jueves, 4 de noviembre de 2010

"Megafón" Kirchner. Vivimos superando derrotas, eso


La muerte de Kirchner me ha sacado momentáneamente las ganas de escribir. No agregaría nada original a lo ya dicho, y prefiero subir lo que otros explicaron mejor y acaso con mayor autoridad.
Afortunadamente, mi actividad diaria permite refugiarme en la idea de que, por ahora, todo consistiría en que cada cual haga lo mejor,  y de (del verbo dar) lo mejor allí donde está, contribuyendo (desde su lugar, importante o no) a este proyecto en ciernes.
Ya se ha dicho que no vivimos celebrando victorias sino superando derrotas. Esa certeza constituye el pensamiento de quienes, habiendo vivido innumerables derrotas, seguimos creyendo en las victorias.
Era previsible lo que estamos viendo ahora: los medios inundados con las palabras de todos los carroñeros: desde Alberto Fernández a Chupete Manzano.
No alcanzo a ver diferencia entre los discursos de Mirta Legrand y Pino Solanas. Respecto a las opiniones de Carrió, o Grondona, o la de Nelson el neurólgo, en fin, si cada cual necesita un poco de veneno gratuito, que lo consuma si eso le sirve para reforzar su compromiso.
Algunos de nosotros, a esta altura del partido, ya no lo necesitamos.
Un ejercicio saludable sería situarse frente a este bombardeo discursivo, tendiente a generar caos y descreimiento, con el desprecio que en términos filosóficos planteaba el Calígula de Albert Camus.
Nosotros, efectivamente, sabemos que esta gentuza se disfraza de cordero pero son lobos. Y que, de tener nuevamente la oportunidad, nos aniquilarían, y no hablo en términos políticos. Nos aniquilarían en ese significado restringido: matar.
O sea, es preciso saber que aquí hablamos de nuestra propia supervivencia y de la supervivencia de una determinada idea de Nación posible, una Nación que, como el hogar, nos cobije a todos, que es lo que falta.
Sabemos que lo nuevo se construye siempre con parte de lo viejo. Lo viejo tiene algunos costados conocidos: nada de plantear que ahora que desapareció Néstor ha llegado la hora de unir al viejo tronco peronista. Pensar así es considerar que Kirchner era el obstáculo cuando en realidad condujo la posibilidad de cambio. Al revés, ya nada nos une con Duhalde y su banda.
Pero también estamos percibiendo otros costados menos conocidos de lo viejo, los de cierto progresismo de tradición antiperonista que ahora se pretende ortodoxia kirchnerista.
Confío más en Cristina que en el kirchnerismo. Y hoy y ahora, plenamente.
Nuestra Novia Celeste.

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