El monumental aumento de las tarifas eléctricas
domiciliarias en el Gran Buenos Aires es un anticipo de lo que espera a
Argentina en el futuro. El pueblo a veces se equivoca.
Sobre la excelencia a
la que se refirió ayer el actual ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren
relataré algunos hechos, entre personales y políticos,
capaces de ponerle un marco más o menos completo al tarifazo anunciado.
Aranguren puede dar múltiples falsos argumentos que sólo convencerían
a un incauto.
Doce o trece años atrás tenía mi domicilio en Pavón al 3000,
entre Urguiza y La Rioja,en el barrio de San Cristóbal.
En aquellos tiempos veía con creciente interés
que una cuadrilla de Edesur iba rompiendo las veredas haciendo pozos de unos
2,50 metros de longitud y descubriendo un tramo de un viejo cable oscuro; a
continuación le empatillaban un nuevo cable de color celeste. Luego cubrían con
tierra, reponían las baldosas rotas y se retiraban. Al día siguiente repetían
la operación en otro tramo de la vereda. Y así, hasta completar toda la cuadra
con un cable nuevo.
Pasaron unos días.
De pronto, una tardecita, toda la instalación eléctrica de
mi casa (y las de todas las viviendas de la cuadra) estalló.
Las lamparitas encendidas se convirtieron en luminarias:
algunas explotaron.
Ya no había computadora, televisor, heladera, radio. Todos
los aparatos eléctricos conectados a un cable se habían quemado, estuvieran en
uso o no. Como se sabe, los artefactos eléctricos consumen electricidad incluso
cuando están en la modalidad de espera
Tras el subsiguiente apagón, los vecinos de la cuadra
salimos a la calle y no tardamos en entender: en algún lugar del reparado nuevo
cable habían entrado en cortocircuito los dos polos positivos, llevando el
doble (entre 380 y 440 volts) de electricidad para el que estaba preparado el
sistema eléctrico: 220/230.
La responsable de la
excelencia en la prestación era Edesur, en la época en que Aranguren, ex CEO
de una multinacional anglo-holandesa, reivindica.
No había sido un lamentable e imprevisto accidente.
Era la consecuencia del abandono de una empresa que no había
invertido un peso en muchos años.
De inmediato, los vecinos reclamamos a la prestadora, que primero
negó toda responsabilidad, luego nos ofreció un resarcimiento con la condición
de que les presentáramos tres presupuestos por cada reparación.
Imagínense.
Pasados largos días y semanas al fin los tuvimos, no sin
superar numerosas dificultades.
Hagámosla corta. No recuerdo los valores, pero estimo que
estos presupuestos totalizaban unos 150.000 pesos. Nos acercamos al edificio
San José, sede de Edesur, y luego de una larga cola, ingresamos al despacho de
un ejecutivo que nos ofreció la mitad de
lo que representaba el presupuesto más económico. Inútil protestar. Si
firmábamos bajo protesta, no nos daban el dinero. Si nos negábamos, había que
llevar el asunto a la justicia con un final largo e incierto. En una verdadera actitud mafiosa, tampoco nos
dieron un comprobante de pago. A esta excelencia se refiere Aranguren.
Años después pude conocer más sobre la propia historia de
Edesur, que convertí en una investigación periodística y con el correr del tiempo
como colaborador en una presentación judicial donde el Estado Nacional acusaba
a José Alfredo Martínez de Hoz, Roberto y Juan Aleman, Guillermo W. Klein y
otros por la estatización fraudulenta de la Compañía Ítalo de Electricidad,
nombre anterior de Edesur.
En el curso de esa estatización había desaparecido un
funcionario medio del ministerio de Economía, por lo que posteriormente fue
condenado el represor Héctor Vergez a 24 años de prisión en una causa anexa
donde se investigó también la desaparición de otras tres personas y que incluia
una reducción a esclavitud sexual y otros aspectos escalofriantes.
Los detalles los he relatado in extenso en post anteriores. Esta excelencia y esas condenas
forman parte del curro de los derechos
humanos a los que alude Macri en una pasmosa síntesis de pensamiento.
La Ítalo, luego Edesur (hoy pertenece al grupo Midlin) había
sido propiedad de la suiza Motor Columbus, controlada por la Unión de Bancos
Suizos, y prestado servicio eléctrico desde la primera década del siglo XX. En
esa larga historia hubo sonados casos de corrupción privada y pública.
El edificio San José sigue siendo la sede central de Edesur,
y la generadora de electricidad es hoy la señorial Usina del Arte.
1 comentario:
Lo que realmente estaban haciendo los de EDESUR (en ese tiempo de capitales Chilenos) era recuperar el antiguo cable con aislacion de papel aceitado de los años 30.
Por eso te paso lo que contas.
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