que actuarán como mediadores entre los vecinos y el Estado, aptos para detectar picos de inseguridad y zonas o situaciones de inseguridad, relación con las fuerzas policiales, etc.
El problema de la inseguridad puede ser abordado con los mismos parámetros de la campaña electoral y está relacionado con una eventual incomprensión del ciudadano respecto de las medidas de gobierno nacional. El Frente para la Victoria toma como bandera la defensa del hospital público, pero resulta que la mayoría de los ciudadanos de la capital federal no los usa, o lo usa sólo en emergencias, o no lo pisa porque "está lleno de gente del GBA". Ya en la propia dictadura, Cacciatore intentó impedir que vecinos del área metropolitana se atendieran en hospitales de la ciudad y Macri, aunque lo encubre con bellas palabras, se propone lo mismo, obstaculizando al máximo el libre acceso de esos vecinos a los hospitales públicos.
Todas las estadísticas señalan que Argentina no es un país más inseguro que otros similares (por ejemplo, no nos podríamos comparar con Uganda) e incluso es mucho más seguro del que es considerado modélico, los Estados Unidos. Pero es inútil repetirlo, porque unos minutos de exposición a la televisión dan cuenta de una sensación insoportable de inseguridad que haría de Buenos Aires una ciudad a merced de la delincuencia, como un bombardeado Beirut sudamericano.
No vamos a extendernos sobre la multicausalidad de la inseguridad, sino a cómo se implementa ese Plan de Participación Ciudadana en un caso específico, y cómo incide en él la distancia que suele haber entre el militante y las agrupaciones políticas, por un lado, respecto del ciudadano común por otro.
Sè de la existencia de dos iniciativas distintas en materia de inseguridad en la comuna 5: la primera que largó ya funciona. ¿Pero cómo funciona? La iniciativa arrancó con una charla impecable de la doctora Arriola y con la presencia mayoritaria de militantes barriales y algunos vecinos. Como esa iniciativa coincidió con la campaña electoral, se la consideró como parte de esta, es decir como una iniciativa del gobierno nacional, o lo que es lo mismo, del Frente para la Victoria que entonces confrontaba con Macri. Cuando todavía los militantes, que son quienes deben impulsar este tipo de acciones, no tenía en claro cómo funcionaría el foro, los vecinos presentes relataron determinadas experiencias de inseguridad donde, no casualmente, los victimarios eran siempre morochos, quizás bolivianos o peruanos, y pertenencientes a las capas bajas de la sociedad. El aluvión zoológico, como quien diría.
En ese orden, el foro de seguridad puede convertirse en una eficiente herramienta del macrismo para cuestionar la política nacional en materia de seguridad, cuando acciones disuasivas como el saturamiento de la zona sur de la ciudad ya están demostrando su efectividad.
La incorporación de militantes, abogados progresistas, defensores de los derechos humanos, etc., al foro no cambiará esta impronta.
La otra experiencia es sobre todo superestructural. Para amenguar el peso de esta clase de vecinos, sabemos cuáles, se convoca a otro foro con la presencia de distintas personalidades que asegurarán un determinado sesgo discursivo proclive al gobierno. Los vecinos, apabullados por tanto discurso académico, preferirán no participar.
Son dos maneras de desperdiciar una buena iniciativa.
La respuesta es simple, porque debemos usar nuevamente el sentido común: hay que ir a buscar en el barrio a los vecinos que nos están de acuerdo con las visiones represivas de la seguridad, animarlos a participar.

LO QUE SE JUEGA

Las noticias, (verdaderas, falsas o tergiversadas) se suceden con tanta rapidez que pareciera imposible analizarlas, entenderlas y seguir adelante. El último misil arrojado lleva al doctor Zaffaroni en su cabeza explosiva. Mañana será otro, y luego otro más, cada vez más potentes y destructivos.
El objetivo es desmoralizar, vencer las voluntad del enemigo, que venimos a ser nosotros.
Los hechos contribuyen. ¿Qué hemos hecho mal para semejantes resultados electorales en Santa Fe o en la ciudad de Buenos Aires? ¿Preferiríamos un triunfo improbable en Córdoba, aliados con De la Sota? ¿En qué nos equivocamos? ¿Será la hora de que nos llamemos a silencio, de que nos recluyamos para cultivar nuestros peores aspectos, derrotados?
Aunque las denominaciones partidarias y confusiones de todo tipo (una de ellas, el desconcierto producto de la ausencia de una auténtica formación) tapen la cuestión de fondo, esa cuestión es una sola: lo que se está jugando en la actualidad es el sentido del peronismo. Y anoto la primera confusión (nuestra): este gobierno nacional ha producido cambios notables en Argentina. Inesperados, si se quiere. Pero esos cambios revolucionarios (y escribo "revolucionarios" con toda intención, como para que nadie nos corra por izquierda) no se han reflejado en la sociedad, una sociedad que en cierta medida tiene todavía presente la huella traumática del menemismo. 
Esto pone en primer plano el tema de los "principios". ¿Qué son los principios aislados de la realidad real? ¿Está mal que el vecino de Villa Soldati quiera vivir como Macri, con una 4x4 y una confortable vivienda en el country El Carmel? 
¿Sostener los eventuales principios significa acaso empobrecernos solidaria e igualitariamente?
Criticamos amargamente a la sociedad por no comprender los cambios revolucionarios producidos por este gobierno. O al gobierno por no saber trasmitir, comunicar esos cambios. ¿Pero dónde están los militantes? Como sabemos, existe una fantasía llamada "autocrítica" (con su sucedáneo, la catarsis freudiana) que consiste en desculpabilizarse por el error para luego volver a cometerlo una y otra vez, pero sin culpa, eso sí. Sin pecado concebida.
A todos los efectos del título de este post, me fui para el lado de los tomates. Pero confío en que se sepa comprender el subtexto.
No se trata, si lo que se juega es el sentido del peronismo, de cuántas "patas peronistas" aportan votos a distintas versiones del enemigo. No se si se percibió que a horas de su triunfo, Macri anunció la creación de un ministerio de Gobierno al frente del cual pondrá a un ladero de Massita. 
Se trata de que el peronismo (que no es un partido, sino la expresión política-ideológica de un determinado estadio histórico de la sociedad nacional) dirime ahora mismo, en las primarias de agosto, en las generales de octubre y en lo que hará estos próximos cuatro años, si es fiel a su propia historia o si la traiciona. Se pregunta Norberto Galasso: "¿El peronismo se continúa en el kirchnerismo? ¿El kirchnerismo es lo mejor del peronismo que ha resurgido después de la debacle del peronismo del menemismo?".
Algo muy profundo se expresa cuando alguien, cualquiera, afirmó alguna vez: "yo no hago política, soy peronista".
En otras palabras, la lucha política de hoy puede ser vista como una desmesurada interna peronista. Por lo tanto (aunque sienta auténtica vergüenza ajena por citar a Ortega y Gasset): "argentinos (militantes), a las cosas".
  








