miércoles, 27 de marzo de 2013

MI FORD, TU FORD


Como puede verse hoy en Página 12, no estaba tan errado cuando escribí "Ahora, el turno de Ford Argentina" en diciembre de 2012.
Al final, luego de pegar mi nota, una poesía de Juan Carlos Dávalos que formaba parte del repertorio de Jaime Dávalos.
Lean la poesía: vale la pena.

Los gerentes tuvieron que ir al juzgado

Ayer se presentó Pedro Müller, ex gerente de manufactura, y el lunes Guillermo Galárraga, que era gerente de relaciones laborales en 1976. Hoy debe ir el ex jefe de seguridad. En la causa se investiga el secuestro de 25 trabajadores.

Por Alejandra Dandan
Luis María Degiusti es un ex delegado de la Ford Motors Argentina, planta de Pacheco. Delegado por el sector Comedor. El 24 de marzo de 1976, a las siete, lo secuestraron desde el interior de la fábrica. Era parte de la primera camada de delegados del sector. Y de la última: después de esas detenciones ilegales no hubo más delegados durante casi treinta años. Ayer, Degiusti estuvo con otros antiguos compañeros en la puerta del juzgado federal de San Martín. Esperaron a Pedro Müller, en los hechos el jefe político de la planta, mandamás de Pacheco con título de gerente de manufactura. A esa hora prestaba declaración indagatoria por el secuestro de 25 trabajadores de la compañía: “Estoy acá porque le quiero decir a Müller que todo llega”, dijo Degiusti. “¡Torturador! Eso le voy a gritar en la cara y lo que me salga desde adentro.”
Finalmente empezaron las indagatorias en la investigación sobre la empresa Ford. Anunciadas a fines del año pasado, postergadas en febrero y luego a comienzos de marzo. El lunes se presentó ante la jueza federal Alicia Vence Guillermo Galárraga, gerente de relaciones laborales de la empresa en 1976, la persona que sabía quiénes integraron las comisiones internas y con quién se reunían los trabajadores por reclamos gremiales. Ayer le tocó el turno a Müller y para hoy está convocado Héctor Francisco Sibilla, ex jefe de seguridad, uno de los hombres más recordados, militar retirado del Ejército que ascendió luego de los secuestros, contratado por la Embajada de Estados Unidos en seguridad hasta que se jubiló en 2004.
El lunes, Galárraga llegó al juzgado con dos abogados, se negó a declarar, pero sus representantes anunciaron que hará un descargo por escrito. En la indagatoria estuvieron la jueza y el fiscal Jorge Sica. Las querellas no pueden presenciar las indagatorias, pero, aun así, uno de los abogados pudo ver los dedos de Galárraga estampados en una ficha después de treinta y siete años, en una escena que también se convirtió en una marca.
“Esto es un avance para nosotros, sobre todo después de dos veces en las que se suspendió la indagatoria, y que hayan venido es un avance”, subrayó el abogado Tomás Ojea Quintana, en representación de los ex trabajadores. “Ahora la jueza tiene diez días para analizar el caso: puede procesarlo, sobreseer o declarar la falta de mérito”. Lo mismo sucede para el caso de Müller, que ayer se presentó en el juzgado, se negó a declarar y por último anunció que haría un descargo por escrito. Ahora bien, los plazos del procesamiento pueden ser más largos de acuerdo con la complejidad de las causas. En Jujuy, por ejemplo, luego de las indagatorias al empresario Carlos Blaquier y al gerente de recursos humanos de Ledesma, Alberto Lemos, los tiempos se extendieron de junio a noviembre porque todas las partes pidieron “ampliación de pruebas”. En este caso, sin embargo, el escenario parece distinto. Como dijo Ojea Quintana varias veces, el expediente Ford lleva cinco años con todas las pruebas necesarias reunidas y la espera de las indagatorias que acaban de concretarse. Eso es así desde que el expediente salió del juzgado de Daniel Rafecas y la fiscalía de Federico Delgado en Capital Federal y desembarcó en el siempre complejo escenario judicial de San Martín.
Vence, que asumió en diciembre de 2011, avanzó más que sus antecesores, que no hicieron nada. En 2012, ordenó una inspección ocular a la empresa, pedida también hacía años, y en diciembre ordenó las indagatorias. En la puerta del juzgado ayer hubo varios trabajadores y familiares. “Müller era uno de los gerentes de ahí”, dijo Degiusti. “Estaba enterado de todo, y en mi caso me sacan de adentro. Me llevaron del campo de deportes de la Ford, me tuvieron ahí, me torturaron durante horas y después me llevaron a la comisaría de Tigre, a Devoto y La Plata.” Degiusti estuvo nueve meses en total entre el período de comisaría y cárceles. Y el circuito lo repitió en general todo el resto: de los 25 secuestrados, 20 eran delegados y los otros cinco eran trabajadores que habían estado cerca del gremio o en las últimas marchas. A una parte la secuestraron adentro de la planta y a otra, en sus casas. Luego de varios meses de circuito de detenciones y desapariciones, todos quedaron en libertad: ésa es una de las claves de esta causa que, distinto de otras, cuenta con abundancia de pruebas. Degiusti cayó en la fábrica, el mismo día del golpe, y –en la hipótesis de los querellantes– a partir de listas negras que habían sido preparadas desde antes. Con él se llevaron al otro delegado del mismo sector, Jorge Constanzo. “La Ford en esa época era como la Embajada de Estados Unidos –dice–: no podías entrar a la Ford, pero permitieron que me detengan adentro del lugar de trabajo y me torturaron dentro de la Ford, en el quincho durante cuatro horas con el conocimiento de ellos.” En el sector comedor trabajaban unas 350 personas, que atendían a cuatro comedores de Pacheco en donde se desempeñaban unos 7000 trabajadores. Ahí “no había delegados, nosotros hicimos la campaña en el Smata y pasamos a ganar las afiliaciones del ciento por ciento de los compañeros; conseguimos en ese tiempo equiparar los sueldos con los del resto de los empleados de la Ford, así que un barrendero del comedor barría y cobraba lo mismo que el resto de la planta”. Entre sus compañeros, hubo a quienes sacaron a punta de pistola haciéndoles recorrer el interior de la fábrica. A él, en cambio, lo llamaron y lo esperaron en un pasillo. “Me sacaron afuera, estaban de civil, me dijeron que querían hablar conmigo. Salí a un pasillo y me detienen civiles primero y luego aparecen los uniformados, en un Falcon ponen al otro delegado Jorge Constanzo y de ahí nos llevan a los quinchos donde nos torturan. Müller era el jefe de la planta, y era terrible.”


