viernes, 3 de junio de 2011

Roca, Pincén, genocidio y Bartolomé Mitre

Siempre me resultó incomprensible que se acuse a Julio Argentino Roca de genocida, y no se diga una sola palabra de Bartolomé Mitre, el gran padre fundador de la "nación" genocida.


Genocidio. El término "genocidio" se creó en 1944 para dar sustento a lo que sería el Juicio de Nüremberg. ¿Y cuál fue la particularidad de este juicio? Que por primera vez en forma masiva durante la Modernidad se juzgaban delitos de acción pública no contemplados por ninguna legislación, cuando uno de los principios fundantes del derecho moderno es que nadie puede ser juzgado por una norma posterior al hecho. Se consideró, en efecto, que esos crímenes eran de tal magnitud que merecían romper ese principio, con lo cual además se sentó jurisprudencia para la futura defensa de los derechos humanos.
El término "genocidio" se refiere al extermino de un grupo social, cultural o "racial", y conste que estoy totalmente en descuerdo con esta última caracterización a la que son afectos incluso sectores progresistas porque el reconocimiento de la existencia de "razas" (o etnias) es un término eurocéntrico, imperial, prescriptivo, universalizante y potencialmente discriminador. Si damos por hecho que existen razas, habilitamos la existencia del racismo. Y, por caso, no hay racismos buenos (como el que ejercen determinados israelíes) y racismos malos (el antisemitismo en general).

La organización de la Nación. Insólitamente, una bloguera progresista muy afecta a 678 y su asidua concurrente comentó -en un caos de opiniones sobre el peronismo y demás- que gracias a la caída de Rosas luego de la batalla de Caseros, se había organizado la Nación cuando EN REALIDAD se comenzaba a organizar el Estado Colonial a través de sus presidencias fundantes: las de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca. Si no se entiende esto, resulta casi imposible entender al peronismo, porque el eje de esa fundación consistió en dejar afuera al pueblo y dar sentido a la república oligárquica. El gran mérito el peronismo fue incorporar a la sociedad a esas masas que habían quedado afuera en gran medida desde 1810.
Lo primero que organizó Mitre, como "presidente" (lo entrecomillo porque por un trecho no controló más que la provincia de Buenos Aires) fue el ejército oligárquico, luego de que la guerra de policía con el federalismo del interior y la de la Triple Alianza contra Paraguay hubieran terminado con las dos principales amenazas al proyecto colonial con cabeza en Gran Bretaña. A ese ejército, Sarmiento le agregó el profesionalismo y la unidad del que antes carecía (creación de escuelas militares, etc).
En el período que corre entre 1862 (ascenso de Mitre) y 1880 (el de Roca) el Ejército fue el Gran Elector político y organizador institucional del Estado. Roca se educó como militar actuando en la guerra contra el Paraguay pero sobre todo, fue famoso por su calidad de intrigante para el poder de turno. Fue una época llena de tensiones donde el propio Mitre terminó siendo derrotado en 1874 cuando se enfrentaron por un lado parte de la oligarquía bonaerense, excluyente, y por otro lado el grupo más modernizante, liderado por Avellaneda y Mitre, que incluia al resto de la oligarquía portuaria junto con las del interior y los federales sobrevivientes (José Hernández, Bernardo de Irigoyen, etc.). El alsinismo fue una variante de ese proyecto, como populismo oligárquico heredero del populismo federal de Dorrego.
Entre las presidencias de Sarmiento y Avellaneda se organizó el Estado oligárquico, es decir, se estableció el marco regulatorio de la sociedad, el Estatuto del Coloniaje: códigos civil, penal, de comercio, de minería.
La Constitución Nacional, por su parte, no es de ninguna manera el texto aprobado en 1853 en San Nicolás sino el que impuso Buenos Aires en 1860/61 cuando esta se separó de la Confederación como estado autónomo, siempre dueño de la Aduana. Es decir, si bien el espíritu constitucional era literalmente federal, en la realidad aquella organización fue unitaria porque acentuó la primacía absoluta del puerto, y no de todos los puertos (se impidió el crecimiento de los de Paraná y Rosario, por ejemplo) sino el de Buenos Aires.
Una de tantas consecuencias de ello fue el establecimiento de las líneas férreas de capitales predominantemente ingleses con una sola punta de rieles. Y otra, la creación de la ciudad de Buenos Aires para crear la formalidad de una cabeza de gobierno nacional independiente de los terratenientes bonaerenses.
El gobierno era ejercido por un pequeño pero poderoso grupo cívico-militar, líder del mítico granero del mundo, la patria ganadera. Roca era ya a los 30 años un poderoso propietario de tierras (35 leguas cuadradas en el sur de Córdoba), cuyos intereses, los de los terratenientes de tierras marginales, se aliaban y enfrentaban como un aspecto de la lucha dentro de los sectores dominantes, respecto de los dueños de las ricas tierras de la pampa húmeda.
En otros términos, el país creado por Mitre y Urquiza fue un Estado formalmente independiente pero en la realidad "la joya más preciada del Imperio Británico".

