viernes, 31 de julio de 2015

SECUESTRO DE FEDERICO VOGELIUS Y LA REVISTA CRISIS



El editor de la revista Crisis, Federico Vogelius, fue secuestrado en 1977, con fines extorsivos, por un grupo de tareas del Primer Cuerpo de Ejército. Pudo escapar de sus captores, pero en 1978 fue detenido y puesto a disposición del PEN.
Después de un año y medio de dictadura, la escena no resultó extraña a los atemorizados vecinos del barrio porteño de Once. El reloj de Federico Manuel Vogelius, conocido como Fico por sus amigos, marcaba poco más de las cuatro de la tarde cuando, en la calle San Luis entre Pueyrredón y Boulogne Sur Mer, fue interceptado por un grupo de hombres que se identificaron como policías. Vogelius era dueño de la fábrica de laminados plásticos Decopal S.A., en San Nicolás, y de otras empresas. Fue propietario de una cerealera, varias 


madereras, una fábrica de tintas y otras de verduras deshidratadas, de laminación de aluminio y de confección de muñecas. Entre marzo de 1973 y agosto de 1976 había sido editor y sostén económico de la revista política y cultural Crisis, de gran trascendencia nacional e internacional. Además de su actividad empresarial, tenía una conocida pasión por el arte y poseía una importante colección de obras y documentos históricos originales. La acción dura pocos segundos, el tiempo necesario para que los secuestradores lo encapuchen y lo metan en el asiento trasero de un auto. Minutos después, mientras el vehículo se aleja con rumbo desconocido, un Vogelius ciego y aterrorizado escucha la primera pregunta de sus captores: “Vos valés mucha guita, ¿a quién tenemos que hablar para pedirle un millón de dólares?”, le dice uno de ellos. Vogelius les da los números de teléfono y el nombre de Juan Carlos Abatte, gerente de su empresa. Poco después, fuera de los límites de la Capital Federal, el auto se detiene. Lo sacan del asiento trasero del auto y lo meten a los empujones en el baúl. En el trayecto hacen una parada de 15 minutos y los secuestradores abren el baúl. A través de la capucha, Vogelius identifica que, por el tipo de construcción, se encuentra en una dependencia militar. Supone que está ubicada en la zona de Ezeiza. Mientras se encuentra en ese lugar se le acerca otro individuo que, ignorante de los motivos del secuestro, se burla de él: –Así que sos montonero. ¿Te creés Firmenich? –¡No! –responde–. Yo estoy por plata. Me pidieron un millón de dólares. El sujeto se vuelve e increpa a los secuestradores: –¡Entonces me quieren currar! En esa parada le sacan todas sus pertenencias. Reinician el viaje y mientras permanece en silencio en el baúl del coche, escucha que uno de sus captores pregunta: –Principal, ¿no se habrá desmayado? –En ese baúl no se murió nadie –responde otro de los hombres. Antes de llegar a destino, el mismo individuo vuelve a preguntar: –Principal, ¿quién se queda esta noche? A Vogelius lo llevan a un establecimiento de campo, le quitan la capucha y queda al cuidado de dos hombres. Pasa la noche en ese lugar y observa que la finca se dedica a la cría de cerdos. A la tarde del día siguiente, el 30 de septiembre, lo trasladan, nuevamente metido en el baúl del auto, y lo encierran en la habitación de una casa. El lunes 3 de octubre simula una descompensación cardíaca y uno de sus custodios sale a comprar los medicamentos mientras queda custodiado por el otro. El que se queda responde al nombre de “Carlitos” y, según las conversaciones que el empresario ha podido mantener con él, se trata de un policía que participa en la lucha antisubversiva. Se trata Carlos Quiero, a quien Vogelius reconocerá mucho más adelante, cuando ambos estén presos a disposición del Cuerpo I del