JUEVES, 6 DE DICIEMBRE DE 2012


AHORA, EL TURNO DE FORD ARGENTINA


Como puede verse aquí, una jueza indagará a cuatro ex-ejecutivos de Ford Motor Argentina S.A. por su responsabilidad en los secuestros y tormentos que sufrieron 25 ex-delegados durante la dictadura.
Casos similares se investigan (con avances y retrocesos en distintos estrados judiciales) sobre otras empresas como Techint (Propulsora Siderúrgica, Cometarsa, Dálmine-Siderca), Acindar S.A., etc. 
El emblemático, en todo caso, señala a Carlos Pedro Blaquier Estrugamou por el Grupo Ledesma.
Para el derecho argentino las responsabilidades penales se refieren a individuos y no a empresas, y esa limitación será beneficiosa para las grandes compañías que operan en el país en lo que hace a castigar su papel en gobiernos dictatoriales, al contrario de lo que sucede en Europa y EEUU, de quienes solemos copiar lo que nos perjudica.
Empresas de origen alemán que habían utilizado mano de obra esclava durante la Segunda Guerra (casos BMW o I.G. Farben) fueron condenadas a pagar resarcimientos a las víctimas y sus descendientes.
Lo razonable indica que los ex-gerentes, de Ford en este caso, no actuaron individualmente, por decisión personal, sino siguiendo o interpretando la política de la empresa. 
Teniendo en cuenta las señaladas limitaciones del derecho penal argentino, es plausible afirmar que hubo “complicidad civil”, pero la pura verdad es que las grandes empresas en aquel entonces nucleadas en APEGE, CEA y G8 se aliaron con las fuerzas armadas para producir el golpe de estado y luego aplicar la fuerza del Estado terrorista en propio beneficio. El bloque de poder (terratenientes, entidades bancarias, empresas industriales dependientes del Estado y grandes compañías multinacionales) confluyó en una misma política, con hegemonía del sector financiero.
Por eso insistimos que, en aquellos años, una visión incorrecta de la realidad llevó a los grupos armados a golpear al gobierno constitucional tomado como enemigo principal, con lo cual de hecho terminaron siendo funcionales al poder real.
El discurso delirante de Mario Eduardo Firmenich en la película "Resistir" (que puede verse en el canal INCAA TV) es prueba de ello. 
El cine nacional nos ha aportado otros mamotretos inaguantables como "Después del silencio" y "Los torturados", ambas del 1956, donde se lucen actores que a la vez fueron comandos civiles, como Arturo García Buhr.

