sábado, 4 de enero de 2014

ECHEGARAY: NI UNA COSA NI LA OTRA



Echegaray volvió y habló.
Convengamos que no es dueño de la exquisita fraseología hueca de un Santiago Kovadloff. Ni de las ironías sutiles de un Jorge Luis Borges. Ni del lenguaje tan poco convincente, básico, infantil (si uno no adivinara las intenciones mortíferas que encierra) de un procesado Mauricio Macri, una Laura Alonso o cualquiera de los empresarios del Pro que se le ocurra agregar, como el procesado Federico Sturzenegger. Ni de los tropos seudometafísicos de una Elisa Carrió.
Pero Echegaray articula las frases casi tan bien como un Eduardo Aliverti aunque carece de esa modulación de bajo operístico, la principal cualidad del comparado.
Es sólo un recaudador de impuestos. Y de un recaudador de impuestos uno espera… que recaude bien esos impuestos.
No pueden pedirse peras al olmo. A esta altura de la vida he conocido suficientes contadores (los afectos a la microeconomía) como para no hacerme ilusiones sobre el uso exquisito del rico idioma castellano, algo menos práctico o utilitario que el inglés. Por otra parte, hay varios relatos literarios sobre recaudadores de impuestos de otra época como para que las ilusiones caigan un poco más abajo todavía. En la Edad Media, y todavía en la Modernidad, solían recurrir a toda clase de barbaridades para cumplir sus objetivos frente a contribuyentes reacios. Y es lógico que los contribuyentes sean reacios a pagar a un Estado que no reconocen como tal.
El propio Grupo Clarín tardó cuatro años en reconocer esta potestad estatal, la de situarse o intentar situarse por encima de los intereses particulares. Y lo hizo (y lo hace) a regañadientes: todavía no adecua la grilla de canales a lo dispuesto por el Afsca ni cobra lo estipulado por la ley.
Entre otras cuestiones, la Modernidad alumbró la supremacía de los Estados laicos frente a los intereses particulares.
Por demás, cuando el juglar Julio Bazán, en su pregunta cargada de intencionalidad, asoció a Echegaray con los años de espanto, algunos recordamos la imagen de una Ernestina Herrera de Noble brindando sonriente con un Videla igualmente sonriente luego de que las torturas a los Papaleo funcionaran como eficaz sistema de transferencia involuntaria de una empresa propiedad del Grupo Graiver. Debió callarse el cantor.
Y la “feroz golpiza” fue repetida por TN y canal 13 no menos de mil quinientas veces, como si hubieran existido mil quinientas golpizas, lo que contrasta brutamente con las imágenes de un Mauricio Macri esquiando en Aspen o Cortina D’Ampezzo mientras la ciudad ardía por una razón u otra, imágenes que no tuvimos la dicha de ver mil quinientas veces. Ni una.
Se tiende a creer que los amigos de Echegaray todavía le están pegando a los noteros de TN.
Lo extraño es que no haya imágenes de esas golpizas, cuando todos sabemos que los fotógrafos y camarógrafos, con sus artefactos siempre listos, no suelen manejar con soltura el lenguaje escrito y creen que una imagen vale siempre más que mil palabras. Y más en una ocasión como esa, donde el objetivo era Echegaray, y el objetivo estaba presente en el lugar, de lo que cabe concluir que los fotógrafos y camarógrafos entraron a él con sus dispositivos encendidos.
Una cámara brutamente desenfocada, o grabando el piso del restaurante con un fondo de gritos e insultos, hubiera bastado para convencernos un poco más de la “feroz golpiza”. Aunque la grabación se falsificara (si uno es malpensado) en un restaurante con manteles de papel en San Telmo.
Por demás, si mi compañera o pareja expresa su deseo de conocer Tandil, Jujuy, Salta, cataratas… o Río, estaremos siempre listos para cumplir el tal deseo o capricho, y que los vuelos de Aerolíneas Argentinas estén agotados no será obstáculo suficiente como para disuadirnos. Y si sólo quedan asientos en clase business de una aerolínea más cara, tampoco.   
Es que se tiende a creer que los empresarios argentinos suelen ser atildados caballeros británicos o se comportan como tales ante los micrófonos y las cámaras: sólo basta escuchar a Eduardo Buzzi o a De Ángeli para avivarse del error. Es que no se entiende bien qué separa a un empresario de un mafioso, o al menos, si no lo es, que tiene comportamientos mafiosos. ¿Usted qué diría, por ejemplo, de un Cristiano Ratazzi? Con los empresarios que tenemos, no son eficaces recaudadores de impuestos con el perfil de Juana de Arco, en el supuesto que la Juana de Arco real se parezca a la de las películas.

3 comentarios:

Nando Bonatto dijo...

Echegaray tiene la sangre de una babosa,lo de Bazan es inédito por lo provocador, pero el tema puede ser otro.
Echegaray no supo, no pudo o peor aun, como estoy casi seguro, transformar la AFIP-ADUANA en un organismo medianamente eficiente y no en el bruto engendro que es desde hace larguisimos tiempos

tatincito dijo...

Nando: Está claro que la evasión en Argentina es monstruosa. Según los que saben algo del tema llega al 60% de lo que tienen que aportar.

Para explicarme un poco mejor: de cada $ 100,00 que le tienen que pagar al Estado, se quedan con $ 60,00.

Eso no es fácil de cambiar, y yo no tengo datos que muestren que eso estaría cambiando de manera significativa, pero me llama la atención un pequeño detalle:

Esta re-burda operación mediática en contra de un funcionario aparentemente ineficaz.

¿No será que empezó a tocar teclas que no debe?

Un abrazo.

Moscón dijo...

Me imagino a Cormillot con una obesidad mórbida de digamos unos 150 kilos hablando de dietas y régimen, mientras putea a unos papparazis indiscretos.

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