jueves, 19 de septiembre de 2013

JOSE DE COPERTINO, EL SANTO VOLADOR

por Teodoro Boot


La llegada al mundo de este notable fraile tuvo lugar en el cobertizo de un jardín, donde su madre debió buscar refugio luego de ser desalojada del hogar a causa de las deudas contraídas por su marido.
Pobre, viuda y cargando con un niño inútil y canijo, era una mujer llena de resentimiento que aplicó a José el doloroso mote de “boccaperta”, debido a su costumbre de llevar permanentemente el belfo caído, como los imbéciles y los Borbones. Sin embargo, nuestro santo pudo mostrar sus cualidades ya desde pequeño, cuando durante la misa se sumía en éxtasis acompañados de levitaciones cada vez más frecuentes.

Luego de ser rechazado por los capuchinos, José consiguió ingresar como sirviente a la orden de los franciscanos, lo que lo emocionó tanto que envió a su madre su ropa interior completa asegurando que todo lo que le bastaba era su hábito. Esto podrá parecer una insignificancia, pero en tanto José seguía con su costumbre de elevarse por los aires, debió provocarle algunos inconvenientes. 

De acuerdo a sus biógrafos, existen más de cien vuelos atestiguados de san José de Copertino. Permanecer varios minutos suspendido sobre el altar mayor era para él cosa de todos los días y en cierta oportunidad ayudó a los trabajadores a colocar una gigantesca cruz sobre el campanario, donde luego permaneció durante varias horas.
Sobre sus levitaciones informó también el virrey de Nápoles, contando que en la iglesia de Asís, tras hacer una genuflexión ante el sagrario, José exclamó su habitual “¡Oh!” y con los brazos extendidos voló unos diez pasos largos hacia el altar para abrazar a la estatua de la Purísima, por quien sentía una especial devoción. Allí permaneció por espacio de cuatro credos, hasta que su superior lo llamó. José descendió volando otra vez al suelo y se alejó con timidez y en silencio.
Su don no era ordinario, ni siquiera para esos tiempos, circunstancia que unida a su costumbre de ejercerlo en medio de desasosegado llanto que de buenas a primera trocaba en carcajadas nerviosas, lo hacía ver un tanto sospechoso a los ojos de las autoridades.
Dos veces fue víctima de averiguaciones por parte de la Inquisición sin que se hallara en él herejía o falta de veracidad alguna, pero por precaución sus superiores lo fueron trasladando a monasterios cada vez más apartados. Su último destino fue Osimo, cerca de Ancona, donde rodeado de los otros hermanos, músicos como él, remontó su último vuelo.

Patrono de los astronautas, los zapateros remendones y los pilotos de guerra, se lo recomienda para la conversión de los pecadores muy obstinados.

3 comentarios:

Moscón dijo...

Mirá quien era el abuelo de Súperman, que lo parió.

Udi dijo...

Estimado Jorge: ACÁ ---> http://abelardosantiago.blogspot.com/
Aparece la serie completa.
¿T. Boot es Abelardo Santiago?
Misterios de la web.
saludos

Jorge Devincenzi dijo...

Udi: creo que tras la prosa rebuscada de Abelardo Santiago se esconde la pluma barroca de Boot. Pero no me consta. Quizás cometí un error de transcripción

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