 



MI FORD
¡Con el escape libre
para escuchar mejor
el canto del motor
Yo me voy al cerro
montado en mi Ford!
Mi Ford es sencillo
como el Clavileño
de Alonso Quijano (1)
¡Dócil a mi empeño,
va donde yo quiera,
por cuestas y llanos
y alegres florestas!
...¡Por un cuesta abajo
lo largo en segunda!
¡el alma en un vértigo
tremendo, se abisma!
A medida que corro....
me inunda un afan
de romperme la crisma
Y el Ford ...¡cruje entero!
¡ya parece saltar en pedazos!
Y por el volante
me sube a los brazos
¡una fragorosa
vibración de acero
....Un pollo suicida,
se cruza en mi ruta!!
y bajo las ruedas
Lo dejo "extra-chato"
Que no me perturbe
la recta absoluta,
¡Ni perro!... ¡ni gato!
Pues voy ¡sin disputa
sembrando el julepe
y el asesinato!!!!!
...................
"El hombre es un bípedo pesado y sotreta,
que por andar algo mas que la tortuga,
domó los caballos y la bicicleta"
¡Inventó las máquinas de ponerse en fuga!
....Yo no tengo apuros, negocios ni estancias,
pero quien me vea, veloz como el viento,
tragar las distancias, ¡rugiendo mi Ford
creerá: me protestan algún documento,
o me ocurre un caso de fuerza mayor!
....................................
¡Ohh Ford! ¡Auto cabra! ¡Auto Mula!
¡Sencillo!.... ¡Villano!
¡Última palabra.........!
¡del machinatismo norteamericano!
(1) Alonso Quijano es el verdadero nombre del Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Clavileño, un caballo de madera con el que gastaban bromas al Quijote.

domingo, 24 de marzo de 2013

¿A usted le parece, que un valiente caiga a manos de un cagón?

Publiqué el material que sigue en julio de 2010. Lo vuelvo a hacer sin tocar una coma, con el necio afán de que el olvido no invada los sucesos que aquí se relatan incluso con (imperdonables) errores. 
Esto tiene un primer final en diciembre de 1967 pero había comenzado a fines de los '50.
Al año siguiente anduve por Resistencia (Chaco), y si bien no llegué a Machagai, pude conocer detalles de la odisea de Isidro Velázquez y Vicente Gauna por boca de la poetisa y cancionista Marta Quiles, quien fallecería más tarde tras obtener un premio en el festival de Cosquín y otros galardones literarios. 
No olvido el trabajo erudito del petiso Roberto Carri (padre de Albertina) que nos asombró a todos, en el sentido de abrirnos los ojos. 
Esa investigación tuvo mucho que ver con nuestro viaje posterior. Carri está desaparecido.
Hace un tiempo estuve en la Casa de la Provincia del Chaco en Buenos Aires buscando más información: no encontré nada, pero recuerdo como si fuera hoy el terror que producía en los empleados la mención de Velázquez y Gauna.
Con ustedes, el desarrollo de Operativo Fracaso protagonizado por una población invisibilizada frente a las fuerzas armadas y de seguridad movilizadas por la dictadura.
Muy a propósito para esta fecha.

"¿A usted le parece, que un valiente caiga a manos de un cagón?"

El 1° de diciembre de 1967 fueron abatidos dos peligrosos delincuentes en un amplio operativo desplegado por la Policía Federal: Isidro Velázquez y Vicente Gauna. Sucedió en Machagai, Chaco, en el nordeste argentino, a la vera de la ruta 16, en una zona de obrajes madereros y algodonales, junto al Impenetrable.
A Roberto Carri, amigo y compañero


Pudo haber sido otro compás de la eterna contradanza de policías y ladrones, pero algo lo diferenciaba: a Velázquez se le atribuían cualidades sobrehumanas que infinidad de testigos jurarían haber constatado. En sus correrías solía tener el apoyo de la población más humilde, y sus víctimas eran personajes odiados por su condición social y económica.
Velázquez recompensaba monetariamente esa solidaridad, y eso fue interpretado por algunos como una suerte de redistribución violenta de la riqueza, la de un Robin Hood del siglo XX.
Su captura se había convertido en una obsesión para Guillermo Borda, entonces ministro de Interior, y para la Sociedad Rural del Chaco, que puso precio a su cabeza: dos millones de pesos para acabar con los secuestros de ganaderos y consignatarios, los robos a mano armada y los asaltos a bancos y acopiadores de cereales. Sin embargo, no se sabe de que haya existido alguna delación, o dato confidencial, tendientes a cobrar la recompensa.
Velázquez parecía conocer todos los secretos, aparecía tan sorpresivamente como se esfumaba y había adquirido cierto dominio sobre las mentes de los milicos de la policía provincial.
El objetivo del gobierno es político: terminar con el apoyo y la protección que recibía de la gente del lugar, cuando la doctrina de la seguridad nacional señalaba el peligro de que hubiera grupos armados disimulados entre la población.
Comenta el diario La Razón del 3 de diciembre de 1967: “el halo de leyenda que rodeaba a estos salteadores de la selva, como a los bandoleros de todos los países y de todas las épocas, los hacía acreedores del afecto y la simpatía de las poblaciones campesinas, que en no pocas oportunidades recibieron los beneficios de sus manos, sobre todo entre la gente más pobre. La gente de campo los ampara en su vida errante, de eternos prófugos de la justicia, los ayuda en la procura de abastecimientos y en oportunidades los oculta o les facilita los medios para ocultarse”.
Ángel Persoglia, uno de los productores rurales raptado a principios de ese año, declaró que le había sorprendido “la corrección del bandolero”, agregando: “se despidió de mí diciendo que ya era tarde para cambiar de vida”.
“Vivo o Muerto”, señalaban los carteles pegados en todo el territorio chaqueño por el gobierno, y que solían amanecer arrancados o enchastrados con leyendas tales como: “Isidro Velázquez no se entregará”.