Ejército, en Palermo. Le pide permiso a “Carlitos” para ir al baño y se escapa por una ventana. Se refugia en una carnicería que está frente a la casa de su cautiverio y el carnicero, a pedido del empresario, sale y llama al gerente de su empresa, Juan Carlos Abatte, al que le trasmite el siguiente mensaje: “Que no paguen, que se escapó”. Luego llama a la policía. El testimonio de su hija, Angelina Vogelius, corrobora la hipótesis de que se trató de un secuestro extorsivo realizado por un grupo de tareas. “A mi padre no le sacan plata. Él se escapa de una casucha en Malvinas Argentinas, frente a Campo de Mayo. Cuando meses después vi a mi padre en Devoto (entonces detenido a disposición de la Justicia militar) me contó que pudo reconocer a dos de los muchachos que lo habían secuestrado. Cuando vio a uno de ellos le dijo: ‘Hola Cacho, o Quique, ¿cómo estás?’. Pero cuando le preguntaron si los reconocía, él dijo que no. No quería reconocer a sus secuestradores porque estas personas estaban también detenidas y tenía miedo de que lo mataran”. Vicente Zito Lema, amigo de Vogelius y director de Crisis, también respalda la hipótesis del secuestro por parte de un grupo de tares: “Él tenía contratada custodia de la Policía Federal o Provincial y creo que son esos custodios los que terminan entregándolo. Yo los conocí porque acompañaba a Fico. Me pedía consejo y siempre le dije que no los tuviera, que no confiara en la policía. Yo no sé muy bien cómo fue, pero creo que la traición viene de la propia custodia. Por lo que él me contó en su momento, tuvo que ser así”. Poco después de escapar, Vogelius declara ante la policía. La descripción que da del lugar donde lo tuvieron secuestrado permite ubicar la vivienda: una casa de la calle Almirante Brown 1125, en Los Polvorines, partido de Malvinas Argentinas, frente a los cuarteles de Campo de Mayo, propiedad de Oscar Luis Gómez, ex sargento del ejército dado de baja en 1960. Los secuestradores. El 4 de octubre, el ex sargento Gómez es detenido en su domicilio y declara que le había prestado la casa a un amigo, el Bebe Bucci, a quien conoce del hipódromo de Palermo porque tienen caballos de carrera que se hallan al cuidado de Eduardo Fortuna. También declara que tiene, en sociedad con el teniente coronel en actividad Enrique Aníbal Solari, un criadero de cerdos en Escobar y que el Bebe, Solari y él fueron juntos a la casa de Almirante Brown en Los polvorines el viernes 30 de setiembre después del mediodía. El ex sargento del ejército 
Oscar Luis Gómez tiene antecedentes policiales por robos reiterados. El 5 de octubre de 1977, dos días después de su huida, desde un helicóptero del ejército Vogelius reconoce la quinta donde fue llevado por primera vez, ubicada en San Vicente, en la zona conocida como “Cruce de Udaondo”. Es la “Cabaña El Jagüel”, que se dedica a la cría de cerdos y caballos de carrera, propiedad del ingeniero Arturo Soler Aguilar, vecino de San Vicente y del ya mencionado Miguel Ángel El Bebe Bucci. La policía encuentra allí una libreta con el nombre de Alberto Tabeye, presunto peón del establecimiento y uno de los que custodió a Vogelius durante su permanencia allí. Tabeye tiene también antecedentes policiales por estafa. El dueño de un almacén cercano declara que Arturo Soler Aguilar, el Bebe Bucci y Tabeye estuvieron en el “El Jagüel” el jueves 29 de setiembre. En la casa particular de Arturo Soler Aguilar la policía encuentra gran cantidad de cajas con elementos de laboratorio. También en la casa del cuidador de caballos Eduardo Fortuna y de Gómez hay cajas similares. En la comisaría, Vogelius reconoce por foto a un presunto médico que lo revisó cuando estaba en Los Polvorines y sufrió una descompensación cardíaca. Se trata de Eduardo Soler Aguilar, 
