jueves, 24 de febrero de 2011

Libia: EEUU intenta recomponer la hegemonía anterior a la crisis financiera

Es cierto que las imágenes de la televisión nos han mostrado a un Gadaffi desencajado, muy lejos de ese líder árabe que provocó la ira de Reagan y los subsecuentes bombardeos dirigidos a asesinarlo.
Pero corremos el riesgo de errar la apreciación, haciéndonos creer que ese estado de perturbación es consecuencia del aislamiento, el anacronismo y la psicopatía de un tiranuelo norafricano más cerca del   beduino salvaje que del hombre occidental medio.
Es que los nuevos paradigmas culturales globalizados nos invitan a simular la diversidad sólo en casos perfectamente estandarizados y globalmente gestionados. Lo hemos repetido en este blog: el originario será bien recibido en el Carnegie Hall siempre que no anhele, además, ser dueño del petróleo que se esconde bajos sus territorios originarios, en cuyo caso se convertirá en un terrorista internacional.
Y esto es lo que sucede en Libia.
El 90% de las ganancias producidas por el petróleo y el gas que vuelca ese país al mercado europeo, va al Estado Libio. Sólo el 10% restante a las compañías.
En apariencia, aquello es una demanda colectiva de mayor democracia. Es cierto que desde la caída del Muro, todos somos capitalistas. Pero eso no significa aceptar a libro cerrado la hegemonía imperial sino, por el contrario, aspirar a una auténtica diversidad de voces. Tomemoslo como el conflicto con Clarín amplificado a nivel mundial: ¿por qué todas las voces deben serlo a la manera de la democracia norteamericana, como serían aquí todas las voces según Ernestina de Noble? ¿ Por qué no permitimos que cada país y cada cultura se desarrollen según sus propias posibilidades reales? ¿Qué beneficio real traería al pueblo libio su occidentalización? ¿El uso de facebook? ¿El libre consumo de dentífrico Colgate, galletitas Oreo y la serie Los Simpson?
Ya anunció Fidel Castro que el objetivo real es la ocupación, por parte de la OTAN, de los campos petrolíferos cercanos a Trípoli, en un juego donde seguramente se cuenta con el aumento del conflicto en Irán..
Leemos en Wikipedia (no en un sucio panfleto terrorista): Actualmente al país se le adjudica la esperanza de vida más alta de África continental (si se cuentan a las dependencias sólo es superada por la isla británica de Santa Helena), con 74 años. También cuenta con el PIB (nominal) per cápita más alto del continente africano, y el segundo puesto atendiendo al PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo (PPA). Además, Libia ocupa el primer puesto en índice de desarrollo humano de África.
El indicio más elocuente de que este es un plan siniestro orquestado en Washington, son las palabras de Obama y Hillary: "estamos atentos a la violación de derechos humanos" (por parte de Gadaffi). Hemos escuchado ideas similares antes de los ataques a Somalia, Irak y Afganistán. La imagen mental "defensa de los derechos humanos" ha reemplazado a otras como "defensa de la libertad contra el comunismo internacional" que también prologaron la invasión a Vietnam, entre muchas otras intervenciones sin olvidar de las que por décadas hicieron de América Central el patio trasero de EEUU.
Seamos libres, lo demás no importa nada.
 
 

El mercado de la enfermedad mental

El video es tan completo que no necesita comentarios adicionales. Doce minutos para pensar sobre las fantasías mortíferas del marketing farmacéutico.



... que se completa con este.

martes, 22 de febrero de 2011

La Iglesia frente a la inseguridad en el GBA

Carta de Pablo Pineau, del Acosta, al cajetilla Esteban Bullrich

Bullrich no podría encarar semejante debate. En general, los "dirigentes" del lobby denominado Pro se educaron en seudouniversidades privadas, y en el caso que nos ocupa, apenas puede dar fe de un secundario completo en una escuela cajetilla del ámbito privado.
Si en su época, Sarmiento impuso el término "atalivar" para referirse a la corrupción en el Ejército argentino, hoy usaría "bullrichear" para reírse de un vendedor mayorista de frutas y verduras que "gestiona" el sistema público de educación en la ciudad.  
Escribió Pineau:


Estimado Ministro:

Me dirijo a Ud. respecto a su carta remitida a todos los docentes del sistema educativo de la Ciudad que se refiere al bicentenario del nacimiento de Domingo F. Sarmiento.

En primer lugar, quiero agradecerle el gesto de recuperar la figura del llamado “maestro de América” para pensar nuestra actual situación educativa. Sin duda, su propuesta es superadora de aquellas que la limitan a entonar un himno ya vetusto o a poner flores frente a su busto.

También coincidimos con Ud. en la apreciación del sanjuanino como uno de los principales impulsores de la escuela pública en nuestro país. Pero nuestras discrepancias comienzan en la lectura que hacemos de su obra. Al respecto, debo decirle que la principal preocupación de Sarmiento no fue la calidad educativa, término proveniente del discurso empresarial en boga en el ámbito pedagógico desde las reformas neoliberales de la década del 90, sino la igualdad educativa, término que fue recuperado por las tradiciones políticas democratizadoras a lo largo de la historia de nuestro país.

Como prueba de esto, véase el siguiente extracto de su escrito Educación Común de 1851: “Hasta ahora dos siglos había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe, no formaba, propiamente hablando parte activa de las naciones (...) (Por eso) "la Instrucción Pública tiene como objeto preparar a las nuevas generaciones para el piso de inteligencia individual (..) y preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy pertenecen ya a tal o cual clase".

A diferencia de lo que Ud. sostiene, me permito plantear que Sarmiento no concebía a la educación como un reservorio de “ventajas competitivas”, sino como un derecho político y social inalienable de toda la ciudadanía. Por eso apoyó los primeros movimientos gremiales docentes –como el de San Luis en 1881-, construyó edificios escolares dignos, fundó instituciones de formación docente, privilegio el gasto público en el área, y la liberó de los controles dogmáticos.

Los cinco puntos enumerados en el párrafo anterior marcan la distancia entre estas posiciones y las actuales políticas educativas en la Ciudad de Buenos Aires. Y me aventuro a imaginar a Sarmiento pronunciando alguna de sus frases jocosas o lapidarias si alguien le hubiera dicho que había que educar para competir mejor en el escenario internacional, en lugar de hacerlo para formar mejores ciudadanos mediante el ejercicio igualitario de sus derechos.  

Como verá, nuestras lecturas de la historia son encontradas, y hasta en algunos puntos opuestas. Por eso ruego tome esta carta como una invitación a un debate que sería bueno dar dentro del sistema educativo en este año bicentenario.

Sin más, lo saluda atte.

Pablo Pineau
Profesor de la ENS N. 2 “Mariano Acosta”
Ex presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación

Archivo del blog