domingo, 3 de marzo de 2013

Badeni el constitucionalista


Se me repite en la actualidad que no debo anclarme en hechos pasados. Es relativamente cierto: dicen que lo mejor siempre está por venir. 
Pero no menos cierto es que si no entendemos bien qué es lo que sucedió, podemos repetir los mismos errores. Ya lo cantó ulabulabubu Lito Nebbia: "nos puede suceder la misma cosa"... 
Por eso voy a reiterarme en un hecho pasado que ya describí: para entender mejor el presente.
El primer consultado por TN para analizar el discurso presidencial de apertura de las legislativas fue Gregorio Badeni, quien opinó que Cristina iba contra el artículo 114 de la Constitución Nacional sobre el Consejo de la Magistratura, soslayando que el 120 pone en primer lugar “el interés general de la sociedad” sobre los corporativos o particulares o de casta.

Badeni defiende a la casta judicial, a los funcionarios que no quieren pagar Ganancias por, dicen, la intangibilidad de sus salarios. ¿Se acuerda de la intangibilidad de los depósitos?
Los defiende quizás por prejuicios ideológicos (es democrático que el Poder Judicial mantenga sus antidemocráticos y coloniales privilegios): sospecho que en primer lugar busca defenderse de ciertos hechos que pueden perjudicar su virtuosa carrera de constitucionalista.

Badeni viene con título nobiliario adjunto: es constitucionalista.
Cuando los dueños del Banco de Hurlingham estaban detenidos ilegalmente, durante la dictadura cívicomilitar, Badeni fue nombrado asesor de su intervención militar por el ministro de Justicia, brigadier Gómez.
Otro brigadier (Zoloaga), presidía la institución. Zoloaga estaba convencido de que el Banco era viable, o le convenía que así fuera, e intentó demostrarlo con cifras y balances; pero a pesar de ello, la entidad fue liquidada por decisión (orden de arriba) del vicepresidente del BCRA Christian Zimermann, quien entre otros argumentos, se escudó en su obediencia debida al contraalmirante Covas
Hombre de Massera, Covas, entonces presidente del BCRA, había participado en la Revolución Libertadora, durante la famosa amenaza de bombardear la destilería de Mar del Plata Luego, Menem le daría abrazo y beso a don Isaac.
Esa entidad, el Banco de Hurlingham, había formado parte del grupo Graiver y fue vendida, tras la muerte de David en un accidente de aviación, a los Chavanne, la familia que loteó Santa Clara del Mar. Luego, para capitalizar al banco, los Chavanne interesaron a los dueños de Industrias Siderúrgicas Grassi, de Rosario, quienes tenían las dificultades propias de toda industria nacional que apostaba a sobrevivir a un régimen anti-industrialista como el de Martínez de Hoz; por ello habían intentado asociarse con la metalúrgica santafesina Roque Vasalli. Esta empresa también fue liquidada durante la dictadura: era preferible importar la maquinaria agrícola: ¿qué papel tuvo John Deere S.A., de capitales yanquis, en el ultimátum al gobierno constitucional en 1975 del Consejo Empresario Argentino que presidía Martínez de Hoz?
La mecánica de traspaso del banco a sus nuevos dueños fue similar a la de Papel Prensa: un 10% de anticipo en papeles, y el resto, a pagar...
La intervención militar a la que asesoraba Badeni no como constitucionalista sino como consultor de intervenciones militares, conocía que los compradores de la entidad (los Chavanne, los Grassi) estaban detenidos ilegalmente, y los necesitaba así, detenidos, para saber sobre el Banco de Hurlingham.
Para que esos paracaidistas entre los que figuraba el constitucionalista Badeni pudieran administrar la entidad, había que conocer su cartera, sus contactos, sus verdaderos números, sus créditos, sus préstamos otorgados con o sin avales, su pasivo. También Lidia Papaleo, legítima heredera de Graiver, sufría persecución y cárcel pero esa es otra historia.
¿Y cómo se enteraban los tales paracaidistas de esa situación? 
Con la tradicional morosidad de las instituciones burocráticas: el oficial del Ejército en funciones de jefe instructor elaboraba por escrito las preguntas que se hacía a los Chavanne y los Grassi.
Esas preguntas eran despachadas a la Prisión Militar de Campo de Mayo donde los detenidos las respondían también por escrito, largas respuestas manuscritas (en ocasiones a oscuras, porque las luces se apagaban a las 20 horas). 
La letra vacilante y confusa de estas respuestas escritas a mano revelaba terror, enfermedad, tormentos y todo lo que se padece en una cárcel clandestina. Lo que merecía nuevas consultas por escrito de los paracaidistas entre los que figuraba Badeni, y nuevas respuestas.
Los interrogadores se desentendían de la salud física, psíquica y espiritual de los interrogados: era un negocio. Los presos eran trasladados cada tanto al Hospital Militar de Campo de Mayo, donde nunca se detectaba una afección más grave que pie de atleta.
Ese ida y vuelta oficinesco duró casi un año: pero en algún momento se descubrió que el método de indagatorias por escrito era demasiado lento.
Los empresarios en el poder requerían celeridad y decisiones. No se trataba de preguntas generales o ideológicas sobre la inmortalidad del cangrejo, sino interrogantes propios de especialistas bancarios, en finanzas, que estudiaban el desenvolvimiento y la viabilidad de la entidad.
En la etapa siguiente, para acelerar el trámite, los paracaidistas decidieron concurrir personalmente a la Prisión Militar de Campo de Mayo para acelerar (y perfeccionar) el traspaso, y ante ese nutrido y selecto auditorio, los presos ilegales, los Chavanne y los Grassi, vendados y golpeados, respondían, qué remedio quedaba.
Luego, cuando los asistentes consideraban satisfecha su curiosidad, los presos eran devueltos a sus celdas y recomenzaba el ciclo de interrogación y las “visitas”.

