domingo, 14 de agosto de 2016

LAS DESAPARICIONES DEL SEÑOR PRESIDENTE



Las desapariciones del Señor Presidente

Teodoro Boot

Con demasiada frecuencia el presidente Mauricio Macri y varios de sus colaboradores tienen QUE desmentir a Natalio Botana, para quien toda persona era respetable a pesar de su investidura. Sin embargo, y contrariamente a lo que piensan los organismos de defensa de los derechos humanos y la mayoría de las organizaciones políticas y sociales, no parece haber sido la entrevista que le concedió a Karla Zabludovsky, corresponsal del sitio BuzzFeed, una de esas ocasiones.
Es verdad que en relación a los desaparecidos por la dictadura el señor presidente usó términos e hizo afirmaciones que con justicia pueden ser consideradas por lo menos desafortunadas, cuando no perversas o aberrantes, pero si se sigue atentamente la entrevista se verá que no fue esa su intención. O, para decirlo con mayor exactitud, la intención de sus asesores.
Ninguno de nosotros quisiera estar en el lugar de esa gente, abocada a un trabajo más insalubre que cavar en las profundidades de un socavón. Créase o no, hay tinieblas peores.
Pero vayamos a la entrevista y su contexto.


En primer lugar, deben observarse los ojos del señor presidente: o bien padece una afección oftalmológica, o no tuvo tiempo de limpiarse las lagañas o se olvidó del Max Factor. Como sea, resulta obvio que fue sorprendido por la periodista al salir de la cama o aun antes. Y si no antes de salir de la cama, seguro que antes de lavarse la cara, más dormido que despierto tal vez debido a los efectos de algún ansiolítico.
El cargo tiene esas exigencias y el cuerpo a veces requiere de mayores periodos de descanso que los que se le conceden a los ciudadanos normales, por decirlo de alguna manera y sin faltar.
El hecho concreto: el presidente estaba con las defensas adormecidas, los reflejos aletargados y las neuronas en off. Pero se ve que trató de despertarse.
Fíjense que arrancó bien: ¿qué importancia tiene discutir acerca del número de desaparecidos? Obviamente, es una cuestión de calidad, no de cantidad, como si se discutiera acerca del número exacto de judíos muertos por los nazis, o de gitanos, o de católicos o si el número de comunistas asesinados en los campos de concentración de Polonia y Alemania Oriental fue superior o inferior al de los asesinados en Siberia. Sería tan absurdo como sostener que los armenios muertos a manos de los turcos no fueron un millón sino 7.954 o si la mayoría falleció violentamente o por hambre. ¿A quién en su sano juicio puede ocurrírsele entrar en tales disquisiciones?
Eso más o menos debe haber explicado el Brain Storm permanente montado por Jaime Durán Barba quien, huelga decirlo, ha prohibido el uso del término disquisiciones, que podría llevar, ahora sí, a disquisiciones sin pie ni cabeza.

