sábado, 10 de enero de 2015

BARBARIE Y CIVILIZACION EN PARIS

Los griegos habían creado los mejores monstruos,
 dejando su realización a la historia posterior.
Anthony Burgess


GATICA: A mí nadie me falta el respeto ¿entendido?.
Leonardo Favio


Extraño, todo muy extraño.
En Venezuela se acabaron las papas fritas. En Argentina escasean los tampones; después de un diciembre de saqueos, la inflación superó el 40%, las reservas perforaron (¿piso o techo?) los 30 mil millones de dólares, Espert y Lilita profetizaron una catástrofe inminente y ahora unos supuestos grupos extremistas islámicos cometieron tropelías en un país, Francia, que metódicamente masacra Siria e Irak ahora mismo. Sus aviones supersónicos Rafaele y Super-Mirage 2000 arrojan bombas "inteligentes" cuya inteligencia no alcanza para discriminar entre combatientes, mujeres y niños. 
Pero no me parece sensato, para un argentino, tomar partido, embanderarse, por o contra Charlie Hebbdo ya que es un conflicto que nos resulta totalmente extraño: son otras las heridas todavía no cerradas en Argentina como para cargarnos con una mochila exótica.
Muchos musulmanes no comparten el sentido occidental del humor, y no satirizan sobre cuestiones que ellos consideran muy serias, incluso sagradas. Muchos reaccionan con malhumor, la mayoría, pero una minoría cree que esa sátira provocativa equivale a un pecado inconcebible según el significado que en occidente damos a los pecados inconcebibles. Una blasfemia para los musulmanes.
En varios estados de EEUU, matar es inconcebible, y el asesino es ajusticiado sin que eso sea noticia, en nombre del propio cristianismo.
Los israelíes, y muchos judíos, no toleran que se satirice sobre la Shoa.Y bombardean a niños palestinos.
El fondo de la cuestión parece ser, es, que se continua universalizando -por las buenas, a palos o arrojando bombas de exterminio- el modelo neoliberal de economía y cultura, y las democracias restringidas con su pequeña cuota de poder político limitado por el poder real de las corporaciones multinacionales. La pretensión, el mandato, es entonces universalizar Occidente. 
Muchos de los occidentales creemos, erradamente, que nuestra cultura, nuestro modo de pensar y actuar, es superior a cualquier otro modo de pensar y actuar. Por ejemplo, se abomina del racismo pero en EEUU todas las personas son clasificadas según conceptos raciales, y todos sabemos que un wasp es superior a un hispano. Pero se señala a Hitler como exclusivo defensor de la idea de razas superiores cuado en su época fue defendido por algunas corporaciones norteamericanas (la Ford, sin ir mas lejos). por la realeza británica, ansiosa por sacarse de encima a los judíos, y por el propio Papa Pío XII. El rey Eduardo de Gran Bretaña fue un admirador confeso de Hitler, y lo mismo sucedió con los príncipes consorte de Holanda. La Iglesia de Pío XII organizó la huida de criminales de guerra, que solían esconderse en monasterios.
Que estos sucesos lleven a un casi seguro triunfo de la extrema derecha en Francia a esta altura es casi una anécdota. La socialdemocracia europea dejó de ser "de izquierda" hace muchos años.
Los musulmanes que se sintieron ofendidos por las caricaturas de la revista satírica francesa no son extraterrestres: creen firmemente en la shaira o ley islámica, y en la yihad, o guerra santa.
Hoy todo debe parecer pacífico, tolerante y conciliador, pero la mayor parte de los occidentales no sabemos que en el pasado se produjeron unas Santas Cruzadas, campañas militares conducidas por el Papa, que entre los siglos IX y XV exterminaron a cuanto musulman se cruzaba por el camino. De paso, las regiones conquistadas eran incorporadas a los imperios europeos en ciernes. Las películas de Hollywood no han abundado en esa temática. 





Tampoco hoy se sabe mucho sobre lo que fue la Santa Inquisición dedicada a suprimir a los herejes mediante escalofriantes métodos de tortura en comparación con los cuales la picana eléctrica sería una especie de chiste. Y esos tales herejes eran buenos cristianos que no compartían el dogma del Vaticano. Juana de Arco, viva, fue quemada en esas hogueras.
Y los menos informados desconocen que el accionar de los países petroleros (Francia, Gran Bretaña, EEUU) en Siria, Irak y Palestina, a fin de asegurarse la explotación, para sus corporaciones, de los yacimientos de petróleo, han producido más de 3 millones de muertos musulmanes desde la invasión a Irak, casi todos ellos no combatientes.
Los musulmanes no están obligados a aceptar el sentido occidental del humor y la sátira, sobre todo cuando se hace humor y sátira sobre lo que ellos consideran sagrado.
Ya otro frances como Napoleón tuvo que enfrentar la yihad en su campaña de Egipto entre 1798 y 1801. Lo resolvió guillotinando a 2.400 prisioneros seguidores de Mahoma que, derrotados no una sino dos veces, no entendían el concepto de rendición incondicional asociado en este caso con "libertad, igualdad y fraternidad" de la civilización europea de la que supuestamente somos herederos. La Modernidad al palo. Creían los derrotados (mamelucos de origen turco), por el contrario, que matar y morir por una "causa sagrada" los llevaría directamente al Paraíso y se presume que marcharon gustosos al degolladero. 
De todos modos, lamentables y repudiables los ataques terroristas en Francia.
Tan lamentables y repudiables como el asesinato de niños en la Franja de Gaza o la masacre de miles de civiles en Siria (300.000 como mínimo) y los millones asesinados en Irak, que como país ya no existe, en nombre de las corporaciones petroleras.
Nadie se horrorizó en Francia por el linchamiento del líder libio Muhamar Gadafi en 2011, asesinato trasmitido en vivo y en directo por la CNN.
La barbarie asume hoy formas civilizadas, y su significación principal es desconocer al Otro diferente aunque aparente lo contrario. Con los atentados de París, Occidente está probando su propia medicina. Y no es descabellada la hipótesis de que detrás de estas matanzas se esconde la suba del precio del petróleo.
Lo verdaderamente importante es que estos modernos bárbaros no pongan el ojo sobre la Argentina.

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