sábado, 17 de noviembre de 2012

BLAQUIER: LOS HUEVOS DE LA SERPIENTE

El procesamiento de Carlos Pedro Blaquier Estrugamou (el doble apellido no es una concesión a lo patricio sino al prontuario policial) por la represión ilegal en el Ingenio Ledesma expresa una moderada victoria (porque hay otros juicios congelados) para quienes creemos que la participación civil en la dictadura consistió en mucho más que una colaboración de individuos aislados. En efecto, esa comunión de intereses abarcó a sectores sociales que detentaban la conducción efectiva de esa dictadura aún cuando las operaciones militares estuvieran a cargo de las fuerzas armadas.
Esto no significa relativizar la culpabilidad de los represores con uniforme sino colocar la cuestión en una perspectiva política, lejos de las simplificaciones infantiles.
Esos sectores sociales confluyeron, en un proceso imparable a partir de 1975, en su decisión destruir de una vez por todas el modelo de democracia y participación estatal que había inaugurado el peronismo de posguerra.
En ese sentido, y hay que decirlo de una vez por todas, la actividad de las organizaciones armadas tras la asunción de Cámpora, obviamente sin advertirlo, por una cosa u otra, terminaron siendo funcionales (desde que se enfrentaron violentamente con el gobierno constitucional de entonces) a los intereses del poder tradicional confluyendo con las cúpulas de las fuerzas armadas, motivados ambos en la perspectiva de crear las condiciones para tomar el poder.
El triunfo de Perón, con más del 60% de los votos en 1974, no significó que el poder pasara de manos. Traslademos esa perspectiva a la actualidad: el Gobierno Nacional tiene la legitimidad derivada del 54% de los votos pero esa cuota de poder es, sigue siendo, una pequeña parte del poder real de Argentina.
Y no fueron cinco, cincuenta, quinientos o cinco mil uniformados los que participaron en la represión: la totalidad del Estado, la totalidad de las FFAA y de seguridad participaron en la represión.
Las FFAA habían comenzado a planificar la toma del poder, con la perspectiva del enemigo interno el mismo día que asumió Cámpora. Basta para ello con seguir la trayectoria del general López Aufranc, que de especialista en represión al enemigo interno y jefe del EMGE de la dictadura de Lanusse, pasó a la vicepresidencia de Acindar primero y a la presidencia después. Acindar fue otro de los pilares de la dictadura junto al ingenio Ledesma. López Aufranc no era experto en procesos industriales ni en siderurgia, sino en represión.
En 1975, el Ejército, con la firma del general Viola, ya tenía preparado un plan minucioso para tomar todos los resortes del poder. Ese mismo año, Martínez de Hoz y el Consejo Empresario Argentino se habían reunido con los jefes de las tres fuerzas y acordaron desalojar al gobierno constitucional. Se sospecha que en esa reunión una importante suma de dinero pasó de unas manos a otras.
Relató el teniente de fragata Julio César Urien sobre el levantamiento pro-peronista de algunos marinos en noviembre de 1972: tras las elecciones de marzo de 1973, seguía junto a otros sublevados a disposición de un Consejo de Guerra de la dictadura en retirada y, en ese marco, fue a verlo un capitán de la Armada, con un mensaje anticipatorio del terrorismo de estado generalizado tres años después. "'Ustedes ganaron las elecciones. ¿Piensan hacer una revolución?'", me dijo y, sin esperar respuesta, siguió: 'La Armada no lo va a permitir, estamos dispuestos a matar un millón de personas'", recordó Urien, quien como la mayor parte de los cadetes y oficiales de las tres fuerzas, realizó como parte de su entrenamiento, un curso de guerra contra-revolucionaria.
La participación de distintos grupos empresarios se dio por una confluencia de intereses particulares e identidad ideológica. Los Acevedo eran furiosamente antiperonistas y su empresa, Acindar, se convirtió en monopólica en su nicho de mercado durante la dictadura. Ledesma se había beneficiado con la política de cierre de ingenios implementada por Onganía-Krieger Vasena e iba por más. Son sólo dos casos paradigmáticos, pero en la larga lista podemos citar también a Techint y las grandes automotrices norteamericanas. El representante en 1975 de Massey Fergusson participó en la reunión entre el CEA y la cúpula militar: hoy se dedica a dirigir una aristocrática ong de autoayuda en Las Cañitas y cambió su aspecto de ejecutivo por ropaje tibetano. También es notoria la producción intelectual de Blaquier Estrugamou y su íntima relación con la Iglesia.
Otros juicios contra grandes empresarios están empantanados, aunque es probable que el decidido contra Martínez de Hoz por el caso Gutheim se resuelva a la brevedad.
Además del contrapeso que significa el sistema judicial, no en todo el gobierno se comparte la idea de llevarlos a un proceso penal por delitos de lesa humanidad.
Es que estos grupos económicos continúan siendo poderosos y cuando hay señales de que se los ha investigado por su participación en la dictadura, se escandalizan y argumentan ausencia de seguridad jurídica, generalmente a través de las páginas de La Nación. Pero no por eso dejan de participar en aquellas decisiones del Gobierno que convienen también a sus intereses.
Visto desde otro lugar, no menos cierto es que ese señalamiento podría ser útil, además de asegurarles un procesamiento penal por el pasado, como otra herramienta política para intentar regular su actividad presente. Esto se ve muy claro en el caso de empresas formadoras de precios y monopólicas en su actividad.
Al fin y al cabo, no se trata sólo de hacer justicia con el pasado.
Se trata, sobre todo, de que esos grupos pierdan el poder que tienen en la actualidad en favor del poder público. El procesamiento de Blaquier puede satisfacer a los familiares de sus muchas víctimas, puede aclarar lo que sucedió realmente en la dictadura, pero no por eso Ledesma perderá su papel decisivo en su sector.
Esto, en cuanto no solo hay que aplastar a la serpiente: también los muchos huevos que puso.


