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El lamentable papel que tiene hoy el radicalismo refleja una claudicación total y se entronca con la tradición alvearista que tendrÁ su continuación en el balbinismo, gorilismo puro. Lo que sigue, un antecedente poco conocido de lo peor del alvearismo que sirve para completar su rol histórico.
El 19 de julio de 1924, unos 700 indígenas fueron
cercados por la policía en el Chaco Quienes no murieron baleados, fueron
degollados. Habían protestado por la explotación a la que eran sometidos.
Recién ahora (2014) se puso en marcha una investigación.
Por Darío
Aranda (Página 12 julio 2014)
Fue una
de las mayores masacres argentinas del siglo XX. Al menos 700 víctimas,
incluidas mujeres, ancianos y niños. Quienes no murieron por las balas
policiales, fueron degollados con machetes y hachas. El motivo de la represión
fue la negativa a ser mano de obra esclava, denunciar maltratos y, también, el
ser indígenas. La orden fue política; el motivo, económico (el avance
algodonero y la necesidad de brazos para la cosecha), y los ejecutores fueron
la policía y grandes terratenientes. Sucedió en Chaco, hace noventa años, y hoy
los pueblos indígenas conmemoran la matanza que se conoce como “Masacre de
Napalpí”. El crimen aún sigue impune. “Es crucial analizar la masacre de
Napalpí en el marco de un proceso social genocida que sigue teniendo
consecuencias sobre los pueblos originarios”, afirmó Marcelo Musante,
integrante de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena.
En 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado en la
presidencia a Hipólito Yrigoyen. El Territorio Nacional del Chaco ya se
perfilaba como el primer productor nacional de algodón. La superficie sembrada
en Chaco era de 100 hectáreas en 1895. Para 1920 había crecido
exponencialmente: 50 mil hectáreas.
La
Reducción Aborigen de Napalpí (a 120 kilómetros de Resistencia) era un espacio
de sometimiento donde los indígenas eran obligados a trabajar en condiciones de
semiesclavitud. Los maltratos eran frecuentes y no tenían los mismos derechos
que el resto de la población.
En julio
de 1924, los indígenas qom y mocoví se declararon en huelga. Denunciaban los
maltratos y la explotación de los terratenientes. Y planeaban marchar a los
ingenios azucareros de Salta y Jujuy. Pero el gobernador Fernando Centeno les
prohibió abandonar Chaco y, ante la persistencia indígena, ordenó la represión.
El argumento oficial fue una supuesta “sublevación” indígena.
El 19 de
julio a la mañana, 130 policías y civiles (enviados por grandes estancieros)
rodearon a los grupos en huelga y dispararon con rifles durante 45 minutos.
Mataron a hombres y mujeres, ancianos y niños. “El ataque terminó en una
matanza, en la más horrenda masacre. Los heridos fueron degollados, algunos
colgados”, relata el libro Napalpí, la herida abierta, del periodista Vidal
Mario.
Un mes
después de la matanza, el 29 de agosto, el ex director de la reducción Enrique
Lynch Arribálzaga escribió una carta al Congreso nacional: “La matanza de
indígenas continúa en Napalpí y sus alrededores. Parece que los criminales se
hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la
carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos”.
La prensa
de la época repitió el discurso del gobierno u omitió el hecho. Pero hubo
excepciones. El periódico Heraldo del Norte denunció: “Sin que los inocentes
indígenas realizaran un solo disparo, los atacantes hicieron repetidas
descargas de disparos en medio del pánico de los indios, más mujeres y niños
que hombres. Se produjo la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los
heridos sin respetar sexo ni edad”. El corresponsal del diario La Razón escribió
en julio de 1924: “Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los
pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en
secreto”.
El
sociólogo Marcelo Musante, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política
Indígena, se especializa en el proceso represivo de Chaco. Explica que Napalpí
fue parte de un sistema de reducciones estatales implementado en Chaco y
Formosa, suerte de campos de concentración para poblaciones originarias donde
se ejercían acciones de control y dominación. “La discusión pública debe
preguntarse por qué el funcionamiento estatal, cuando refiere a pueblos
indígenas, promueve recurrentemente acciones represivas. Ejemplos claros son la
feroz represión ocurrida en Pampa del Indio (Chaco) a inicios de este año, lo
que ocurre en la comunidad qom La Primavera (Formosa) o en Santiago del
Estero.”
Juan
Chico es qom, nacido y criado en el lugar de la matanza (hoy llamado Colonia
Aborigen). Escribió (junto a Mario Fernández) el libro Napalpí. La voz de la
sangre. Recordó que las comunidades siguen peleando para que el lugar se vuelva
a llamar Napalpí, detalló que los asesinados fueron al menos 700 personas
(mucho más de los 200 que mencionan los diarios de la época) y valorizó que en
Chaco se hable cada día más de la masacre de indígenas. También trazó un
paralelo al presente: “Argentina ha avanzado mucho respecto de los derechos
humanos, pero pareciera que los indígenas tenemos derechos humanos de segunda,
parte de la sociedad nos sigue considerando inferiores y nuestro genocidio
sigue invisibilizado”.
En 2008, el gobierno de Chaco pidió públicamente perdón por la matanza y entregó una vivienda a la sobreviviente Melitona Enrique. Hoy a las 18 habrá un acto conmemorativo en el lugar de la matanza. Será interno de los pueblos qom y mocoví, recordarán a las víctimas y volverán a exigir justicia. A noventa años de la masacre, el crimen permanece impune.