Llamen a un mecánico
Teodoro
Boot
Una
conferencia de prensa y un discurso marcaron el tono de lo que serían los más o
menos primeros cien días del gobierno de Cambiemos.
La primera
vez que quien esto escribe oyó hablar de los “primeros cien días” como un
elemento significativo fue en 1984, pero puesto que uno es medio desatento, tal
vez el desde entonces mítico plazo, hubiera sido establecido mucho antes.
Como sea, el viernes 23 de marzo de 1984,
coincidentemente con el octavo aniversario del último golpe militar, la Unión
Cívica Radical llamó a una concentración que, con la consigna de “Cien
días de gobierno por cien años de democracia”, colmó la Plaza de Mayo y sus
alrededores de un modo en que no ocurría desde los tiempos del último gobierno
peronista http://www. archivoprisma.com.ar/registro/ cien-dias-de-democracia- movilizacion-sobre-plaza-de- mayo-1984/.
No obstante
la derrota legislativa del oficialismo sufrida a raíz de la extemporánea “ley
Mucci”, teñida de sordo revanchismo “gorila” y que tanto daño acabaría por
provocarle, un todavía potente y muy popular Raúl Alfonsín llamaba
a la unidad de las fuerzas nacionales y populares, insinuando la creación de un
“tercer movimiento histórico”, hipotética síntesis del yrigoyenismo y el peronismo.
Desde esa
primera oportunidad en que Alfonsín llegaba a sus primeros cien días en alza,
con creciente popularidad y estableciendo una diferenciación con un pasado
compuesto de minoritarios militares y banqueros, los primeros cien días de los
siguientes presidentes los encontraron en pleno proceso de creciente estima
popular. Todos, desde luego, culpando de sus problemas a su predecesor.
Los bastante
menos que primeros cien días del gobierno de Mauricio Macri vienen a coincidir con la inauguración del período
de sesiones del Congreso, pero la nota significativa, más que su previsible
discurso, la dio el día anterior la conferencia de prensa del ministro de
Hacienda Alfonso Prat Gay.
Ojo con el cuco
De la
conferencia del ministro pueden extraerse dos conclusiones centrales: la
necesidad de recurrir al endeudamiento externo, basada en la afirmación
del
propio ministro de que eso es necesario. Y la amenaza –no muy velada– de
que si
los legisladores no aprueban las propuestas de su “equipo”, se verá
obligado a aplicar (o a recurrir a otro equipo que aplique) un ajuste en
términos mucho
más abruptos.
Fuera de
que en ningún momento ni Prat Gay ni ningún miembro de su equipo ni del otro,
el “duro” (encabezado presumiblemente por Carlos Melconián) consiguieron
explicar por qué el “ajuste” era necesario más que recurriendo a consignas
ideológicas, su extorsiva exposición inevitablemente recordó el extrañísimo
argumento por el que el Partido Comunista apoyaba a la dictadura de Rafael
Videla: había otra peor, acechando, por si esta fallaba, de manera que era
imprescindible no ponerle palos en la rueda a la de Videla, ¡que era democrática!
Las
verdadera razón de la dirección del PC argentino era apoyar a la facción
militar que sostenía la conveniencia de vender cereales a una Unión Soviética
comercialmente bloqueada por la administración estadounidense. De similar
manera, las razones de Prat Gay son las del empleado de un banco que necesita
dar créditos para que su patronal pueda seguir haciendo negocios.
No existió
nada más consistente que eso en las explicaciones y amenazas en el transcurso
de su conferencia de prensa en las que presentó como un triunfo un acuerdo con los
fondos buitre basado en la aceptación de todo cuanto los fondos buitre exigían.
