martes, 29 de mayo de 2012

Dónde hay un dólar, viejo Gómez


El mercado inmobiliario local ha caído entre un 10 y un 15% según cifras de la cámara respectiva. Las agencias de viaje no exigen ni exigieron dólares para contratar paquetes turísticos y pasajes al exterior. Morales Solá tuvo que reconocer ayer, frente al titular de la cámara que las agrupa, que “el problema son los dólares cash que uno lleva para gastar (fuera de los paquetes contratados y pasajes)”, es decir, una cuestión marginal. 
Al conductor no le gustó la explicación del titular de las agencias de viajes.
La situación no es crítica ni mucho menos, y la Argentina no puede girar alrededor de una cuestión marginal que los medios de comunicación concentrados han centralizado. 
La cuenta de reservas del Banco Central puede aguantar cualquier corrida, y no pueden tomarse los 48 mil millones como las joyas de la abuela, por cuanto en lo que resta del año se liquidarán los dólares de exportación del período. Por lo tanto, la entidad puede “darse el lujo” de perder unos cuantos millones si fuera necesario en función de los dólares que se liquidarán en los próximos meses.


Como decíamos en post anterior, ningún industrial bancarizado encontrará dificultad con las divisas que necesite para sus importaciones de insumos. Creer que la General Motors sale a buscar dólares blue para pagar las carrocerías que vienen de Brasil es una auténtica estupidez.
Lo que esconde esta campaña mediática que pegó en el antrum amoris de los sectores medios se llama presión para devaluar. Sin embargo, desde 2003 se opera sistemáticamente una devaluación administrada, determinada por el nivel de reservas, el ingreso de divisas al BCRA y el valor del real en dólares. 
Debemos reconocerlo en toda la línea: la Argentina marcha hoy detrás de la productividad de Brasil.
Sobre el por qué de esta presión para devaluar, coinciden varios actores: los industriales exportadores que redujeron sus ganancias por el aumento de los costos internos, y el sistema financiero en general que no ve con buenos ojos las últimas medidas tomadas por el gobierno contra el lavado de dinero y la reforma a la carga orgánica del BCRA. El sistema financiero no tolera ninguna clase de regulación. 
En la etapa 1947/1949, la burguesía industrial vio primero con buenos ojos el aumento de sus ganancias por la sustitución de importaciones que el gobierno alentaba, pero viró 180 grados cuando advirtió que tenía que compartir sus súper ganancias con las conquistas sociales de los trabajadores. Aquel pasado tiene similitud con este presente. 
Para entenderlo, hay que dejar de verlo con los ojos de los paradigmas construidos en la era de oro del capitalismo industrial, esa que coincidió con el Estado de Bienestar y que entró en crisis en 1973. Cuando se analiza la conducta de Perón en esa época (su retorno), este elemento debe formar parte de cualquier análisis. En Chile comenzaron a aplicarse las recetas neoliberales que imperarían en los 80 y 90.
Es más, me animaría a decir que el karma de la “burguesía nacional” como motor de la economía termina siendo otro paradigma que murió mucho antes, en la primera guerra mundial.
Debe tomarse como punto de partida la decisión de Nixon de acabar con la convertibilidad dólar/oro en 1971 y la inundación de petrodólares con la decisión de la OPEP en 1972/73, aquellos que iban a financiar las revoluciones del tercer mundo. Desde entonces, los activos productivos (reales) comenzaron a convertirse en activos financieros, el avance tecnológico acabó con los ciclos de Kondatriev y la producción de bienes abandonó su centralidad en favor de su financiación.
Hoy, los activos financieros están valorizados a cuatro veces de lo que representan su referencia real, los activos productivos. 
Vivimos la era de la Gran Burbuja.
Algunas estallan, otras estallaron y todas terminarán explotando tarde o temprano porque no se puede sostener un sistema económico con una actividad ficticia. Estalló la Argentina en 2001. A partir de 2007, los estallidos se produjeron primero en EEUU y luego en la Unión Europea. Los respectivos sistemas bancarios fueron “salvados” por los gobiernos con ingentes cantidades de dólares y euros sin respaldo, mal que les pese a los Redrados y Prat-Gays. De todos modos, que no tienen respaldo es un equívoco: el valor de esas monedas está resguardado por la productividad de sus economías, el poderío militar, el control cultural y el dominio tecnológico.
Así como Argentina estalló en 2001 cuando, por las tasas crecientes y el famoso “riesgo país”, no pudo seguir financiándose en dólares caros que no emitía, Grecia cayó por la pendiente con una deuda financiera equivalente a varias veces la argentina y un producto mucho más reducido. España vive un proceso similar originado en una burbuja inmobiliaria: se producen entre 140 y 150 remates diarios de viviendas hipotecadas que el acreedor no puede pagar mientras el gobierno de Rajoy sale a salvar bancos privados y las regiones se acercan a la cesación de pagos. Irlanda y Portugal sobreviven milagrosamente. La primera decidió hace una década especializarse en la producción de software (fue tomada como modelo para Argentina, luego de Taiwan por su bajo costo laboral) pero si una condición tiene esa actividad es su desterritorialización. La fabricación de software puede trasladarse fácilmente de Dublin a Nueva Guinea o a Trinidad-Tobago.
Pero no hay una “salida argentina” a esa crisis porque el problema de los países periféricos de la Unión Europea no es la crisis de su mercado interno ni existe en ellos una importante capacidad industrial ociosa.
Es una crisis financiera provocada por la revalorización especulativa de sus activos.
El mercado interno que reactivaría las economías nacionales de Europa no puede basarse en la producción de aceite de oliva, aceitunas, pasas de uva y ouzo (una especie de vermut griego). Tampoco el turismo es una salida, porque es una actividad muy sensible a los vaivenes financieros. Claramente, los europeos periféricos no pueden “vivir con lo nuestro” por cuanto su pertenencia a la Unión les ha dado un nivel de consumo del que ni griegos ni españoles piensan bajarse. Todo indica que a corto plazo volverán a sus monedas nacionales (ya existen los patacones andaluces).
Además, España tiene multinacionales (Telefónica, Repsol) que remesan utilidades hacia allá. También remesan utilidades hacia allá las principales empresas que actúan en nuestro país, incluyendo las de origen nacional: Techint (Luxemburgo), Bunge & Born (el Caribe), Grupo Clarín (Delaware). El hacia allá tiene aquí una connotación especial, porque todos esos destinos son paraísos fiscales.

