Un
poco de respeto
- Teodoro Boot
No
bien la Corte Suprema de Tucumán anuló el fallo de la Cámara en lo
Contencioso Administrativo, también de Tucumán (lo que parece
obvio, pero habida cuenta que esta Cámara se había metido donde no
le corresponde, podría pensarse que a todos los tucumanos les agarró
la viaraza y la Corte habría anulado el fallo de una Cámara
santiagueña, una ley de la Cámara de los Lores. Últimamente, en el
onírico mundo judicial, que cree tener atribuciones legislativas,
ejecutivas y hasta electorales, todo parece posible).
Decíamos,
una vez que la Corte tucumana anuló la decisión de la Cámara de
anular las elecciones, el líder de la oposición tucumana
–imprudente y no muy sorprendentemente secundado por Mauricio Macri
quien, como el loro de doña Teresa repite irreflexivamente cualquier
cosa que le suena bien o le enseñen a repetir– dijo que aceptaba
el fallo, pero que lo apelaría.
El
propósito de Cano es que la Suprema Corte de la Nación anule el
fallo de la corte tucumana que anuló el fallo por el cual la Cámara
en lo Contencioso Administrativo había anulado las elecciones.
De
movida, esto suena incongruente: si uno acepta, acepta; y si no
acepta, apela. Pero si de aceptar se trata, aceptemos que José Cano
no lo dijo exactamente así. José Cano dijo: "No
vamos a entrar en agravios personales hacia los integrantes de la
Corte y vamos a respetar el fallo”.
Si
no se entiende muy bien qué relación puede existir entre los
agravios personales y el respeto a un fallo, mucho menos se entiende
qué significaría para Cano no respetar el fallo. Dicho de otro
modo: si por “respetar” se interpreta “cumplir”, ¿cómo
podría Cano no cumplir ese fallo? No parece que alcance con insultar
a las señoras madres de los señores jueces. Los señores jueces
podrían sentirse vagamente mortificados y hasta insultar a su vez a
la señora madre del señor Cano, pero el fallo seguiría ahí,
indiferente a los agravios de Cano, quien por otra parte no habría
insultado a la señora madre del fallo sino a las de los jueces que
lo parieron.
¿Y
de qué otro modo puede no respetar el fallo? Ya se sabe:
incumpliéndolo. Sin embargo ¿cómo podría hacer Cano para
incumplir el fallo? Para ser efectivo, el fallo no necesita para nada
del señor Cano. Ni siquiera necesita que lo respete, ni que no lo
respete. Ni el señor Cano ni, mucho menos, el lorito de doña Teresa.
Lo único que le puede importar al fallo es que lo respeten las
autoridades encargadas de hacerlo efectivo.
¿Qué
otra cosa podría hacer el señor Cano para no respetar el fallo?
Transformarse en la autoridad encargada de hacerlo efectivo.
No
vaya a creerse que es un asunto tan simple como suena: después de
que sus fiscales le comunicaban que había perdido las elecciones
para determinar si la autoridad encargada de hacer efectivos los
fallos sería él o Manzur, Cano consiguió que la Cámara en lo
Contencioso Administrativo anulara esas elecciones, porque sí, per
che me piace.
Pero resulta que es justamente ese siniestro fallo de la Corte que anuló el fallo de la Cámara y que
Cano dice que respetará, el que le impide transformarse en la
autoridad encargada de hacerlo efectivo o de incumplirlo. Vale decir,
de no respetarlo.
Como
se ve, un galimatías lógico, político y judicial que tiene a José
Cano al borde de un ataque de nervios: no puede más que respetar lo
que con aire de perdonavidas se jacta de respetar.
Por
eso trata de controlarse y, no muy consciente del ridículo, asegura
que respetará el fallo, sin insultos ni nada, pero lo apela, que es
lo único que puede hacer para anular el fallo sin faltarle el
respeto. Porque no hay nada más feo que faltarle el respeto a un
fallo. Ya lo dijo el lorito de doña Teresa: “A los fallos se los
respeta”.
Pero
con ser suficiente, no es todo: el desconcertado líder opositor
tucumano no gana para sustos: dos desconocidos habían amedrentado a
su señora madre.
"Esta
mañana me avisaron –dijo Cano– que se bajaron dos hombres
frente al domicilio de mi madre y estaban en una camioneta Ford
Ecosport, con chapa de Comodoro Rivadavia, con vidrios polarizados.
Frenaron frente a la vivienda, bajaron en un claro gesto
intimidatorio e intentaron entrar. ¿Que buscaban?"
Difícil
que buscaran en cerro Chenque, así que debían estar buscando un
baño. O vaya uno a saber que podían estar haciendo en Tucumán dos
tipos de Comodoro Rivadavia en una camioneta con vidrios polarizados.
Pero
¿qué
es una “chapa de Comodoro Rivadavia”? ¿De qué chapa
habla Cano? No será de la chapa patente, porque Comodoro Rivadavia
se encuentra en la provincia de Chubut y hasta donde se sabe, Chubut
sigue formando parte de la República Argentina, donde hace ya muchísimos
años que las chapas provinciales y municipales fueron reemplazadas por
un registro único
nacional y un único modelo de chapas patente. Y Cano habló de una Ford
Ecosport y no de una Ford T.
Es
raro, pero tal vez sea posible encontrarle una explicación.
Además
de presidente de la UCR de Tucumán y ex candidato a gobernador por
el Acuerdo del Bicentenario, el señor José Manuel Cano es
odontólogo.
Ante
una intervención compleja, los odontólogos suelen anestesiar a sus
pacientes, para lo que en muchos casos utilizan óxido nitroso, un
gas incoloro con un olor dulce y efectos ligeramente tóxicos.
También llamado óxido
de nitrógeno, monóxido de dinitrógeno, protóxido de nitrógeno,
anhídrido hiponitroso, es popularmente conocido como “gas de la
risa”.
Hubiéramos empezado por ahí, Cano.