domingo, 21 de abril de 2013

¡El negocio financiero es mío, mío!


Los ataques verbales contra Lázaro Báez, Cristóbal López y otros empresarios que son o pasan por kirchneristas, reproducen una conducta típica de la derecha argentina según la cual nadie toca ni critica ni menciona al poder económico tradicional, pero es preciso destruir rápidamente a los nuevos empresarios que empujan desde afuera para formar parte de ese poder. 
Todo el mundo da por hecho que Ernestina Herrera de Noble o Carlos Pedro Blaquier Estrugamou, para tomar dos ejemplos, son gente rica y poderosa, y que tiene derecho a hacer uso de su poder al que se considera una especie de manifestación del derecho natural o divino, donde la divinidad está puesta en el poder derivado de tener MUCHA GUITAAAAA.
Báez o López son advenedizos, son intrusos, son malandras, y probablemente han hecho sus fortunas con malas artes como si los otros las hubieran amasado sin infringir la ley. 
Ernestina o Blaquier Estrugamou son empresarios, ricos; ricos y cultos; ricos, cultos y famosos, lo que fuera. Y si se los cuestiona, es por envidia, no porque haya una crítica radical a su inmoralidad. Por ejemplo, en el sentido común dominante la apropiación de Papel Prensa no ha recibido toda la condena que merece.
Es visión sesgada es típica porque aparece siempre; sin embargo. tiene épocas donde es más visible, se verifica en superficie, es evidente.
Esta época, hoy, es una de esas donde aparece con mayor fuerza.
Sus voceros más locuaces son Elisa Carrió, la denunciante serial, y el grupo Clarín. 
En el pasado fue expresada impunemente por José Alfredo Martínez de Hoz, de donde puede concluirse que unas conductas autoritarias, propias de las dictaduras, sobreviven entre ciertos personajes y entre ciertos sectores sociales, aunque se disfracen, como hoy, de democráticos.
Elisa Carrió –con el grupo Clarín- persigue a los nuevos empresarios kirchneristas e intenta cubrir su honorabilidad con una nube de sospecha.
Con el mismo argumento de la honorabilidad, Martínez de Hoz impidió que nuevos empresarios se metieran en el negocio bancario porque la actividad financiera era privativa del poder tradicional, el de las familias patricias: los Shaw, Martínez de Hoz, Reynal, Ocampo, etc.
Los advenedizos a eliminar eran Grinspun, Saiegh, los dueños del BIR, del grupo Greco, del banco de Los Andes, del grupo Taub, todos los cooperativistas, todos los cercanos a Gelbard. 
No es casual que Saiegh pusiera en el directorio de su Banco Latinoamericano a un general Shaw y a un Pérez Tornquist: creía, ingenuamente, que con eso contentaba al poder tradicional.
Elisa Carrió y el grupo Clarín usan los mismos argumentos de Martínez de Hoz sobre poderosos con derechos adquiridos y advenedizos del poder económico. 

1 comentario:

Jorge Devincenzi dijo...

Si coincide cierta relación temporal entre las críticas a los advenedizos y el peronismo, eso algo significará. Y al revés, también habrá que encontrar una explicación cuando el poder económico tradicional y el poder político son lo mismo y el tema desaparece por arte de magia

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