Escribe: Teodoro Boot
Ante el
escribano José Victoriano Cabral, el 23 de enero de 1869 se formalizaba la
donación de una casa al prócer porteño Bartolomé Mitre, general, historiador y
periodista, que tres meses antes había finalizado su período presidencial. En
representación de los donantes actuaron Ángel María Méndez, Mauricio Pennano y
Juan José Méndez, justificando el “homenaje” en que la actuación de Mitre en el
gobierno había permitido “a los
hombres industriosos dar impulso a sus trabajos y vuelo a sus operaciones”.
La
“actuación” a que los industriosos Menez y Pennano se referían era a la guerra
contra Paraguay, a la que el gobierno de Mitre se había sumado en 1865,
poniéndose él mismo al frente del ejército aliado.
Ya en
1866 Natalicio Talavera publicaba en “Crónica de la guerra”, fechada en
Campamento de Paso Pacú, que “Lanús,
socio del presidente Mitre, es proveedor general del ejército”.
Se
refería a Lanús Hnos, regenteada por Anacarsis Lanús, uno de los contratistas
que levantaron fortunas inmensas durante la guerra del Paraguay. Las
transacciones habían sido tan provechosas que los militares brasileros acusaron
a los argentinos por la prolongación de la guerra con el oculto fin de proseguir con sus “negocios”. La acusación se
fundaba en la muy deficiente conducción del ejército aliado mientras fue
ejercida por Mitre, pero, en favor de la verdad, debe puntualizarse que su
impericia era involuntaria: en toda su carrera militar, Bartomomé Mitre no
triunfó ni en una sola batalla. Era, a su manera, a su extraña manera, un
general invicto.
Sin
embargo, las sospechas brasileras no eran descaminadas.
El 17 de
marzo de 1869, a un año casi exacto de que fuera a terminar la guerra contra el
Paraguay, Domingo Faustino Sarmiento, sucesor de Mitre al frente del Poder
Ejecutivo, escribía a Mariano Sarratea: “...su
casa [de Mitre] fue negociada por agentes y obtenida la suscripción de los
proveedores que mediante despilfarro de la rentas han ganado millones, como
Lezica, Lanús, Galván, que al fin costearon casi en su totalidad...” (El
Mercurio, Valparaíso, edición especial del 12 de septiembre de 1927).
Dos décadas después, en 1890, Carlos Alfredo D´Amico, gobernador de Buenos Aires entre 1884 y 1887, publicó con el pseudónimo “Carlos Martínez” el best seller de época Buenos Aires, sus hombres su política, en el que daba algunas pistas sobre las razones de la gratitud de los hombres industriosos al sostener que durante la administración de Mitre “sus empleados han llevado el abuso hasta la más escandalosa exageración (…) se robaban hasta las cajas de cirugía del ejército”, pero admitiendo que el invicto general “no participaba en manera alguna, al menos en forma directa, de aquella arrebatiña”. Sin embargo, para D´Amico, “la moral del ejército empezó a bajar cuando los proveedores, cuyas fortunas insolentes se habían hecho a la sombra de Mitre, le regalaron a éste la casa en que hoy está la opulenta imprenta del diario La Nación”.
Al tiempo que los porteños se conmovían por la revelación de turbios negociados de guerra, una sociedad anónima integrada por los señores Bartolomé Mitre, Rufino de Elizalde y los industriosos proveedores de guerra Anacarsis Lanús, Cándido Galván y Ambrosio Lezica, se hacía cargo del periódico La Nación Argentina, fundado por José María Gutiérrrez, que de ahí en más y bajo la dirección de Bartolomé Mitre, pasaría a llamarse simplemente La Nación, una verdadera tribuna de doctrina.
Dos décadas después, en 1890, Carlos Alfredo D´Amico, gobernador de Buenos Aires entre 1884 y 1887, publicó con el pseudónimo “Carlos Martínez” el best seller de época Buenos Aires, sus hombres su política, en el que daba algunas pistas sobre las razones de la gratitud de los hombres industriosos al sostener que durante la administración de Mitre “sus empleados han llevado el abuso hasta la más escandalosa exageración (…) se robaban hasta las cajas de cirugía del ejército”, pero admitiendo que el invicto general “no participaba en manera alguna, al menos en forma directa, de aquella arrebatiña”. Sin embargo, para D´Amico, “la moral del ejército empezó a bajar cuando los proveedores, cuyas fortunas insolentes se habían hecho a la sombra de Mitre, le regalaron a éste la casa en que hoy está la opulenta imprenta del diario La Nación”.
Al tiempo que los porteños se conmovían por la revelación de turbios negociados de guerra, una sociedad anónima integrada por los señores Bartolomé Mitre, Rufino de Elizalde y los industriosos proveedores de guerra Anacarsis Lanús, Cándido Galván y Ambrosio Lezica, se hacía cargo del periódico La Nación Argentina, fundado por José María Gutiérrrez, que de ahí en más y bajo la dirección de Bartolomé Mitre, pasaría a llamarse simplemente La Nación, una verdadera tribuna de doctrina.
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