Atento al escandalete provocado por un snob iletrado que se las pilla de intelectual y promotor cultural, a quien, a falta de cosa útil para hacer, se le dio por especular acerca de la cantidad de personas desaparecidas aventurando una cifra como quien arroja un dado, el Brain Storm habrá alertado al presidente sobre la inconveniencia de entrar en tan estériles especulaciones, más propias de una peluquera de barrio que de un funcionario gubernamental. Y ¡ni qué hablar!, de un  Presidente de la Nación.
Le deben haber dicho algo más, porque para eso son un Brain Storm, pero su excelencia se olvidó. Sus ocupaciones son demasiadas, lo sacaron de la cama, lo vistieron de apuro y, al fin de cuentas, su tarea no es hacer micromanagement, de manera que es comprensible que se olvide de muchas de las recomendaciones del equipo de Durán Barba.
Luego de haber alucinado encontrarse ante una comisión investigadora de sus declaraciones juradas, el presidente contestó lo que, de puro hábito, tiene en la punta de la lengua cuando se le pregunta por números: “No tengo idea, si 30 mil o 9 mil”. No agregó “Pregúntele a mi contador”, porque ahí se acordó y repitió lo que le habían dicho que dijera: “Es una discusión que no tiene sentido”.
Ya volviendo a naufragar en la laguna, recordó que en una de las recorridas a las que lo llevan por esa extraña ciudad que jugó a gobernar unos cuantos meses de los últimos ocho años, había visto una pared con un montón de letritas grabadas. Y en tren de dar mayor énfasis a sus palabras, creyó precisar: “Si son los que están anotados en un muro o si son más”.
Aunque la señorita Zabludovsky tuvo la cortesía de no preguntar “¿Más que qué?, el sistema de pensamiento presidencial había entrado en corto y en su cerebro se formó una burbuja azul que iba virando hacia el violeta cuando explotó.
Tras el “Plop”, el presidente comprendió qué había olvidado las demás recomendaciones del Brain Storm.  Y ante los olvidos en el transcurso de un discurso, una entrevista o una mesa examinadora ¿a qué recurre uno? A lo que tiene adentro, al lugar común.
De ahí en más, el presidente ya no fue el presidente sino el vocero del grupo de ex alumnos del Cardinal Newman, de los vecinos del country club, de los socios del Jockey Club, de la directiva de la Sociedad Rural, de las señoras que en ese momento andaban de shopping, de los ejecutivos que hacían after office, de los estudiantes de la UADE, de los forwards del CASI, de los que viven esperando el momento de volver a Miami, de los que sueñan con almorzar con Mirtha Legrand, de los lectores de Clarín y Nación, de los fans de Lanata, Majul y Morales Solá, en fin, de ese viscoso magma que como la baba de los Cazafantasmas habita los subsuelos y entresijos de la sociedad .
En ese mágico momento, las neuronas presidenciales se disolvieron en las de una clase que sigue teniendo el poder económico, comunicacional y cultural del país y que impone su sentido común a un vasto sector social.
Debe comprenderse, la señora Estela de Carlotto, la señora Hebe de Bonafini, la señora Nora Cortiñas, las señoras madres y abuelas, los señores y señoras nietos y nietas, la señora Cristina Fernández de Kirchner, el señor Héctor Recalde, la señora Miriam Bregman, el Centro de Estudios Legales y Sociales, el Partido Obrero, el Frente de Izquierda, la Corriente Sindical Federal, en fin, todos los que se sintieron agraviados por las declaraciones del presidente y lo toman por perverso, negacionista, degenerado, cómplice de la dictadura y etcétera etcétera, deben comprenderlo y compadecerlo, deben comprender que el señor presidente no habló por sí mismo sino que por su boca lo hizo esa clase social, que es sobre la que debería ponerse el foco.
Una clase, un sector social, es algo mucho más serio e importante que un presidente. He ahí la gravedad del hecho. No en un desliz, en un fallo de la memoria, una disolución neuronal (pasajera, claro) del señor presidente.
“Cuando el presidente dijo guerra sucia quiso referirse al terrorismo de Estado", explicó un anónimo integrante del Brain Storm, que agregó: "Dijo lo que dice siempre sobre este tema. Que el que cometió crímenes que los pague. Y nada más".
Cuando el presidente leyó las declaraciones de su asesor, quedó muy desconcertado, tratando de recordar cuándo diablos habrá dicho eso que dice siempre.
La memoria suele jugarnos malas pasadas. Ese es el contexto, esa es la verdad de la milanesa. Y por eso debe disculparse al señor presidente, que al fin de cuentas no hizo otra cosa que hablar por boca de ganso.
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viernes, 5 de agosto de 2016