La conquista del Desierto. La patria ganadera creada por Mitre suponía: 1) establecer la soberanía estatal sobre un territorio determinado, 2) incorporar tierras productivas, 3) resolver el problema de los "indios". Los pueblos indígenas no se limitaban a "malonear" sobre los pueblos "blancos" para robar hacienda, mujeres, etc. Por el contrario, intervenían activamente en la política interna (Calfucurá y luego Namuncurá a favor de Urquiza, Catriel aliado al puerto de Buenos Aires) y en la política exterior, en favor de la soberanía chilena sobre los territorios patagónicos. En este sentido, la Campaña del Desierto de Roca fue una consecuencia natural de la línea triunfante en 1852, y más lejanamente, de la constitución unitaria de Rivadavia. Las dos líneas que la oligarquía discutía en la época eran: un avance gradual de la "civilización" de modo de arrinconar a los pueblos indígenas en la frontera (Alsina), o una campaña fulminante. Ganó esta última, liderada por Roca.
Las operaciones militares llevadas a cabo desde finales de los años '70, lideradas por militares que se habían fogueado en la guerra de la Triple Alianza, aseguraron el primer punto señalado arriba: la soberanía del Estado sobre el territorio. Ganaron el Rémington y el telégrafo.
En esa misma época, Brasil todavía conservaba la institución de la esclavitud.Los escritores marxistas (sobre todo Milcíades Peña) remarcaron la necesidad de la Campaña en pos de incorporar totalmente al país al modelo capitalista.
Se ganaron, como se sabe, 15.000 leguas cuadradas de territorio que se incorporaron a la actividad productiva capitalista y las tierras fueron repartidas entre unos pocos, como por ejemplo la familia de comerciantes-contrabandistas Martínez de Hoz. El viejo plan unitario se había cumplido. Fue la oligarquía portuaria la que realizó la tarea que no habían podido completar los españoles antes de 1810.
La Campaña de Roca merecería duras críticas al interior de la generación modernizadora del 80: un caso notable es el de Estanislao ZebalLos, ministro de RREE de Juárez Celman y Figueroa Alcorta.