 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un piloto de La Cámpora casi choca un Airbus en Barcelona

El pasado 8 de julio informamos, en este mismo blog, que un piloto de La Cámpora casi había chocado con una bandada de (fondos) buitres en el aeropuerto de Fiumiccino, Roma. Italia, para más datos.






(A propósito, qué mala costumbre eso de denominar "fondos-buitres" a los filibusteros financieros. Son "fondos-buitre", joder.)
Como en aquel entonces tomamos la información de Clarín, un diario que insiste en publicitar la performance de Aerolíneas Argentinas con ese nacionalismo y patrioterismo demostrados por el absurdo, dignos de ciertos sectores medios afectos al Haloween, a la fiesta de San Patricio, al día de Acción  de Gracias y en general a no sentirse parte de este país de mierda.
Ahora, algo parecido sucedió, según Clarín, en el acercamiento al aeropuerto de Barcelona, e involucró a un Airbus A340-300 matrícula LV-BMT de Aerolíneas Argentinas, como puede leerse aquí.
El desconocimiento de las limitaciones operativas de un Airbus por parte de los controladores catalanes demuestra una vez más que los chistes sobre españoles se ajustan bastante a la realidad.
Me pregunto si acaso estas notas de eventual periodismo no son parte de una nueva forma de publicidad encubierta, financiada por los competidores privados de la empresa estatal o por sus anteriores dueños, Marsans.

martes, 13 de noviembre de 2012

Volvemos a producir chapa naval


Argentina fabricaba chapa naval, un insumo estratégico para la construcción de barcos. Lo hizo hasta los noventa, cuando un grupo de delincuentes, encabezados por Carlos Menem, Roberto Dromi, Jorge Triaca y María Julia Alsogaray (con el apoyo entusiasta del PJ de entonces) liquidó Somisa adjudicándola al Grupo Techint (Propulsora Siderúrgica), su competidor hasta ese entonces. 
La situación generó así un duopolio: Acindar se convirtió en monopólica en la fabricación de alambres y laminados no planos, y Techint en chapas y laminados planos. Acindar, en aquel entonces en manos de la familia Acevedo, no solo había tenido un decidido apoyo estatal a través de su presidente del directorio y ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz: también había incidido fuertemente en el plan económico de la dictadura. La familia Acevedo, muy lejos del paradigma de burguesía industrial, transfirió la propiedad de la empresa a la multinacional Acelor-Mital.
La chapa naval es un tipo de chapa de acero de grandes espesores, con calidad certificada internacionalmente por el Bureau Veritas. Somisa poseía, al ser liquidada un tren de laminación de este tipo de chapa, y otro tren de producción que laminaba rieles ferroviarios. 
El primero, fue vendido a Brasil. El segundo se fundió como chatarra y desde entonces los rieles ferroviarios se importan desde China.
El grupo italiano Beltrame producirá chapa naval en Villa Constitución gracias a la gestión que iniciara el fallecido Ivan Heyn en la actividad pública.


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