LA TRIPLE INFAMIA



Es imposible abordar la historia de la Argentina del siglo XIX sintetizándola en 600 o 700 palabras comprensivas. Un episodio de salud sin embargo, me llevó a retomar uno de mis temas preferidos porque la locuaz enfermera que me atendió eficazmente me comentó que era paraguaya, seguimos charlando, y así me citó “la guerra de la triple infamia”, lo que me sorprendió gratamente y me alegró después, distrayéndome de las penas y las molestias físicas.
Porque yo la denomino igual, refiriéndome a la guerra que se produjo durante la presidencia de Bartolomé Mitre, creador del diario La Nación y charlatán famoso autor de frases homéricas propias del diario Crónica: para convencer a los argentinos que participaran en una situación bélica impopular: “En 24 horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, en tres meses en Asunción”. Sin embargo, de los 16 mil soldados movilizados, volvieron sólo 2 mil derrotados. Escondidos de las miradas públicas. Como un siglo después los soldados de Malvinas.   
La guerra de la Triple Alianza fue una coalición de ejércitos argentinos mitristas, brasileños y orientales contra el Paraguay del mariscal Solano López a consecuencia de la cual, recordaba, en ese país no habían quedado vivos los varones mayores de 14 años, abriendo una serie de consecuencias posteriores. Ni un solo varón vivo o entero, todas víctimas de esa guerra.
Obligado a guardar cama, de vuelta a mi casa, en la biblioteca desempolvé el documentado trabajo de José María Rosa titulado “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas”, ed. Punto de Encuentro.
Fue una guerra infame, sin duda. Pero la historia la escriben los que ganan.
Un enfrentamiento armado que sólo recuerda una minoría interesada en temas históricos, y no hay muchos me parece.
El presente tiene hoy más peso. Y preocupa más, con razón, cómo se sobrevive día a día con tarifazos, frecuente pérdida de empleo, disparada de precios y caída del poder adquisitivo, endeudamiento externo, etc. El supermercado del mundo con una inflación sobre el 40% anual e inusitada transferencia de recursos en favor de los grupos concentrados. Pero no me interesa ahora la mirada sociológica o política.
Volvamos a la guerra, entonces, y a la época mitrista que constituyó la Argentina actual.
Mientras don Bartolo Mitre gobernaba a duras penas en la provincia de Buenos Aires, admirando al imperio británico, la vida agropecuaria en general y haciendo una guerra de policía contra el paisanaje federal,
Paraguay había desarrollado, aislado del resto de América, una industria independiente con siderurgia, altos hornos, fabricación de armas cortas y largas, industria química, etc., algo inusitado en esa época. Ni en esa época ni antes había tenido una conducta agresiva con sus vecinos americanos. Unas décadas atrás, San Martín, en su campaña libertadora, había improvisado industrias de pólvora, uniformes y armas.
Sinteticemos previamente algunos datos esenciales.
En el 1852 posterior a Caseros, la Argentina tenía Constitución Nacional, pero Mitre y la provincia de Buenos Aires decidieron separarse de la Confederación Argentina hasta que el texto no estuviera acomodado a sus intereses: ser dueños exclusivos de las rentas de la Aduana de Buenos Aires, lo que sucederá recién en 1862: ese es el texto constitucional vigente hoy en día.
Mitre tenía el mando general de estado trinacional, pero era una formalidad: el verdadero poder estaba en manos de los brasileños. Y así fue hasta la batalla de Curupaity luego de la cual fue despedido cortésmente de la jefatura por los verdaderos jefes. Motivos de sobra había: el primero, la incapacidad militar indisimulable de Mitre.


Recurro a Rosa: “Todo anduvo mal. Tamandaré ... disparaba con excesiva elevación sus tiros que no caían en las trincheras paraguayas. (El oriental colorado, del ejército argentino) Flores se detuvo con sus tropas a churrasquear... Mitre, poseído de una embriaguez heroica ordenaba avanzar, avanzar siempre. (Los brasileños le advirtieron) que aquella iba a ser la derrota mas grande de esta guerra... Consiguieron dar la orden de retirada... Mitre, cuando se encontró con las trincheras paraguayas protegidas por gruesos árboles desgajados con sus grandes raíces al aire, mando atacar a la bayoneta. El resultado no podía ser dudoso.
DIez mil muertos argentinos quedaron tendidos en el fangal de Curupaity. Las bajas paraguayas fueron exactamente de 92. El emperador brasileño debió gestionar amistosamente que Mitre volviera a su país y fuera licenciado”. Tomó el mando el duque de Caxias.
Así terminó la aventura mitrista.
La guerra de la triple infamia desapareció al Paraguay del mariscal López, y nunca se recuperó.








