martes, 26 de abril de 2011

EL POTRO ROMERO VICTORICA

Notorio antisemita, "procesista", probable admirador de Maurras y del integrismo católico, El Potro Juan Martín Romero Victorica es una de las muestras más evidentes de cuánto falta avanzar en un Poder Judicial que responde a los intereses del poder tradicional. 
Estuvo implicado en el caso del homicidio de María Marta García Belsunce. El padre de María Marta, y su hermano mediático, el del pituto, fueron funcionarios de la dictadura (en el ministerio de Economía en ese entonces a cargo de Martínez de Hoz) y directivos de bancos multinacionales. En 1985, los testigos citados por la comisión de la Cámara de Diputados que investigaba la estatización fraudulenta de la Cía Ítalo de Electricidad. mencionaron en varias oportunidades a García Belsunce, responsable del archivo ministerial, donde debían desaparecer o aparecer constancias del carácter extranjero de la empresa. Por esa controversia, fue asesinado otro funcionario, Juan Carlos Casariego de Bel.
La idea reinante durante el sepelio en el exclusivo country Carmel fue mandar al muere al marido (supérstite, según la definición del derecho) a cambio de tapar un complot de la familia. Porque todo el patriciado hubiera quedado expuesto: y ahí estaba el locuaz fiscal de casación defendiendo las mejores tradiciones de la oligarquía nativa.
Cuando la familia Graiver recibió del gobierno de Alfonsín una indemnización por los bienes que le quitara la dictadura cívico-militar, Romerito logró trabar parte de la transferencia con el argumento de que los Graiver habían usufructuado el dinero proveniente de los hermanos Born y era, en consecuencia, mal habido. Eso disparó otra alianza espeluznante: la de los dueños de la cerealera hoy con sede en Bruselas con Rodolfo Galimberti, el perverso.
Como si todo esto fuera poco, ahora llega el testimonio de una nieta recuperada, Victoria Montenegro. El asesino de sus padres biológicos la anotó como hija propia: fue el coronel Herman Tetzlaff, un ojo de la patria
Hoy, Página 12 trae dos notas sobre El Potro:  

“El fiscal llamaba a casa y le daba información”

Por Alejandra Dandan

Entró en la sala de audiencias sin pañuelo, convencida de que no le iba a hacer falta. Su apropiador se lo había dicho muchas veces: que no llorara, que ésa era una forma de mostrarse débil ante el enemigo. Victoria Montenegro ayer lloró, lloró mucho, acompañada por buena parte de la sala. Contó escenas de sus años de hija de desaparecidos apropiada por un coronel de Inteligencia del Ejército. Por primera vez en su vida declaró contra él y, de alguna manera, a favor de la recuperación de la historia de sus padres biológicos. En medio de ese relato denunció al fiscal de Casación Juan Martín Romero Victorica porque, mientras la Justicia investigaba a su apropiador, el fiscal filtraba información hasta veinte días antes. Al terminar la audiencia, en la causa sobre el plan sistemático para apropiar hijos de desaparecidos, el fiscal Martín Niklison pidió al Tribunal Oral Federal 6 que impulse una denuncia penal a Romero Victorica y envíe los datos al procurador general.


“Yo de Romero Victorica nunca dije nada y, pese a que tuve charlas en Abuelas, siempre me contuve –dijo Victoria–. Nunca dije nada porque estaba convencida de que soy una persona sumamente leal y que yo le debía lealtad a él, porque había ayudado a mi papá. Cuando hace poco me llamaron para declarar en una causa, me di cuenta de que a este señor no le debo nada, que en realidad no ayudó nunca. Que mi papá está desaparecido. Y que él hizo todo lo contrario: ayudó a que yo apareciera más tarde, y ahora tengo a mis abuelos muertos, a mi tía también muerta... Recién entonces pude darme cuenta de quién es esta persona.”