   




  







miércoles, 3 de agosto de 2011

SOLICITADA EN SOLIDARIDAD CON EL DOCTOR RAÚL ZAFFARONI

Solicitada

Las personas y organizaciones que suscribimos queremos manifestar nuestra solidaridad con el profesor y juez Eugenio Raúl Zaffaroni y repudiar enérgicamente la campaña sucia que intenta dañar no sólo su persona, sino las conquistas jurídicas en beneficio de la población que se consiguieron en la Corte Suprema.
Si un logro es reconocido por todos, es el cambio que significó el ingreso del juez Zaffaroni en el máximo tribunal del Poder Judicial. Se revalorizaron los derechos humanos que habían sido degradados por la Corte anterior: los de las víctimas de crímenes de lesa humanidad; de los trabajadores; de jubilados; del ciudadano frente a la autoridad cuando su conducta no afecta a terceros; y la de todos aquellos que son tratados con crueldad por el poder punitivo.
Lo que escribió en sus sentencias judiciales lo enseñó durante décadas en universidades del país, de América Latina y de Europa. De allí su reconocimiento académico internacional.
Por ello el ataque contra Zaffaroni es un ataque contra valores y prácticas que trascienden su persona y que pertenecen a la mayoría del pueblo argentino y a las tradiciones humanistas en general.

martes, 2 de agosto de 2011

El papel del Estado en la concentración económica



Leemos en Tiempo Argentino:


La confesión

Publicado el 2 de Agosto de 2011

La publicación del libro  de la periodista Graciela Mochkofsky viene a confirmar lo que la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación afirmó desde el principio: que la Junta Militar decidió que fueran Clarín, La Nación y La Razón quienes se apoderaran de la empresa Papel Prensa. Hasta ahora, y pese al cúmulo de pruebas que se fueron aportando desde que Rafael Ianover se presentó en la Secretaría a contar lo que sucedió en 1976, Magnetto, Mitre y compañía se mantuvieron en sus trece, afirmando que los diarios decidieron aceptar la oferta formulada por el Grupo Graiver, y que su participación terminó con la firma del convenio del 2 de noviembre de 1976 en las oficinas de La Nación. A lo sumo, en la audiencia celebrada ante la Sala III de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, los abogados de Clarín y La Nación llegaron a admitir que, de haber algún delito en la compra de Papel Prensa, hubiera sido una extorsión y que, por ser este un delito común, la causa estaba prescripta.
Pero ahora, en las páginas 73 a 75 del libro de Mochkofsky, aparecen las confesiones de dos de los protagonistas principales del hecho.
José Rogelio Villarreal, quien fuera secretario general de la Presidencia durante la dictadura de Videla, reconoció, en dos entrevistas realizadas en abril de 1998 y en mayo de 2002 –y de las cuales la autora conserva las cintas–, que fue la Junta Militar la que decidió que Clarín, La Nación y La Razón se apoderaran de Papel Prensa, sin que existiera la oferta de los Graiver. El militar dijo que fue él, personalmente, quien se ocupó de hablar con Magnetto, “Bartolito” Mitre y Patricio Peralta Ramos, para que se hicieran cargo de la empresa, ofreciéndoles créditos oficiales, participación y avales del Estado. Esta confesión, lisa y llana, fue avalada por el propio Patricio Peralta Ramos, en otra entrevista de 2002.
 Estos datos, que revelan el acuerdo delictivo de la Junta genocida con los diarios, fueron presentados al juez federal Daniel Rafecas, quien tiene a su cargo la causa desde la incompetencia decretada por la justicia de La Plata. Será este magistrado el que ahora deba convocar a prestar declaración indagatoria a Magnetto, Mitre y sus cómplices, para que la trama de amenazas, secuestros, tortura y muerte reciba la sanción correspondiente. Será justicia.

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