Y aún más, como el pago al contado, siendo la quita del 25% aplicada únicamente
a intereses y costas judiciales, no al capital, con lo que resulta
exageradamente inferior al 25% anunciado y al –en el peor de los casos– 65%
conseguido en los canjes anteriores. El tema queda claro apenas se ve que para
pagar los alrededor de cien mil millones de dólares de los
canjes 2005-2010 fue necesario emitir bonos por 30 mil millones de dólares, en
el gran triunfo obtenido por el gobierno de Cambiemos, se emitirán bonos por 25
mil millones para pagar un canje de 8 mil quinientos millones.
Queda por
ver, además, de qué modo podrá incidir este acuerdo en los eventuales reclamos
del 92% de los acreedores que, mediante el alquiler de otro juez Griessa, puede incrementar instantáneamente
la deuda en 500 mil millones de dólares.
Todo sea
por salir del default y volver al mercado de capitales –aseguró el ministro–,
porque sin crédito externo no puede haber crecimiento económico.
¿De qué
extraño modo, sin créditos del mercado de capitales, la economía argentina pudo
crecer a tasas superiores al 7 por ciento anual durante una década?
Consistencias y sustentabilidades
Es difícil
saber cómo serán las cosas dentro de veinte días cuando se cumplan
efectivamente cien días de gobierno. Algún que otro analista político cree ver
“sustentabilidad” y “consistencia” en la política económica del nuevo gobierno.
Se trata de una alucinación, evidentemente: ninguna de las medidas tomadas
hasta ahora dio el resultado que supuestamente pretendían tener.
El
“supuestamente” viene a favor de las autoridades económicas, ya que cabe la
posibilidad de que no sean tan ignorantes como parecen sino más mentirosos de
lo que puede creerse. Por ejemplo, el ministro Prat Gay sostuvo una y otra vez que
el levantamiento del cepo no provocaría una corrida bancaria ni que la
devaluación incidiría en los precios, puesto que estos estaban fijados según el
valor del dólar “blue”. Cualquier productor, importador o comerciante podría
haberle explicado que esto no era así, pero el ministro deambula por las nubes
de Úbeda, donde el trigo no tenía retenciones ni se exportaba a razón de 9,40
dólares, y en las que los aumentos en las tarifas eléctricas equivaldrían a
“dos pizzas”. Vaya uno a saber dónde compra las pizzas el ministro: las
facturas de numerosos talleres gráficos han pasado de 2000 pesos bimensuales a
7 mil pesos mensuales, diferencia con la que hasta el ministro podría comprar más
de dos pizzas.
Como efecto
inmediato de la devaluación y la simultánea eliminación de las retenciones, un
dólar a 13,50 provocó un incremento del
precio de las harinas de un 95%. Durante enero, con un dólar ya a 14,50, el
precio subió un 120%, y a 80 días de la asunción del gobierno de Mauricio
Macri, lo que antes de la devaluación se pagaba 6,6 (9,4 del valor del dólar menos un 30% de
retenciones) hoy, sin retenciones, se paga 16, que, hasta este momento, es el valor de
la divisa norteamericana: un incremento de más del 150%, que no se ha
trasladado directamente al precio del pan, por ejemplo, que aumentó apenas un cien por ciento, pues los
panaderos optan por reducir sus márgenes de ganancia. Esta contención del
precio del pan no podrá prolongarse demasiado tiempo, toda vez que las
panaderías que hornean a electricidad ya han comenzado a recibir las nuevas
tarifas, mientras que las que lo hacen a gas aguardan el correspondiente aumento
y simultánea quita de subsidios.
Pero el
ministro aseguró una y otra vez que lo que ocurrió, no ocurriría. Y si lo
apuran, que ni siquiera ocurrió.
Inflación y costo laboral
El ministro
Prat Gay aseguró también que no bien la devaluación tuviera lugar ingresarían
al país ingentes capitales, y que en cuanto las retenciones fueran eliminadas,
las cerealeras inundarían la plaza con 400 millones de dólares diarios. Como ya
es habitual en él, nada de lo que supuso o anunció, ocurrió.
