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Doctor en ciencia sociales, investiga desde hace años con herramientas de la sociología y la ciencia política a la institución policial y su vínculo con la política en Argentina. Uno de sus últimos trabajos fue “El Leviatán Azul” que ahonda en los pactos entre las fuerzas policiales y el poder político.
Aunque actualmente está vinculado al espacio de Martín Sabbatella, aliado al gobierno nacional, Saín no se calla sus críticas contra el kirchnerismo. “Al principio yo era el mimado de ellos, el tipo que estaban formando para ser ministro de seguridad, pero después en el gobierno te dejan sólo y bancatela. Y así fue, soporté embates y quilombos”.
Después de casi cinco años como interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, su renuncia a fines de 2009 causó cierto recelo entre los kirchneristas de paladar negro. “Cuando renuncié, muchos en el gobierno lo vieron como una displicencia terrible. Yo terminé ese ciclo en la gestión pública y volví a la universidad, a la vida académica: así de simple. Pero parece que eso es algo que a los obsecuentes les cuesta mucho entender”.
-¿Cree que la creación del ministerio de seguridad es una medida ad hoc o parte de una estrategia premeditada?
-La creación del ministerio es resultado de la emergencia, de una lectura de los acontecimientos de Villa Soldati que pusieron en evidencia la inviabilidad del esquema que venía marcando a fuego durante siete años al kirchnerismo. Ese esquema fue otorgarle la gestión de la seguridad publica a las cúpulas policiales. Eso es algo que padecí yo también en la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Al delegarnos el manejo de la seguridad, pudimos contar con autonomía y discrecionalidad para armar un esquema y un modelo nuevo en las antípodas de la Policía Federal.
Esta vez el gobierno ha leído que el problema era muy serio. El hecho puntual que lo desencadenó fue saber que la policía estaba fraguando las pericias realizadas tras los dos primeras muertes en el Parque Indoamericano. Le estaban haciendo creer al gobierno que se trató de armas tumberas disparadas sectores enfrentados entre los ocupantes. El juez comenzó a esclarecer en la causa que los disparos venían de la Federal y que la línea de mando en la comisaría de la zona estaba cortada. Ese fue el detonante.
-¿Los tiempos de la gestión de Nilda Garré estarán marcados por las elecciones presidenciales del año próximo?
-Habrá que ver qué se propone, lo que hemos visto hasta ahora es que no emprendió el camino adecuado, que hubiera sido la intervención civil sobre la cúpula de la Policía Federal. Eso hubiera garantizado que el poder político se apropie de cuatro cosas fundamentales para conducir y domesticar una estructura policial: la estructura de pases y ascensos, el sistema operacional de inteligencia y desarrollo logístico, la ejecución presupuestaria para controlar los cheques y presupuestos de la institución y el sistema de control interno que hoy es ficcional porque lo maneja la propia cúpula, entonces se investiga sólo lo que la cúpula quiere. Esa última razón explica por qué la Policía Federal sólo tuvo 33 sumarios en todo el año pasado por infracciones graves.
Para comparar: el sistema de control de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, que es el único que es externo, tuvo 50 sumarios por faltas graves en dos meses de vida. Eso ya muestra que el control del sistema real de auditorias es el un elemento clave para controlar la institución.
-¿Pero remover a toda la cúpula no fue encaminar la institución hacia una “normalización”?
Tal vez, pero no se optó por el camino de la intervención, se fue a un camino de “normalización edulcorada”: se fueron un decena de comisarios y asume un hombre de la estructura de la conducción anterior. El ex director general de orden público, Enrique Capdevila, bajo cuya conducción estuvieron antes todas las unidades de infantería y caballería. Esas fuerzas protagonizaron desalojos violentísimos, con denuncias de violaciones a los derechos humanos, torturas y de incluso el uso de picanas en algunos casos. Hay que ver los informes de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad para dar cuenta de esos hechos. No están poniendo a ningún outsider sino a un persona del núcleo duro, cuyo principal antecedente es su vínculo directo con el secretario legal y técnico (Carlos Zanini).
-¿Piensa que se actuó así por miedo a romper con el autogobierno de policía?
-Yo creo que si. Es el temor a que haya una suerte de desestabilización por parte de la Federal en el marco de la campaña electoral 2011. Si bien todo indicaría que Cristina va a ser reelecta y desde Nuevo Encuentro apoyamos esa opción, ese temor es el temor histórico. De todos modos, creo que el núcleo duro del kirchnerismo comulga con ese modelo delegativo: es lo que han hecho en Santa Cruz durante la década que gobernaron. Se trata de una concepción. Es también el ideario que talla a la derecha argentina pero lamentablemente es el modelo del kirchnerismo también. No es sólo que tienen miedo a una contestación mafiosa de la corporación.
-Néstor Kirchner había intentado introducir cambios en un primer momento.
-Si, el primer año de gestión de Kirchner hubo todo un ensayo bajo el ministerio de Gustavo Béliz de apropiarse de los circuitos de conducción pero que rápidamente fue abandonado cuando la Federal mostró los dientes con una seguidilla de asaltos en Palermo, que convencieron al Kirchner de llegar a un acuerdo tácito para que haya una suerte de pax y de no injerencia del gobierno nacional en los asuntos de la propia corporación. A cambio, Kirchner logró que la Federal desarrolle apropiadamente su política de no reprimir las propuestas sociales.
