viernes, 30 de diciembre de 2011

TERRORISMO Y DERECHOS HUMANOS

La reforma al art. 41 del Código Penal ya es ley.
Algunos la han criticado. Es cierto que hace unos años, otra reforma, la denominada Ley Blumberg, demostró enseguida que era un mamarracho producto del apresuramiento. 
Llama la atención que la critiquen duramente incluso quienes se han empeñado en los últimos días por aparecer en primer plano deseando buenos augurios para la salud de la Presidenta y reafirmando su carácter de fieles seguidores de su conductora estratétegica, líder indiscutida y la mar en coche. Y es curioso porque esas críticas coinciden con el sector gorila de la CTA que lidera Micheli, con el Polo Obrero, Proyecto Sur, Frente Amplio Progre, etc.
¿Cómo es eso? 
Creo que por un lado no salimos de la confusión que atraviesa a parte de la militancia kirchnerista, cuyo origen aluvional es tan heterogéneo que da tanto para una biblia como para un calefón.
Por otro lado, siempre asisten razones de Estado retroalimentando tal confusión, distintas de los reclamos sociales.
Este podría ser uno, pero no es mucho lo que se ha dicho de novedoso como para justificar que se ponga la proa contra un proyecto enviado por el Poder Ejecutivo y que sin duda Cristina leyó y sopesó hasta sus más sutiles detalles.
Me extrañan por ejemplo las críticas de Raúl Zaffaroni, cabeza del poder más retrógrado, reaccionario y conservador del país. Es cierto que ya no hay esperpentos como Romero Victorica, Bisordi o Romano, pero no por eso podemos dejar de ver que se ha recorrido apenas un pasito en las reformas del poder judicial cuando lo que Argentina necesita es un gato con botas que avance cinco leguas como mínimo. Si el dictado de la ley "antiterrorista" asegura que sea en el Norte donde se lave dinero, como objetó Zaffaroni, es porque los legisladores argentinos no pueden dictar leyes de cumplimiento obligatorio para EEUU. Cada vez que en el G20 Cristina denunciaba la existencia de paraísos fiscales, el GAFI respondía que se había avanzado poco y nada en nuestro país y, en consecuencia, la denuncia se convertía en irrisoria.
Las denuncias de que, ahora, el Estado podrá criminalizar la protesta social bajo la figura de terrorismo son demasiado infantiles como para tenerlas en cuenta.
Sabemos por un lado lo que significó en Argentina el terrorismo, y quienes hemos sido víctimas lo sabemos más que nadie. Me refiero a la época en la que todos nosotros, incluso la Señora Presidenta, eramos tomados o podíamos ser tomados como terroristas y tratados como tales.
Con lo cual se me ocurre que hay aquí una batalla por las significaciones, como en tantas otras cosas que vienen del Norte por el poder que de él emana. Usemos el sentido común. Suelo decir que está muy bien reivindicar lo originario, pero el sentido de la cosa se limita a la libre manifestación de viejos usos ancestrales, lenguas muertas, costumbres, sincretismo cultural. Si además de eso, el originario reclama (Evo Morales es un ejemplo en ese sentido, como lo que sucede con el proyecto Conga en Perú) el petróleo del subsuelo o la propiedad minera, ahí ya deja de ser originario y se convierte en parte del Eje del Mal.
Algo similar ocurre con los derechos humanos. Para los argentinos, los derechos humanos tienen un sentido muy diferente y casi diametralmente opuesto a lo que reivindica la Corte de Roma, por ejemplo. EEUU no acepta el Tratado de Roma ni la Declaración de Costa Rica, y sin embargo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no solo está en Washington: está presidida por una estadounidense designada por un gobierno que no reconoce ese marco legal. Tenemos también al tartufo Luis Moreno Ocampo pidiendo la captura internacional de Gadafi o de Bin Laden por violaciones a los derechos humanos con un marco legal que el propio EEUU no acepta.
Y ya sabemos el final: puro y simple asesinato a mansalva.
El historiador Eric Hobsbawn marca, en uno de sus obras, algo que de tan evidente nadie lo percibe: no ha habido declaraciones formales de guerra desde 1945. EEUU ha invadido y destruido países a voluntad, y también lo ha hecho la Unión Soviética cuando existía.
Los países del Oriente Medio son blancos móviles para la política de Washington, no importa que gobierne Obama o Bush o cualquier otro. El petróleo. Venezuela y Bolivia están en la mira del Pentágono. La conclusión respecto de Argentina es entonces evidente.
El poder tradicional de nuestro país no necesitó leyes para reprimir, jamás. Si hace 30 años el control social estaba en manos de las fuerzas armadas, hoy son los medios de comunicación los que cumplen ese papel. Es menos sangriento, es cierto, porque reemplazamos cadáveres por zombies.
En verdad, son esos medios los que hacen o pueden hacer terrorismo. Por eso, para nosotros, el terrorismo tiene un sentido diferente al que viene del Norte dominante.
Y estoy convencido de que Cristina usará esas leyes en esa dirección que intento señalar sencillamente. Estoy convencido, pero si los dramas de la historia argentina marcaran lo contrario, estaré en la vereda de enfrente sin claroscuros.



jueves, 22 de diciembre de 2011

LA CUESTIÓN NACIONAL, según Iván Heyn

Simple y preciso:


Argentina pelea desde hace dos siglos por desarrollarse. El desarrollo es la capacidad para crear riqueza que tiene una sociedad con el fin de promover y mantener la prosperidad o bienestar económico y social de sus habitantes. Un país con un territorio que es casi 2/3 del territorio europeo y tiene una población que araña el 8% del Viejo Continente, con recursos energéticos, hídricos, minerales, con suelos fértiles, con años de acumulación en ciencia y tecnología pero que, a pesar de todo, ha sufrido hace menos de 8 años una crisis que dejó a 2 de cada 3 argentinos debajo de la línea de pobreza. Esto se explica porque la cuestión nacional sobre cómo desarrollarse no ha sido superada nunca en nuestro país y la dinámica de acumulación ha ido virando como un péndulo.
Argentina nace como un país integrado a un mundo económico a través de lazos coloniales que ponía sus capacidades de producción, básicamente de recursos naturales, la servicios de las necesidades de las metrópolis coloniales. Sin embargo, la ruptura revolucionaria dejó en manos de los patriotas la definición de cómo estructurar la economía de un país que ya tenía un esquema de integración al mundo colonial.
Los ejemplos históricos sobre cómo debe integrarse nuestro país al mundo tienen contracaras políticas como la intensa lucha que se desarrolla en nuestro país entre unitarios y federales, donde los caudillos federales, en general terratenientes aliados con los peones de sus campos, defendían la producción del interior contra los intereses de los mercaderes del puerto de Buenos Aires. También La Guerra de la Triple Alianza, donde Argentina, Brasil y Uruguay con fuerte influencia de los intereses británicos destruyen la experiencia paraguaya, la única experiencia de desarrollo endógeno de América Latina que allá por 1860 tenía sus propias industrias y abastecía a los países limítrofes de alimentos y manufacturas .
Estos procesos no son una particularidad Argentina. EEUU se embarcó en la guerra entre el sur y norte y definió si se convertía en una proveedora de materias primas a la metrópolis industrial de Inglaterra, o si utilizaba estos recursos naturales en función del desarrollo de la industria del norte. Y en esa batalla se embarcaron trabajadores, empresarios , intelectuales, esclavos, es decir, un gran movimiento nacional que luchó contra los intereses coloniales. También Alemania, que era la economía más atrasada de Europa al principio del siglo XIX, construye la unidad nacional superando las identidades estaduales y, a través de la férrea conducción de Bismarck, produce un modelo de desarrollo nacional que le permite abandonar su rol de economía subdesarrollada y en solo 50 años la convierte en la potencia más pujante de Europa.
Todos los países resolvieron la cuestión nacional sobre cómo debían ser sus procesos de desarrollo económico y para esto se dieron alianzas internas entre los distintos sectores sociales.
Para que nuestro país siga generando riqueza y garantice un nivel de vida digna para todos sus habitantes es necesario profundizar el proceso que se inició en 2003. Ese proceso año a año ha favorecido la generación de producción industrial nacional, recuperando el empleo, recuperando la demanda de ciencia y tecnología y por lo tanto generando cada vez mejores condiciones de trabajo para la población.
Este modelo de crecimiento tiene como sus principales beneficiarios a los trabajadores formales e informales, a los movimientos sociales que luchan por convertirse en trabajadores, a los intelectuales, profesionales y técnicos de la industria, a ciertos sectores del empresariado nacional y a los productores agropecuarios. Estos actores forman parte de una alianza social que estructura el movimiento político que debe defender lo logrado hasta ahora y profundizar este proceso. Es claro que cuando la emergencia de la miseria no presiona aparecen pujas, saludables, entre los distintos actores que conforman esta alianza, pero es fundamental no perder de vista que las coincidencias entre estos sectores son más que las diferencias.
Y a no olvidarse: del lado de enfrente están los sectores rentistas que esperan ansiosos volver al país neoliberal que en los 90 dejó a más de la mitad de los argentinos debajo de la línea de pobreza.