El mercado negro de divisas en Argentina es marginal, aunque es cierto que existe un problema con la compraventa inmobiliaria. Habría que buscar un método de pesificación que conforme a todos, pero la costumbre de atesorar dólares no declarados es el sanctasanctórum de los sectores medios. Estamos viviendo uno de los últimos coletazos de la convertibilidad.
El valor de las monedas es una convención cuando no está convenientemente resguardado por la productividad de la economías, el poderío militar, el control cultural y el dominio tecnológico. Esa convención sería el precio que el gobierno considere más conveniente para el crecimiento de la economía. En la Argentina, ese precio del dólar está determinado por el valor de los commodities de exportación y los factores mencionados arriba.
Los sectores medios argentinos no se han empobrecido desde la etapa iniciada en 2003. Por el contrario, han mantenido o acrecentado su participación en el reparto de la torta. El gobierno nacional, entretanto, y éste personificado en la propia Presidenta, viene dando sobradas muestras de persuasión que sólo rechaza un reducido sector recalcitrante, el viejo gorilismo que ha hecho huella en la sociedad argentina.
La creación de necesidades artificiales en los mercados no responde desde hace décadas a la ley de Say. Uno repite un millón de veces que los niños no pueden vivir sin leche adicionada con calcio y hierro, y a continuación, millones de personas corren a buscarla en las góndolas. Uno repite un millón de veces "faltan dólares, faltan dólares", y de inmediato una multitud corre a comprarlos, los necesite o no. Primero son los medios, y el medio es el mensaje. 
El fantasma del mercado blue también es un a revalorización engañosa de los activos. Una vivienda en Buenos Aires no puede tener una cotización equivalente a las de Manhattan o Amsterdam. 
Pero los sectores medios argentinos insisten en verse con el cristal deformado del viejo país colonial. Dólares y ouzo para todos. 

1 comentario:

Barullo dijo...

Con los dólares blue habría que hacer lo mismo que con el canje de armas. Sin preguntar de dónde vienen ni pedir DNI, habría que cambiarlos a la paridad oficial hasta una determinada fecha y luego prohibir su uso en operaciones internas. Por supuesto, tampoco justificarían patrimonio, o sea que los pesos seguirían en negro, pero es una posibilidad, no?

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