 

lunes, 1 de agosto de 2016

QUIEN QUIERA OIR QUE OIGA



No afirmaré que escondió sus intenciones y plan, pero la democracia es así: a veces gana la gilada. En su último acto público se presentó como Mauricio Blanco Villegas, y que el es sólo un ceo ceméntico, pero los Blanco Villegas son socios de la Sociedad Rural por derecho propio.
Se afirmó sobre generalidades y tonterías como sus torpes pasitos de baile. Eso requiere en primer lugar entender que ciclo atraviesa el capitalismo globalizado (porque todos somos capitalistas). Según él y Cambiemos, la Argentina tiene una amplia oportunidad cumpliendo su papel tradicional de proveedor de materias primas convirtiéndose en el supermercado del mundo. Eso entusiasmó.
Pero no es una decisión soberana del país dentro de la Patria Grande en una etapa de retroceso generalizado de lo emancipatorio sino una de total sumisión ante la imposibilidad de cualquier transformación. Es un plan conservador que simula cambios revolucionarios pero es esencialmente impotente y estéril.
Alguna vez fuimos subdesarrollados o emergentes. A esta mayoría momentánea no le importa mientras la televisión y el futbol los adormece. Pero para esa Argentina que pretende Mauri, sobramos 20 millones de argentinos que no podrán comprar en ese supermercado.
La sustitución de importaciones es entonces una fantasía exótica y antinatural frente a las ventajas comparativas que seguiríamos teniendo porque además de la producción agroganadera) y apunta a las producciones regionales, aunque hasta ahora los números han caído en picada desmintiéndolo. Todo, salvo las importaciones.
Macri aspira a asociarse con Peña Nieto para acercarse al NAFTA (North American Free Trade Agreement), una asociación con EEUU y Canadá, que para México ha significado más cocaína, más paramilitares y desapariciones, mientras que Argentina ofrece las pampas argentinas. El alca.. alcarajo vivito y coleando.
Esas ventajas han cambiado en unos años. Mecanización del agro, revolución verde, baja de retenciones. Es para que la Sociedad Rural lo aplauda.
En la actividad cerealera eso significa un conjunto de siembra directa y el veneno llamado glifosato, para eliminar plagas, con casi ningún uso de mano de obra, ni siquiera golondrina. Cada cinco o seis años rota la siembra porque ya la tierra agotó todos sus nutrientes, los propios de ese cultivo.
En la cría de ganado, el feedlot reemplaza a la cría a campo: el animal no camina y come solo alimento balanceado en lugar de pastos verdes cerca o sobre sus propias heces.
Esa es la revolución verde, donde el glifosato tiene un rol central porque elimina todas las especies vegetales capaces de reducir el rendimiento del cereal elegido por el productor de acuerdo a los precios de mercado.
Los mercantilistas que nos gobiernan son nuevos fisiócratas para quienes la industria es superflua: creen que cada país o región debe maximizar el rinde de acuerdo a sus ventajas comparativas. Los países árabes la extracción de petróleo, las pampas argentinas la producción de cereales y cría vacuna; Europa, la producción industrial. China se ha despegado de esa clásica división internacional del trabajo porque la producción industrial ya no importa. Lo que importa es la innovación.
Macri no blanquea su estrategia porque ningún ceo lo hace con sus empleados, ni un monarca con sus súbditos: sólo procede. Por eso es radicalmente antidemocrático. 
 Lo reconoció recientemente el ministro Frigerio. Como el tarifazo ha tomado estado judicial, el poder ejecutivo apelará a todas las imposiciones legales y no tanto para lograr su objetivo: saltear las audiencias públicas, per saltum de la Corte, etc.
Según Macri, el futuro centro económico del mundo estará en Asia, el Pacífico y el libre comercio. Y hacia allí quiere ir. ¿Por que esforzarse en producir remeras con el rostro del Che o tu club favorito estampados si aquí tenemos soja para alimentar chanchos o aceite comestible mezcla y un Estado mínimo?
En suma, otro ciclo de endeudamiento que pagarán las próximas generaciones.







  

lunes, 25 de julio de 2016

JULIO, 26. LEALTAD

Un 26 de julio como hoy, en medio de indecibles dolores, moria la Abanderada de los Humildes.
Una multitus despidió sus restos, que luego serán humillados, secuestrados y mutilados por una banda de miserables.
Reafirmamos nuestra despedida con la fuerza de su presencia inmortal.

miércoles, 20 de julio de 2016

LA MASACRE DE NAPALPÍ Y LOS RADICALES



a.
El lamentable papel que tiene hoy el radicalismo refleja una claudicación total y se entronca con la tradición alvearista que tendrÁ su continuación en el balbinismo, gorilismo puro. Lo que sigue, un antecedente poco conocido de lo peor del alvearismo que sirve para completar su rol histórico.