Romero Victorica era amigo de Herman Tetzlaff, el apropiador de Victoria. Ella ubicó esa relación desde antes de 1992. En ese momento, la Justicia reabrió una causa contra Tetzlaff y ordenó detenerlo. Romero Victorica, que en la familia era mencionado con un apodo, le puso tres abogados y en tres meses lo sacaron de la cárcel. Victoria dijo que eran abogados que ellos no estaban en condiciones de pagar. Y que luego le adelantó a su apropiador todos los avances de la causa: “El llamaba a casa y le daba información”, explicó. En una ocasión, para el momento de la primera detención de su apropiador, fue Victoria la que le atendió el teléfono. Ella lloraba: “El me dice que me quede tranquila y me pega dos gritos: me dice que llorando no se soluciona nada, que mi padre estaba orgulloso de mí, que yo debía contenerlo, que iba a salir, que él iba a poner a unos amigos para que lo sacaran... Ahí me entero de quién era esta persona”.

La historia

Victoria nació el 31 de enero de 1976. Sus padres eran Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro, dos militantes de la JP primero y luego del ERP, salteños, una familia que escapaba del Operativo Independencia. Trece días después del nacimiento, un grupo de tareas entró en la casa donde vivían, en Boulogne. Tetzlaff era el jefe del operativo, un hombre que había sido jefe de los grupos de tareas de El Vesubio, jefe de Inteligencia y en algún momento encargado del arma de Comunicaciones en Campo de Mayo. Se apropió de Victoria seis meses después del operativo en el que –como le confesó más adelante– él mismo asesinó a su padre. ¿Usted vivió con otra identidad durante muchos años? –preguntó Niklison al comenzar la audiencia.


“Me llamaron María Sol Tetzlaff Eduartes, nacida el 28 de mayo del ’76 en Boulogne, San Isidro, como hija del coronel Herman Antonio Tetzlaff y de su esposa, María del Carmen Eduartes. Yo nunca tuve dudas de que no era María Sol, me decían que era hija de ellos”, explicó. ¿Qué versión le dieron? “Yo siempre tuve dudas, pero sobre el horario en el que había nacido. Lo que le preguntaba a mi apropiadora era la hora: sabía que el 29 de mayo era el Día del Ejército. Me decían que el 28 Herman tuvo un desfile militar en San Isidro, ella se descompone y yo nací en la Clínica del Sol.” ¿Cuándo aparecieron las dudas de que no sería hija de ellos? “Cuando tenía nueve años, calculo, llaman a Herman a un juzgado de Morón. Un día yo lo acompaño. Entro con él al despacho del juez y el juez pregunta si no era mejor que yo esperara afuera. El dijo que no. El juez saca del cajón una causa y le dice que las ‘viejas’ ya estaban empezando a molestar. Que se quedara tranquilo, que el encargado de todo esto era otro colega, pero que tomara conocimiento de que estaba pasando esto.”


Eso sucedió alrededor de 1989. Victoria no se acuerda del nombre del juez, pero sabe que en ese momento empezó la causa a Tetzlaff. “Hasta entonces, yo lo que sabía era que en Argentina hubo una guerra, en ese momento yo consideraba a Herman como mi papá, para mí la subversión se estaba vengando de ellos que habían sido soldados; que los desaparecidos eran mentira. Pensaba que no eran personas físicas, sino un invento de las Abuelas.”


Cada vez que aparecía en TV algo que no cerraba con ese relato, Tetzlaff la sentaba a adoctrinarla. Le dijo que lo primero que hacía la subversión era dañar a la familia, núcleo vital de una sociedad sana. Que las Abuelas instaban las dudas para crear miedo. “Por eso para mí eran todas unas mentiras: yo era hija de él y estaba convencida de que todo era un invento.”


Tetzlaff era enorme: medía dos metros y pesaba 145 kilos. Era rubio como su mujer, descendientes de alemanes. Vivían rodeados de policías y de militares en los monoblocks de Villa Lugano, que recién se habían construido, dijo Victoria. El departamento solía estar lleno de banderas. Tetzlaff hablaba de la causa: “La causa no sé qué era exactamente, pero era una bandera celeste y blanca; ellos eran los buenos, había una causa nacional; era el olor a cuero, las botas, la familia cristiana, la misa, cenar afuera porque Mary no cocinaba, para mí ésa era la familia: los restaurantes llenos y Herman que terminaba las conversaciones con la 45 arriba de la mesa diciendo: ‘Yo siempre tengo razón, y más cuando no la tengo’”.

