viernes, 24 de junio de 2011

Sobre el voto medio en la CABA




Por lo que veo y palpo (me puedo equivocar, y mucho) el FpV tiene en la CABA dos, tres o más campañas:
Por un lado, la de las agrupaciones políticas territoriales cuyo poder real no parece diferir del que tenían durante la elección donde Carlos Heller obtuvo un porcentaje de votos inferior al 15%, y que insisten aproximadamente con la misma metodología de despliegue: entregar volantes en esquinas de gran tránsito de paso. Afortunadamente, estos grupos superaron la etapa de autoflagelarse en nombre de la "fragmentación", una idea que supo imponer el Frente Grande y el Chacho Álvarez en los '90 lo cual supone una visión unitaria de "partido" que podríamos calificar, como mínimo, de irreal y apócrifa. En esta primera clase de campaña, las propuestas de los grupos territoriales, cuya supervivencia se basa en obtener un espacio en las comunas, se basan en reivindicaciones locales, barriales (construir una escuela, un centro de medicina pública, un canal de TV) que no parecen responder a una visión estratégica de gobierno. Puede que sí, pero el letargo del Frente para la Victoria previo al momento en que se largaron los tres pre-candidatos, impidió que se conformara una dirección coherente en este sentido. Por lo tanto, el aporte de cada agrupación a la campaña es tan caótico como su propia visión política parcial se lo permite. Así, por ejemplo, uno bien puede advertir desde afuera que en determinado barrio falta un centro médico, pero ¿cuánta gente iría a ese nuevo centro en caso de que se construyera? ¿Cuál sería una visión estratégica de la salud pública, teniendo en cuenta la atención del sistema de prepagas y obras sociales sindicales, el costo de los hospitales generales y el porcentaje de vecinos del GBA que se atienden en ellos? (Y lo digo así, sabiendo bien que este último punto ha sido una reivindicación de la derecha, desde Cacciatore en adelante).
En segundo lugar, La Cámpora se ha desentendido en gran medida de las reivindicaciones barriales y se limita a repartir volantes con las conquistas nacionales del gobierno. De hecho, el candidato Filmus y quienes lo acompañan no han logrado hasta ahora convertir esta campaña en una discusión sobre la gestión de Macri, si es que desean tal cosa y en verdad no me consta. La Cámpora parece tener un ojo puesto en las encuestas (lo que desde ya implica una distancia con el votante real), en una primera vuelta no definitoria y en el involucramiento directo de Cristina en la segunda, polarizada entre dos modelos de país. ¿Pero qué es lo que el votante de Buenos Aires disfruta de este modelo? Me temo que haya aquí cierta influencia del voto-cuota, basado en las cifras de consumo creciente, compra en cuotas, etc.
En lo general, descreo de la práctica de hacer política literaria: apelamos erradamente al "votante racional" que compara volantes (casi siempre con propuestas genéricas y a menudo inentendibles) y decide su voto en base a ellos, una suerte de "desviación izquierdista" de los sectores progre que confluyen en el FpV. La idea parece ser que no se debe dejar ningún espacio por llenar, y entonces en una misma esquina se mezclan el mensaje apolítico de los globitos de colores por un lado, y los volantes de política literaria por otro. La política, creo recordar, consiste en transformar la realidad y no en comentarla.
Y por fin están las campañas de los propios candidatos hablando en los programas de televisión, y los cortos publicitarios, sobre los cuales por ahora no voy a opinar.
La siguiente nota escrita por el titular del INTI, que proviene del Frente Grande, intenta propuestas pero también, acaso sin pretenderlo, muestra la desorientación que rige esta campaña.
Leemos en Tiempo Argentino de hoy:
     

ELECCIONES EN LA CIUDAD

Cuando la derecha tiene votos

Se trata de un cambio en las relaciones al interior de la sociedad, que coloque a los sectores de clase media en condiciones de aumentar su involucramiento. 
 