Quién fue

Las primeras noticias sobre Velázquez son de enero de 1952, por el hurto de unas rejas de arado. Los hermanos Isidro y Claudio Velázquez se defendieron argumentando que el dueño, un tal Cuéllar, les debía dinero y ellos habían pretendido cobrarse de esa manera. Fue inútil: se los detuvo y envió a Resistencia.
En mayo, Isidro quedó en libertad pero a Claudio le comprobaron otras raterías y lo condenaron a cuatro años de reclusión.
Luego Isidro se radicó en Colonia Elisa, donde obtuvo un lote de terreno para cultivar algodón y, casoriado, tuvo cuatro hijas. Con ellas, y miembro de la cooperadora escolar del único establecimiento primario del pueblo, no parecía candidato a un destino relevante.
Un año mayor que Claudio, los hermanos eran dos paisanos delgados, de estatura mediana, nacidos en Corrientes del matrimonio de Feliciano Velázquez y Tomasa Ortiz, que habían emigrado al Chaco en busca de trabajo. Radicados en La Verde, se dedicaron a changuear en obrajes y algodonales. Los chicos se hicieron baqueanos del monte donde solían marisquear, esto es, vivir de la caza de animales silvestres: corzuelas, liebres, gallinetas, nutrias, carpinchos, etc., costumbre ancestral de la zona que aún se conserva.
Cuando volvió Claudio después de purgar la condena, los vecinos recuerdan que la policía comenzó a acosarlos, acusándolos de todos los delitos que se cometían en la zona.
A Claudio le gustaba el juego y, no obstante tener mujer e hijos, su presencia era habitual de las bailantas y prostíbulos de la zona, donde se lucía compadreando con un poncho colorado.
En 1958, Isidro fue procesado por marisquear en el campo de un vecino. Al ser detenido la policía maltrata a su madre.
Es acusado de un hurto menor en el 61, y en el interrogatorio en la comisaría de Colonia Elisa sufre una violenta paliza. En un descuido, logra fugarse, y junto a su hermano, se interna en el monte.
Los testigos de la huída sostienen que Isidro repite que está decidido a no dejarse prender nuevamente.
En 1962 se los identificó robando un almacén en Lapachito: el propietario se resistió y mataron al hijo del dueño y a un vecino.
Cometieron otras fechorías por la zona y aunque se enfrentaron a tiros con la policía, no pudieron ser detenidos.

Claudio era desafiante

En mayo de 1963 llega a un almacén en Costa Gaycurú acompañado por un muchacho. Después de asaltar al dueño del boliche, ambos se quedan a beber, y ya picados por la ginebra, dan gritos desafiando a la policía. Dos agentes logran sorprenderlo -Claudio estaba escuchando radio en el local, completamente borracho- y los bajan a tiros.
Al principio se creyó que los muertos eran los dos Velázquez, una noticia impactante para los vecinos, pero luego la investigación policial constató que el acompañante de Claudio era un tal Vega, otro proscrito de Colonia Elisa.
Isidro se esfumó después de la caída de Claudio, y algunos sostienen que está escondido en Formosa. Reaparecería luego en la banda del Chiflón Gauna. No se sabe que tras huir al monte se haya preocupado por el bienestar de su familia.

Vicente Gauna

La ruta 16 es una recta paralela a las vías del hoy abandonado F.C. Belgrano, el de trocha angosta, que atraviesa en dirección sudeste-nordeste el Chaco desde Resistencia hasta las zonas boscosas de Salta y el río Juramento, rasando el extremo norte de Santiago del Estero.
El camino fue abierto por las avanzadas militares dirigidas por el subcomandante Fontana, que a principios del siglo XX pacificaron a los pueblos indígenas, estableciendo allí la frontera agropecuaria. Detrás de Fontana llegó el sistema de producción capitalista: obrajes madereros, caña de azúcar y refinerías, algodonales. En 1964 se producen a lo largo de la ruta varios hechos delictivos caracterizados por una violencia excesiva.
Según la investigación de la policía provincial, sus protagonistas son cuatro o cinco sujetos dirigidos por Juan Vicente Gauna, alias “Chiflón”, un correntino nacido en Empedrado en enero del 42. Es notable la ferocidad con que actúan, rematando a balazos a sus víctimas aun después de haber obtenido el botín que pretendían.
Un viajante de comercio que hace el circuito Resistencia - Charata recibe dos balazos en la cabeza a cambio de unos pesos.
Años más tarde, cuando los hechos se suelden y confundan con la leyenda, se intentará oponer a ambos protagonistas: Gauna es cruel e inflexible, y no elige sus víctimas, que pueden ser tanto pobres hacheros como hacendados.
Velázquez, en cambio, es un hombre común arrastrado fuera de la ley por alguna injusticia pasada, y lucha en desventaja contra su destino. Al contrario de Gauna, sólo roba a gente adinerada y paga generosamente el poder moverse con libertad entre el pobrerío.
Algunos han exagerado esta cualidad de robar a los ricos para repartir entre los pobres.
Lo cierto es que Isidro no realizaba ningún proselitismo o reivindicación: sólo pagaba protección, y lo hacía con generosidad.