Por mucho
menos, el presidente de Boca puso al Vasco Arruabarrena de patitas en la calle Pinzón, y eso
que Prat Gay no sólo no ganó ningún campeonato sino que ni siquiera tocó una pelota en un
picado de barrio.
Según Prat
Gay, el equipo económico de reserva, los periquitos repetidores y los variados
oficialismos light surgidos al calor de las billeteras del nuevo oficialismo, los
problemas argentinos son dos: la inflación y el alto costo en dólares de los
salarios.
En primer
lugar, suena raro eso de reducir la inflación por medio del aumento de los
precios de los alimentos, las tarifas de los servicios, los peajes, los
transportes, la energía, los combustibles y cualquier insumo importado o de
exportación. Que el presidente entienda el fenómeno a la bartola, no es
sorpresa, si hasta ha dicho que “la inflación es mala porque provoca el aumento
de los precios” (SIC), pero ya es serio que lo piensen cosos que se han
graduado de economistas presumiblemente sin sobornar a las mesas examinadoras,
aunque nada es seguro en estos mundos de Dios.
La teoría del valor según el Pro
Lo explicó
con inusitada claridad el ministro de Trabajo Jorge Triaca aplicando la Teoría
del Valor según la interpretación de Carlos Marx, pero al revés.
Marx
introdujo en la teoría del valor la noción de plusvalía, que vendría a ser la
parte del trabajo no pagado al obrero, en tanto su salario está
por debajo del valor de cambio de lo que produce. Para el sistema capitalista,
el salario debe ser el necesario para satisfacer lo que el obrero requiere para
no morir de hambre y seguir produciendo. Y no más. La diferencia entre el
salario que percibe el trabajador y el dinero que representa su esfuerzo
laboral queda en manos del empleador: se
trata de un valor adicional, un plusvalor
que no forma parte de ningún otro componente del proceso productivo. El “costo
laboral” sería entonces la diferencia entre el costo de subvenir las
necesidades básicas y lo que efectivamente puede recibir el trabajador mediante
la puja distributiva, que le permite comprarse un celular, ir de paseo, pagar
la cuota de un auto o comer una de las pizzas de Prat Gay.
Para el ministro de Trabajo,
eufemismo por el cual en los últimos 80 días se conoce al representante de las
patronales, el “costo laboral” argentino es demasiado alto, aunque,
curiosamente, lo afirma sin tomar en cuenta la plusvalía que su labor genera,
sino comparándolo con los salarios de los trabajadores de los demás países
periféricos. Se desconocen las razones por las que, en tren de comparación, si
de relacionar se trata, por qué no se relaciona el costo laboral argentino con
el costo laboral francés, español o norteamericano.
Pero antes de proseguir
convendría terminar con la teoría del
valor según Marx, para quien la apropiación de la plusvalía por parte del
capital es el nudo de la explotación de los seres humanos por parte del
capitalismo. Para Marx, el capital puede incrementar su nivel de explotación
mediante la extensión de la jornada laboral (lo que llama plusvalía absoluta) o
reduciendo el valor que cobra el trabajador por aportar su fuerza de trabajo
(la plusvalía relativa).
Según los nuevos gobernantes
el costo laboral argentino es demasiado elevado para tener una “economía
competitiva”, por lo que se proponen incrementar tanto la plusvalía absoluta
como la relativa. Parece ser que recuperar la competitividad es fundamental:
según estos mismos cráneos que no alcanzan a ver relación entre el valor del dólar
y los precios de los alimentos, la dificultad de colocar los productos argentinos en el exterior proviene de costo laboral
y no de la recesión internacional, por lo cual se proponen hacerlos
competitivos.
Que la búsqueda de competitividad
es un cuento chino destinado a reducir la
participación de los asalariados en la distribución de la renta nacional, es
que mientras se pretende aumentarla bajando los salarios y no mediante el
desarrollo tecnológico, la reducción del margen de ganancias o la mayor
inversión, se aumentan TODOS los demás costos: energía, insumos, fletes,
intereses bancarios, etc.