martes, 20 de diciembre de 2011

SOBRE MOYANO


Interpretaciones sobre el discurso de Moyano habrá muchas, pero lo que realmente importa es la definición de su hijo Facundo: “La contradicción principal es entre el proyecto financiero neoliberal y el proyecto nacional popular y latinoamericano, y eso se expresa en la antinomia política kirchnerismo- antikirchnerismo. Nosotros sabemos de qué lado estamos”.
Puede que el líder de los camioneros crea que el gobierno lo quiere remplazar por un dirigente de los metalúrgicos o de los trabajadores de la industria automotriz porque sería hora de reducir el peso de los gremios de servicios. Puede que Moyano haya hecho un discurso muy a propósito de su interna. Puede que Moyano esté loco, que haya hablado así porque los sindicalistas no toleran que una mina los conduzca, o que es apenas una víctima más de la vanidad.
Es necesario recordar que Moyano mantuvo su enfrentamiento con el menemismo a pesar de haberse beneficiado con la política de destrucción del sistema ferroviario.
Ese conjunto formado por el gobierno y la CGT es inmodificable, estratégico, necesario e insustituible. La CGT es el único colectivo organizado con que cuenta el kirchnerismo, lo que debería hacer reflexionar a muchos, a muchos. Sin embargo, no es la conveniencia el motivo principal de esta mancomunidad: sin el sindicalismo, el kirchnerismo perdería totalmente su razón de ser, dejaría de ejercer una política nacional y popular en el gobierno y traicionaría lo que Néstor inició en 2003 sorpresivamente.
No creo que esa sea la intención de Cristina, y como resulta arduo discutir sobre intenciones, nada indica que el gobierno, y Cristina, marchen a desarmar las conquistas alcanzadas o que esté iniciando un giro hacia el proyecto financiero neoliberal que señala Facundo Moyano como el enemigo principal.
Al contrario, todas la señales revelan que se prepara una batalla frontal contra el núcleo duro del poder tradicional.
Esta batalla requiere de una cohesión que ese discurso parece haber desmentido. Ni la negociación por el impuesto a las ganancias, ni la indicación de que los acuerdos sobre beneficios empresarios se realicen de acuerdo a la productividad de cada sector, ni el dinero controversial que administra por ahora el APE, ni las sugerencias sobre un techo a las futuras convenciones colectivas (en la medida en que es el Gobierno y no los sindicatos o los empresarios, el que conduce la política económica), son suficientes motivos como para romper esa alianza.
Las críticas a Moyano provenientes del propio kirchnerismo no se sostienen y son básicamente dos o tres: la primera, sobre el pasado de Moyano en la JSP, es apenas una estupidez proveniente de sectores con alguna influencia cultural en el progresismo a quienes no solo se les podría responder con el famoso apoyo a Videla, ese general democrático, sino mucho más atrás en la historia, con la Unión Democrática y el aplauso a la Revolución Libertadora.
Para no mencionar a los que hacían turismo guerrillero de fin de semana en el frente abierto por el ERP en Tucumán.
No es que esta “burocracia sindical” se sostenga por el empleo de prácticas mafiosas: los afiliados los votan porque desconfía de opositores que hacen vandorismo de izquierda y terminan siendo peores que sus originales.
La otra, la de la corrupción sindical en las obras sociales creadas por Onganía para cooptar a los gremios con el argumento irrebatible del dinero fácil y a montones, sólo se explicaría, y hasta cierto punto, si hubiera en marcha un plan estratégico de reconversión del sistema de la salud hoy dividido en tres sectores: hospitales públicos (modelo francés), prepagas (modelo norteamericano) y obras sociales sindicales (modelo alemán).
Nada indica que lo haya, ni que haya hoy gente capacitada para llevarlo adelante, ni que las obras sociales sean el polo ineficiente del sistema de salud. Me atrevo a decir que todos o la gran mayoría de los trabajadores “en blanco” está entre conformes y muy conformes con su obra social. En todo caso, la controversia se abriría si el Estado, en lugar de permitir que los propios sindicatos administren los recursos que provienen del APE, traslada al PAMI esa administración, con el agregado de que se dice (no me consta) que La Cámpora está decidida a controlar a este último. Pero ese debate, de existir, estaría sujeto a una necesaria negociación política y no amerita ningún rompimiento.
El error de Moyano consistió en poner en un mismo nivel problemas que suenan como sumar peras mas bananas.
Porque es cierto que el PJ es una cáscara vacía, todo el mundo lo sabe y todos los kirchneristas desearían que dejara de serlo. Claro que Moyano se refirió específicamente al PJ de la provincia de Buenos Aires, donde Scioli aspira a construir su próxima candidatura presidencial. Scioli es Scioli, y si aceptamos su capacidad para aliarse con los sectores más tradicionales y neoliberales, difícilmente esa capacidad se traslade a los otros, los que estamos convencidos de la necesidad de profundizar el modelo. Ahí están los Urtubey, los Massa...
Si el vacío del PJ es la pera, incluir una cierta defensa de Zanola suena como la banana.
Quizás Moyano debería hacer un curso de oratoria. Quizás todo se reduce a una cuestión de género, cuestión que se ha incorporado al conjunto de nuevas significaciones del movimiento nacional y popular. Algunos muchachos sindicalistas no toleran (dicho esto en términos que les sonará a ellos como campanitas navideñas) que una mina los conduzca. Quizás Schmidt (el estratega del moyanismo) evaluó mal la situación: no evaluó por ejemplo cómo reflejarían esta controversia los medios hegemónicos. O quizás sí la evaluó: evaluó por ejemplo que Mariano Grondona aplaudiría el discurso porque sabe, Mariano, que toda lucha interna al peronismo (como sucedió en 1973 y años siguintes) terminaría en una catástrofe. No es casual que desde ese mismo sector del poder se pregunten si Moyano es acaso el Ongaro, el Vandor o el Lula del kirchnerismo.
La gente, todos nos podemos equivocar. Y es entonces cuando se me da por sospechar que esto es una cortina de humo y que la sangre no llegará al rio. Hay que tener en cuenta que la crisis mundial crece sin prisa y sin pausa, y que, al contrario de lo que opinan ciertos ingenuos, la caída imparable de recursos provenientes del exterior consolidará la necesidad de vivir con lo nuestro. Y allí debe estar alineada la CGT junto al gobierno.
De otro modo, ¿quién podrá salvarnos? ¿Aquel que con ironía Horacio Verbitsky define el domingo como "clavel del aire"?

viernes, 2 de diciembre de 2011

HERNAN BRIENZA: "ES LINDO INFORMARSE"

Confieso que Pacho O'Donnell no me cae bien, ni personalmente ni como historiador. Lo creo un representante del viejo populismo conservador, y tampoco me caen bien su salto acrobático desde el protagonismo en los '90 al kirchnerismo. 
Su pose gangosa me recuerda al ex-canciller (y presidente de la Compañía Gral de Combustibles, una empresa del grupo Motor Columbus creada para piratear gasoil barato de YPF), Nicanor Costa Méndez, quien usaba bastón de marfil para simular ser miembro de la nobleza británica. 
También proveniente del "nacionalismo", Costa Méndez fue un elemento clave en la entrega de las Malvinas (y de su petróleo) y el inicio de esa guerra insensata.
No discuto las razones por las que el Gobierno decidió crear el Instituto Manuel Dorrego (léase Dogggego) como modo de generar un debate sobre la historia oficial, ni que haya designado al divulgador Pacho O'Donnell a su frente. Presumo que nuestra Presidenta también pensó en Galasso, pero por razones políticas se decidió por O'Donnell, quien resulta más potable para el poder por eso de los nuevos consensos. 
Al fin y al cabo, es más importante pelear por la distribución actual del ingreso o el reparto de ganancias entre los trabajadores (entre muchas otras cosas) que sobre el papel de Lavalle en Navarro. Por eso me parece necesario divulgar estos breves textos aclaratorios de Norberto Galasso, a quien Pacho, en TN y ante el gesto divertido de Marcelo Bonelli, señaló como "marxista".    




ACLARACIÓN

Dado que se ha producido un cruce de opiniones entre el compañero Facundo Moyano y el periodista Hernán Brienza, donde este último señala que no acepté incorporarme al Instituto Dorrego y que va a publicar mi carta para demostrar que utilizo “los mismos argumentos
que Sarlo y Lanata”, que los he acusado de “fachos retardatarios” y que me hago “la víctima discriminada”, le solicito la publicación de las 2 únicas cartas que envié a ese Instituto (previas a la aparición del decreto) y que permiten dejar todo aclarado.

Cabe solamente agregar que tiempo atrás, Pacho O’Donnell me hizo llegar la información de que se había constituído dicho Instituto, así como los integrantes y los puestos que ocuparían junto a un proyecto de decreto y una diplomatura designada “La Otra Historia Argentina”, darse en la Universidad de las Ciencias Empresariales, por la módica suma de $ 2.500 por un ciclo de 12 clases, y me ofrecía participara como miembro honorario del Instituto.

