Leemos en revista Veintitres:  
Por Fernanda Vallejos
La inflación está “desbocada”, afirman, a diestra y siniestra, políticos y economistas de la oposición, cuyos ecos resuenan persistentemente en boca de los voceros mediáticos de los grandes jugadores económicos, formadores de precios, que se frotan las manos frente a la convalidación de expectativas que se busca generar, invisibilizando, de un lado, su responsabilidad en el proceso de remarcación de precios y allanando el camino, del otro, para futuras subas que permitirían mejorar su ya elevada rentabilidad. Sin embargo, cuando vamos a los datos –y no solamente el IPC nacional, sino también el que mide la ciudad de Buenos Aires, de signo político opositor al gobierno nacional– observamos una tendencia declinante en la evolución de la inflación que difícilmente puede abonar la hipótesis de una inflación, supuestamente, fuera de control.
En franca contradicción con esa misma tendencia decreciente, mientras
 la mayoría abona la hipótesis de una inflación anual del 40%, Federico 
Sturzenegger llegó a afirmar que “la inflación está llegando al 50% 
anual”. De nuevo, los datos lo desmienten: la proyección que surge de 
los datos que brinda el IPC de la ciudad que conduce su jefe político 
arroja que la inflación anual sería del 34%, o incluso menor de 
continuar la tendencia a la baja del índice inflacionario. No obstante, 
hay argumentos estadísticos para sostener que la inflación de la ciudad 
de Buenos Aires no puede considerarse representativa de todo el 
territorio nacional, debido a la diferente composición de las canastas 
de consumo basada en las preferencias de las personas que se fundamentan
 en niveles de ingresos superiores en la ciudad con respecto al resto 
del país, de la mano con la menor ponderación del rubro alimentos en el 
caso de la ciudad. 
Pero vayamos a un análisis pormenorizado, para sustentar lo que 
acabamos de afirmar. Sostiene el doctor Alejandro Rofman en el artículo 
“Los índices de precios al consumidor en el segundo semestre de 2014”, 
contenido en el boletín de coyuntura económica de agosto “La Argentina 
que viene” recientemente publicado por el Foro del Pensamiento Económico
 para el Proyecto Nacional: “Los índices de precios al consumidor han 
experimentado en los primeros meses del año variaciones mensuales que 
han ido de mayor a menor, reflejando el impacto inicial de la 
devaluación de enero de más del 20%, que se fue amortiguando con el paso
 de los meses. Para analizar este fenómeno y formular algunas hipótesis 
acerca del comportamiento futuro hemos escogido dos series de índices de
 precios al consumidor (IPC), a saber: 1) El IPC a nivel nacional (...) 
Se ajusta a los patrones internacionales en la materia e incluye los 
datos de 520 bienes y servicios consumidos por una familia tipo promedio
 de toda la población encuestada. Así, se relevan en varias rondas de 
recolección de información los precios de la canasta de bienes y 
servicios escogidos en 13.000 locales de expendio al consumidor... 
La encuesta en forma de muestra representativa del conjunto de los 
productos seleccionados se realiza en 146 localidades (de 5.000 y más 
habitantes) de todo el país, distribuidas en seis regiones, donde en 
cada una de ellas se adopta el criterio de obtener precios referidos a 
470 productos que son comunes a todas las regiones y otros 50 que se 
vinculan con consumos específicos de cada región. 2) El IPC de la ciudad
 de Buenos Aires, que corresponde a una canasta de bienes y servicios 
consumida por una familia tipo residente dentro de los límites de la 
ciudad, preparada a partir de la última Encuesta de Consumo de hogares 
efectuada diez años antes. El muestreo respectivo es representativo de 
todos los consumos medios que se efectúan por familias ubicadas dentro 
de los perímetros de la ciudad de Buenos Aires y también se ajusta a los
 patrones metodológicos internacionalmente adoptados”. 
Para el caso del IPC Nacional Urbano, las variaciones porcentuales 
con respecto al mes anterior, de enero a junio (último dato al momento 
de realizar el informe) fueron los siguientes: 3,7, 3,4, 2,6, 1,8, 1,4, 
1,3. Para el caso del IPC de la ciudad de Buenos Aires esas variaciones 
se ubicaron, de enero a junio, en: 4,8, 4,4, 3,6, 3,1, 2,3, 2,3.
En base al análisis comparativo de ambas series, puede observarse que
 los valores obtenidos para el índice mensual de la ciudad de Buenos 
Aires son siempre superiores a los que se presentan para el total del 
país. A ese respecto señala el informe que “es factible que la brecha 
entre un dato y el otro se deba a la ponderación más acentuada de 
servicios sofisticados (como el gasto en medicina prepaga o en consumos 
reservados a sectores de medios y altos ingresos como el turismo). Es de
 hacer notar que el ingreso promedio de cada habitante de la ciudad de 
Buenos Aires es por lo menos el triple mayor que el promedio nacional, 
lo que puede incidir en el tipo de consumo, donde los cambios de precios
 no tienen mecanismos de regulación estatal (como el turismo) o sean 
motivo de consumo por segmentos de elevado ingreso que no reparan en el 
costo sino en la calidad del servicio (medicina prepaga, taxis)”. 
