La construcción del sentido común está hoy, y cada vez más, a cargo de los grandes
medios de comunicación, y en esa construcción, el mundo virtual es un campo de
batalla no importa cuántos peros se
le atribuyan. La incidencia del mundo virtual tuvo mucho que ver con los
inciertos resultados de la ronda de preguntas de la Presidenta en Harvard. Me
atrevo a decir que aún sin mediar la operación de Durán Barba-Macri, las intervenciones
estudiantiles hubieran sido tan fantasiosas (en términos de lo real) y tilingas
como lo que fueron.
Repetidamente, Cristina llama a militar el sentido común
kirchnerista, que en mi opinión es el único camino abierto y disponible hacia
un sentido común nacional, es decir, un modo de ver nuestra realidad desde
nosotros mismos y no desde cualquiera de los espejos deformados que nos
proporciona el exterior, los Otros. Téngase en cuenta que esos Otros están
enfermos de universalidad, convencidos de que su pensamiento es único.
Lo verdaderamente difícil es elaborar nuevos consensos donde
la hegemonía sea ejercida por ese sentido común nacional. Y es difícil porque
ese “nosotros mismos”, ese pensamiento y esa acción situada desde nuestra
realidad, están cruzados en todas direcciones por retazos del pensamiento único
en todas sus variantes.
Lo que aqueja a Argentina es un problema cultural: en
efecto, muchos de sus sectores medios insisten en reconocerse en las recetas
que llevaron una y otra vez al país a la ruina.
Por eso, es preciso militar este sentido común en todos los
escenarios. Incluso en el mundo virtual, cuya centralidad está corroborada por algunos
de los signos más profundos de ésta época: el intento de apropiación y manipulación privada, corporativa
y anónima de la consciencia y el inconsciente de los seres humanos.
Esta es una lucha cuerpo a cuerpo, palabra por palabra. Militantes, a las cosas.
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