hermano de Arturo. Eduardo no vuelve a ser mencionado en el expediente que instruye la Justicia Civil. Ese mismo día, el juez que entiende en la causa, Félix Esteban Dufourq, libra la orden de captura de Miguel Angel Bucci (alias El Bebe), el ingeniero Arturo Soler Aguilar y Alberto Tabeye (alias El Turco), todos prófugos. El Bebe Bucci tiene un frondoso prontuario por robos y estafas. En 1974 estaba preso con condena y alguien lo “sacó” de la cárcel, procedimiento corriente en esa época para formar las bandas mixtas (delincuentes comunes, policías y militares) del Terrorismo de Estado. Así lo permite deducir la nota del 28 de noviembre de 1981 donde otro juez –el Dr. Ricardo Solomonof– que interviene tiempo después en la causa del secuestro extorsivo de Vogelius, solicita información sobre las razones de su libertad. El juez Federal Félix Esteban Dufourq, a cargo de la causa, nunca investiga el origen de los elementos de laboratorio encontrados en las casas de los imputados por el secuestro extorsivo de Vogelius. Tampoco a los mencionados en el testimonio de Vogelius, los interrogatorios a los detenidos y testigos. Trata el caso como si fuera un delito común realizado por delincuentes comunes, sin involucrar a los militares mencionados al comienzo de la investigación. Tal vez para evitar que la causa pase a la Justicia Militar, según lo dispuesto por las leyes promulgadas por la dictadura. Ésta sería la razón por la cual el ex sargento Gómez –nada menos que el dueño de la casa de Los Polvorines donde permanece el secuestrado– queda libre a los pocos días por falta de mérito y meses después Dufourq le otorga el certificado de “buena conducta”. El juez 
tampoco cita a declarar al socio de Gómez, el teniente coronel Solari. Sin embargo, el vecino al que pide ayuda Vogelius cuando se escapa, reconoce a Solari como uno de los que acompañaban a Gómez a la casa de la calle Almirante Brown el 30 de setiembre. Luego de su secuestro, y pese a saber que entre sus secuestradores hay policías y militares, Vogelius insiste en reconocer los lugares donde estuvo retenido y a las personas que participaron. Para Vicente Zito Lema, esta actitud de Vogelius –contraria a la habitual entre quienes podían escapar de las garras del terrorismo de Estado– tiene una explicación: “Vogelius no es una persona sin figuración social, es una persona importante desde lo económico y desde lo cultural. Y tampoco es un militante revolucionario que dice voy a volver porque voy a hacer alguna acción revolucionaria. Además hay que tener claro que él quiere quedarse en el país porque tiene sus asuntos económicos y familiares acá, y cree que después de haber pasado lo que pasó, puede quedarse. Lo que él no sabe es que las bandas son autónomas, que podés hacer pactos con una pero no con otra”, dice. Si Vogelius pagó o no por su libertad; si se escapó de su cautiverio o “Carlitos” lo dejó ir cumpliendo órdenes porque Vogelius ya había arreglado con sus superiores, es secundario para los objetivos de este trabajo. Desde luego, no lo es para sus familiares y amigos y los autores de esta investigación respetan la versión de los hechos. Sin embargo, no cabe duda de que se trató de un delito de lesa humanidad con motivación económica. En este sentido, el secuestro extorsivo del empresario Federico Vogelius resulta emblemático en varios sentidos. Además de tener un fin económico, el secuestro lo realiza una banda operativa del terrorismo de Estado en setiembre de 1977 pero sus captores tienen como fin apropiarse del botín. En tercer lugar, Vogelius es una figura pública y director propietario