En más de 80 años de historia política argentina, una propuesta conservadora o reaccionaria explícita nunca ha podido ganar una elección relevante, salvo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con Mauricio Macri. Tal vez el único caso que se le acerque es la reelección de Carlos Menem en 1995.
Sin embargo, si bien en ese momento ya se había lastimado de gravedad al Estado y dilapidado el esfuerzo de generaciones, la propuesta no se centró en principios liberales. Más bien, se dirigió a crear
el miedo de amplias capas medias por perder su consumo, que era financiado por el endeudamiento externo en la Convertibilidad. En última instancia, la figura de Carlos Menem, a diferencia de Mauricio Macri, estaba instalada como la de un liberal converso, o lisa y llanamente un traidor, más que como un reaccionario asumido. 

Con el actual jefe de gobierno en la CABA es distinto. Más allá del márketing y del cotillón, sus reflejos son conocidos, a esta altura, y cada una de sus frases, políticas o no, identifican una forma de ver la vida, que por lo visto convoca a mucha gente de la Ciudad para votarlo.
No se trata exclusivamente de contar con la adhesión de un sector cuya pertenencia se identifica por sus bienes y su poder económico concreto. Además, suma a una fracción relevante de la clase  media. Esto necesita una explicación.
Se trata de una clase media que vive en una ciudad europea, de un país periférico. Quiero decir: en una ciudad donde esos compatriotas disponen de una infraestructura física, con tejido cultural, con continente educativo y de salud, que les permite ignorar o desentenderse de que en algunos otros lugares de la misma ciudad hay 200 mil personas con necesidades básicas insatisfechas y allí nomás, en la provincia de Buenos Aires, hay 2 millones en similares condiciones.
Esa clase media vive bien y reclama de un gobierno lo que podríamos llamar gestión municipal: limpieza, servicios y seguridad. No reclama cambios sociales, más bien se puede decir que les teme,
cuando levanta apenas el velo sobre la pobreza de los otros y pasa a pensar en términos reaccionarios, suponiendo que el bienestar no alcanza para todos. 

