martes, 22 de febrero de 2011

Carta de Pablo Pineau, del Acosta, al cajetilla Esteban Bullrich

Bullrich no podría encarar semejante debate. En general, los "dirigentes" del lobby denominado Pro se educaron en seudouniversidades privadas, y en el caso que nos ocupa, apenas puede dar fe de un secundario completo en una escuela cajetilla del ámbito privado.
Si en su época, Sarmiento impuso el término "atalivar" para referirse a la corrupción en el Ejército argentino, hoy usaría "bullrichear" para reírse de un vendedor mayorista de frutas y verduras que "gestiona" el sistema público de educación en la ciudad.  
Escribió Pineau:


Estimado Ministro:

Me dirijo a Ud. respecto a su carta remitida a todos los docentes del sistema educativo de la Ciudad que se refiere al bicentenario del nacimiento de Domingo F. Sarmiento.

En primer lugar, quiero agradecerle el gesto de recuperar la figura del llamado “maestro de América” para pensar nuestra actual situación educativa. Sin duda, su propuesta es superadora de aquellas que la limitan a entonar un himno ya vetusto o a poner flores frente a su busto.

También coincidimos con Ud. en la apreciación del sanjuanino como uno de los principales impulsores de la escuela pública en nuestro país. Pero nuestras discrepancias comienzan en la lectura que hacemos de su obra. Al respecto, debo decirle que la principal preocupación de Sarmiento no fue la calidad educativa, término proveniente del discurso empresarial en boga en el ámbito pedagógico desde las reformas neoliberales de la década del 90, sino la igualdad educativa, término que fue recuperado por las tradiciones políticas democratizadoras a lo largo de la historia de nuestro país.

Como prueba de esto, véase el siguiente extracto de su escrito Educación Común de 1851: “Hasta ahora dos siglos había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia; pero el pueblo, la plebe, no formaba, propiamente hablando parte activa de las naciones (...) (Por eso) "la Instrucción Pública tiene como objeto preparar a las nuevas generaciones para el piso de inteligencia individual (..) y preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que hoy pertenecen ya a tal o cual clase".

A diferencia de lo que Ud. sostiene, me permito plantear que Sarmiento no concebía a la educación como un reservorio de “ventajas competitivas”, sino como un derecho político y social inalienable de toda la ciudadanía. Por eso apoyó los primeros movimientos gremiales docentes –como el de San Luis en 1881-, construyó edificios escolares dignos, fundó instituciones de formación docente, privilegio el gasto público en el área, y la liberó de los controles dogmáticos.

Los cinco puntos enumerados en el párrafo anterior marcan la distancia entre estas posiciones y las actuales políticas educativas en la Ciudad de Buenos Aires. Y me aventuro a imaginar a Sarmiento pronunciando alguna de sus frases jocosas o lapidarias si alguien le hubiera dicho que había que educar para competir mejor en el escenario internacional, en lugar de hacerlo para formar mejores ciudadanos mediante el ejercicio igualitario de sus derechos.  

Como verá, nuestras lecturas de la historia son encontradas, y hasta en algunos puntos opuestas. Por eso ruego tome esta carta como una invitación a un debate que sería bueno dar dentro del sistema educativo en este año bicentenario.

Sin más, lo saluda atte.

Pablo Pineau
Profesor de la ENS N. 2 “Mariano Acosta”
Ex presidente de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación

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