Gauna y Velázquez

Viejos militantes de la Resistencia Peronista relatan que Gauna tuvo tratos con Carlos Caride, un miembro de la FAP y luego de Montoneros, que caería en un enfrentamiento armado durante la década del 70.
Protagonista de hechos resonantes que le conferían, a los ojos de la juventud de entonces, un perfil de héroe, Caride era conocido por ser un partidario de la lucha armada, un “fierrero” que se entrevistó con Gauna por algún contrabando de armas desde el Paraguay, para planificar en conjunto algún secuestro resonante, o lo que es menos probable, intentado comprometerlo en la fantasía de abrir un foco guerrillero en el Chaco.
A fines de 1964, son secuestrados en Zapallar Carlos y Gabino Zimermann, productores forestales de General San Martín.
Ya para entonces, Isidro era conocido como “El Vengador” por los vecinos, quienes celebraron su vuelta: la carta donde se exige rescate por los Zimermann lleva su firma, Isidro Velázquez.
En la fantasía popular, algunos dicen que no es Isidro sino Claudio, o su alma en pena; otros, que está vengando al pueblo por sus desventuras.
Con el secuestro de los Zimermann se inicia el accionar conjunto. Pero hay dos cambios: el primero se convierte en líder del grupo, y ya no se ataca a los pobres.
Otros hechos que se les atribuyen: en 1966, asalto en La Verde. Asalto en Laguna Blanca, donde muere el dueño del comercio mayorista, un tal Panzardi.
Un comisario provincial comentará años después: “Velázquez, con segundo grado aprobado, tenía la rapidez de un guazuncho y la inteligencia de un zorro”.

Gobierna el Chaco en ese entonces el escribano Deolindo Felipe Bitel (PJ), y al país el médico Arturo Illia, cordobés nacido en Pergamino, que había llegado a la Casa Rosada con el 25% de los votos y la proscripción del peronismo.
Mas tarde senador y candidato a vicepresidente, Bitel pertenecía a esa corriente conservadora, muy arraigada en las provincias argentinas de economía agraria, denominada “neoperonismo”, y que combina patrones de estancia, dueños de vidas y hacienda, y folklore justicialista.
El Chaco es una provincia extremadamente pobre, cuya producción se limita hoy -y en ese entonces- casi exclusivamente al cultivo del algodón, soja, y la explotación forestal, esta última en franca retirada. Según cifras oficiales del Indec, el 51,7% de la población del nordeste argentino (2 millones de personas) vive actualmente con menos de 120 pesos mensuales. Para la CTA, la pobreza es mayor.

Velázquez menospreciaba a sus perseguidores.

Solía enviar mensajes humorísticos a la policía y en unos cuadernos les hacía dibujos, como los de las historietas. En uno de ellos se burlaba del jefe policial que pedía refuerzos a un teniente coronel para prenderlos; y en otro escribía con una trabajosa letra de imprenta acerca del ofrecimiento de ayuda de algunos policías de Corrientes: “Acéptenles, para que engorden los mosquitos chaqueños. Nosotros no peligramos ni aunque se vengan todos los correntinos”.
Llevaba encima varios de esos cuadernos ilustrados cuando fue abatido por la policía.

También asaltan la casa del intendente de Laguna Limpia y luego de robarle, lo matan.
Una patrulla de la policía provincial -que ya tiene 800 efectivos afectados a la búsqueda- sale a perseguirlos por el monte. Los rodean en la zona de General Obligado, cerca de Cote Lai. El agente Juan Ramón Mierez le apunta a Isidro con su arma pero antes que pueda gatillar, recibe un tiro en el pecho y cae muerto.
Ahora firman sus pedidos de rescate como “Velázquez y Gauna, los vengadores”.