Hay dos caminos “simples” e inmediatos para comunicarse con esa población, desde una mirada progresista y en un tiempo electoral:
a) Imputarle su lógica antisocial y apelar a mandatos éticos. Mi opinión es que de ese modo se consolidaría su apoyo a la derecha.
b) Sostener que aquel a quien eligieron, no es un buen gestor. Recordar las promesas del reaccionario y demostrar que no las cumplió. A mi criterio esta es una variante que termina jugando el partido en el campo que la derecha define
Debe haber un tercer camino. No creo que esté muy analizado y por lo tanto tampoco diseñado, pero pensar desde el escenario que construye la derecha no parece una solución para integrar la Ciudad al país.
 El resultado a lograr es conceptualmente muy superior a construir muchos kilómetros de subte o tapar todos los baches en tiempo y forma. Es construir puentes entre cierta clase media porteña satisfecha consigo misma y el resto de la sociedad. 
El desafío de fondo es cambiar sin asustar.
Esto implica, a mi criterio, trabajar en dos frentes bien diferenciados.
Por un lado, la batería de acciones para mejorar las condiciones de los más necesitados. Además de ser eficiente, este menú debe poder demostrar a la clase media que gana con el bienestar del otro, que ese cambio no se hace a expensas de ella. No sólo gana porque desde una óptica conservadora mejorarían sus condiciones de seguridad. Gana también porque más compatriotas con algo por lo que vivir generan más oportunidades de trabajo, de construcción colectiva, que inevitablemente llevan un beneficio a quienes están dentro del sistema, sea produciendo o sea brindando servicios.
Por el otro lado, se deben considerar iniciativas menos tradicionales, que apunten a cambiar estructuralmente la forma en que muchos individuos de la Ciudad se relacionan con sus semejantes. Iniciativas que construyan vínculos donde antes había indiferencia o hasta confrontación.
Algunos ejemplos muestran la idea.
En lugar de licitar una suerte de servicio permanente de refacción de escuelas, generando un negocio de casi 400 millones de pesos para empresas con una oficina y un teléfono, como acaba de hacer el actual gobierno de la Ciudad, se podrá crear –y corresponderá prometer– consejos voluntarios de escuela, que armen los planes edilicios, consigan los presupuestos y administren el dinero de las refacciones, lugar por lugar.
Lo mismo debería suceder con los hospitales, implementando además una red de atención médica que dé seguridad de atención a los que disponen de prepagas y quienes no, con un sistema de seguro de salud especial.
En las comunas, deberán preverse espacios de debate, análisis conjunto y decisiones compartidas para toda la infraestructura urbana y para los residuos domiciliarios.
Como se ve, no se trata de variantes técnicas de una gestión conservadora. Se trata de un cambio en las relaciones al interior de la sociedad, que coloque a sectores de clase media en condiciones de aumentar su involucramiento, pero con el deber de participar de decisiones que cortan verticalmente al tejido social.
La derecha ha obtenido una victoria electoral en la Ciudad de Buenos Aires hace cuatro años y mantiene un caudal importante de votos, porque sus votantes se han encuadrado con cierta naturalidad en esa mirada. Parece obvio, pero sin embargo esto es tenido poco en cuenta al momento de pensar una propuesta electoral.
La solidaridad con el sur de la Ciudad puede no ser suficiente motivo para que el cómodo norte cambie su voto. Las deficiencias de gestión tampoco lo son, si es que esos votantes pueden temer que los recursos serán derivados a atender a otros sectores sociales con los que no se sienten comprometidos.
Tal vez la llave sea mostrar que los recursos alcanzan para todo lo necesario; que beneficiar a los humildes también mejora a las capas medias y que hay formas de administrar el colectivo de una ciudad orgullosa de ser “europea”, que permiten hacer a cada uno mejor dueño de su propio futuro.
En cualquier caso, se peleará con armas propias, en una situación que la política progresista conoce poco: confrontar con una derecha que tiene votos que la respaldan.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta nota es insólita y hasta da un poco de pena: "Debe haber un tercer camino". Si escribe para decir eso, mejor que se calle la boca.
La otra cuestión es la tendencia a la hipérbole. No se puede hablar "del habitante de Buenos Aires". Si las encuestan no se equivocan, para la segunda vuelta Macri le gararía a Filmus por tres o cuatro por ciento. Esto significa una división en la sociedad, que se vuelve en contra nuestra porque macri llega mejor a los ectores de más bajos ingresos y nivel cultural. La zona donde peor nos va a ir será el sur de la ciudad, donde la mayoría de la gente piensa que la gestión de Macri es buena. Pero como eso mismo parece que ocurrirá en Santa Fe, hay ahí una cuestión ideológico cultural.
Sea como sea, no se puede pretender que en una campaña electoral se llene el vacío de política de por lo menos los últimos cuatro años.

Daniel dijo...

La verdad, me quedo tranquilísimo...
Está muy bien tu descripción Jorge. Pesimista pero realista.
Pero acá:
"no han logrado hasta ahora convertir esta campaña en una discusión sobre la gestión de Macri"
Cada vez que Filmus aparece en algún programa hace un despliegue interesante de como va a abordar cada problemática. Bastante concreto te diré.
La verdad que es una situación incómoda igual toda esta campaña. Estamos más -lo reconozco- por esperanza que por realidad.

Moscón dijo...

La desorientación viene a través de dos carriles,la tardanza del candidato en ser tal(cosa que a pesar de estar consustanciado en problemas centrales le resta capacidad de campaña),y una aparente atomización del electorado,(como una especie de no saber que música les gusta); arenas movedizas difíciles de identificar.

Anónimo dijo...

A eso le sumo la ausencia del partido Justicialista que en la CABA no se sabe cual juega y es cierto la campaña es una suma de voluntades, pero donde está el partido?
Igual se está sumando, es la primera vez que el peronismo tiene representación y militantes en Salud de la ciudad, y les aseguro que por muchos años dije ¡donde están!Lola

Jorge Devincenzi dijo...

Por ahi, alguien me dijo que escribo como el enemigo o que soy el enemigo por decir lo que digo. Le respondo con una frase de Verbitsky, hoy en Pág.12:"...además de la voluntad y de la entrega es imprescindible el pensamiento propio, la crítica y la autocrítica, que no hay que ser complaciente con los compañeros ni autoindulgente, que no debe aceptarse nada a libro cerrado, ni olvidarse la dimensión de los afectos para convertir a nadie en una fría máquina de nada".

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