Victorica

Entre los amigos de Tetzlaff estaban Leopoldo Galtieri, Guillermo Suárez Mason y Omar Riveros. Con la democracia, a Tetzlaff lo ascendieron de teniente coronel a coronel, lo mandaron a Paraná como juez de instrucción militar para alejarlo por las causas que empezaban a ventilarse en Buenos Aires. Cuando Victoria cumplió 15 años, lo detuvieron por primera vez: entonces apareció Romero Victorica.


“Herman estaba muy nervioso. Un día me llama y me plantea que ya había una causa que había tomado (Roberto) Marquevich, que era un juez montonero, que estaban las Abuelas de por medio, que lo más probable era que me sacaran sangre para compararla con el Banco Genético que en realidad lo manejaban las Abuelas.” En ese momento, también le dijo que seguro iban a decirle que era “hija de la subversión, así es que seguramente después vengan y te saquen de casa. Yo decía mientras tanto que no: que diera lo que diera, me iba a quedar con él; él me lo agradeció y que me dijo que no esperaba otra cosa de mí”.


Para entonces, Tetzlaff tenía a su “amigo en Comodoro Py” que le pasaba todos los datos, dijo ella. Cuando Marquevich, que era juez de San Isidro, la llamó para sacarse sangre, Tetzlaff la acompañó al Banco Genético. Poco después, le anunciaron la primera parte de lo esperado: que no era hija de quienes hasta ese momento suponía sus padres. “Me dijeron que en un 99 por ciento yo no era hija de ellos, pero yo dije que me quedaba con ese uno por ciento, porque sí era hija de ellos. Les decía que eran todos unos subversivos, porque pensaba que era hija de ellos.”


En el camino, Tetzlaff quedó detenido. Romero Victorica puso a sus amigos abogados que, según el relato, le debían un favor. Uno de ellos era un sobrino suyo de apellido Romero Victorica y otro Martín Anzoátegui, juez federal durante la dictadura, que ordenó en 1981 allanamientos a los organismos de derechos humanos. “Lo sacaron a Herman a los tres meses de Caseros, entró en diciembre y salió en abril para la Pascua”, recordó ella.


Mientras tanto, Marquevich seguía buscando la identidad. Un día le pidió más sangre para compararla con otras muestras, pero ella se negó para frenar la causa. Un mes y medio después, su apropiador, que ya sabía lo que estaba pasando, le avisó que la iban a llamar de la Cámara de Casación de San Martín. Ella entró a entrevistarse con los jueces sabiendo que había tres, “uno subversivo y montonero y dos de los nuestros”, dijo. Después de entrevistarla, la Cámara sacó un fallo aceptando que no se sacara sangre, un fallo que nutrió más adelante la resolución de Evelyn Vásquez, que terminó confirmada por la Corte Suprema de Nación.

Victoria le avisó a Tetzlaff

“Me acuerdo que Herman me esperaba en una parrilla cerca –dijo–, y yo fui y le llevé el fallo. Me felicitó: ‘Muy bien, m’hija’, me dijo. Se lo di y me acuerdo que cuando me senté creo que fue el comienzo del momento de empezar a hacerme cargo de la otra historia. Pensé: ahora soné si alguna vez quiero saber algo”.


Finalmente, no hizo falta una nueva muestra. Con los nuevos métodos, el juzgado hizo el cruce. Marquevich la llamó un día para decirle cuál era su familia: “Me agarró terror –dijo ella–, porque era hija de la subversión, ése fue el primer miedo”. Cuando su apropiador estaba enfermo o ya había fallecido, ella entró al despacho de Romero Victorica en Comodoro Py. Iba a preguntarle cómo hacer con su nuevo documento porque no lo quería. “¡Si lo habré tenido al gordo acá sentado horas!”, contó que le dijo el fiscal.