Tenemos así la paradoja de
que al bajar los salarios y aumentar todos los demás costos, no sólo no se
aumenta la competitividad –ya de por sí relativa debido a la reducción del
mercado internacional– sino que se deteriora el mercado interno, en tanto la
combinación de aumento generalizado de precios y baja de salarios reduce la
capacidad adquisitiva de los asalariados y, en consecuencia, de los
comerciantes que viven de esa capacidad adquisitiva, y así sucesivamente. La
recesión a la que estas políticas nos lanza ya está en puerta, y se agravará
con lo que el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger, llama la “restricción
monetaria”: el “secar la plaza” (en criollo, dejar a la gente sin plata) es el
método infalible para bajar la inflación. Y lo es, del mismo modo que el medio
más efectivo de bajar la fiebre consiste en matar al paciente.
Curiosamente, para este
empleado del FMI, el tercer factor distorsionante es el déficit fiscal que se
arreglará expulsando empleados públicos y paralizando las obras de
infraestructura. ¿No se le ocurrió pensar que hubiera sido más fácil mantener
las retenciones a los granos y las mineras?
Desde el jardín
En este y otros sentidos, el
discurso presidencial careció de novedades: anunciar la necesidad de hacer lo
que el propio gobierno se rehúsa a hacer ya es un tópico del que el presidente
abusó durante sus ocho años al frente del gobierno de la ciudad de Buenos
Aires. El Pro no demorará en comprobar que los efectos de una gestión municipal
no tienen la misma envergadura que los de una gestión nacional: las campañas
publicitarias no conseguirán superar la amarga experiencia de afrontar cada vez
mayores gastos con cada vez menor poder adquisitivo.
No obstante las
complicidades de los grandes medios y los espejismos en que se mueve, el martes
1 de marzo el presidente Macri tuvo una primera aproximación a la realidad. Fue
cuando debió abandonar su proyectado desfile por Avenida de Mayo como corolario
de su primer mensaje de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, y
salir por la puerta trasera del edificio. Es que la realidad irrumpió en la forma de una
nutrida columna de la Asociación Bancaria
que ocupó y luego desfiló por el camino preparado para que el lucimiento del
presidente.
Salimos ganando: la ejemplar
consigna de los bancarios era “Si lo tocan a uno nos tocan a todos”,
sideralmente alejada de la estrecha, mezquina, egoísta idea del struggle for life, del “me salvo porque te hundís vos” que buscan
imponer el equipo moderado de Prat Gay, el equipo duro de Melconián, el equipo sicótico
de Jorge Triaca y la entera filosofía del Pro, empezando por un presidente que
no alcanza a llegar a los cien días con, por lo menos, la misma popularidad que
al inicio de la gestión. Y esto no es culpa de nadie, más que del propio
gobierno.
Si así estamos a menos de
tres meses, cuesta imaginar la situación dentro de seis. Mejor llamen un mecánico,
a ver si los puede arreglar.
2 comentarios:
Hace casi 50 años que escucho que van a venir inversiones. Honestamente, quien a venir a poner un puto mango para invertir en que? Si alguien me lo explica se lo agradezco.
Un dia me pare y me dije. ¿ Porque mis padres pasaron exactamente esto muchas veces?Yo tambien lo he pasado muchas, y ahora se que lo pasaran mis hijos y descendientes. ¿ Porque en un pais tan rico vivimos asi? Desde que me hice esa pregunta, preste mas atencion a los discursos de los politicos y comprendi cuantas veces se venden y cuantas veses traicionan a su patria. No hay peor que un traidor, porque este tambien arrastra a miles de personas honestas a la esclavitud y dependencia eterna a otros emperadores del mundo. Espero que comprendan alguna vez los ciudadanos cuando votan, que el llamado marquetin es la forma( llamemos) elegante de estafar a la gente. (incluido todos los rubros). No crean en publicidades engañosas, investiguen antes de dar un paso!. Siempre!!!!!!!!!!!!!
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