(Declaraciones de Marcelo Chavanne en la causa 13 a las Juntas Militares)

Creo que hoy en día, los Chavanne sobrevivientes son antikirchneristas. ¿Pero quién ha hecho por ellos más que este Gobierno?
Creo que, hoy en día, algunos de los descendientes de los Grassi (Renée y Luis Arnoldo fallecieron) siguen considerando a Martínez de Hoz un “caballero” incapaz de semejantes arbitrariedades
Luis Arnoldo había sido, desde los ’40, un pionero en la fabricación local de ferroaleaciones para endurecer acero[1]. Pero según el “caballero” Martínez de Hoz (y los que hoy lo substituyen) la industria nacional era ineficiente.
Hay que importar todo, menos las vacas y los cereales. Los autos, cuanto menos componentes nacionales tengan, mejor. El  mercado interno es demasiado reducido como para generar ganancias. Y así.
Pero nadie vaya a creer que tenemos asegurado el futuro, y que la cría de esa gente está definitivamente derrotada: reaparece con nuevos nombres y nuevos estilos.    
Fueron (los Chavanne y los Grassi) algunas de las muchas víctimas de la ley 20840, artículo 6° (subversión económica) derogada en 2002 por Duhalde (el FMI lo apoyaba) cuando los victimarios (Martínez de Hoz, Cavallo (dictadura), Cavallo (Menem), y nuevamente Cavallo (De la Rúa) corrían riesgo cierto de convertirse, ellos, en reos de subversión económica por los desastres que habían protagonizado desde 1976.
Badeni, el constitucionalista.



[1] Hasta fines de los ’90, Luis A., ya anciano, seguía batallando contra la desnacionalización de las minas de manganeso en Mendoza. El actual senador Sanz, en aquel entonces intendente de San Rafael, lo sabe.

2 comentarios:

Jorge Devincenzi dijo...

Vasallí estaba en problemas y era auxiliada por el Estado. Eso no nos debe sorprender; por la misma razón el 40% de las acciones de Acindar también estaba en manos del Estado.

Jorge Devincenzi dijo...

Magnasco, la empresa láctea de Hugo Biolcati, también tenía sus acciones en caución a favor de Estado, por deuda que había tomado la empresa. Se supo alguna vez cuánto pagó Biolcati por rescatarla?

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