de la revista Crisis, de gran trascendencia cultural y política en esos años. Un emblema cultural. La revista Crisis se publicó entre mayo de 1973 y agosto de 1976. Se editaron 40 números –uno por mes– de alrededor de 80 páginas cada uno. Se distribuyó en la mayoría de nuestras provincias y en librerías de por lo menos 5 países americanos (Bolivia, Perú, Uruguay, México y Venezuela). Difundió, repartidas en cada número, un total de 76 serigrafías creadas por 20 artistas plásticos rioplatenses y otras 50 ediciones facsimilares de periódicos, caricaturas, mapas y documentos ligados a la historia argentina desde el año1550 hasta el año 1842. Cobijó entre sus páginas las obras de decenas de poetas y narradores de todo el mundo e ilustró sus ediciones con trabajos de más de 60 dibujantes, escultores y fotógrafos. Esa propia dinámica que implica un compromiso con la realidad, llevará a la revista a un sinnúmero de problemas con el poder. Su caso es ilustrativo del pensamiento de los militares de esa época. Con respecto al uso de las letras minúsculas en los títulos y nombres propios –un estilo de la diagramación de la revista–, un coronel aseguraba que su uso y el dejar de lado las mayúsculas, escondía el fin de imponer el comunismo al no haber jerarquías, donde todos eran iguales. Aunque Crisis no fue nunca declarada por los militares una revista subversiva, en ella participaron y escribieron algunos intelectuales que sí tenían un fuerte compromiso con las organizaciones armadas, como Paco Urondo, Haroldo Conti, Vicente Zito Lema, Rodolfo Walsh, entre muchos otros. Además, la revista trataba temas de la actualidad nacional y latinoamericana, tales como el golpe militar contra Salvador Allende en Chile o la Revolución Peruana emprendida por el general Velazco Alvarado, por citar sólo dos casos. Por otra parte, tenía una difusión masiva y trataba temas de la cultura popular. Entre los escritores incipientes o poco difundidos hacia principios de los ’70 a los que dio espacio en sus páginas, se encuentran intelectuales que a partir de una década más tarde, la del ’80, entregarán sus mejores obras, como Ricardo Piglia, Liliana Heker, Andrés Rivera. Otro mérito de la revista fue abrir sus páginas a escritores del interior de nuestro país, como Antonio Di Benedetto (Mendoza), Daniel Moyano (La Rioja) y Héctor Tizón (Jujuy). 


“Crisis fue el correlato desde la izquierda de lo que significó Sur desde el pensamiento liberal. Ambas publicaciones condensaron el espíritu de dos momentos fundamentales del país. Uno, el de la preguerra, donde América del Sur y del Norte no se veían como antitéticas. A esa convergencia respondió Sur. Crisis, en cambio, respondió a la posibilidad de transformación ideológica, cultural y política del continente hacia una izquierda progresista”, sostiene Santiago Kovadloff. Otro secuestro, los mismos nombres. Hasta febrero de 1978, la causa por el secuestro extorsivo de Vogelius permaneció en la Justicia Civil. A principios de ese mes comenzó a actuar también la Justicia Militar. Esta intervención coincidió con el secuestro extorsivo de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi. Para esa fecha, el teniente Coronel ( R ) Aníbal Héctor Lino Reyes de Roa, gerente de la firma Terrabusi y padre de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi, fue citado por el juez Dufourq. En su declaración, el militar negó el secuestro de su hijo. Había elegido otra vía de acción: “A la banda la descubrieron a raíz del secuestro de otra persona amiga nuestra, Tati Reyes de Roa, ya que el padre, siendo también militar, parece que empezó una movida tan terrible que uno del grupo se asustó y los delató a todos.