El complot contra el juez

Un día, Martín Anzoátegui y otro de los abogados que le había asignado Juan Martín Romero Victorica llamaron a Victoria para proponerle un complot contra el juez Roberto Marquevich. “Para destruir al joven Marquevich”, le dijeron, según contó ella. “Creo que fue cuando el juez ordenó la detención de la señora (Ernestina Herrera) de Noble –dijo Victoria–: decían que había pasado todos los límites.” La propuesta consistía en denunciar al magistrado. Tiempo antes, Marquevich se había enojado con ella porque se negaba a leer el expediente con la historia de sus padres. Le preguntó si sabía leer y le gritó que leyera. Victoria salió del despacho diciendo le habían gritado. Y los abogados ahora pretendían montarse a esa situación: “Querían que yo saliera a los medios a decir que había sido víctima de malos tratos de parte del juez y ellos me iban a ayudar para agrandar esa situación”, dijo. “El tema era que si corríamos a Marquevich de la causa se paraba el expediente y papá además zafaba de ir preso.” En ese contexto, Victoria agregó un detalle: ella aceptó hacer la denuncia para la que los abogados aseguraban contar con todos los medios, pero finalmente no avanzaron porque, al parecer, la vieron muy temerosa. Marquevich fue destituido, pero Victoria recordó que entre las causales de la destitución se mencionaba a su apropiadora: al juez lo acusaron de darle a ella prisión domiciliaria y a la dueña de Clarín, no.

Golpes, gritos y amenazas

Después de nacer, Victoria estuvo de enero a mayo del ’76 en la comisaría de San Martín, al cuidado de unas monjas. Con ella había otros seis bebés, supo por su apropiador. Las monjas los tenían al parecer durante un plazo perentorio: si no los entregaban en los primeros meses, eran enviados a Casa Cuna. Tetzlaff convenció a su mujer de recoger a la niña cuando se acercaba ese límite. Se llevó otro bebé para Lina, su empleada doméstica. Y él mismo decía que los otros se los llevaron hombres de Lugano. Cuando tenía unos cinco o seis años, ella rompió una taza de porcelana de la apropiadora: “Mary me empieza a pegar, y me dice que me devolvía a las monjas. Cuando llega Herman, él le dijo que ya no podían hacerlo, así que después yo le pido perdón, ella me perdona y me dice que por esta vez me quedo en casa”. Cuando creció, no podía escuchar música porque era subversiva. Su hermana más grande –hija biológica del matrimonio– solía hacerlo pero sin que supiera el padre. “Una vez puso la ‘Marcha de la Bronca’, la apagó y cuando salimos todos en el auto yo me pongo a cantar, porque era pegadiza... No llegué a decir uno, dos y me comí un cachetazo de Herman, que me cimbró la nuca”, contó. “Mary puso música en la radio, Luis Miguel o algo así y me dijo: ‘Vos tenés que escuchar esta música y no música subversiva’.” Otra vez, cuando la película La historia oficial ganó el Oscar, su apropiadora sacó la bandera por la ventana para festejar. ¡Vamos Argentina!, decía. “Cuando llegó Herman –dijo Victoria– va al dormitorio y le dice: ¿qué hacés? Ella le responde que habíamos ganado el Oscar y él le dice: ¿pero no entendés nada?”

Un potro de dinosaurio

Por Adriana Meyer

Cuando se habla de las rémoras del pasado que impiden la renovación del Poder Judicial y bloquean el avance de los juicios por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura surge su nombre como uno de los protagonistas de tales enclaves detenidos en el tiempo. El fiscal de Casación Juan Martín Romero Victorica, a quien apodan “el Potro”, pertenece a la rama más conservadora de la corporativa familia judicial, por eso se junta con defensores de represores como el ex camarista Alfredo Bisordi a rumiar su bronca por los vientos progresistas que soplan en estos días, y se filtran, de a ratos, por los pasillos de Tribunales. Cuando los aires llegan al quinto piso de Comodoro Py provocan la alergia del ocupante de la fiscalía de Cámara 1.

