lunes, 18 de febrero de 2013

Una visión sesgada sobre el acuerdo con Irán

En Argentina no existe conflicto entre árabes y judíos, o entre judíos y árabes, minorías enraizadas en el país desde siempre. En las últimas décadas otras comunidades nacionales de origen asiático y sudamericano se fueron incorporando a este mosaico que es nuestro país.
Me niego a catalogar esta mixtura como racial o étnica: ambos términos tienen un trasfondo sospechoso que lleva directamente a monstruosidades como la de la superioridad aria.
Nuestros mentores o modelos del Norte, por el contrario, se esmeran en sostener las diferencias o prerrogativas basadas en el origen étnico-racial: con una hora de exposición a la CNN se comprueba. En EEUU no tiene similares derechos reales un bostoniano y un chicano, y si usted es de complexión caucásica –en caso de que exista algo así, y para los norteamericanos es sinónimo de “ blanco, de raza europea”- no será tratado en la aduana norteamericana con los modales reservados para los inmigrantes mexicanos. Sin olvidar que ellos son LAS AMERICAS y nosotros tenemos que conformarnos con el mote de SUDACAS.

Dicho esto, me referiré breve y parcialmente al memorándum de acuerdo con la república islámica chiita de Irán que debate el Congreso.
Por un lado, todo lo poco que he leído hasta el momento sobre los atentados a Amia y embajada de Israel me da mala espina y sospecho que las pruebas contra los iraníes, por el primero, son endebles. 
Un ex-juez está procesado junto a dos ex-secretarios de juzgado, y esos procesamientos tienen que ver con la fragilidad de los cargos, como lo demostró un magistrado europeo que juzgó al ex embajador Suleimanpur.
Creo, por lo poco y nada que conozco del lamentable suceso de la Amia, que se toma a los persas por beduinos cuando se sostiene (las frases cortas son efectivas porque generan imágenes instantáneas y de rápida digestión) que “Irán niega el holocausto”.
¿Qué se quiere decir? ¿Que significa “negar”? ¿Por qué “holocausto” sacrificial y no Shoah (catástrofe para el judaísmo) o endlösung (solución final para los nazis)? 
Quiero decir: la civilización persa es milenaria, y repito, los persas o iraníes no son árabes, ni beduinos montando camellos: ¿que es lo que niegan los persas? ¿Se discute el número de víctimas (¿acaso no se lo puede hacer?) o la propia existencia de la Shoah? ¿El Holocausto judío es el único genocidio practicado en el siglo XX? ¿Y los de los armenios y tutsis?
¿Veinticinco mil desaparecidos en Argentina hacen diferencia frente a 30.000? 
Alguien debería explicarlo, comenzando por los propios iraníes.
Por último, no quiero dejar de mencionar que Israel e Irán son dos teocracias de derecha o ultraderecha con un poderoso despliegue militar, y que el gobierno nacional ha desmentido enfáticamente cualquier posibilidad de alianza estratégica con el gobierno de Irán, a diferencia de Venezuela.
El conflicto de Medio Oriente no es una cuestión que nos concierna en tanto y en cuanto su desarrollo no tiene efecto alguno sobre la vida colectiva del país, o sobre el país en sí mismo, aún cuando pueda afectar a decenas o cientos de ciudadanos afligidos individualmente por estima u odio hacia alguno de los contendientes.
Comprendo perfectamente lo que significa Israel para la cultura judía, tan milenaria como la persa, y sabemos que antes de su creación en 1947, los pueblos o clanes o tribus que habitaban Palestina carecían de una identidad nacional digna de tal denominación, aunque hoy puedan identificarse por la negativa, es decir, por el unánime rechazo a la propia existencia de Israel, rechazo que fueron construyendo conflictivamente con el paso de los años, pero esa impugnación parece insuficiente como para constituir una identidad.
Tanto el pueblo palestino como el israelí tienen derecho a habitar libremente el viejo dominio británico, sin desplazados ni refugiados. 
En gran medida, el conflicto puede entenderse como una derivación del mundo colonial, en la que los ingleses colonizadores buscaban afanosamente sacarse de encima a la colonia judía local: el antisemitismo no era monopolio austríaco-alemán, y sobrevive hasta hoy en otros países europeos, como por ejemplo en Holanda: los últimos príncipes de la casa de Orange-Nassau fueron nazis entusiastas que militaron en las juventudes hitlerianas.
Si es cierto que la gran mayoría de los israelíes desciende de emigrados asquenazís europeos, no menos cierto es que para la misma época en que se creó Israel los clanes palestinos (¿el pueblo originario?) no constituían una unidad nacional pero tampoco el pueblo judío la constituía aunque la gran mayoría rememorara la diáspora y la Tierra Prometida como hechos culturales-religiosos históricos.
Estas razones podrán ser tomadas en cuenta como marco de referencia, pero no pueden ser determinantes. 
Israel existe, mal que le pese a los palestinos, y para siempre; y Palestina también existe aunque muchos israelíes consideren que esas tierras les pertenecen en exclusividad desde antes de la diáspora por derecho divino o cultural, o cualquier otro derecho que esgriman: los pueblos palestinos habitan esas tierras desde épocas inmemoriales, contemporáneamente a las tribus de Israel.
Este es en definitiva un hecho político derivado de la etapa de la descolonización donde de a poco se fue armando un escenario insensato de uno y otro lado: los palestinos no pueden sostener que Israel no exista; y los israelíes, que los palestinos no tengan derecho a un Estado propio con fronteras aceptables y reconocidas: la exclusión del Otro mantiene encendida la mecha de la guerra o mejor aún, de la fabricación masiva de armamentos.
Una situación que, por dolorosa que sea, y lo es, no concierne a la Argentina aunque en ella habiten importantes minorías judías y árabes, como en muchos otros países Allá en Medio Oriente, israelíes y palestinos intentan destruirse mutua y graciosamente sin que la situación vislumbre un desenlace razonable.
Con estas prevenciones, la aprobación del memorándum de acuerdo con Irán es un hecho positivo donde el Estado acaba, al menos en parte, con el rol prescindente o de destrucción de pruebas que venía teniendo. No olvidemos que el poder tradicional en Argentina tiene, acaso por empatía con Gran Bretaña, su viejo mandante, rasgos antisemitas.
Lo curioso es que muchos “iluminados” lo ven en el peronismo. Pero esa, esa es otra historia.

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