Ahí agarraron a toda la banda. No parecerían ser muy profesionales, porque secuestrar a una persona que tiene un padre ex militar demuestra una falta de profesionalidad”, dice Angelina Vogelius. El 8 de febrero de 1978, el Ejército detuvo a Alberto Tabeye y Carlos Quiero –el mencionado Carlitos, en la declaración de Vogelius en la comisaría–. Ambos fueron puestos a disposición del PEN. Con posterioridad, Carlos Quiero declararía ante el juez Dufourq: “(…) que fue interrogado y torturado por el Coronel Emilio Pérez González en el I Cuerpo de Ejército en relación con los secuestros extorsivos de Vogelius y Terrabusi; (…) que trabajó en el área de comunicaciones de la Casa de Gobierno y en la empresa de seguridad Copinco; (…) que manejaba información secreta; que es hijo de un suboficial de la Fuerza Aérea”. Vogelius a disposición del PEN. En febrero de 1978, Federico Vogelius también fue detenido por la justicia militar y puesto a disposición del PEN. A partir del testimonio de Angelina Vogelius, otros entrevistados y la lectura del expediente judicial es posible elaborar tres hipótesis sobre esta detención, seis meses después de su secuestro extorsivo. “Lo detienen a Abatte, que era el gerente de la empresa, y a Paco, que estaba a cargo del depósito de la revista. Entonces comienzan las dudas de mi padre. ¿Qué hacer? Nosotros le dijimos ¡Rajá! Mi padre tenía miedo que nos hicieran algo a nosotros, a la familia, a Ana y a mí o a sus nietos. Entonces volvimos y se entregó en Campo de Mayo. Después empezó a peregrinar por distintas seccionales”, relata Angelina Vogelius. “En realidad, primero pensábamos que la segunda detención estaba relacionada con Crisis –agrega la hija de Vogelius–. “Habrán pensado: ‘Este señor debe ser un subversivo porque estuvo publicando esta revista dos o tres años. Una revista notoriamente de izquierda. Y además, viaja mucho al exterior. A lo mejor lleva dinero de la guerrilla’. Esa era otra de las conjeturas que hacíamos en la familia”. Para Vicente Zito Lema, la detención de Vogelius pasó fundamentalmente por su trayectoria cultural: “Vogelius era una persona de la clase media muy acomodada, que creía en los proyectos culturales, que creía que el mundo se puede mejorar, pero no era un militante revolucionario. Era una persona progresista, no tenía ideas marxistas o peronistas revolucionarias. Su manera de pensar el mundo era el socialismo europeo, admiraba mucho a los países nórdicos”, dice. Las hipótesis no son necesariamente contradictorias. A Vogelius lo secuestraron y luego lo detuvieron no sólo porque era un empresario con un importante patrimonio. 

La revista Crisis era un hecho cultural y político muy fuerte y él era el editor responsable. Angelina Vogelius tiene una última hipótesis, que conecta el secuestro con la posterior detención a disposición del PEN. “Después pensamos que todo eso fue para darle un tinte que no fuera relacionado con el secuestro extorsivo. Para darle una forma de legalidad. A mi papá, que tenía un carácter muy cabeza dura, le había dado por reconocer, con un helicóptero, los lugares donde había estado. Eso no se lo perdonaron. Y pasó lo que pasó después. Para mí fue consecuencia solamente de eso, de ese secuestro fallido, que luego lo hayan detenido y lo hayan tenido dos años”, sostiene.
El posterior secuestro –por la misma banda y con idéntico objetivo económico– de Carlos Aníbal Reyes Terrabusi, hijo del teniente coronel ( R ) Aníbal Héctor Lino Reyes de Roa y gerente de la firma Terrabusi, pone en evidencia, por segunda vez, a los integrantes del grupo de tareas y convierte la libertad de Vogelius en un problema. Es posible pensar que la simultánea detención, en febrero de 1978, de Carlos Quiero, Alberto Tabeye, El Bebe Bucci y Arturo Aguilar Soler responde a la misma causa. Pero lo tienen que sacar de circulación y por eso lo ponen a disposición del PEN. Las bandas del primer cuerpo. El discurso oficial de la dictadura militar (1976-1983) y sus cómplices civiles –entre los que se cuentan empresarios, periodistas, jerarcas eclesiásticos y sindicalistas– pretendió explicar el genocidio cometido contra el pueblo argentino con el argumento de que “hubo excesos en la guerra contra la subversión”. La lucha de todos los organismos de derechos humanos, los movimientos sociales, los partidos políticos democráticos y una parte importante de la sociedad argentina y mundial, echaron por tierra esa interpretación. El largo testimonio que Angelina Vogelius dio a los autores de esta investigación sobre el secuestro y cautiverio de su padre es revelador. No se trata de un “exceso” sino de un hecho planificado desde el aparato del terrorismo de Estado: “El proceso contra mi padre lo llevaba a cabo un juez militar, el coronel Emilio Pérez González. Cuando mi padre está detenido, un día yo llego a su oficina y él tenía un organigrama enorme, con todos los nombres; señala uno de los cuadros y dice: ‘Éste es el grupo que secuestró a su padre y son fulano, fulano y fulano, pero no hemos podido saber todavía quién es el jefe del grupo. Lo único que hemos podido averiguar es el seudónimo, que es El Pájaro. Se da la casualidad (esto puede no ser cierto porque es una cosa que yo sentí) que cuando lo investigan a mi papá le dan el expediente al coronel Sánchez de Bustamante y un día estaba hablando con él, en su oficina, sobre la situación de mi padre y me dice: ‘Porque Pajarito...’.