No obstante, el dato más significativo que surge del análisis tiene 
que ver con la tendencia claramente declinante que presentan ambas 
series, donde –en los dos casos– se parte de “un dato inicial elevado 
(enero y febrero) pero decreciente en el tiempo, llegando al cierre del 
semestre con el índice de junio que (tanto a nivel nacional como de la 
ciudad) es menor a la mitad que el valor inicial del año”. La tendencia 
declinante es más pronunciada en el índice nacional que en el porteño, 
lo cual, sugiere el informe, puede deberse a “la mayor ponderación de 
alimentos en la canasta tipo de todo el país que en la de la ciudad de 
Buenos Aires. Esta observación parece ratificarse por el dato que 
consignan ambos institutos de estadística en el sentido de que la 
reducción de junio con respecto a mayo del rubro de alimentos es muy 
inferior (menos de la mitad) para uno y otro relevamiento que el dato 
global”.
Si se anualizan los índices del primer semestre, el correspondiente a
 la ciudad de Buenos Aires llegaría al 42% y el nacional al 30%. Sin 
embargo, la tendencia observada a la caída del índice que muestran ambas
 series a lo largo del año obliga a formular una hipótesis más realista.
 El informe del doctor Rofman propone un escenario donde para el tramo 
julio-diciembre persiste el valor de los meses mayo a junio. En el caso 
nacional, toma un valor de 1,4% mensual. En el caso de la ciudad de 
Buenos Aires, el aumento medio mensual que surge es de 2,3%. “En ambos 
casos con una firme estabilidad temporal”, afirma. En base a ese 
ejercicio, con “la hipótesis de que estos índices más recientes se van a
 mantener en el resto del año (esto supone que ningún factor externo o 
interno surja, que los altere)”, el dato global estimado de inflación 
para 2014, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, sería de 34%, 
aproximadamente, y del 24% en el caso de la Nación.
El informe fue elaborado entre julio y agosto, con datos hasta junio,
 por lo que podemos poner a prueba sus conclusiones en función de los 
nuevos datos disponibles. En el caso del IPC Nacional Urbano, los 
valores para los meses de julio y agosto fueron: 1,4 y 1,3, 
respectivamente. Para el caso de la ciudad, los datos disponibles de 
julio, agosto y septiembre fueron: 2,2, 2,3, 2,2. Para ambas series 
queda firmemente sustentada la hipótesis de estabilidad temporal de las 
variaciones mensuales, lo cual refuerza las conclusiones.
Ahora, siguiendo el análisis de Rofman, si tomamos el periodo abril 
2014-marzo 2015, para definir una tendencia “normal”, no afectada por 
ningún acontecimiento externo que desnaturalice la evolución tendencial,
 el resultado es muy interesante. Dando continuidad a la hipótesis de 
que la evolución de los precios se mantiene como en el segundo 
trimestre, el dato global para abril 2014-marzo 2015 llega a un valor en
 torno al 29%, con los datos del instituto estadístico porteño. Si se 
adoptan las series del INDEC para todo el país, el resultado en doce 
meses, luego de la estabilización en torno al 1,5% del segundo semestre,
 daría un valor anual hipotético del 19%. Tal como señala Rofman, “el 
IPC a nivel nacional es más representativo de las características 
sociales del conjunto del país por afuera de la ciudad de Buenos Aires”,
 por lo que “aparece como el más probable”. El corolario de esta 
estimación es significativo: en los dos casos, los incrementos en la 
inflación se ubican por debajo de todos los convenios colectivos de 
trabajo suscriptos entre abril y julio de este año. 
El doctor Rofman concluye que “estas consideraciones precedentes 
hablan a las claras de la necesidad de seguir controlando la expansión 
de los precios a fin de que se encuadren en las tendencias exhibidas 
recientemente. Y, sobre todo, al control de precios de los alimentos que
 son los que se dispararon en una primera instancia pero que en el 
trimestre más cercano evolucionaron a menos de la mitad del incremento 
de los dos IPC, con el consiguiente efecto benéfico sobre el ingreso y 
los consumos de los sectores populares. La expansión del Programa de 
Precios Cuidados a los comercios de cercanía y la ampliación de ferias y
 mercados populares es, más que nunca, una necesidad imperiosa”.
En esa dirección parece ir el gobierno nacional, tras la ampliación 
con 62 nuevos productos de la canasta de referencia del Programa Precios
 Cuidados, con un precio 9% inferior al que se venía ofreciendo en 
góndola antes de su incorporación al programa. También con la 
ratificación de una férrea política cambiaria a cargo de la autoridad 
monetaria, para poner freno a quienes buscaban forzar una devaluación 
brusca, con sus impactos regresivos, tal como se vio los primeros meses 
de este año. La pregunta que se sigue, entonces, es: ¿a dónde apunta el 
conjunto del arco opositor cuando rechaza los instrumentos de control 
estatal sobre los monopolios y oligopolios formadores de precios que 
generan fuertes distorsiones en la economía en contra del bolsillo de 
trabajadores y consumidores y aun de nuestros empresarios nacionales 
pequeños y medianos? ¿O cuando critican el rol regulador del BCRA? 
¿Qué intereses defienden cuando instalan expectativas inflacionarias 
que no se corresponden con las mediciones que ellos mismos hacen y que 
convalidan potenciales aumentos de precios? Son preguntas que todos los 
argentinos deberíamos respondernos. Sobre todo los que vivimos de 
nuestro trabajo y necesitamos un Estado presente balanceando la cancha 
en favor de las mayorías.

 
