lunes, 19 de abril de 2010

Cobos, en rumbo de colisión

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La reforma a la ley del cheque en el Senado terminará tarde o temprano en el veto presidencial por violar de modo manifiesto el artículo 75 de la Constitución Nacional. Si Diputados insiste en el trámite irregular, se estaría llevando al país a una crítica situación institucional.


Sería hasta cierto punto comprensible con un país sumido en algún tipo de caos económico o social. Pero aún reconociendo el problema real de la inflación, todo indica lo contrario. Quizás el tema de fondo no sea otro que la puja distributiva.

El poder real es consciente de que la votación atropella la constitución, pero los medios insisten en una idea simple: “La mayoría del Senado aprobó la reforma, el Gobierno dice que es ilegal”. No es la primera irregularidad mientras revive cada tanto el reclamo de una “seguridad jurídica” avasallada por sus propios defensores: una jueza de primera instancia, y luego la Cámara que debería haber revisado un acto ilegítimo, suspenden la aplicación de una ley de orden público; los abogados de Ernestina Herrera de Noble no respetan el trámite judicial más elemental. Los sucesivos fallos contra la ley de Medios producen un vacío jurídico en el que no rige ni esa ni la derogada. Los ejemplos podrían llenar una enciclopedia. En este esquema, el vicepresidente juega un papel central.

Si la ausencia de Cristina, de viaje por EEUU, hubiera prolongado la estadía provisoria de Cobos en la Casa Rosada, quizás habría resultado más fácil para Pichetto lograr mayoría en el Senado con el voto previsible del médico Pampuro en caso de empate.

Pero ese triunfo habría servido para colocar inmediatamente al vice como víctima y campeón moral ante el impreciso sector de la opinión pública que le es favorable. Tal situación hipotética era ideal como para ponerlo en la línea de largada de su carrera presidencial con apenas un gesto, ya de modo abierto y desembozado. Otra vez será.

Cobos se considera una víctima propiciatoria del kirchnerismo desde la sospecha (suya y de su entorno) de que Néstor Kirchner, quien habría ponderado uno a uno los votos senatoriales durante la discusión de la 125, lo empujó al no positivo para romper la Concertación, volver al PJ, y desarmar de paso al rejunte reunido en Palermo durante esos días –cuya columna vertebral era parte de ese PJ– y que incluía desde la guerrilla callejera de Castells hasta las legiones perfumadas de la Sociedad Rural.

Este imprevisto (incluso para el propio protagonista) lo convirtió, nunca lo hubiera imaginado el ex-rector de la UTN, en una de las esperanzas blancas del Grupo Clarín, vocero y verdadero conductor de la oposición, cuyo objetivo es construir un recambio que de marcha atrás con medidas que el poder concentrado considera inadmisibles, comenzando por la propia ley de Medios.

Pero en ese rol, su figura es ambivalente incluso para los sectores sociales que lo ven con cierta benevolencia: desde la debilidad evidente de su construcción política podría tomarse como valiente su enfrentamiento con el que considera un omnímodo poder presidencial, pero eso no alcanza para tapar esa manifiesta duplicidad que el kirchnerismo califica exageradamente como traición (un pecado reservado para los iguales) aunque entra cómoda en el típico doble discurso o la esquizofrenia. Las encuestas que encargó lo imaginan acompañando a Duhalde en Buenos Aires, a Binner en Santa Fe y a Macri en Buenos Aires, lo que pauta esa inconsistencia.

Porque fue elegido en la fórmula del Frente para la Victoria acompañando a la Presidente, y no en alguna de las varias alternativas opositoras. Y como tal, si considera que ese sector político en el poder no lo representa porque ya no es aquello que fue, tiene la obligación de dar un paso al costado. Salvo que pretenda que, al revés, fuera la Presidente quien debiera darlo, lo que nos pondría en el terreno del delirio.

Cabe preguntarse si acaso, en ese rol que le sirvieron en bandeja los medios concentrados, no termina siendo funcional al propio Kirchner, quien ha encontrado en el mendocino a un enemigo ideal que se va destruyendo a sí mismo.

Alejandro Gómez se alejó de Frondizi cuando consideró que este había cambiado su política petrolera, y desapareció de la política. Chacho Álvarez, luego de las coimas senatoriales, sin que esto incluyera una crítica a la ley exigida por el FMI para desarmar casi del todo las últimas conquistas sociales que quedaban en pie, y luego se recicló en la burocracia internacional.

Al dar por aprobada las reformas a la llamada “ley del cheque” en el Senado, Cobos parece haber entrado en una recta final, aunque por pura obcecación quizás insista en seguir disfrutando por un tiempo, incombustible, de la visibilidad mediática que le da su cargo.

Aunque muchos no atinen a verlo así, la oposición trabaja exclusivamente para escribir las tapas de los diarios. Menem no escapa a esa lógica. Quienes suponen que Kirchner le envió algún mensaje de benignidad judicial respecto de las causas en su contra, deben preguntarse si el gobierno controla al Poder Judicial. Con la evidencia palpable de lo contrario, Menem está suficientemente implicado en todas ellas como para que su inocencia entre en el terreno de lo onírico. La abstención resultó funcional a la oposición, porque generaliza la sospecha, y de inmediato Clarín lo entendió así, adjudicando el triunfo del gobierno a una maniobra oficialista. El riojano se prestó gustoso, sin ahorrarse un chiste a costa de Cobos, quien perdió otra oportunidad de jugar el rol de fiscal de la república perdida.

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