A ello contesté:


Buenos Aires, 9 de septiembre de 2011

Al  Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
Iberoamericano "Manuel Dorrego”

He recibido una comunicación del Instituto,  por el cual  se me propone como “Miembro de Honor”. Sin embargo, como en estos momentos estamos constituyendo un Instituto de Estudios históricos, políticos, económicos y sociales, con un grupo de compañeros, que seguramente
mantendrá posiciones distintas a las que sustenta éste, debo agradecer a ustedes la gentileza pero declinar dicho ofrecimiento para evitar confusiones e incompatibilidades en momentos en que la Argentina necesita la mayor claridad posible y no avanzar en equívocos.
Atentamente,
Norberto Galasso

Luego intervino Víctor Ramos y le contesté:


4 de octubre de 2011

Al Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e
Iberoamericano “Manuel Dorrego”

Respuesta al envío de Víctor Ramos

He recibido un correo electrónico en el cual Víctor Ramos lamenta mi rechazo para integrarme como Miembro de Honor en ese Instituto y manifiesta que ello provoca “confusión” y que mis argumentos  son “enigmáticos”.
Para aclarar la decisión tomada, reseño lo siguiente:

-Desde 1997, en el Centro Discépolo, hemos venido formulando la crítica a la Historia Oficial y asimismo hemos tomado distancia del revisionismo nacionalista de derecha desde nuestra línea de los Cuadernos de Indoamérica publicados por “Frente Obrero” y de Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, de Jorge A. Ramos.

-Así publicamos 30 cuadernillos bajo el rótulo “Cuadernos para la Otra Historia”. En base a ellos dimos conferencias, armamos talleres y el 2005 los convertimos en 10 DVD que ha difundido últimamente el periódico “Miradas al Sur”. Alrededor de esta tarea se fueron
nucleando jóvenes que hoy integran el grupo que redacta –desde 2010- “El Cronista del Bicentenario”.

-Asimismo, desde el 2005 publicamos en la editorial de Madres de Plaza de Mayo, 4 tomos de Los Malditos, personajes silenciados o tergiversados por la Historia Oficial.

-De la misma manera, hemos dado cursos en Cancillería, Sindicatos y Agrupaciones populares especialmente en el conurbano.

De todas estas experiencias surge mi compromiso personal, militante, con el grupo de compañeros que ha llevado adelante esta tarea.
Carecería, pues, de sentido, sumarme a otro grupo donde es fácil advertir que no coincidimos en interpretaciones sobre asuntos importantes, como por ejemplo, la Revolución de Mayo, la caracterización de Rosas, Urquiza, Mitre y Sarmiento hasta diferencias políticas respecto al Golpe del 30 o al menemismo que derivan de la influencia liberal-conservadora que pesa sobre algunos integrantes de ese Instituto así como la influencia nacionalista clerical que pesa
sobre otros.

Trabajemos, pues, cada uno por nuestro lado. Por esta razón, señalé en mi declinación al nombramiento, que deberíamos evitar equívocos  para dar la polémica a la Historia Social con posibilidades de éxito. Para esa polémica es necesario, a nuestro juicio, tener en claro que hay
enorme distancia entre saavedrismo y morenismo, entre rosismo y “chachismo-varelismo”, entre uriburismo e irigoyeinismo, entre menemismo y peronismo histórico, entre nacionalismo e izquierda nacional.

Saludo a ustedes atentamente,
Norberto Galasso

De este modo le evito al Instituto la preocupación por publicar estas cartas, las cuales demuestran que no afirmé lo que sostiene Brienza, sino una posición clara y consecuente con las ideas que vengo sosteniendo desde hace largos años.
Escribo estas líneas porque “es lindo informarse”, como sostiene Brienza.

Norberto Galasso

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿HACEMOS POLÍTICA CUANDO HACEMOS POLÍTICA?

Los conceptos “activista”, “militante” y “cuadro político” provienen del modelo leninista de partido, compuesto de dirección, organización de cuadros y organización de masas. Su universalización a partir de 1917 no es producto de la influencia ideológica que el leninismo hubiera tenido sobre algunos movimientos políticos opuestos a esa concepción, sino del arrollador éxito que tuvo Lenin para tomar el poder, preservarlo y consolidarlo en la Rusia zarista. Fue ese éxito el que lo convirtió en modelo.
De las tres etapas, la toma del poder es relativamente más sencilla que las siguientes: fue sistematizada por Curzio Malaparte en su Técnica del colpo di Stato (Técnica del golpe de Estado). Malaparte fue uno de los fundadores del partido fascista italiano, fue encarcelado por Mussolini, luego se afilió al PC, dirigió cine en Hollywood durante los ‘50, escribió la novela “La Piel” (también llevada al cine por Liliana Cavani) y finalmente abrazó el catolicismo.
Ese modo de organización se asemeja a un cuerpo de ejército (Napoleón) con generales que conducen, oficiales preparados en las distintas artes militares (artillería, logística, infantería, inteligencia, etc.) y una masa de soldados, donde el objetivo es acceder al poder político así como un ejército ocupa un territorio o toma un objetivo.
Como profesor en la Escuela Superior de Guerra, Juan Domingo Perón utilizó estos (y otros) conocimientos previos del orden civil y militar en el arte de la conducción política, donde la organización adquiere su sentido (su concepción) en cuanto se propone la emancipación del pueblo y la construcción de la Nación en términos de libertad, independencia y soberanía.
La acción que realiza esta tal organización es la acción política, en tanto la política consiste en transformar la realidad.
Esa transformación se expresa en la doctrina –sostiene Perón en “Conducción Política”- entendida como una exposición sintética de grandes líneas de orientación, basada en una teoría.
La acción política, continúa Perón, no puede estar así “librada a la heterogeneidad de las interpretaciones de los hombres...” sino a una formación doctrinaria que explica y enriquece la acción, para lo cual se requiere unidad de concepción (teoría / doctrina) y unidad de acción en la tarea de transformar la realidad. Más adelante, Perón sostiene: “No debemos hacer lo que nos conviene a nosotros sino lo que conviene a todos... y por eso cuando hablo de la moderna conducción, hablo de la necesidad primaria de organizarse para actuar con unidad de concepción que nace de la doctrina y de la común unidad de acción, que nace de la unidad de concepción”. Y luego: “la doctrina se inculca, la teoría se enseña”.
No siempre hacen política los que circulan en los ambientes políticos.
Cuando no existe la voluntad y la decisión de transformar la realidad en términos de felicidad del pueblo y grandeza de la Nación, estamos haciendo política con objetivos puramente personales.




Estos objetivos personales (no peronistas) son variados. A veces consisten en alimentar el narcisismo de los individuos cuando la acción es reemplazada por el comentario o la opinión, conducta propia de diletantes y aficionados que carecen de un conocimiento acabado de la cosa, o que no tienen la voluntad ni interés en cambiar la realidad.
Otro objetivo personal es usar la política como un modo rápido de ascenso social, por el enriquecimiento esperado alrededor de la corrupción que se dice anexa al poder y por la cuota de poder que se puede obtener en determinada institución u organización pública. En este sentido vale recordar que “El peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista” y  “El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un circulo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre”.
La doctrina que se incorpora, se inculca y se defiende; y la teoría que se aprende y luego se enseña, hacen a la formación del militante. Toda formación es útil para el triunfo del Movimiento en tanto y en cuanto sirve a la acción política y no para alimentar objetivos personales, sean los expuestos arriba o cualquier otro.
La formación política en el peronismo consiste en aprender a practicar o utilizar el pensamiento situado, por cuanto la acción política se desarolla en un escenario determinado con unos actores determinados. 
Es decir, se debe aprender a pensar desde otro lugar, la Argentina real, toda vez que en nuestra educación previa hay una cierta alienación, disociación o clivaje provocados por la hegemonía cultural del imperio y el poder concentrado local.
    

viernes, 25 de noviembre de 2011

Para parte de la izquierda académica, Perón no inventó nada

El 9 de agosto del año pasado subí este post, que ha resultado ser uno de los más populares. Nos dijo Sidicaro en noviembre de 2008:  “El kirchnerismo es una ilusión de muchas personas con escasos vínculos entre sí” y yo aproveché para terminar el café. Sidicaro es de izquierda, escribe en La Nación, su militancia juvenil no está muy alejada de la de Laclau. Postmarxismo, marxismo estructuralista, Godelier, Althusser, uno u otro. Un poco de Gramsci y Durkheim.
Según Sidicaro, Perón no cambió nada. Todo existía antes de él. Las leyes sociales lo desmentirían rotundamente. ¿Quizás la ley de la silla de don Alfredo Palacios?
El Estado regulador existía antes de Perón, me respondió sobrador.
(En este punto, el cronista que me acompañaba me frenó: yo participaba haciendo el repo, no para entrar en controversia con el profesor).
El Estado tal como lo conocemos hoy no ha cambiado dramáticamente del que tuvimos en los '90. Sin embargo, es imposible decir que esto es continuidad de aquello. De modo que algo falta, algo oculta o no ve Ricardo Sidicaro. Me inclino por la segunda alternativa, por la natural ceguera de la izquierda argentina. Y lo menciono porque este personaje forma estudiantes, los forma tanto como Mariano Grondona, o Manuel Solanet, forman a otros estudiantes. 
"Los forma" puede traducirse, en neolenguaje juvenil actual, como "les formatea el bocho". Las Juntas Reguladoras de la década infame tienen poco y nada que ver con las políticas estatales del peronismo, y mucho menos que ver con las políticas activas de hoy. Eso, Sidicaro no lo ve ni le importan los resultados.
Y la subo nuevemente porque fue leída por 320 visitantes desde que se publicó. No me hago por ello ninguna ilusión: quizás el propio entrevistado la abre todas las mañanas para clavar un alfiler en mi imagen.
JD

