Por Teodoro Boot
La mayor parte de los integrantes del FA-Unen han sido injustos y hasta impiadosos con la diputada Elisa Carrió, quien denunció haber sido víctima de un flagrante caso de violencia de género. A juzgar por sus dichos, el senador Fernando Pino Solanas la habría castigado “como un macho cruel”, mientras que el irreductible revolucionario Humberto Tumini le atribuyó una maliciosa compulsión por “romper los huevos”.
Más allá de que resulta sorprendente que las autoridades del INADI no hayan actuado de oficio sancionando a ambos abusadores, cabe puntualizar que la revelación de Tumini tal vez sea en respuesta a un twittter de la diputada ex chaqueña en la que se exhibe enarbolando una sartén. En su mensaje, la diputada sostiene que “Para hacer una tortilla de unidad nacional resulta necesario romper algunos huevos”, sin aclarar si se refería a los del senador Solanas, a los de Tumini o, acaso, a los del doctor Hermes Binner quien, según confirman conspicuos militantes socialistas, sino blindados, los tendría de plomo.
Como sea, Binner ha preferido mantenerse distante de la disputa de alcoba que se suscitó entre el senador y la diputada cuando esta, sintiéndose maltratada, agarró la cartera y se retiró de un acto de unidad partidaria en momentos en que su macho cruel proclamaba que no toleraría compartir la cama con el niño Mauricio.
Y lo bien que hace el doctor Binner: al trío se le ha sumado un cuarto en discordia, el ya mencionado líder de izquierda, y hasta un quinto damnificado, el joven Ricardo Luis quien se ha consagrado a erigir la memoria de su extinto padre como personalidad egregia, confirmando la maldición que el intemperante Roberto Arlt echara sobre su hija: “No te preocupés, Mirtita: todos los hijos de los genios son imbéciles”.
Qué viene a hacer Ricardo Luis en la ya superpoblada cama de Elisa Carrió es todo un misterio y, a juzgar por la poca bolilla que los demás protagonistas del entuerto le han prestado, cabe sospechar que la ex chaqueña lo toma tan poco en cuenta que ni siquiera se ha dignado a romperle los huevos.
Los presidenciables Cobos y Sanz, por su parte, no han dicho estos cataplines son míos, pero aseguran que la invitación de la diputada al moderno derechista Mauricio Macri se los puso al plato. Cabe aclarar que la sorprendente calificación de "moderno" le ha sido endilgada al líder del Pro por gentes decididas a retrotraerse a los tiempos de la Revolución Libertadora.
Analistas, observadores y víctimas de la compulsión de la diputada se desviven por comprender la parábola recorrida a lo largo de su vida política. De impulsora del engendro constitucional pergeñado de consuno por el activo productivista Carlos Menem y el genial demócrata Raúl Alfonsín, en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una desgreñada moralista de izquierda que, al tiempo que se zampaba toneladas de cañoncitos rellenos de dulce de leche, le rezaba tanto a la Virgen Desatanudos que ni tiempo de lavarse el pelo tenía.
Quieren algunos que de entonces a esta parte, el cambio ideológico de la señora Carrió estuviera mediado por su paso por la capital estadounidense, inciertos vínculos establecidos con el Departamento de Estado que explicarían que, no conforme con limitarse a los huevos, llegara hasta romper su Asociación por una República de Iguales con tal de incorporar a la transformista compulsiva Patricia Bullrich a su proyecto de Unidad Nacional. Y no faltan quienes sospechan que, en uno de sus viajes místicos, la ex chaqueña puede haber sido poseída por el desquiciado espíritu de Próspero Germán Fernández Alvariño, el legendario "Capitán Gandhi".
Cabe puntualizar que su parábola ideológica ha sido simultánea y paralela a su derrotero estético: la desgreñada izquierdista de otrora ha sido reemplazada por la producida dirigente de una derecha tan moderna como la encarnada por Américo Ghioldi.
Pero no parece ser cierto que Lilita esté siendo habitada por los espectros del almirante Rojas, Ghioldi y la entera Junta Consultiva de la Revolución libertadora: al parecer y tal como le sucedió a la aspirante a starlet Silvina Luna, su organismo y psiquis han pagado tributo al anhelo de perfección estética.
Se entendería entonces que, alentada por su recobrado atractivo sexual, la diputada ex chaqueña haya decidido cambiar a los provectos y calvos que retozaban en su catrera por un más joven derechista moderno, pero nada de eso explica ni justifica el método elegido para hacerlo: romperle sistemáticamente los huevos a sus aliados de cama.
Sin embargo, especialistas en adicciones como el Dr. Horacio Kurtz sospechan que su inusual comportamiento puede estar inducido por la perniciosa combinación de pastillas para adelgazar con el uso abusivo de la cama solar.
Muchos de los medicamentos utilizados para bajar de peso –advierte el facultativo– son derivados de Beta-fenil-isopropilamina, un potente estimulante de efectos adictivos y neurotóxicos. “En general –asegura Kurtz–, su efecto psicológico más inmediato es la euforia, un estado de alerta constante, locuacidad, gran confianza en uno mismo, y un estado de mayor agresividad. Su consumo de modo continuado puede dar lugar a cuadros psicóticos, delirios persecutorios, inquietud, alucinaciones, convulsiones, irritabilidad, delirios paranoides y depresión reactiva que, en casos de exposición prologada a los rayos UVA y UVB de las camas solares pueden verse peligrosamente potenciados”.
Hasta aquí, todo quedaría claro. Lo que ya resulta más difícil de explicar es la peculiar predilección del senador Solanas por una derecha tan obsoleta como la representada por la diputada ex chaqueña, lo que queda del radicalismo y los socialistas amantes del mercado, por sobre lo que descalificó como “derecha moderna” que, de realmente existir, tendría al menos el mérito de no atrasar sesenta años.
"Son celos", apostilló Kurtz, sin dar fundamentos.