El 19 de julio de 1924, unos 700 indígenas fueron cercados por la policía en el Chaco Quienes no murieron baleados, fueron degollados. Habían protestado por la explotación a la que eran sometidos. Recién ahora (2014) se puso en marcha una investigación.







Por Darío Aranda (Página 12 julio 2014)

Fue una de las mayores masacres argentinas del siglo XX. Al menos 700 víctimas, incluidas mujeres, ancianos y niños. Quienes no murieron por las balas policiales, fueron degollados con machetes y hachas. El motivo de la represión fue la negativa a ser mano de obra esclava, denunciar maltratos y, también, el ser indígenas. La orden fue política; el motivo, económico (el avance algodonero y la necesidad de brazos para la cosecha), y los ejecutores fueron la policía y grandes terratenientes. Sucedió en Chaco, hace noventa años, y hoy los pueblos indígenas conmemoran la matanza que se conoce como “Masacre de Napalpí”. El crimen aún sigue impune. “Es crucial analizar la masacre de Napalpí en el marco de un proceso social genocida que sigue teniendo consecuencias sobre los pueblos originarios”, afirmó Marcelo Musante, integrante de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena.

En 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la presidencia a Hipólito Yrigoyen. El Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba como el primer productor nacional de algodón. La superficie sembrada en Chaco era de 100 hectáreas en 1895. Para 1920 había crecido exponencialmente: 50 mil hectáreas.

La Reducción Aborigen de Napalpí (a 120 kilómetros de Resistencia) era un espacio de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en condiciones de semiesclavitud. Los maltratos eran frecuentes y no tenían los mismos derechos que el resto de la población.

En julio de 1924, los indígenas qom y mocoví se declararon en huelga. Denunciaban los maltratos y la explotación de los terratenientes. Y planeaban marchar a los ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando Centeno les prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión. El argumento oficial fue una supuesta “sublevación” indígena.

El 19 de julio a la mañana, 130 policías y civiles (enviados por grandes estancieros) rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45 minutos. Mataron a hombres y mujeres, ancianos y niños. “El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre. Los heridos fueron degollados, algunos colgados”, relata el libro Napalpí, la herida abierta, del periodista Vidal Mario.

Un mes después de la matanza, el 29 de agosto, el ex director de la reducción Enrique Lynch Arribálzaga escribió una carta al Congreso nacional: “La matanza de indígenas continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos”.

La prensa de la época repitió el discurso del gobierno u omitió el hecho. Pero hubo excepciones. El periódico Heraldo del Norte denunció: “Sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, los atacantes hicieron repetidas descargas de disparos en medio del pánico de los indios, más mujeres y niños que hombres. Se produjo la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad”. El corresponsal del diario La Razón escribió en julio de 1924: “Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto”.




El sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que Napalpí fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde se ejercían acciones de control y dominación. “La discusión pública debe preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas. Ejemplos claros son la feroz represión ocurrida en Pampa del Indio (Chaco) a inicios de este año, lo que ocurre en la comunidad qom La Primavera (Formosa) o en Santiago del Estero.”

Juan Chico es qom, nacido y criado en el lugar de la matanza (hoy llamado Colonia Aborigen). Escribió (junto a Mario Fernández) el libro Napalpí. La voz de la sangre. Recordó que las comunidades siguen peleando para que el lugar se vuelva a llamar Napalpí, detalló que los asesinados fueron al menos 700 personas (mucho más de los 200 que mencionan los diarios de la época) y valorizó que en Chaco se hable cada día más de la masacre de indígenas. También trazó un paralelo al presente: “Argentina ha avanzado mucho respecto de los derechos humanos, pero pareciera que los indígenas tenemos derechos humanos de segunda, parte de la sociedad nos sigue considerando inferiores y nuestro genocidio sigue invisibilizado”.


En 2008, el gobierno de Chaco pidió públicamente perdón por la matanza y entregó una vivienda a la sobreviviente Melitona Enrique. Hoy a las 18 habrá un acto conmemorativo en el lugar de la matanza. Será interno de los pueblos qom y mocoví, recordarán a las víctimas y volverán a exigir justicia. A noventa años de la masacre, el crimen permanece impune.


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