LUNES 9 DE AGOSTO DE 2010

Sidicaro continúa hablando de peronismo

El diario La Nación suele consultar a Ricardo Sidicaro, a quien considera un "peronólogo", una actividad que el cronista define como peligrosa, insalubre, y hasta "la más peligrosa del mundo"  en el repo del último 8 de agosto. Hay otra entrevista, también en La Nación, de junio de 2008, cuando el gobierno osó enfrentar a la puta oligarquía luego de que el joven Lousteau.... bueno, ya sabemos.
A despecho del peligro que lo acecha, Sidicaro cultiva su bien cuidada quintita en Sociales, aquí y en París, y atiende, cortés, con las mismas buenas maneras de Ernesto Laclau, a todo quien quiera escucharlo, ver Roma y doppo morire.



Lo de peronólogo me hace gracia: es como cuando a Rosendo Fraga se lo conocía como especialista en fuerzas armadas por ser hijo, nietobiznieto de sendos y preclaros hombres de armas llevar. Hoy, Rosendo es un simple analista político porque los intríngulis de los cuarteles no interesan a nadie y tiene más prensa su romance con Mónica Gonzaga. El tatarabuelo fue Estanislao López, el bisabuelo Fraga, general unitario; el abuelo Fraga, militar también, presidente de la cámara de Diputados; el padre Fraga, general, aliadófilo y desarrollista. Un pueblo de Formosa recuerda a otro Fraga muerto en Curupaytí. Toda una estirpe...

Batalla de Curupaytí. Conducción: general Mitre, que sólo conoce de arte militar por haber traducido La Ilíada. Hay 4045 muertos del lado argentino-brasileño y 92 bajas paraguayas. En la batalla, un teniente argentino, Cándido López, levanta un brazo por sobre la trinchera, y un obús paraguayo se lo arranca, lo que no le impide convertirse en espléndido pintor y dibujante. 

Pero volvamos a Sidicaro.
El cronista de La Nación reconoce su propia ignorancia sobre la materia de la entrevista. Escribe: De allí lo de riesgoso: ¿cómo explicar sin esfuerzo, por ejemplo, esa característica tan peronista de contener simultáneamente izquierdas y derechas, a Montoneros y a la Triple A, a un neoliberal como Carlos Menem y a un supuesto progresista como Néstor Kirchner?
Lo de "supuesto" corre por cuenta de la redacción. En cuanto a la economía, por ejemplo, Kirchner es lo más conservador que se haya conocido en la Argentina de las últimas décadas. Y si se me permite la ironía: gracias a dios es así! Pero el agregado tiene otra intención: La Nación ofrece espacio a un AUTÉNTICO progresista para que interpele a un FALSO progresista. ¿Estamos? 
Los tres peronismos de Sidicaro, los cuatro peronismos de Horowitz, tantos peronismos como una pueda imaginar.

"Eppur si muove", frase atribuida a Galileo Galilei. Recomendable: la versión de Bertold Brecht.

jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Petróleo y geopolítica o abuso sexual y violaciones?

El The New York Times del sábado 19 de noviembre pasado trae dos notas de tapa con amplio despliegue, tituladas respectivamente "Un dolor silenciado en Noruega" y "En Egipto, el acoso es la norma".
A página 3, otra nota señala que las principales zonas de conflicto naval son: el Ártico, el Mediterráneo Oriental y el Mar de China Meridional. Del primero, informa el artìculo, cabe esperar que contenga una quinta parte de los recursos globales de gas y petróleo.
El Círculo Polar Ártico pasa por el territorio de Noruega, la citada en la nota de tapa, un país brumoso con reservas comprobadas de gas por (unos escasos) 2.313.000.000.000 metros cúbicos, y Egipto es costero del Mediterráneo Oriental, estratégicamente ubicado en una zona con varios conflictos: Israel-Palestina, Israel-Irán, inestabilidad en Libia, yYemén, intentos de invadir Siria con presencia disuasiva de flota rusa, además de llave del canal de Suez.
En ese mismo Egipto, según el The New York Times, se producen "centenares de miles" (sic)  de violaciones y acosos sexuales. Es muy habitual, afirma el cronista, que un hombre toquetee a una mujer en el ascensor o que el taxista muestre sus genitales a las atribuladas pasajeras. Según parece, en Egipto hay centenares de miles de ascensores y taxis, lugares preferidos de los inadaptados.
En uno de estos destartalados vehículos se producen las violaciones que sólo el US Marine Corps podrá detener.

Noruega, además de tener mucho gas y un Estado benefactor envidiable, compite con sus vecinos escandinavos en ser el país con mayor igualdad de género, pero ello no impide que una de cada diez mujeres sea violada, según el The New York Times.
Semejantes noticias están escandalizando a la mayoría puritana de EEUU, un país donde no existen prisiones porque el delito prácticamente ha desaparecido, y en el que cayeron  en el olvido las operaciones de búsqueda y destrucción llevadas a cabo por solitarios francotiradores en escuelas primarias.
Y ya se sabe: ese estado de ánimo va preparando a la opinión pública.
La empresan Boeing está desarrollando varios modelos de drones adaptados para destruir violadores, violadores seriales y machos inescrupulosos con fantasías de violación. 
Pero eso no es suficiente: luego de que desaparezcan todos los violadores egipcios y noruegos, desembarcarán los marines para asegurar la zona, impedir rebrotes de violencia sexual y en todo caso, ocupar yacimientos de gas e instalaciones portuarias porque el consumo del Mundo Libre no puede estar a merced de unos cuantos desacatados. 
Similares argumentos se usan desde hace tiempo contra Afganistán, y ahora han desaparecido de los medios porque al fin y al cabo, las tropas ya han llegado trayendo la paz.
Las almas sensibles, buenas y progresistas vienen reaccionando con presteza ante estas demandas (mujeres apaleadas por servir un plato frío o empaladas por mirar a otro hombre), y la noticia de este post es que en las próximas horas aparecerán páginas de facebook dedicadas al tema:
"¡BASTA DE VIOLACIONES EN EGIPTO. QUE ACTÚE LA QUINTA FLOTA!
Por eso, quien esto escribe ahora se dedica a mirar hombres por la calle. De ese modo terminamos con todos los equívocos de género.

