En el discurso que improvisó hace unos minutos, la
Presidenta se refirió al odio ciego que expresan algunos (todos sabemos
quiénes) contra el gobierno.
Es que Adrián Ventura, de TN, se mostró ofendido, victorianamente
escandalizado por la actitud de la embajadora Alicia Castro en Londres.
La diplomacia, dijo más o menos Ventura, es una cuestión
secreta y de largo plazo, y no se hace para el diario de mañana. Y la actitud
de la embajadora, dijo, fue vergonzosa. Ventura se ha sentido avergonzado de estar representado por una mujer (Alicia Castro) que defiende la postura argentina.
En definitiva, se puso del lado del embajador William Hague
y del gobierno británico como hace una semana de Rajoy, de Brufau y de cierto
ministro español (esto lo ocultó Ventura) procesado por lavado de dinero en las
Baleares, ese que nos amenazó con enviar la Armada Invencible.
Ventura es un verdadero caballero inglés. El amaneramiento
verbal de sus comentarios (que hasta Jorge Asís imita bastante bien) me
recuerda al de varios exponentes de la típica oligarquía argentina. Y quien se
sorprenda, debe recordar que hay una vieja oligarquía, la de los apellidos
fundadores de la patria mitrista (Anchorena, Martínez de Hoz, Duggan) como dijo
un amigo, cuya fortuna fue amasada con la entrañable bosta de caballo de los
ejércitos roquistas; y una nueva oligarquía, la que se fue conformando luego de
1955 y proveniente de posteriores etapas de inmigración: Gostanian, Menem,
Eurnekian, Ventura, Werthein.
Me pregunto si es odio (como dijo la Presidenta) lo que los
une. Es cierto que hay un odio gorila del que Lilita Carrió es su exponente más
ligado a la enfermedad mental crónica. Pero sospecho que en su fuero interno, Cristina
Fernández de Kirchner piensa (como peronista y no como Presidenta) que no es
odio, que no es odio sino puro y simple cipayismo.
“Cipayo” es un término fuera de moda. Incluso algunos de quienes lo
usan no conocen su origen otomano e inglés. Era la infantería de los ejércitos
coloniales, reclutados entre los nativos.
Sin embargo, no solo la infantería nativa (de las colonias,
luchando contra sus compatriotas) era cipaya.
Hubo y hay un amplio pensamiento cipayo. Rudyard Kipling fue un nacido en Bombay a quien se recuerda como un escritor inglés que veneró el colonialismo. Su novela Kim y el poema Gunga Din son apologías a la traición y de la supremacía blanca en India. Kipling no era natural de la India sino hijo de un oficial británico y una mujer inglesa. Y lo menciono porque el diario La Nación, donde escribe Adrián Ventura, jamás oculta su veneración retrospectiva y la nostalgia por el colonialismo inglés.
Hubo y hay un amplio pensamiento cipayo. Rudyard Kipling fue un nacido en Bombay a quien se recuerda como un escritor inglés que veneró el colonialismo. Su novela Kim y el poema Gunga Din son apologías a la traición y de la supremacía blanca en India. Kipling no era natural de la India sino hijo de un oficial británico y una mujer inglesa. Y lo menciono porque el diario La Nación, donde escribe Adrián Ventura, jamás oculta su veneración retrospectiva y la nostalgia por el colonialismo inglés.
“Cipayo” ya no está de moda.
Algunos dicen que, como cambiaron las épocas, es algo
anacrónico. No lo es. Por el contrario, como desde hace un tiempo estamos todos
juntos, confundidos y manoseaos, es necesario volver a distinguir, separar los
tantos.
Y no me vengan con lo de chauvinismo.
Y no me vengan con lo de chauvinismo.
La mía es una especie de discriminación positiva que es
preciso expresar en democracia: Adrián Ventura es un cipayo porque su
pensamiento está situado en el Imperio, forma parte de la extendida familia
antinacional, y su argentinidad se limita al pasaporte, documento que lo
identifica y domicilio registrado.
1 comentario:
Adrián Ventura. Androide. AMK80-2
Importado por Magnetto desde una fábrica secreta de Intel en Corea del Sur.
El otro androide es Edgardo Alfano. AMK80-7
Los nuevos modelos (uno destinado a reemplazar a Marcelo Bonelli, que es humano) no tienen defectos en la gesticulación y tienen capacidades empáticas. Entrarían en función a partir de 2014.
Traer a estos costosos androides fue motivado por la reticencia de algunos elementos periodísticos dentro del grupo Clarín a transmitir información textual del CEO.
Atenti
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