Un cruce de palabras en un estudio de televisión, que derivó en un juicio por calumnias, resume con precisión al personaje. Había pasado un mes de la desaparición de Jorge Julio López, en octubre de 2006, cuando Romero Victorica fue mencionado por el legislador Marcelo Parrilli (MST-Nueva Izquierda) como “partícipe necesario de los secuestros, torturas y desapariciones” de la dictadura. El propio Parrilli recuerda cuáles fueron sus palabras en el blog de Cadhu (Centro de Abogados por los Derechos Humanos): “Dije que muy poco protegidos podían sentirse los testigos que declaran en las causas por violaciones a los derechos humanos si, por ejemplo, tenemos en cuenta que en la Cámara de Casación hay gente directamente vinculada al aparato judicial y a las fiscalías de la dictadura, y aclaré que los casos eran los de Romero Victorica, el ex juez de la dictadura; Pedro Narvaiz, también fiscal de Casación, y del ex juez Alfredo Bisordi”. Según Parrilli, “todos ellos desde la función que cumplían resultaron partícipes necesarios” de los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado.

Romero Victorica lo querelló y pidió que el letrado cumpliera cuatro años de prisión. Lejos de retractarse, Parrilli consideró que el proceso era una buena oportunidad de poner de manifiesto el rol de “la pata judicial” del gobierno militar. En sentido contrario a lo expresado por la Corte y los tribunales del país sobre la imprescriptibilidad de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura, el Potro Victorica sigue sosteniendo que esos delitos que cometieron los militares y demás sicarios del Estado están prescriptos, es decir, que no deben ser juzgados. Por eso pidió que se anulara una condena al represor Miguel Etchecolatz y al médico policial Jorge Bergés en la causa de una joven uruguaya secuestrada y dada en adopción a represores. Parrilli también recordó que Romero Victorica es amigo de Gustavo Adolfo Eklund, alias “el Alemán”, ex miembro de la Triple A, probable integrante de la patota que asesinó a Ortega Peña y detenido por violaciones a los derechos humanos. Eklund lo visitaba en su despacho en los años 1979 y 1980, cuando Romero Victorica era secretario de un juzgado de instrucción y “la máquina de secuestrar, torturar y matar funcionaba día y noche”.

“No puedo creer que a Jimmy le imputen esos hechos, no sé qué hace esta causa acá, si yo estoy de acuerdo con la excarcelación”, bramó el fiscal de Casación en junio de 2009, cuando ese tribunal trataba los recursos presentados por el ex ministro de gobierno de facto Jaime Lamont Smart. “Esos hechos” son 60 privaciones ilegítimas de la libertad y tormentos que sufrieron, entre otros, el periodista Jacobo Timerman en el marco del circuito Camps. La Secretaría de Derechos Humanos denunció a Romero Victorica por tal demostración de familiaridad con el imputado y porque consideró que “si el elenco estable de funcionarios judiciales que defiende a civiles y militares procesados por crímenes de lesa humanidad representara los intereses de la sociedad, la democracia estaría en problemas”. La secretaría lo denunció ante su jefe, el procurador Esteban Righi, quien le aplicó un llamado de atención. Ese año el fiscal habría celebrado el triunfo de Unión PRO con la esperanza de que “oxigene la Justicia”.

En 1992, Romero Victorica ya ostentaba una meritoria trayectoria como abogado, a la que sumó el respaldo del ex presidente Carlos Menem para postularse como juez de Casación. Pero el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) lo impugnó, junto a otros siete postulantes, ante la Comisión de Acuerdos del Senado, y lo describió como “un hombre de convicciones autoritarias, nunca ocultadas”. Romero Victorica había llamado “subversivo” al abogado asesinado Guillermo Díaz Lestrem, con lo cual el CELS consideró que era un aval implícito al terrorismo de Estado. Otra de sus frases célebres fue la que pronunció sobre el copamiento al cuartel de La Tablada, en enero de 1989. “En 1970 se libró una guerra que hoy se reinicia en la batalla de La Tablada”, dijo ante políticos y legisladores de la incipiente democracia. Respecto de los indultos dijo: “Menem sabe que entendí el mensaje de conciliación, pese a que me tuve que tragar el sapo del indulto a (Mario) Firmenich, claro que con el indulto liberaron a muchos amigos míos, del bando contrario al de Firmenich”.