Revista Gente n° 111, del 7 de septiembre de 1967, entrevista a un policía provincial:
- ¿Cree que lo van a apresar a Velázquez?
- No. Es imposible. Él tiene el payé, y estoy seguro que por más que le tiremos, las balas no le van a entrar. Ustedes saben que el agente Mierez vació su pistola y no hubo caso. Después Velázquez, con un solo disparo, le atravesó el corazón.
- ¿Si se encuentra frente a frente con los bandoleros, que hace?
- Por más que quisiera hacer algo, no podría, pues él nos paraliza con sólo mirarnos.

Por la coincidencia de que también se llamara Mierez un capataz de La Forestal que abatieron las bandas de Mate Cosido y Juan Bairoletto en la década del 30, crece una corriente de simpatía religiosa entre el pueblo, el payé, la protección divina, y los uniformados provinciales no escapan a esa influencia. Un anciano de Resistencia lo explicó así: “ese Gauna es el mismo que las tropas nacionales degollaron en 1906”.

Cacería

En quechua, Chaco significa “tierra de cacería”, y así se la denominaba en la época del dominio incaico. Según cuenta Gracilaso de la Vega, el Inca dirigía personalmente una gran batida anual con miles de soldados y cazadores a través de una zona fitogeográfica de más de 675.000 km² que abarca las actuales provincias argentinas de Santa Fe, Salta, Formosa, Chaco y Santiago del Estero, sur de la república del Paraguay y este de Bolivia.
El Imperio se abastecía de pieles, lanas y carnes y reafirmaba cada año su dominio sobre los pueblos seminómadas de la región: abipones, mocovíes, chulupíes, guaycurús, chorotes, tobas, pilagá, vilelas y matacos. No siempre alcanzaría esa meta, como lo comprobarán los mismos españoles más tarde: Juan de Ayolas murió a manos de una partida belicosa del pueblo carcará.
En la rigurosa estratificación social incaica, la lana de llama se distribuía entre el pueblo; las de alpaca y vicuña, más suaves, se reservaban para la familia real. De aquel gran bosque sólo quedan hoy algunos retazos cuadriculados por algodonales, establecimientos madereros, desiertos y vinales.
La mayor parte de la selva fue comida por la explotación irracional de la madera: para el carbón que alimentaba los ferrocarriles ingleses y el tanino con el que se curtían los cueros argentinos.
El principal enemigo del poblador chaqueño es el vinal, el impenetrable, el avance irresistible de la selva. El gobierno argentino continuó la tradición de la cacería: primero contra los pueblos aborígenes, a quienes diezmó por exterminio y enfermedad. Después fue la súper explotación de los obrajes.

Ahora es otra la cacería: la de Isidro Velázquez.

Diario La Nación del 4 de setiembre de 1968:

“En inspecciones efectuadas por funcionarios del gobierno a centros de trabajo instalados en la región del Chaco santiagueño, especialmente en establecimientos dedicados a la explotación de productos forestales, se han comprobado, según la información oficial suministrada al respecto, graves transgresiones a normas legales que amparan la actividad del trabajador rural, particularmente en los tradicionales negocios surgidos durante el otrora auge de la industria taninera, vulgarmente conocidos con el nombre de proveedurías... Pese a la evolución alcanzada en este aspecto se advierten aún prácticas que se creían desterradas para siempre, que lesionan el patrimonio moral, espiritual y material del ser humano, puesto que algunas firmas siguen burlando impunemente disposiciones de la ley, pagando con vales el trabajo de sus obreros. Estos documentos que se entregan como pago al hachero, sólo pueden ser negociados en la misma firma que los emite, lo que significa que por las manos del trabajador jamás pasa dinero en efectivo alguno”.

El Vengador

Gobierna el país un general llamado Juan Carlos Onganía, que acabó con la democracia proscriptiva en junio de 1966 e impuso algo peor. Los políticos, incluyendo el neoperonista Bitel, se han ido a su casa o colaboran con la administración militar que promete quedarse cien años.
Onganía llega disfrazado de dictador sobre una carroza descubierta, arrastrada por cuatro caballos negros, a la inauguración de la exposición rural de 1966: se cree un ser providencial, especie que la historia argentina criará y reproducirá.
Muy lejos de Buenos Aires, un personaje hosco, arma en mano, ordena al borde de la ruta:

- ¡Vos quedate allí y avisá si viene algún camión!
El paisano obedece, lleno de miedo. Su servicio será generosamente pagado.

En una escena similar, el mismo personaje irrumpe de noche en un rancho.
- ¡Sírvanme comida - ordena - y prepárenme un lugar para dormir!
El puestero obedece. A la mañana siguiente, el desconocido se ha retirado sin saludar ni agradecer, dejando sobre la mesa un fajo de billetes, muchos más de los que el paisano haya imaginado nunca.

Ciertas o no, las anécdotas se repiten, multiplican y adornan con nuevos detalles.