martes, 22 de noviembre de 2011

El kirchnerismo es un peronismo

Algunos se sienten cómodos definiendo, poniendo cada cosa en su cajita. Toda definición es un recorte, aunque se exprese como interrogante: ¿el kirchnerismo es superador del peronismo o es el peronismo del siglo XXI?
La realidad suele escaparle a las definiciones. Las caracterizaciones de otra época sobre qué es o fue el peronismo (frente de clases, movimiento policlasista, bonapartismo) no fueron capaces de aprehender su naturaleza profunda y su permanencia a través del tiempo, aunque esa huella estuviera frente a los ojos de los que necesitaban pensar en término de definiciones, y que –por su formación cultural- fueran ciegos a esa evidencia.
Hay también quienes creen que el peronismo como movimiento orgánico cuya razón de ser es la construcción de la Nación Argentina se acabó cuando murió su creador y conductor, y que verdaderamente son las realidades efectivas, no el rótulo, lo que interesa sostener.
La respuesta a esta cuestión puede darla un ejemplo histórico.
Convengamos que el 3 de febrero de 1852 fue derrotado el proyecto federal que en 1810 había encarnado José Gervasio de Artigas y con ello se afirmó la patria chica de Bartolomé Mitre, el puerto, la neocolonia de Su Majestad Británica y el pacto Roca-Runciman del siglo XX. El yrigoyenismo primero, y el peronismo después, intentaron retomar aquella línea nacional y popular depuesta en Caseros. 
Si somos capaces de escapar a las explicaciones escolares sobre Rosas y su tiempo (donde encontramos lejanos como profundos lazos con las visiones que ha tenido el marxismo colonizado sobre lo nacional, al que apenas escaparon Jorge Abelardo Ramos, Pomer, Galasso y un reducido puñado de intelectuales invisibilizados por el sistema cultural), podríamos admitir que, a pesar de su modo inflexible de conducir el gobierno, Rosas defendió el proyecto federal y lo llevó a su máximo desarrollo de acuerdo a las condiciones objetivas (¡!) de una Confederación Argentina cercada desde afuera y adentro.
Esto permite explicar el levantamiento de Chacho Peñaloza, que en la historia oficial pasó (con intención) por federal cuando fue unitario y antirosista (Antonio Terzaga, en su “Historia de Roca”, establece claras diferencias entre federales del puerto y del interior, unitarios del puerto y del interior).
Que federales como el escritor José Hernández terminaran militando en el naciente roquismo (¡no se lo vaya a acusar de cómplice de genocidio!).
Que López Jordán y Felipe Varela expresaran un federalismo tardío, asociado en el caso del catamarqueño (Unión Americana) con el viejo proyecto de Bolívar.
Y que haya habido federales luchando junto a los radicales en la revolución de 1905, cincuenta y tres años después de Caseros y de la derrota del proyecto de país realmente federal, nacional y popular que encarnara el artiguismo.
(En 1905, los radicales se rebelaron contra el fraude electoral y la proscripción, que volverían a manifestarse en la Década Infame y luego de 1955. El autonomismo oligárquico en el poder no solo reprimió a los radicales sino al incipiente movimiento obrero. El Partido Socialista aconsejó a sus afiliados “mantenerse alejados de esas rencillas”).   
En la construcción de esta interesante experiencia denominada kirchnerismo, confluyen muchos peronistas, empezando por su propia conductora. Qué es ese peronismo tiene tantas respuestas como peronistas lo expresen: me limito a considerarlo, por un lado, un modo particular de pensar y sentir a la Argentina (“la Patria es el hogar”, afirmó Perón en 1973); y por otro, a la convicción de que no son ni las opiniones ni la controversia ideológica sino el poder lo que permite hacer efectiva la realidad efectiva que debemos a Perón.
Esto permite explicar qué diferencia, por ejemplo, a los “poderosos” gremios aglutinados en la CGT de las experiencias “alternativistas” como el sindicato de los empleados de Metrovías. Más allá de aquello que permitió que conductores de formaciones ferroviarias subterráneas formaran parte del sindicato que agrupa a los conductores de colectivos (UTA), la lógica de esa visión “alternativista” de la organización sindical autorizaría la existencia de un sindicato por cada línea de subterráneos con el argumento de que no es lo mismo circular bajo la avenida Rivadavia que bajo la avenida Corrientes, ideológicamente explicado, eso sí, en la lucha “contra la burocracia sindical”. Tal atomización tiene un solo beneficiario: la parte patronal. Confróntese con lo que sucede en la actividad de camioneros y su avance sobre la rama denominada logística, capturada en los ’90 por el sindicato de comercio en una época de crecimiento del sector servicios que convirtió a Cavallieri en el zar de todas las tareas que no fueran estrictamente agropecuarias o industriales.
Es cierto que en esa misma época, el Consenso de Washington posibilitó que los sindicatos (y los sindicalistas) avanzaran en actividades empresariales. ¿Pero lo vamos a analizar como un tema moral?
Mientras los gremios y los gremialistas invertían el dinero de sus cotizantes en obras sociales, prepagas, etc., algunos empresarios industriales vendían sus establecimientos a empresas extranjeras y se dedicaban a la compra de caballos de carrera o a vivir degustando margaritas en Cozumel acompañados por una modelo mediática.
Dejemos de usar el doble rasero para entender el kirchnerismo. En un repo que puede leerse aquí, Sandra Russo dice haber escuchado a Néstor Kirchner que este colectivo puede ser conducido hoy por el kirchnerismo desde el peronismo, pero dentro de uno o dos mandatos puede estar conducido por (Martín) Sabbatella, depende cómo evolucione cada liderazgo.
No recuerdo haber escuchado algo semejante, y sin entrar en la discusión sobre la condición auditiva de cada escuchador, cabe la posibilidad de que cada uno oiga lo que quiere oír.
No es esta una cuestión de liderazgo. Eso de “quien quiera oír que oiga” es más profundo de lo que parece a primera oída.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La cuestión de la burguesía dentro del kirchnerismo (3)




La discusión sobre la eventual existencia de una “burguesía nacional” dentro del peronismo remite al significado original: el sector social que hegemoniza una etapa de la construcción de la nación, y por eso intenté explicar la inconsistencia de quedar pegados en ese origen, ya que el peronismo no es un “laborismo”, un partido de los trabajadores, pero tampoco un movimiento con hegemonía burguesa.
El encuentro que constituye el kirchnerismo incluye un sector de clases medias progresistas no-peronistas que a mi entender pretenden hegemonizarlo, y en esa lucha plantean enseñar qué es el peronismo y decidir quienes están del lado bueno y quiénes no, o qué sector del peronismo es bueno o malo. En ese contexto, creo yo, se inscribe la idea de esconder a Moyano o a D’Elía, y no meramente en la circunstancia eventual de que en una elección es preferible no asustar al enano gorila que sobrevive en los sectores medios porque ha sido alimentado por décadas.
Esa visión infantil sobre el peronismo histórico tiene, porque son adultos quienes la ejercitan, una determinadas consecuencias sobre el presente. Una de esas consecuencias es, por ejemplo, dividir el sindicalismo de hoy en MALOS (los sindicatos que se reconocen como peronistas) y BUENOS (las pocas manifestaciones izquierdistas no-peronistas que se aglutinan alrededor de la idea de “muerte a las burocracias sindicales”). Resulta que esos sindicatos MALOS no solo son mayoritarios (porque son para sus bases más confiables en términos de “realidades efectivas”), sino que forman parte del dispositivo que permite al kirchnerismo lograr los éxitos que ha logrado en el sentido que nosotros apoyamos decididamente.
En este sentido, esos “poderosos” sindicatos (la adjetivación suele denotar peligro, rechazo, etc., en términos de uno u otro) son además el colectivo mejor organizado al momento, y el que mejor puede hacer frente a un eje, un centro de significación del kirchnerismo, que es la distribución de la riqueza. En efecto, si el kirchnerismo no resuelve problemas en este sentido, si no avanza en este sentido, perderá significación y pasará a formar parte de las frustraciones de los argentinos.
Este intento de significar quiénes son los buenos y quiénes no se aprecia en el famoso libro de Sandra Russo “La Presidenta”, y en varias de sus opiniones.
No es porque ella lo afirme que el kirchnerismo se convertirá en “algo superador del peronismo”, del mismo modo que desbarra lamentablemente cuando denomina “blindaje” a esta política económica que nos mantendrá más o menos a salvo de la crisis financiera internacional, toda vez que en la historia argentina reciente ese término (blindaje) no refiere al acero que se necesita para impedir que un proyectil perfore un equipo sino al blindaje decidido por De la Rúa-Cavallo y lamentablemente explicado por el lamentable Lopérfido, que consistió en todo lo contrario de lo que se hace ahora, y cuyas consecuencias estamos pagando.
Leyendo con mi pareja “La Presidenta”, no me pude dormir por algunas ideas subyacentes al relato, como por ejemplo, un total sentido acrítico de lo que era Montoneros (lo que lleva a explicar muy mal por qué Kirchner se aleja de la M) en 1973/74, y una deplorable interpretación de la cuestión López Rega. Lo que me llevaba a preguntarme si no será hora, también, de comenzar a analizar qué significó el menemismo más allá de los términos traición, bueno, malo, etc., ya que no nació por generación espontánea.
¿Será que todos necesitamos ver la realidad en blanco y negro? En los términos de Sandra Russo, los Montoneros eran  buenos y López Rega era malo. Ahora bien, no se pregunta si era correcto que esa organización no solo le cuestionara el liderazgo a Perón sino que además pretendía explicarle a Perón que era el peronismo, del mismo modo que hoy Sandra Russo.
Por eso se fue Néstor Kirchner, no de los Montoneros, sino de la amplia corriente juvenil que esa orga expresaba.
Fui, como tantos otros que habíamos decidido dejar las armas luego del regreso de Perón a la Argentina, un blanco móvil para los esbirros de la represión posterior a la caída de Cámpora, de modo que mi opinión puede ser correcta o no, pero tiene un fundamento distinto al de la lectura de fascículos de historia editados por el Centro E. de América Latina. Luego de esta primera decisión, advertimos que la lucha era ahora al interior del peronismo, y como esa lucha se decidía con las armas, aquello fue puramente teórico porque se hizo necesario defenderse, no solo de los logrado en la lucha territorial sino por pura supervivencia.
Sandra Russo, sin embargo, le hace decir a Cristina (si mal no recuerdo) que la pareja estaba preocupada por la creciente militarización de la política. Nunca la lucha política estuvo más militarizada que en el período 69/73. Por otra parte, y dejando bien pero bien en claro que López Rega era un personaje monstruoso, desequilibrado y nefasto, no me parece hoy irrazonable que se le hayan acercado unos centenares de suboficiales retirados que, exonerados de las FFAA permanecieron leales a su líder luego de 1955, no importa lo limitados que fueran en comprensión política, y que también la aparición del Brujo les haya venido bien a ciertos sindicalistas que veían en peligro su conducción gremial, y por tanto, que encontraron en él un aliado. Perón simulaba conducir todo el movimiento.
Quien esto escribe recuerda, en los años de la dictadura de Onganía, a un conocido oficial del Ejército retirado por su adhesión al peronismo y por haber participado en el frustrado levantamiento de 1956, que conseguía trabajo a los hijos de viejas compañeras peronistas cuando estas pasaban un mal momento económico. ¿Y dónde entraban a trabajar gracias a la tarjetita firmada por el citado oficial como carta de presentación? No a un almacén, o un taller mecánico, sino al Servicio de Inteligencia del Ejército (de la dictadura que mantenía proscripto al peronismo) que vigilaba a las viejas compañeras peronistas que pasaban un mal momento económico. Y a nosotros.
Desde nuestra perspectiva, no podíamos concebir un peor destino laboral. Sin embargo, es seguro que la pobreza o el desarraigo o el hambre hayan pesado más, para sus beneficiarios, que nuestras cosmovisiones políticas. Sin embargo, el general en cuestión pasó a la historia en blanco y negro como héroe de junio del 56 y no como proveedor de sospechosos empleos entre los espías del Ejército.
El peronismo tiene estos claroscuros, muchos otros y decididamente peores, porque atraviesa a toda la sociedad real y no acepta reconocimiento previo por una ideología, que es el modo de identificación u homogeneización que necesita Sandra Russo para entender el mundo, lo que dice mucho (todo) sobre su condición social.
¿En este orden, es Malo haber pertenecido a la Juventud Sindical (léase Moyano)? Moyano (o D’Elía) es impresentable pero De Mendiguren es sólo un empresario que en la actualidad coexiste con el gobierno.   
En el kirchnerismo confluyen sectores políticos peronistas y no-peronistas, pero también anti-peronistas. La alianza con la CGT es estratégica e insustituible. Sin la inclusión del sector del trabajo organizado, ¿quién va a defender los avances logrados? ¿Los blogueros? ¿678? ¿Eduardo Anguita?
En esta lucha por la hegemonía y las significaciones, se toma al peronismo como un partido cuando no lo fue ni lo es. Algunos sectores, los chapulines, quieren explicarnos qué es el peronismo y usan su propio peronómetro, indicándonos qué es (o fue) bueno o malo.
¿El triunfo de Montoneros y el ERP nos hubiera llevado a la patria socialista en lugar de soportar siete años de dictadura feroz, unas décadas de neoliberalismo y el 2001? El más elemental sentido común indica que no, no de ninguna manera. Luego, ¿por qué pretenden hegemonizar hoy una etapa mucho más rica en matices que los que aporta una visión infantil de la realidad?
(Continuará)

