jueves, 4 de agosto de 2011

LO QUE SE JUEGA

Las noticias, (verdaderas, falsas o tergiversadas) se suceden con tanta rapidez que pareciera imposible analizarlas, entenderlas y seguir adelante. El último misil arrojado lleva al doctor Zaffaroni en su cabeza explosiva. Mañana será otro, y luego otro más, cada vez más potentes y destructivos.
El objetivo es desmoralizar, vencer las voluntad del enemigo, que venimos a ser nosotros.
Los hechos contribuyen. ¿Qué hemos hecho mal para semejantes resultados electorales en Santa Fe o en la ciudad de Buenos Aires? ¿Preferiríamos un triunfo improbable en Córdoba, aliados con De la Sota? ¿En qué nos equivocamos? ¿Será la hora de que nos llamemos a silencio, de que nos recluyamos para cultivar nuestros peores aspectos, derrotados?
Aunque las denominaciones partidarias y confusiones de todo tipo (una de ellas, el desconcierto producto de la ausencia de una auténtica formación) tapen la cuestión de fondo, esa cuestión es una sola: lo que se está jugando en la actualidad es el sentido del peronismo. Y anoto la primera confusión (nuestra): este gobierno nacional ha producido cambios notables en Argentina. Inesperados, si se quiere. Pero esos cambios revolucionarios (y escribo "revolucionarios" con toda intención, como para que nadie nos corra por izquierda) no se han reflejado en la sociedad, una sociedad que en cierta medida tiene todavía presente la huella traumática del menemismo. 
Esto pone en primer plano el tema de los "principios". ¿Qué son los principios aislados de la realidad real? ¿Está mal que el vecino de Villa Soldati quiera vivir como Macri, con una 4x4 y una confortable vivienda en el country El Carmel? 
¿Sostener los eventuales principios significa acaso empobrecernos solidaria e igualitariamente?
Criticamos amargamente a la sociedad por no comprender los cambios revolucionarios producidos por este gobierno. O al gobierno por no saber trasmitir, comunicar esos cambios. ¿Pero dónde están los militantes? Como sabemos, existe una fantasía llamada "autocrítica" (con su sucedáneo, la catarsis freudiana) que consiste en desculpabilizarse por el error para luego volver a cometerlo una y otra vez, pero sin culpa, eso sí. Sin pecado concebida.
A todos los efectos del título de este post, me fui para el lado de los tomates. Pero confío en que se sepa comprender el subtexto.
No se trata, si lo que se juega es el sentido del peronismo, de cuántas "patas peronistas" aportan votos a distintas versiones del enemigo. No se si se percibió que a horas de su triunfo, Macri anunció la creación de un ministerio de Gobierno al frente del cual pondrá a un ladero de Massita. 
Se trata de que el peronismo (que no es un partido, sino la expresión política-ideológica de un determinado estadio histórico de la sociedad nacional) dirime ahora mismo, en las primarias de agosto, en las generales de octubre y en lo que hará estos próximos cuatro años, si es fiel a su propia historia o si la traiciona. Se pregunta Norberto Galasso: "¿El peronismo se continúa en el kirchnerismo? ¿El kirchnerismo es lo mejor del peronismo que ha resurgido después de la debacle del peronismo del menemismo?".
Algo muy profundo se expresa cuando alguien, cualquiera, afirmó alguna vez: "yo no hago política, soy peronista".
En otras palabras, la lucha política de hoy puede ser vista como una desmesurada interna peronista. Por lo tanto (aunque sienta auténtica vergüenza ajena por citar a Ortega y Gasset): "argentinos (militantes), a las cosas".
  








   




  







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