Lo que conocieron a Isidro aseguran que llevaba siempre un pañuelo anudado en los cuatro vértices, y que el rectángulo de tela le señalaba con exactitud cuál era el rumbo de donde venía la partida policial.
Afirman también que, a punto de ser apresado, podía desaparecer o se convertía en animal.
Un agente de la policía provincial mencionó que estando a pocos metros de Velázquez, éste se desvaneció tras un matorral. Al transponerlo, el policía se encuentra con una vaca que, vuelta, lo miraba fijamente.
La policía rodea el lugar donde será entregado el bolso que contiene el rescate de los hacendados Giussano, pero al acercarse el bolso se ha esfumado.
Cuando se producen simultáneamente distintos asaltos a mano armada en localidades alejadas entre sí, todos les son atribuidos a la banda.
Dicen que lo paralizó al agente Ángel Pelozo, de la comisaría de La Verde, en el paraje Rancho Juana, cercano al pueblo de La Eduvigis. Fue poco después de las 10 de la mañana, en octubre de 1966: Pelozo había sido uno de sus más firmes perseguidores, y pagó con su vida.
En marzo de 1967 la mala suerte de la policía provincial se confirmó una vez más: el cabo Pedro Vence, de Quitilipi, volvía hacia Presidencia de la Plaza, luego de participar en un patrullaje en búsqueda de la banda.
Vence viajaba de favor en un camión que chocó violentamente contra otro vehículo detenido en la ruta, sin luces. El suboficial murió instantáneamente y el pueblo señaló en silencio: “Ha sido El Vengador”.
Con la policía provincial paralizada, en el ministerio del Interior con sede en Buenos Aires se consideró que había llegado el momento de intervenir.
Se ordena al capitán Aurelio Acuña, del ejército, que viaje a Resistencia al frente de medio centenar de federales. Al llegar, Acuña pone en marcha el Operativo “Silencio”, rebautizado por el pueblo chaqueño como operativo “Fracaso”.

Dijo un camionero que alguna vez lo llevó por algunos kilómetros: “Velázquez era bueno y se confió, no debió confiar en gente de la ciudad”.

La ametrallada

Según relata Hugo Chumbita, “Isidro se había relacionado con un cartero de Machagai, Ruperto Aguilar, y a través de él con otro empleado de correo, Alberto Cejas. Éste y su esposa Laura Marianovich, preceptora del colegio secundario, lo llevaron en su automóvil Fiat 1500 algunas veces y él les pagaba por sus servicios.
La policía había marcado la numeración del dinero del rescate de los últimos secuestros, lo cual permitió descubrir a Aguilar y obligarlo a colaborar. En ausencia de Cejas, indujeron también a su esposa a tender una trampa a los bandidos. Éstos se escondían en el campo, por Quitilipi, cerca de una reserva toba de la que recibían ayuda. Todo se preparó para el 1 de diciembre de 1967. Al caer la noche, decenas de hombres armados esperaban bajo un pequeño puente de la ruta provincial 9 el paso del automóvil”.
Algunos sostienen que la Marianovich tuvo con Isidro una relación sentimental. Ella lo negará siempre: explica que le tiene compasión, que lo entiende y que a veces lo ha refugiado.
La banda, entretanto, estba planeando el golpe maestro: asaltar la sucursal del Banco Nación en Resistencia.

Con la complicidad de los medios de comunicación, el equipo policial que ha llegado de Buenos Aires informa sobre distintos atracos simultáneos en distintos pueblos, atribuidos todos a la banda de Velázquez y Gauna, buscando que el perseguido baje la guardia, que lo pierda su omnipotencia, de modo de usar la mitología popular en su contra.
Detenida por la Policía Federal, la maestra se resiste a hablar. Se le promete no ser juzgada como cómplice y sobre todo, le aseguran que se brindará al bandolero un juicio justo.
Pasan minutos, horas.
Ella termina cediendo (al fin y al cabo le han prometido que la vida de Velázquez será respetada), y confiesa qué camino tomarán desde la población toba hacia Resistencia, rumbo al edificio del Banco de la Nación Argentina.
Se puede conjeturar que, al escuchar los falsos informes trasmitidos por radio, Velázquez y Gauna deben haber creído que tenían allanada su ruta hacia el objetivo.
Se arma la emboscada “en el paraje Pampa Bandera, distrito Machagai...”, como será escrito en el informe policial.
Cuatro de las cinco personas que viajan en el auto, incluyendo el propio Gauna, caen acribillados.




Ambos bandos utilizan armas largas. Una treintena de policías gatillaron más de quinientas veces sus revólveres, fusiles y metralletas.
A pesar de todo, Velázquez logra abrir una de las puertas del vehículo y se interna unos metros en la picada del monte.
Quizás es presa de su propio mito: al volverse para gritar su sapukay, el grito de guerra de los guaraníes, una bala se le incrusta en la cabeza luego de cargarse al agente Medina.
Algunos sostienen que en su huída se ha topado con otro agente que, presa de miedo, se había bajado los pantalones para orinar, y que Isidro literalmente choca con él.
¿A usted le parece, que un valiente caiga a manos de un cagón?- sostuvo un vecino.
Según cuenta Chumbita, “Aguilar conducía y detuvo el motor mediante un dispositivo instalado al efecto en el vehículo para cortar la electricidad, simulando un percance. La mujer bajó a ponerse a salvo, e Isidro se dio cuenta.
- ¡Caímos!- habría dicho.
Gauna fue acribillado en el asiento trasero.