-¿Cuál diría que es la política, si es que tiene alguna, del progresismo en materia de seguridad?
-El progresismo no es una etiqueta universal. Hay sectores progresistas en materia de derechos humanos que en materia de seguridad publica tienen una visión conservadora. Del centro a la derecha todos están pidiendo responder con palos. Y habrá una actitud de esos sectores para fogonear eso, tratar de esmerilar la legitimidad de Cristina a través de esos conflictos. Pero también hay una serie de desinteligencias del oficialismo que alimentan eso.
-¿Fueron los propios errores del gobierno los que dieron el margen para que resurja el discurso de la mano dura?
-Seguro. El desconocimiento de la situación social en el Parque Indoamericano, de la problemática de tierra y vivienda, o la no resolución del asesinato de Mariano Ferreyra. Ahí están los vacíos que deja el gobierno que terminan siendo llenados por la derecha macrista o duhaldista, o por la estupidez del Partido Obrero.
-¿El progresismo no quiere, no sabe o no puede tener políticas eficaces en materia de seguridad?
-El progresismo tiene una visión totalmente maricona de la seguridad, una visión sociologizante que indica que la seguridad se va a alcanzar cuando se reforme la sociedad y mientras tanto no saben qué hacer. Deben aprender que, en democracia, si la gestión de la fuerza publica no se hace con una firme voluntad política, dentro de los parámetros democráticos y legales, lo harán las propias fuerzas corporativas que las administran de modo autoritario. El resultado es que el progresismo termina asumiendo un modelo retrogrado y conservador pero con culpa. En algunos casos prefieren no gobernar para no tratar estos temas: a todos les encanta llegar al gobierno hasta que se encuentran con que deben enfrentar estos temas y terminan haciendo lo mismo que la derecha: otorgándole el gobierno a los comisarios y rogándole a dios que ese comisario lo haga con moderación y no haga nada que afecte a sus carreras políticas. Ya lo vimos con Fabiana Ríos en Tierra del Fuego.
-Parte de la opinión pública y de los medios de comunicación critican cuando se reprime pero también cuando no se reprime. ¿Qué hacer ante ellos?
-Cuando un funcionario publico sabe lo que hace y tiene una concepción clara y responsable de lo que esta haciendo, la opinión pública es de palo, le importa un bledo. Y muy particularmente aquella que plantea salidas represivas sobre conflictos que magnifican lo mas reaccionario de la clase media, que ocultan las ilegalidades de la clase media: compran de bienes y servios en el mercado de la prostitución, las drogas y autopartes por ejemplo. Son los vacíos discursivos los que permiten la legitimidad y la resonancia del discurso de la derecha mas retrograda y represiva.
-¿Cómo analiza las primeras medidas de la ministra Nilda Garré hasta el momento?
-Veo que hay un autismo político muy fuerte, un encerramiento en el núcleo político más próximo. Ausencia de vínculos con actores que son aliados naturales de una agenda progresista como los miembros del Acuerdo para la Seguridad Democrática, una actitud que es suicida. Hay que hablar con la gente que sabe.
-¿A quiénes de refiere?
-Miré, acá hay dos equipos preparados que tienen experiencia de gestión en materia policial: el equipo de León Arslanian y mi equipo. No consultar, no tomar un café para repasar algunos temas me parece más que suicida, una actitud sencillamente estúpida.
-¿Y por qué cree que no lo llaman ni lo consultan?
-Es llamativo. Garré puede tener alguna inquina personal con Marcelo Saín, - que de hecho la tiene-, puede tener desconfianza con Arslanian o el temor de que el CELS le marque la cancha, pero es muy difícil jugar solo, tenés que consensuar con aliados. En especial cuando institucionalmente es aún tan endeble: hoy en día la asignación presupuestaria va vía jefatura de gabinete, una debilidad institucional enorme. Un pliego licitatorio de una adquisición grande y compleja no demora menos de ocho meses, eso Garre lo sabe. En un contexto así, las cúpulas más conservadoras de la Federal se deben están riendo.
-¿Cómo evalúa el despliegue de la gendarmería en algunas zonas del conurbano?
-Si lo que va a hacer gendarmería es una suerte de maniobras disuasivas en barrios peligrosos, entonces eso no va a poner en tela de juicio el dominio de la bonaerense ni su poder territorial, ni las cajas. Parece ser más de lo mismo. Además de no ser una función que deba cumplir la gendarmería. El envío de gendarmes es un despliegue mayúsculo: están movilizando a casi un tercio de la fuerza. Ese no es el rol de la gendarmería; eso es reconocer que la estructura bonaerense esta colapsada y que el gobernador es un inútil. Lo que esta diciendo implícitamente la Presidenta es: “como Daniel Scioli y su gente no da pie con bola, yo tengo que mandar gendarmes porque frente a la campaña electoral que viene me van a terminar esmerilando con el tema de la seguridad pública”. Entonces lo que está haciendo el gobierno nacional es subsidiar los errores y vacíos de Scioli en su principal bastión electoral.
2 comentarios:
Preocupante. Muy preocupante.
En el último Dipló/Le Monde salió un articulo muy muy bueno sobre este tema. Se menciona a Sain en ese articulo.
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