jueves, 17 de noviembre de 2011

La cuestión de la burguesía dentro del kirchnerismo (2)

La burguesía local puede estar ligada al mercado interno porque produce para él, al contrario de las corporaciones que lo hacen para sus mercados globales, por caso, las automotrices. Pero no toda la burguesía: muchos de los beneficiarios de la renta agraria, por ejemplo.
Cuando los países son maquilas donde por cuestiones culturales o por coacción el salario del trabajador se acerca al nivel de subsistencia, produciendo exclusivamente para el mercado externo, ni siquiera hace falta burguesía aunque se genere un sector enriquecido que vegeta en el gobierno o en las fuerzas de represión.
La categoría “burguesía nacional” proviene, como tal, de los textos marxistas. Habida cuenta de las múltiples interpretaciones que han tenido estos textos, sería inútil perderse en las distintas definiciones. Baste recordar que la revolución de 1917 en Rusia triunfó en un país en el que, contra toda las previsiones de Marx, no había burguesía nacional (el país no había hecho su revolución burguesa) y sólo un reducido proletariado industrial, y que Lenin se apoyó en el campesinado destinado por Marx a ser una clase en desaparición por su carácter reaccionario no-progresista.
Contrario sensu, el comunismo no triunfó en ninguno de los países que Marx daba como hechos indubitables, marcados a fuego por el destino del determinismo histórico. La Tercera Internacional se comunicaba en alemán, pero en ese pais hubo una revolución (Rosa Luxemburgo) que duró lo que un suspiro cuando se creía que la revolución (que dio nacimiento a un Hitler y a un Mussolini) era universal. Las categorías marxistas, como otras provenientes del Centro del Mundo, deben ser tomadas con precaución.
Quizás, sin convicciones, daremos por existente una burguesía sin aditamentos, denominada así como parte del Tercer Estado de la revolución francesa (si aceptamos el concepto de “izquierda” o “derecha” ¿por qué no el de “burguesía”?) que, como al proletariado industrial, hoy difícilmente podemos categorizar como “clase”.
Hay sectores enriquecidos, pero que difícilmente podríamos clasificar como shumpeterianos, innovadores e inversores. Aún si existiera esa burguesía “nacional”, ¿dónde está el pensamiento “nacional” que produce, y que Abelardo Ramos subestimó porque ni siquiera un diario tuvo (durante el peronismo original) cuando ttransitaba su oportunidad histórica?
Sin embargo, su existencia parece conformar el sentido común dominante. Leemos en wikipedia:
“En los países coloniales y en los países dependientes la burguesía nacional es la clase dominante y la propietaria de los medios más importantes de producción.
De lo cual debería concluirse que, o bien la Argentina no es ni colonial ni dependiente, o bien estábamos todos equivocados y los sectores neoliberales colonizados que tan bien expresaron Martínez de Hoz y Menem son en realidad la tan ansiada burguesía “nacional”.
Los medios más importantes de producción de la wiki no dice mucho: en el duopolio de laminados de acero, una empresa es de origen italiano y con sede en Luxemburgo, y la otra pertenece a un conglomerado mundial de origen hindú. La principal acería nacional (lo que queda de Somisa) pertenece a la primera de las nombradas. El capital brasileño es dominante en muchos sectores. Sostiene Hugo Pressman, con un sesgo que no comparto: “Sien 1995 de las 500 mayores empresas el 50,4% eran extranjeras y 49,60%nacionales, en el 2009 las foráneas llegaban al 65%”.
Entre muchos ejemplos: en los ’90, los servicios públicos fueron “vendidos” a grupos empresarios locales, a precios de remate. Sordas y ciegas a la evidencia de que esos servicios, en manos de empresas extranjeras, significaría un traspaso monumental de renta hacia el exterior, los grupos económicos locales (burguesía) los revendieron a multinacionales haciendo una gran diferencia. Pero no invirtieron ese beneficio en bienes de capital: lo evadieron al exterior, colocándolo en bancos que lo represtaban a la Argentina en préstamos financieros para sostener el valor ficticio de la convertibilidad. O compraron caballos de carrera, pinturas, inmuebles en Manhattan y Mónaco, etc.
A esto llamamos una burguesía rentística y parasitaria, antagónica con la idea de burguesía nacional. No sabría si catalogarlo en términos de la decadencia que anuncia Spengler pero su contracara, el otro aspecto de la producción que es el trabajo, sufrió el mismo proceso. Y aún así, aunque los sindicatos fuertes pasaron de la producción industrial a la de servicios; aunque el trabajo en negro redujo el número de aportantes, no es concebible un movimiento político que saque a la Argentina del marasmo a la que fue llevada sin el movimiento obrero realmente existente.   

Me parece interesante releer una nota firmada por AlfredoZaiat, que apareció en Página 12 del 23 de setiembre de 2006, con Néstor vivo, porque Zait representa a un sector desarrollista del pensamiento económico:

Entre varios de los debates estériles que navegan por las aguas superficiales argentinas, la embarcación de “anticapitalista” de Néstor Kirchner es uno de los más disparatados. Esa idea está instalada en el autista mundo de los negocios, percepción que es alimentada por el ejército de economistas de la city en sus habituales rondas semanales con los hombres de empresas. El latiguillo de que se trata de un gobierno que no es “pro-mercado” es, en última instancia, funcional a la gestión de la actual administración. Los rasgos de conservadurismo que muestra en el frente macroeconómico le permite ciertas “heterodoxias” que lo exhibe como un aguerrido disciplinador del “mercado”. Los dos Kirchner (Néstor y Cristina) se sienten muy cómodos en ese juego, como se reveló en el viaje a Estados Unidos de esta semana. Ambos dominan ese escenario pese a los reclamos de que los reconozcan como “capitalistas” que, casualmente, también manifestó en estos días Lula da Silva en su campaña por la reelección, al señalar que con su gobierno los empresarios ganaron dinero como nunca antes. Los Kirchner expusieron esa fe en la foto que los retrató tocando la campana de largada para las operaciones en la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, la meca del capitalismo moderno, con sus particulares características de globalización financiera. Como lo señaló Noam Chomsky (World Orders, Old and New, 1994), “el modo de producción capitalista adquirió genuinamente, por primera vez luego de un par de siglos, rasgos históricos-universales”. El sociólogo Atilio Boron rescata ese concepto y en una ponencia en el Foro Social Mundial sostuvo que “la consolidación del capitalismo como sistema mundial es producto de una correlación de fuerzas que pudo consagrar la supremacía del capital sobre el resto de la sociedad”. Por ese motivo la discusión sobre el carácter no-capitalista del Gobierno resulta un dislate. No se puede ser algo que hoy no existe. Adquiere relevancia, en cambio, si ese cuestionamiento oculta, en realidad, la disputa por la hegemonía política del actual proceso económico.
Así planteada la cuestión es mucho más importante la presencia junto al Presidente, en el mítico recinto bursátil, de los empresarios Jorge Brito (Banco Macro) y Paolo Rocca (Grupo Techint) que el simbólico toque de la campanita. Casi una docena de empresas argentinas cotizan en Wall Street, entre ellas las que lideran esos dos hombres de negocios. Pero sólo ellos fueron los elegidos como representantes de esa elite. A partir de la puja por la hegemonía política del presente ciclo, o sea quién es el líder, quiénes integran su equipo de colaboradores y cuáles son sus alianzas estratégicas, se puede empezar a comprender varios de los debates que, en la superficie de las batallas mediáticas, se presentan absurdos. En forma esquemática, y mencionando nombres simplemente como dato ilustrativo sin ninguna carga de valor, no es lo mismo que el ex piquetero y líder del Movimiento Libres del Sur Jorge Ceballos sea funcionario del Ministerio de Desarrollo Social a que en ese mismo lugar se encuentre Carola Pessino del ultraliberal CEMA. O que en el acompañamiento a Kirchner en Wall Street sea el “nacional” Brito el banquero y no uno “extranjero” del Citibank o que el industrial Rocca asuma el lugar destacado para el empresario y no uno de una privatizada o un dueño de una compañía de shoppings. O que el Ministerio de Economía no haya sido copado por ninguna de las fundaciones, consultoras o centros de estudios financiados por grandes empresas. Pueden parecer matices esas diferencias pero en la pelea por el poder y, por lo tanto, en la orientación del proceso de crecimiento en el sistema capitalista de la economía argentina, no son irrelevantes.
El carácter o no de capitalista, la política contraria al mercado, las alertas sobre la expansión del gasto público en un esquema de superávit fiscal record histórico, los cuestionamientos a la expansión monetaria por la compra de reservas en el marco de una política prudente del Banco Central o las advertencias sobre la “calidad” de la inversión (más en construcción que en bienes de capital) y la consiguiente debilidad del crecimiento son observaciones que apuntan a otro blanco del que están señalando. El debate sobre esas críticas es un tema superficial. En cambio, en su profundidad se presenta una cuestión muy interesante, que se refiere a cómo y quiénes aspiran a conducir un determinado proceso de desarrollo. En esa instancia, entre otros aspectos, aparece la controversia sobre el objetivo de reinventar la burguesía nacional.
Una valiosa aproximación para empezar a pensar ese desafío es un reciente documento del investigador y profesor de la UBA, Andrés López, “Empresas, instituciones y desarrollo económico: un análisis general con reflexiones para el caso argentino” (publicado en el Boletín Informativo Techint 320, mayo-agosto 2006). En ese trabajo, López señala que, en forma esquemática, existen dos corrientes de pensamiento acerca del papel de los empresarios. La primera plantea que no existe una burguesía schumpeteriana debido a su carácter rentístico, lo que le impidió liderar un proceso de acumulación basado en la innovación y la inversión en capital físico y humano. La otra sostiene que la existencia de una clase empresarial lobbysta no sería por las marcas intrínsecas de la burguesía local, sino consecuencia de políticas económicas erróneas resultado del régimen mercado-internista surgido tras la crisis del ’30. “Tanto en uno como en otro, las soluciones postuladas han sido, generalmente, drásticas”, indica López, para agregar que los primeros postulan que sería necesario que surja finalmente la mítica burguesía nacional o, en su defecto, un proyecto socialista. En cambio, para los segundos, “el remedio estaría en la adopción de un régimen de política económica abierto... –el primer experimento en ese sentido fue el de Martínez de Hoz, con resultados no muy exitosos–”, explica López. Sin embargo, pese a las marcadas diferencias hay algo que los unifica a ambos enfoques, según el investigador: “La profunda desconfianza hacia toda forma de interacción entre el Estado y la clase empresaria, ya que cuando esa interacción existe usualmente es para generar beneficios hacia un sector limitado de la sociedad (gobernantes y empresarios poderosos) a costa del resto”.
En ese complejo panorama, la evidencia empírica a nivel internacional muestra que el origen y desarrollo de las burguesías nacionales están íntimamente ligadas al Estado, al proteccionismo, al favoritismo sectorial y a la corrupción. López recuerda en un pie de página que “en general, todo proceso de industrialización tardía y ya desde el siglo XIX –Francia o Prusia, por ejemplo–, implicó una fuerte transferencia de recursos (públicos) hacia la naciente burguesía”. Estados Unidos fue una de las naciones más proteccionistas del mundo durante décadas. Alemania, en la segunda mitad del siglo XIX, transformó su sector artesanal y los junkers (terratenientes feudales) en una burguesía industrial a partir de una intervención estatal dominante. Los conglomerados japoneses (keiretsu), los coreanos (chaebols) y los flamantes grupos rusos, que mezclan mafia y negocios, se desarrollaron con un indisimulable estímulo estatal. “La evidencia muestra que la corrupción ha estado presente, en mayor o menor medida, en casi todas las experiencias de industrialización y desarrollo económico modernas. Asimismo, la gran empresa no se abstuvo de explotar sus vinculaciones con el poder político para obtener beneficios particulares”, remarca López.
La cuestión, entonces, es ¿qué hacer para recrear una burguesía nacional? El investigador, admitiendo las limitaciones que enfrenta la situación argentina, comenta que “es preciso entender que en los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo, las conductas anti-sociales de las empresas han estado contenidas por una estructura institucional que ha evitado que las estrategias anticompetitivas predominaran en el largo plazo sobre las estrategias basadas en la competencia shumpeteriana”. O, al menos, indica que “ha hecho que los intercambios de favores derramaran sobre la sociedad beneficios en términos de crecimiento económico, empleo, inversiones en infraestructura”.
Para López, los empresarios argentinos no se diferencian genéticamente o culturalmente de sus colegas de otros países. “Lo que ha fallado –arriesga una conclusión– es el marco institucional que contuviera sus conductas”. Es decir, la necesidad de contar con un Estado que fijara reglas claras, coherente y con capacidad de disciplinar, al menos de negociar en relativa igualdad de condiciones con el sector privado. ¿Existe en la actualidad, entonces, la posibilidad de desarrollar una burguesía nacional dinámica reduciendo el espacio para las conductas rentistas, en una economía local muy trasnacionalizada? Por lo menos, ahora, la respuesta está abierta.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La cuestión de la burguesía dentro del kirchnerismo (1)

