miércoles, 19 de marzo de 2014

PAULINA BONAPARTE, DESNUDA



En su programa humorístico de hoy por radio Mitre, el cómico Marcelo Mongobardi se mofó de la visita de Cristina a la tumba de Napoleón. Hay varias razones para compartir la actividad de la Presidente.

Hay razones protocolares. Todo mandatario extranjero que visita Argentina incluye entre sus actividades un homenaje al mausoleo de San Martín. Lo preocupante es que visitara el horrible monumento a Rivadavia en Plaza Once. En Francia, Napoleón representa la nacionalidad francesa.

Hasta su acceso al Consulado, los franceses influenciados por el Antiguo Régimen (porque todos somos hijos de nuestra época) no tenían una noción precisa de lo que significaba Francia como nación: si era un idioma, un grupo de dialectos, una cocina regional, un modo de vestirse, etc.

En rigor, Napoleón impuso los principios de la Modernidad y pretendió extenderlos a toda Europa. Se le opuso la Santa Alianza monárquica (liderada de hecho por Gran Bretaña) que terminó derrotándolo en Waterloo, pero con el tiempo también esas naciones se integraron a la misma Modernidad cuando en cada uno de ellos se impusieron sus burguesías nacionales, cada uno a su manera.

La iniciativa de Napoleón modeló, desde principio del siglo XIX, las relaciones jurídicas del mundo occidental mediante la codificación de las leyes. Muchas cuestiones que hoy nos parecen naturales también son su obra personal: la numeración consecutiva de las viviendas partiendo de un mismo punto, como por ejemplo, al este y al oeste de la avenida Rivadavia en Buenos Aires. O la construcción de plazas y avenidas siguiendo una cuadrícula. Y otras tantas. Su influencia se extiende a la música: a partir de su época, el concierto y la composición sinfónicas reemplazaron a la música de cámara, y seguramente, si hubiera existido el cine, también habría sido el creador de los filmes con grandes movimientos de masas, típicos del Hollywood de postguerra, como los de Cecil B. DeMille.

Esto no significa su reivindicación desde los intereses históricos argentinos: Napoleón extendió la libertad, igualdad y fraternidad en Europa, pero se las negó a Haití, primera república independiente de Sudamérica porque para él, América eran las colonias y él, un eurocéntrico.



La crónica histórica ha recogido la imagen de su veleidosa hermana Paulina paseándose desnuda por la cubierta del buque insignia de la flota francesa, conducida por el general Leclerc, que ahogó en sangre la sublevación de Haití, parte de la antigua isla La Española (que se completa hoy con República Dominicana). Canova la eternizó. 
Y como ésta no es una crónica, me abstendré de relatar otros acontecimientos de no menor importancia, como su derrota estrepitosa en la invasión a Rusia, error que el nazismo repitió. O su fracaso al intentar invadir España, que desató la oleada de revoluciones americanas.

Para Europa, qué duda cabe, América siguen siendo las colonias, mas allá de que hagan agua sus recetas neoliberales. Lo importante parece ser la desarticulación de los respectivos Estados de Bienestar a favor del dominio de “los mercados”, y la división internacional del trabajo continúa vigente aunque hoy en día la concentración y la deslocalización sean los signos dominantes de las multinacionales.



Hay otra poderosa razón para la visita de Cristina a París: probablemente Francia nos apoye en las negociaciones con el Club de París que integra, una deuda de 9.500 millones de dólares (intereses mas intereses mas intereses) que este gobierno no adquirió, originada en la nacionalización de las empresas del grupo DINIE luego de 1955, continuó con la estatización fraudulenta de la Compañía Ítalo de Electricidad y se completó con la compra de armamentos (abandonados en las islas) durante la insensata guerra de Malvinas. Pero ningún gobierno se animó, por impracticable, a plantear su ilegitimidad.
Un cacho de cultura nunca viene mal, aunque el lector A.R. prefiera los arrabales musicales de Onda Vaga antes que a Marta Argerich interpretando el tercer concierto de Rachmaninoff. 
Y el título, hoy, es decididamente demagógico.

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