Sin embargo, de quien llegó a ser amigo fue de otro ex jefe montonero, Rodolfo Galimberti, a quien investigó por el secuestro del empresario Jorge Born. Romero Victorica intervino en la causa y con Galimberti consiguieron que la familia Graiver se desprendiera de unos cuantos millones en concepto de “devolución” a Born, de quien Galimba luego terminaría como socio. Quedaron todos íntimos.

Romero Victorica no fue juez de Casación, pero llegó igual al quinto piso de los tribunales federales de Retiro, donde ocupa la Fiscalía de Cámara 1. Para ello no necesitaba los votos de los senadores. Una de sus primeras iniciativas fue denunciar por corrupción al ex ministro de Economía de Raúl Alfonsín, Bernardo Grinspun. No la pudo probar pero la difundió, y los familiares del ex funcionario lo querellaron a él por calumnias e injurias.

Tampoco fue feliz su participación en el caso García Belsunce. En su condición de integrante del entorno familiar terminó diciendo que los parientes de la asesinada María Martha mintieron. No acudió a declarar cuando lo convocaron y calificó al fiscal Diego Molina Pico de “mocoso imberbe”.

El extrovertido Romero Victorica es un notorio representante de esa rancia estirpe conservadora que resiste en Tribunales. No es el único, pero es uno de los más notorios.

7 comentarios:

Alicia Rotela dijo...

muy buena información. Hoy Víctor Hugo en su programa de La Mañana le realizó una entrevista a Victoria impecable, conmovedora. Los efectos traumáticos y postraumáticos de desindentificarse para lograr la propia identidad es un trauma múltiple profundamente doloroso y delicado.Cuán bien haría transitar esos momentos contando con una justicia que alojara y amparara a las víctimas desde el sentido real de justicia. qué ironía verdad?

Anónimo dijo...

SE MURIO UN CHANTA FAMOSO: NESTOR KIRCHNER. MAÑANA 6 MESES GRACIAS A DIOS DE LA MUERTE DE ESE HIJO DE MIL PUTA!!! VIVA PERON CARAJO!!!VIVA LA MUERTE DE KIRCHNER CARAJO!!!VIVA GENERAL PERON!!! VIVA PERON MIERDA!!!NI ZURDOS NI LIBERALES, SOLO LOS MUCHACHOS PERONISTAS DE PERON, VIVA PERON CARAJO!!! GRACIAS DIOS POR LA MUERTE DEL HIJO DE PUTA DE KIRCHNER, OLIGARCA HIJO DE PUTA, SI ESTUVIERA EVITA LAS PATADAS EN LO HUEVOS QUE LE HUBIESE DADO AL HIJO DE REMIL PUTA NESTOR KIRCNER. LOS MUCHACHOS PERONISTA JUNTOS UNIDOS TRIUNFAREMOS A LA ORDEN DEL GRAN JEFE VIVA PERON VIVA PERON!!!!! VIVA PERON!!! VIVA PERON VIVA PERON!!! FUIRA ZURDOS Y CAPITALISTAS!!!

Jorge Devincenzi dijo...

Ya ve, Romero también cosecha admiradores anónimos

Daniel dijo...

Jaja. Está como loco ese anónimo. Hoy me posteó como diez veces.

Da terror éste Romero, sin olvidar lo de García Belsunce.

lidiaazul dijo...

Primera vez que entro en tu blogg, lo hice desde La cosa y la causa". Lei tus articulos con fervor, aclarandote que nunca fui Peronista pero estudiando la historia sin falsos prejuicios. Ahora entiendo mucho mas, creo y espero seguir leyendote con el mismo afan.Ese anon esta un poco exaltado, debe extrañar los tiempos del genocidio.Saludos, una nueva adherente.

Jorge Devincenzi dijo...

lidiazul: gracias por los conceptos, aunque creo que en más de alguna ocasión te defraudaré.

lidiaazul dijo...

jajajaja!, no serias el primero, pero prefiero arriesgar que quedarme afuera. lo mismo me paso con Kirchner cuando lo vote en el 2003. No me defraudo y, aunque no sabia siquiera que esperaba, ahora siento que era èsto.

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