Ayer, Guillermo Lobo, nuestro hombre en Washington (quien
según algunas denuncias quiso replicar junto a Daniel Santoro las andanzas del
Quinteto de Cambridge durante la Guerra Fría), denunció ante las cámaras de TN
que se estaba produciendo una verdadera avalancha de compras en Uruguay por
parte de argentinos frustrados por esta nueva versión del siniestro Plan Flor
de Ceibo: un cierre total de las importaciones para vivir con lo nuestro.
El historiador Anselmo Villaverde (UCES, UADE) nos lo recuerda: “en los 50, la Segunda Tiranía impuso a la clase media la
obligación de comer pan de mijo, desempolvar las viejas planchas a carbón que
fabricaba la pícara familia Di Tella y reutilizar las heladeras a pedal
arrumbadas en los gallineros”.
Se recordó también que Perón quería emular a Stalin aunque
en la vieja URSS se usaba centeno (hoy muy consumido por medioambientalistas y
estreñidos) y aquí se optó por el mijo, una semilla para pajaritos.
Como la treta de la manipulación consiste en segmentar el
mercado de noticias, los diarios Clarín y La Nación se cuidaron bien de
levantar este notición en sus ediciones escritas. Ni una palabra, ni siquiera
en la sección necrológicas.
Hoy en día, un 40% de la población reconoce haber leído un
diario “alguna vez en su vida”. El papel de diarios es muy usado en verdulerías
(ojo con la tinta) y granjas, donde se lo considera inmejorable para envolver
huevos.
El demiurgo que pretende limitar el consumo de los sectores
de mayor perfil gastador (los que jamás leyeron, no se pierden a Tinelli y
están continuamente on line con sus I-pad) se llama Guillermo Moreno.
Las dos empresas navieras que diariamente saltan el charco
están viviendo su primavera en pleno otoño. Millones de argentinos, nos informa
Lobo, viajan a Colonia y Montevideo para adquirir bienes de primera necesidad
como planchas, yerba, secadores de pelo, rizadores, depiladores, yerba, gps eróticos
con la voz de los Wachiturros, jugueras y yerba. Colonia, dicen los
especialistas, está a punto de desalojar a Ciudad del Este como principal
destino de compras.
En la terminal del Puerto de Buenos Aires ya se han
detectado avalanchas ante las planchadas. Todos esperamos que los buques cuenten
con salvavidas y equipos de primeros auxilios suficientes.
Según Lobo, la imprevista demanda también incluye libros de
Chopra, Bucay, Carlos María Domínguez y una rareza bibliográfica: el anónimo “Memorias
de una princesa rusa”, formato para la era de los zares de cualquiera de los
actuales programas de chismes de la tarde en la TV abierta.
Algunos pasajeros arriban con valijas cargadas con planchas que no usarán nunca porque llevan la ropa a la tintorería. La nota la dio un recién llegado a la Terminal que, muy
orondo y lirondo, bajó la planchada llevando a rastras un joven gorila
angoleño.
El funcionario de la Aduana que le cerró el paso le aseguró:
“Moreno no ha prohibido la importación de estos bichos”. La respuesta no se
hizo esperar: “Los de acá ya no sirven para nada. Lea la nota de hoy que firma
Carlos Pagni en La Nación”.
1 comentario:
Estas medidas arbitrarias van a provocar un gran contrabando de supositorios,yo se lo que le digo.
Publicar un comentario