Diario La Razón del 3 de diciembre de 1967:

“los efectivos policiales prepararon desde hace tiempo las diversas tramperas entre los sectores más populares de la población, precisamente donde los bandoleros gozaban de más simpatía y prestigio”.

Revista Así, edición del 14 de diciembre de 1967:

Desde la época de Mate Cosido no se registraba un hecho policial de tanta repercusión popular en el Chaco. Por eso se explica que millares de personas desfilaran en Machagai, donde permanecieron ante los restos de ambos delincuentes, que terminaron siendo sepultados. Velázquez y Gauna cayeron en su ley, pero jugándose con arrojo cuando ya habían comprendido que el final estaba cercano”. 

Declaraciones a la Revista Así, enero 1968, del comisario Pujol, jefe del operativo, en enero de 1968).

La gente es ingrata, insidiosa y difícil de entender. Ahora que cazamos a Velázquez están en contra de la policía”. 

El diario La Razón titula en primera plana el día siguiente del suceso: “LA MUERTE DE VELÁZQUEZ PROVOCÓ EN EL CHACO UN FORMIDABLE IMPACTO EMOCIONAL”.

El árbol a cuyo pie cayó Isidro Velázquez se convirtió en centro de peregrinación de la gente humilde. El gobernador militar ordenó talarlo, reducirlo a astillas y quemar los restos.

A pesar de ello, el pueblo humilde no dejó de concurrir, llevando como amuleto un poco de ceniza. Ese polvillo negro se guarda con fervor religioso: alguna vez fue el árbol bajo cuya copa murió el héroe.

A pesar de la vigilancia en el lugar, aparecen flores y otros tributos en un pequeño nicho cercano al lugar donde corrió la sangre de los bandoleros.

También depositaban flores naturales o de plástico, y todo tipo de ofrendas sobre la tumba en el cementerio de Machagai.

El gobierno militar decidió sepultar el cuerpo en otro cementerio, quizás fuera de la provincia.

“Ya no está Isidro Velázquez / la brigada lo ha alcanzado / y junto a Vicente Gauna / hay dos sueños sepultados” (“El último sapukay”, de Oscar Valles, chamamé cuya difusión fue prohibida durante la dictadura argentina de 1966-1973).

Ese mismo año se instituyó el 1° de diciembre como “Día de la policía provincial”. Todavía se celebra.

Post scriptum

Las andanzas de Isidro Velázquez fueron cantadas en “El último sapukai”, de Oscar Valles; “El puente de la traición”, de Cardozo y Domínguez Agüero, “La ratonera”, de Raúl Barboza; y “Bandidos rurales”, de Gieco y Chumbita.
Los hechos fueron relatados por Roberto Carri en “Isidro Velázquez - Formas prerrevolucionarias de la violencia”, Buenos Aires, Sudestada, 1968, con una segunda edición publicada recientemente por Colihue; y en Luis Bruschtein, “El fugitivo de Pampa Bandera. Historia de Isidro Velázquez” en Crisis n° 62, Buenos Aires, julio de 1988. Y por Hugo Chumnbita.
El bandolerismo social fue encarado por la literatura argentina en el tradicional Martín Fierro, y por Eduardo Gutiérrez en las biografías noveladas de Juan Moreira y Hormiga Negra.
También se atribuyen poderes sobrenaturales, curaciones y apariciones mágicas a otros delincuentes y perseguidos: los mendocinos Juan Francisco Cubillos y Juan Bautista Bairoletto; el sanjuanino José Dolores Córdoba: el tucumano Manco Bazán Frías; el correntino Francisco López; el catamarqueño Julián Baquisay; Antonio Mamerto Gil Núñez, el gauchito Gil; Aparicio Altamirano, Olegario Álvarez, “el gaucho Lega”; la sanjuanina Martina Chapanai; Juan Cuello; el Gato Moro; Brunel, el Tigre de Quequén; Santos Guayama; el tucumano Segundo David Peralta, alias Mate Cosido; Argamonte; el paraguayo Pelayo Alarcón, que actuó en Salta.



La noche que ande Argamonte / tiene que ser noche negra / por si lo vienen siguiendo / y le brillan las espuelas. / Argamonte por el monte / pasa despacio a caballo / los lazos de su memoria / al aire van cuatreriando. / El gaucho se anda escapando / no desensille / no vaya que andando el vino / me lo acuchillen.

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