Yo lo interrumpo y le pregunto: ‘¿Qué Pajarito’. ‘Pajarito le decimos a Suárez Mason’ me contesta. Él le preguntó a Suárez Mason por qué Vogelius seguía preso. ‘Porque a mí me da la gana’, le respondió. Esto fue textual; Sánchez de Bustamante me dijo que mientras Suárez Mason estuviera en actividad, mi padre no iba a salir. Estuvo dos años preso”. Mientras estaba domiciliado en Londres, Federico Manuel Vogelius prestó testimonio ante la Conadep (Legajo Nº 7550). Allí dijo: “Que con relación a la causa judicial instruida por el secuestro extorsivo que sufrí a partir del 29 de septiembre de 1977. El coronel Pérez González que presidía el Consejo de Guerra Estable 1/1 me dijo estar encargado de investigar el secuestro del que anteriormente yo había sido víctima. Me enseñó varias fotos de individuos sospechosos reconociendo a uno de ellos que era, precisamente, la persona de la que yo había logrado escapar; el coronel Pérez González me dijo que esa persona era de apellido Quiero. Yo le pedí que me careara con él y así se hizo; Quiero confesó ser uno de los integrantes del grupo que me había secuestrado, pero que el asunto ‘era muy gordo’ y reclamaba garantías para él y su mujer al tiempo que le pedía a Pérez González que averiguara ante el general Suárez Mason si era conveniente que él (Quiero) prestara declaración sobre el tema. El coronel Pérez González me dijo que el general Suárez Mason, como toda respuesta, le había retirado el sumario diciéndole que no se ocupara más del asunto. Mientras estuve detenido en la comisaría de Villa Insuperable, allá por febrero de 1978, mi quinta ubicada en San Miguel fue asaltada y me robaron cuadros, platería y documentación histórica por un valor aproximado a los dos millones de dólares. Que la participación del Ejército en este hecho delictivo resultó tan manifiesta que por eso se encuentran en prisión preventiva el teniente coronel San Román y un secretario de un Juzgado Correccional de esta Capital, de apellido Isasi.

El secuestro –y su posible consecuencia: la posterior detención a disposición del PEN– encuadran al caso de Federico Vogelius dentro de lo que podría calificarse de “delito de lesa humanidad con motivaciones económicas”. Estos particulares delitos de lesa humanidad se han manifestado en tres áreas: a) el desapoderamiento y/o liquidación de empresas en relación directa o indirecta con la reestructuración de la economía en beneficio de grupos concentrados; b) dentro de las empresas, la connivencia entre empresarios y militares, la confección de listas negras de trabajadores, centros de detención clandestinos en los lugares de trabajo y delaciones por parte de los empresarios; y c) desapoderamiento de bienes y propiedades de detenidos y desaparecidos. El secuestro de Federico Manuel Vogelius es, sin dudas, uno de estos casos.

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