Pincén. Bravo entre los bravos, el cacique Pincén fue apresado entre Toay (hoy La Pampa) y Guaminí por el general Conrado Villegas en 1878.
Trasladado luego a Buenos Aires, fue paseado por las calles dentro de una jaula y engrillado para jarana de todos los porteños. Al menos no seguiría el destino de Sitting Bull, el bravo sioux que acabó sus días trabajando como payaso en el circo de Buffalo Bill.
El Pincén enjaulado es la parábola perfecta de los sectores populares argentinos excluidos de la constitución de su país por el viejo proyecto unitario que tuvo en Bartolomé Mitre a uno de sus estrategas notables y en Roca a su ejecutor.
Si el "Zorro" pudiera defenderse hoy de quienes lo consideran culpable de genocidio, argumentaría en favor del Progreso indefinido pero sobre todo en la "obediencia debida", y si somos coherentes con el presente, es cierto que son culpables Raúl Guglielminetti, el Tigre Acosta, Astiz, etc., pero no lo son menos los ideólogos como Martínez de Hoz, en fin, los que ya conocemos.
Fue el peronismo, en los años 40 del siglo XX, el que vino a reparar en gran parte esta exclusión de los pueblos indígenas transformados en cabecitas negra.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay un par de cosas caprichosas en lo que decís, y alguna que me parece errónea. Por ejemplo, lo de Avellaneda y Mitre: apenas Avellaneda asumió la presidencia Mitre le hizo una revolución. Nunca fueron lo mismo.
De las dos facciones de la oligarquía porteña (los pandilleros y los chupandinos) el sector encabezado por Valentín Alsina proponía la secesión lisa y llana de Buenos Aires. La de Mitre, reunificar el país, pero bajo la batuta de Buenos Aires. Esta es la línea que triunfa. Tal vez alguien manejaba los hijos por detrás de Urquiza y Mitre. Por ejemplo, Buenos Aires se reincopora a la confederación luego de la aplastante derrota de Cepeda. Así y todo, fija las condiciones de la nueva constitución.
Lo de Pavón fue más grosero, porque como sabemos, al retirarse Urquiza trasformó una victoria en una derrota.
Insisto en la posibilidad de que el tipo no supiera ya cómo hacer con Buenos Aires, que separada, estrangulaba a la Confederación, e incorporada la quilombificaba. Capaz que por eso eligió a Mitre, porque Valentín Alsina era peor.
Distinto a Valentín era Adolfo, ya otra generación, de la misma manera que Nicolás Avellaneda es una generación y una ideología diferente a la de Marco, aunque todos son unitarios, no en el sentido de proponer un gobierno centralista (eso también lo proponían los monárquicos Belgrano o San Martín) sino de concebirlo centralizado en Buenos Aires y abierto al comercio inglés.
Coincido completamente con vos en que se trata de una disputa de poder entre el bando de los vencedores de Caseros, con los viejos federales antirrosisistas vencidos moral y políticamente, cuando no asesinados, como el Chacho.
Si uno se abstrae de las consignas simplificadoras a las que era afecto, la tesis de Ramos sobre Roca no es ninguna pelotudez, y parte de un hecho evidente: el estado se organiza bajo su batuta, no bajo las de Mitre o Urquiza.
En cuanto al genocidio indígena, que fue un genocidio, sin duda, porque más allá de la discusión bizantina de si existen o no razas, lo que sí existe es el racismo, está todo escrito en el Facundo: a los bárbaros hay que civilizarlos, hacerlos ciudadanos, habitantes de la ciudad. Con los salvajes, no hay manera. Jamás pueden formar parte de la Nación, dice Sarmiento.
Ah, según Naciones UNidas, el genocidio incluye el exterminio de grupos o sectores por razones políticas.
TB

Daniel dijo...

Con la Triple Alianza ya está. Para qué le van a pegar más vueltas.

Jorge Devincenzi dijo...

El apuro mañanero, o el error en pretender sintetizar en pocas palabras una etapa tan compleja, me hizo comenter errores.
Respecto de "genocidio", coincido en que es una visión simplista que requiere otra mirada.
Es cierto que Mitre y Avellaneda no representan lo mismo, aunque todos participaran del proyecto oligárquico. La revolución de 1874 es una prueba. Los federales sobrevivientes a la derrota de 1852 se acercaron a Avellaneda, y todavía serían una corriente de opinión en la revolución radical de 1905. Cuando nombro a Alsina me refiero a Adolfo, no a su padre, que era como bien decís partidario de la secesión.

Archivo del blog