miércoles, 7 de septiembre de 2011

(II) Crece la polémica: ¿EEUU debería aprender de la Argentina?

Varios lectores, con razón, me han criticado por el desarollo del post anterior, entendiendo que no fui preciso.

Las relaciones de poder entre las naciones y la sobredeterminación del capitalismo financiero global habilitan o no el uso de recetas keynesianas en EEUU. En rigor, la mención del The New York Times es una metáfora, ¿pero una metáfora de qué?
Para EEUU, el mercado se define en términos globales. Su dirigencia no recurre a las medidas keynesianas no por imperativos ideológicos sino porque la estructura de poder económico en ese país requiere otra cosa. En la Argentina, al contrario, se viene de una larga etapa de continua retracción del mercado interno con el objeto de reducir el costo laboral, donde la financiación de consumo durante la convertibilidad con dólares adquiridos por el Estado fue un aspecto de ese mismo proceso.
La ideologización de la gestión estatal es un fenómeno típico de Argentina del pasado, o mejor, es típica de los países como el nuestro, donde los intereses de un sector del bloque de poder local coinciden con los (intereses) de los países centrales. Esa ideologización fue muy marcada con los Chicago boys adjuntos a Martínez de Hoz y a Cavallo, y también en los lobistas de la Ucedé de Alsogaray. No sucede lo mismo en  EEUU: el gabinete de Obama (que incluye miembros del equipo de Bush) es un ejemplo del pragmatismo con que se mueve.
Ese pragmatismo también se aprecia aquí como parte de la capacidad con que el Gobierno Nacional afronta con éxito la crisis global.
La reactivación del mercado interno puede encararse de distintas maneras: inyectando dinero en el bolsillo de los consumidores o, como sucedió con la convertibilidad y/o tablita financiera, repartiendo dólares baratos vía endeudamiento externo. Esta segunda alternativa tiene un final anunciado: el 2001.
Cierto keynesianismo aplicado hoy en Argentina es diferente del que se utilizó para reactivar la industria británica luego de la segunda guerra, en especial, porque Gran Bretaña era un país industrializado y Argentina no lo es sino hasta un cierto punto muy acotado.
Keynes no fue un benefactor de las clases bajas británicas, un Papa Noel o un Robin Hood, sino un miembro del partido conservador educado en Cambridge, la península intelectual de las clases dirigentes británicas.
Este ejemplo histórico habilitaría a suponer que la crisis de EEUU es similar a la que padecimos aquí en 2001, y por lo tanto merece un tratamiento parecido (medidas keynesianas). Se toma para ello un síntoma: el déficit de EEUU es -por lejos- el mayor del mundo, ascendiendo en la actualidad a 1,65 billones de dólares. Si nuestro problema fue la deuda, que produjo un déficit imparable, y terminamos en el 2001, es lógico -dicen- que la de EEUU estallara de modo similar aunque no se han visto desmanes, saqueos y muertos en Washington DC. La burbuja financiera de EEUU se generó por una revalorización desmedida y especulativa de los activos financieros, donde todo, incluso la producción industrial, la innovación tecnológica y en este caso, las hipotecas, es o son antes un activo financiero.
La diferencia, la gran diferencia, es que EEUU es una aspiradora de fondos (un solo ejemplo: los 140 mil millones de dólares fugados históricamente de Argentina están en el sistema financiero yanqui, a tasas cercanas a cero, pero seguros) y en 2001, Argentina ya no podía pagar las tasas crecientes con las que financiaba el consumo en dólares de la convertibilidad. Si un milagro divino hubiera permitido seguir la festichola, no dudemos, Argentina seguiría bailando la fantasía del uno a uno, un fantasma incestuoso que todavía sobrevuela la memoria de nuestra sociedad.
Para la escala global de las corporaciones productivas de origen norteamericano, la reactivación del mercado doméstico no es una solución. En rigor, la mejor medida keynesiana que podría aplicar EEUU es repartir dólares baratos en todo el mundo a cambio de un aumento global del consumo.
Por ejemplo, creando una AUH de 1500 dólares mensuales para los somalíes que hoy no pueden comprar un cuenco de arroz y mueren como moscas. O repartir en toda África retrovirales de bajo costo para combatir el HIV, fabricados por la corporación Pfizer con sede en Chicago o donde fuera que se domicilie.
¿Alguien cree que haría semejante cosa?
No, porque el tema no es la reactivación del mercado interno sino el poder mundial, si se reparte o no, y quién o qué país o países pagan la fiesta.

2 comentarios:

Daniel dijo...

Está muy bien.
Particularmente creo que no hay rebelión popular en EE UU por una cuestión cultural.
A los tipos le graban a fuego el asunto del Winner-Loser.
Si te fuiste al tacho es porque sos un perdedor. En semejante cultura individualista les dejan claro que es un problema de propia incompetencia y no del sistema.

Jorge Devincenzi dijo...

Sugiero leer atentamente cuál serà el destino de los fondos que Obama pide sean inyectados en la economía de EEUU, no nos confundamos

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