La historia de occidente nos enseña que las burguesías nacionales europeas gestaron, o constituyeron, los Estados-nación tras derrocar al antiguo régimen, el de la nobleza o realeza, lo que abrió el camino a la Modernidad. De lo cual podría inferirse erróneamente que esta receta (el reemplazo de la nobleza por la burguesía para constituir el Estado-nación) funcionaría como imperativo universal.
Determinados países (la Argentina entre ellos) afrontaron una cuestión que no formó parte de la creación de los estados europeos: la emancipación.
Sin embargo, el tema de las nacionalidades apareció en Europa recién al acabar la primera guerra mundial y tuvo que ver con una reconfiguración administrativa ideada por los vencedores para restar poder a los imperios derrotados (Austria-Hungría, Imperio Otomano, Rusia). Las burguesías nacionales europeas entretanto, habían construido su mito de la nacionalidad, o comunidad histórica, lingüística, cultural, territorial, heredando los paradigmas de la nobleza derrocada, y que asumen como propia.
Los independentismos de esos países, en América Latina, se producen simultáneamente con la consolidación de los Estados europeos cuando esos lideraban la etapa del colonialismo, más allá de que no fueran equivalentes los procesos internos de España o de Gran Bretaña.  En la etapa de la emancipación (siglo XIX), esta última era el patrón-modelo de colonialismo combinado con la Revolución Industrial.
España y Portugal permanecieron al margen de este progreso, y así se mantuvieron siempre, como fenómenos periféricos de Europa. Incluso hoy, aunque hayan sido incorporados a la Unión Europea.
Un análisis pormenorizado de la expoliación practicada por los reinos de España y Portugal sobre América Latina demuestra que Gran Bretaña fue la beneficiaria final del saqueo practicado sobre estos países: antes del inicio de las guerras emancipatorias, por la relación financiera entre las distintas casas reinantes en Europa; y durante y luego, por la primacía (en los procesos independentistas) de los sectores sociales asociados con la actividad importadora-exportadora que veían con buenos ojos la división internacional del trabajo: exportación de materias primas, importación de bienes industriales de origen europeo.
Fueron estos sectores los que condujeron el movimiento independentista en América Latina y terminaron conformando los diversos países. De esta regla general sólo escapa hasta cierto punto Brasil. Esto implica que países formalmente independientes como Argentina, de hecho eran semicolonias.
La abolición del Antiguo Régimen de la realeza había significado centralmente el fin de los privilegios de clase y la igualdad al menos teórica que ahora aseguraba el Estado-nación. Ese paradigma fue adoptado por los sectores que condujeron los procesos independentistas americanos, pero en la práctica mantuvieron para sí mismos los privilegios propios de la nobleza derrocada y no incluyeron en la conformación de los estados a los sectores sociales que quedaban fuera o tenían contradicciones con la división internacional del trabajo aceptada y adoptada por los sectores dominantes. Estos sectores, entonces, adoptaron como propios los intereses de las burguesías nacionales europeas, convirtiéndose en sectores dominantes colonizados.
Este panorama, al menos en Argentina, se ha mantenido más o menos invariable durante el siglo XX. Esto no significa que fuera una situación cristalizada, por cuanto el yrigoyenismo primero y el peronismo después (este último mucho más profundo que el primero) intentaron romper esta construcción de privilegios.
Ambos fueron interrumpidos violentamente por los intereses coloniales. El éxito actual del kirchnerismo sugiere la respuesta a si fueron experimentos fallidos o si, por el contrario, terminaron triunfando.
El peronismo es el hecho maldito del país burgués por cuanto su rasgo central es haber incluido a las mayorías anteriormente excluidas. Excluidas en la práctica de los derechos (esos derechos igualitarios que aseguraba el paradigma de Estado-nación) o en otras palabras, de la propia Argentina como nación posible.
Pero a la vez, el peronismo, como intento de movimiento nacional y no como partido político, es y ha sido por naturaleza contradictorio. Esta condición no debería ser tomada como limitación insuperable: me sugiere la relación con cierto mito sobre las burguesías nacionales europeas.
Estas burguesías nacionales imprimieron a los Estados-nación sus propios intereses y sobre todo, sus propias cosmovisiones o ideologías. Pero como se consolidaron nacionalmente practicando un modo de producción, el capitalismo, lo hicieron confrontando, muchas veces brutalmente, con el otro factor de la producción: el trabajo y los trabajadores. Los films “La Tierra prometida” (Wajda, 1979) y “Los compañeros” (Mario Monicelli, 1963) retratan la ferocidad con la que las burguesías nacionales europeas se apropiaban de la plusvalía resultante del trabajo.
Esto no significa que, en términos de la solidaridad internacional que caracterizó a los movimientos obreros por la influencia de los diversos socialismos, hoy pueda hablarse de una identificación fraterna de los trabajadores de las naciones centrales con los de los países periféricos, por cuanto los primeros terminaron apropiándose –negociando con los capitalistas de sus propias naciones- de parte de los flujos desiguales (beneficios) provenientes de la periferia, hecho que incorpora la cuestión de la dependencia, a la que podríamos definir provisoriamente como una relación entre países en la que los flujos intranacionales de bienes materiales, financieros y simbólicos son estructural y naturalizadamente desiguales.
Naturalización que deviene de que a los sectores dominantes nunca se les ocurrió la necesidad del desarrollo autónomo o independiente. Y a la vez, las naciones centrales tampoco concebían que los países abastecedores de materias primas se industrializaran o encararan un proceso de desarrollo autónomo, el cambio quedaba fuera de cualquier discusión.
Al efecto, es interesante analizar la actuación de Mariano Fragueiro, ministro de economía de la Confederación Argentina; y la de Carlos Pellegrini, sucesor de Juárez Celman tras la revolución del 90.

Unas semanas atrás, critiqué aquí y aquí la publicación de unos compañeros kirchneristas que erróneamente atribuían al peronismo original dos condiciones: que en esa etapa, el peronismo hubiera desarrollado la industria pesada. Y que la burguesía nacional argentina se hubiera puesto al frente de ese desarrollo.
De haber sido así, realmente, otra muy distinta habría sido la historia argentina posterior a 1955.
Sin necesidad de recurrir a ninguna bibliografía erudita, anoto solamente que Norberto Galasso y Jorge Abelardo Ramos señalan que una incipiente burguesía nacional se insinuó durante el peronismo original. Agrego: sector que fue abandonando al peronismo aproximadamente en la misma época en que moría Evita cuando el gobierno inició su campaña “contra el agio y la especulación” (contra esa misma burguesía).  
La idea errónea proviene, creo y no es importante, de la lectura de documentos setentistas en los que se intentaba explicar al peronismo como “frente de clases” o “policlasismo”, cuando en realidad el problema de las clases está subsumido en la cuestión nacional.
Familias de la burguesía como los Di Tella o los Acevedo invirtieron en la industria semipesada (proveedora de insumo para la industria liviana) y gozaron de protección o subsidios estatales, pero no acompañaron al peronismo en la difícil tarea de construir la industria pesada, que requiere planificación, tiempo y grandes inversiones a tal punto que Somisa recién comenzó a colar arrabio en 1956 o 1957 y el golpe de setiembre de 1955 interrumpió esta carrera por un desarrollo autónomo encarado centralmente por el Estado justicialista.
Los Di Tella aprovecharon la conversión del grupo DINIE en empresas mixtas , y los Acevedo apoyaron abiertamente a la Revolución Libertadora otorgando luego la presidencia de Acindar a José Alfredo Martínez de Hoz. Recién en 1973, Perón otorgó todo el poder económico al grupo Gelbard (asociado con el PC) donde se podría haber insinuado una reactivación del tema de las burguesías nacionales, y eso fue una de las causas principales del nuevo golpe de estado en 1976.
DINIE fue un grupo de empresas de industrias de los rubros eléctrico, petroquímico, químico, minero y metalmecánico confiscadas a Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial. La I y la E finales de la sigla se refirieron primero a “Incautadas al Enemigo” y luego se convirtieron en “Industrias del Estado”: ninguna de ellas calificaba como “pesada”.
Jorge Abelardo Ramos afirmó que la burguesía local era tan pero tan débil que ni siquiera contaba con un diario propio, y no contó con ninguno hasta 1955.
Los existentes eran vehículos habituales de los poderes tradicionales. “Clarín” es cooptado por el frondi-frigerismo en 1957/58. Recordemos que el desarrollismo, partiendo de un análisis neomarxista de la situación argentina (Frigerio provenía del PC), formulaba el desarrollo de la industria pesada con capitales extranjeros debido a la insuficiente tasa de ahorro local.
Las teorías de la dependencia que aparecieron en los años ’50 (aquí, una buena descripción) dan cuenta de la carencia de burguesías nacionales que asumieran el desarrollo industrial autónomo de nuestros países de América Latina y –con matices- la necesidad de que esa ausencia fuera asumida por la acción estatal.
Lo notable de las teorías de la dependencia es que, provenientes de ámbitos académicos, ganaron las discusiones de la opinión pública en los años ’60 y se popularizaron en amplios sectores medios. Esa fue, en mi opinión, una de las causas principales de la “nacionalización” de los sectores medios en Argentina durante los 70, interrumpida por los hechos posteriores. Lo que también da cuenta de que esos sectores medios, desde donde debería generarse una burguesía nacional, fueron cultural e ideológicamente cooptados, a lo largo de la historia, por el poder tradicional identificado con las naciones centrales.
Es posible atribuir a estos sectores medios, alguno de los cuales se ha convertido en kirchnerista, cierto rechazo a la participación del movimiento obrero organizado como soporte estratégico del gobierno.
Estratégico significa que no se puede prescindir de él.
Moyano aparece como impresentable pero De Mendiguren no, o hay burocracias sindicales corruptas (peronistas) y dirigentes honestos (no peronistas).
Y aunque es cierto que debe avanzarse en el tema de la democracia sindical en todos los gremios, no menos cierto es que la representatividad de esos eventuales dirigentes honestos no-peronistas es por lo menos dudosa, y en todo caso, si es tan “colonizada” como la de los sectores medios que colocan la honestidad como un valor político inmanente, el mismo argumento que se usó para derrocar al peronismo y arrasar con las conquistas sociales, estamos en graves problemas.
Un ejemplo de esto –entre muchos, como el del subte o el de Kraft Foods- puede apreciarse en el conflicto del hospital Gutiérrez de la ciudad de Buenos Aires, donde las consignas maximalistas de los dirigentes honestos no-peronistas es funcional al macrismo gobernante y a la corporación médica.
Lo importante (el tema será desarrollado en próximo post) es que Cristina aporta sensatez a esta alienación de los distintos actores. Recordemos, por ejemplo, cuando rechaza ser imparcial: ¿qué significa eso? 
Y quien crea que me he ido del tema (la burguesía nacional) advertirá que su existencia, incluso en esta época donde las corporaciones privadas compiten con los Estados, está íntimamente ligada al mercado interno.
Es allí donde aparece el movimiento obrero organizado. 

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