Ironizando sobre la Marina gorila de la década de los 60, el
polemista Jorge Abelardo Ramos se preguntaba cómo esa fuerza armada acudía a la argentinidad cuando en sus uniformes sobresalía un pañuelo negro
al cuello en señal de duelo por la muerte del almirante Nelson.
Nelson es recordado como héroe nacional británico por haber
triunfado contra la armada napoleónica en Trafalgar (1805).
Se podría creer que son marinos argentinos. Pero no, son británicos.
En el pasado, las fuerzas armadas han sobrepasado nuestra
paciencia con su veleidad de considerarse anteriores a la Patria y herederos de
los ejércitos sanmartinianos. En el caso de la Armada, su desarrollo a
principios del siglo XX tuvo gran influencia británica así como el Ejército la
tuvo de la Prusia de la primera guerra mundial.
Primero es el equipamiento, los
instructores, y al final del camino, usted tiene un marino argentino que piensa
como un inglés.
La rendición del capitán Astiz en las islas Georgias (1982) es
un buen ejemplo, mínimo si nos atenemos a lo que sucedería después. Y no me
olvido del crucero Gral. Belgrano.
El honor inglés que invocaba la Armada se pudo apreciar
tempranamente en 1892, cuando la torpedera Rosales se hundió frente a costas
uruguayas: se salvó gran parte de la oficialidad incluyendo a su comandante, el
capitán de fragata Funes, y se ahogó casi toda la tripulación, encerrada bajo llave en el casco (por la oficialidad): los botes salvavidas no alcanzaban para todos.
Ese concepto de honor pudo confirmarse
décadas después, cuando el almirante Olivieri asumió el comando de la masacre
del 16 de junio de 1955, inicio del terrorismo de Estado en Argentina si es que
tuvo algún inicio. Olivieri sabía que el enemigo era el pueblo y que las
fuerzas armadas eran fuerzas de ocupación: lo había aprendido de sus
instructores británicos adiestrados en la sangrienta guerra de represión
localizada en Malasia.
Más tarde, fue el Ejército el que incorporó la doctrina
francesa mediante el general López Aufranc.
Luego llegó la dictadura. El honor británico de la Armada
tuvo sus insignes exponentes en un puñado de nombres que conocemos hasta el
hartazgo: Massera, Perrén, Rolón, Astiz, Acosta, Ricardo Cavallo, Chamorro,
etc.
En el cuello de este marinero argentino, el pañuelo negro en memoria del almirante británico Horatio Nelson, muerto en la batalla de Trafalgar, octubre de 1805.
Lo que ha sucedido con la fragata argentina en Ghana
demuestra, por lo menos, que los marinos argentinos siguen pensando en inglés.
Es probable que haya otras responsabilidades incluyendo la
ausencia de una doctrina militar nacional, pero que la Armada, sus profesionales, haya aceptado
hacer escala en un puerto de un país perteneciente al Commonwealth, con el cual
existen relaciones diplomáticas pero sin embajada en Buenos Aires, al cual
cualquier estudiante de diplomacia elemental identificaría inmediatamente por la
influencia que sobre él debe tener la city londinense (es decir, la banca), no
resiste el menor análisis.
O mejor, se explica por el pañuelo del almirante Nelson.
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