viernes, 13 de abril de 2012

Hilarante hostilidad hispánica

Del puerto de Palos vemos haciéndose a la mar océano a la empavesada fragata misilística "Trafalgar", perteneciente a la Grande y Felicísima Armada del Virreinato de España, oscura periferia de la Europa de la Santa Alianza. 
Las órdenes recibidas en sobre lacrado por su comandante, el capitán (de fragata) Alonso Pérez de Guzmán Jr., décimo duque de Medina-Sidonia, son cortas como terminantes: escarmentar a la Argentina.


Primero fue una frase amenazante de un ministro designado por el mismísimo virrey Rajoy: "si tocan a Repsol, habrá consecuencias, joder".
Horas mas tarde, la cancillería española convoca al embajador Betini y le hace saber del desagrado de su reino por las maniobras de desapoderamiento que intenta la colonia Argentina contra la empresa Repsol.
A continuación, la misma cancillería llama al representante diplomático del Virreinato de España con sede en la Ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres, hoy conocida con el acrónimo CABA.
La escalada hostil avanza hacia una definición militar.

Todo había comenzado cuando el gobierno argentino envió al Congreso un  brulote sin membrete, en la forma de un proyecto según el cual el Estado adquiriría la mayoría accionaria de la filial local de Repsol, conocida con el nombre de fantasía Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
El brulote fue tomado como noticia oficial por la corpo mediática y ayer el caballero Don Bonelli se desesperaba por el silencio de Cristina en su discurso frente a representantes de la industria de las carnes termoprocesadas.
Curiosamente, el método elegido por el gobierno argentino para negociar la desinversión de Repol coincide con el utilizado por el británico Francis Drake para asustar a los españoles de la Armada Invencible, lo cual daría cierta verosimilitud a la denuncia de Sir David (Cameron) sobre el carácter colonialista de nuestro país frente al cual el pirata Morgan ni siquiera da para una canción de Serrat.
(Un brulote (del francés brûlot) es una embarcación cargada de materiales explosivos, combustibles e inflamables como pólvora o fuego griego, y dotado de arpeos en los penoles de sus vergas (con perdón) y del bauprés. Se destinaban a incendiar los buques de guerra enemigos fondeados o a destruir las obras de los puertos y los puentes tendidos sobre los ríos).
Ese vidrio de colores conocido como Repsol ni siquiera es español, aunque pasa por tal. Tiene sede en la península, como Techint en Luxemburgo o Bunge & Born en las Bermudas. Algunos dicen que sus capitales provienen de Texas.
A buen hambre, no hay pan duro.




lunes, 9 de abril de 2012

Télam, de Martín García

Su título original es "Télam de García", por Mario Paulela.


Conozco a Martín como un tipo afectuoso, decidido, inspirado, coherente y solidario. Quizás nos cruzamos por primera vez en 1981, cuando la revista "Reconquista" llegaba a toda la militancia del campo nacional y popular. O quizás fue en esas tertulias que para la misma época se realizaban en el club Cóndor, de Boedo.
Escribió el compañero Paulela en "Pensando la Argentina":



Télam fue un invento de Juan Perón. Allá por 1945, al ya famoso coronel le preocupó algo que mucho después se conocería como "el relato". Se sostiene que fue don Raúl Scalabrini Ortiz quien sostenía que todo lo que el mundo sabía de China en aquellos años, lo sabía a través de las agencias de noticias británicas; y que todo lo que los chinos sabían del mundo, lo sabían a  través de esas mismas empresas inglesas. Es decir, Telenoticiosa Americana (tal el nombre original de la agencia) nació con la intención de crear la posibilidad que los pueblos de la América Latina (y de la Argentina, desde ya) pudieran generar su propia visión de, valga la redundancia, su propia historia y su propio devenir, sin el filtro de los intereses de las potencias coloniales. Télam nació como un proyecto de soberanía. Con el correr de los años, algunos mucho menos patriotas que Perón encontraron que tenía otros usos.
Se convirtió en territorio de operaciones cruzadas de servicios de inteligencia de pelaje variado, de cuadros políticos y militantes de las sucesivas administraciones civiles y cívico-militares y en laberinto de operaciones y operadores de prensa de miles de intereses cruzados. El negocio que alimentaba semejante tráfico sobresaturado era la millonaria pauta publicitaria estatal. 
Como se podrá ver, cuadros políticos, militantes son palabras que los oligopolios mediáticos parecen haber descubierto recientemente en relación a Télam. Más concretamente desde que en octubre de 2010 asumió el segundo "polemico" más famoso del país publicado: Martín García. 
Antes, cuando estos multimedios CONTROLABAN Télam, se ve que esas palabras estaban fuera del Manual de Estilo. Y eso que todavía pasan revista a unos cuantos "periodistas militantes" de la causa oligopólica.
Los números siempre aburren. Para los medios concentrados, decir que en los 14 meses de la gestión García la Agencia Télam, que YA NO ASIGNA pauta publicitaria, incrementó su plantilla de abonados en un 365% es aburrido. No le importa a nadie. Es más divertido hablar de una fiesta pantagruélica que nunca se hizo, del "Eternéstor" y del "periodismo militante". Es más efectivo aplicar un helado en la frente del propio público que debatir la democratización y la federalización de la información.
Porque, en el fondo, Télam se convirtió (a partir de García) en un objetivo estratégico. No sólo por el desarrollo de herramientas para incrementar la oferta periodística de los medios de mediana y baja potencia de todo el país, sino por la visibilización de los mismos frente a sus propios pueblos y sus propias potenciales audiencias. El peso decisivo de una de las más importantes agencias de noticias de habla hispana del mundo, volcado al servicio de la comunicación popular, federal y plural.
Imperdonable.
Ese y no otro ha sido el pecado de Martín García: poner el poder de Télam a disposición de la comunicación democrática, que es el verdadero enemigo de los medios hiperconcentrados de la desinformación que crecieron al calor de las dictaduras y de los negociados. 
Lo demás es cotillón para la gilada. 
Cotillón que se alimentó con la inestimable colaboración de fracciones político/sindicales que, en orden a conservar viejas y redituables quintas y almácigos varios, no vacilan en operar y colaborar voluntariosamente con los medios enemigos del Gobierno al que teóricamente defienden.
Para evaluar con justeza la gestión de Martín García al frente de la Agencia Télam, una misión que le confió el propio Néstor Kirchner, no es inteligente recurrir a Clarín, La Nación, Perfil o los diferentes vectores de los intereses antinacionales, sino, por el contrario, a los miles de comunicadores y pequeños medios de todo el país, esos que se sintieron por primera vez atendidos y escuchados, no por Télam, sino por el Estado Nacional. Esos darán la medida justa de lo que ha significado García al frente de Télam: la certeza sencilla de que, por encima de cualquier interés privado, insolidario y depredador, estaba el Estado para protegerlos y proveerlos, asegurando la aplicación de la Ley de SCA.
Télam de García ha sido eso: el trabajo patriótico para que la ley de SCA deje de ser una abstracción y se convierta en realidad. Así de sencillo.
En realidad, pensándolo bien, los oligopolios enemigos y sus colaboracionistas, también sirven para dar una medida del éxito de la gestión de Martín García. Lo han odiado, vituperado, vilipendiado y calumniado. Lo han atacado hasta la náusea.
Si le han pegado tanto, es que algo bueno ha hecho por la patria y por su pueblo.





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