martes, 14 de enero de 2014

MÁS SOBRE ROCA Y EL GENOCIDIO



No se si el tema conservará interés actual, pero me siento obligado a contradecir nuevamente la opinión de Osvaldo Bayer quien, sin rigurosidad histórica ni situándolo en su época, califica a Julio A. Roca como genocida y propone, con un total desconocimiento de la etapa actual (que requiere en América Latina la consolidación de los Estados Nacionales) la conformación de un nuevo país de los pueblos mapuches que abarque parte de los actuales territorios de Argentina y Chile, contribuyendo con eso a la atomización del continente.

En este punto, el lector A.R. me contradecirá opinando que no tengo los suficientes pergaminos como para criticar a Bayer.

Ese juicio es conservador y potencialmente reaccionario; si sólo pudiera criticarlo otro “consagrado”, las discusiones en el mundo se limitarían a unos pocos elegidos que llegaron a esa coronación por desconocidas o variadas razones, se ensombrecerían las opiniones y aparecería un nuevo mundo donde muy pocos son dueños del conocimiento. Y por ende, del poder. La noocracia aristotélica, una deformación de la aristocracia o el gobierno platónico ideal.

Por otra parte, ¿en que se ha consagrado” Bayer desde su cómoda residencia en Alemania?

Suscribo a Galasso en que “según los criterios actuales Roca fue un genocida”. Pero es imposible analizar la historia según los “criterios actuales”. Además, la historia de la civilización occidental está jalonada de genocidios, y a poco que uno se aproxime, muchos de los (considerados) “grandes hombres” de la historia fueron genocidas.

No entiendo la fijación infantil de Bayer por señalar a Roca como solitario merecedor de tal calificativo.

Es como si mañana se nos ocurriera señalar a San Martín o Belgrano por carecer de “perspectiva de género”.

No entiendo, sobre todo, como guarda silencio acerca de Bartolomé Mitre, el gran autor de la patria con exclusiones que el campo nacional y popular pretende enterrar definitivamente. No entiendo, realmente, que un escritor que se dice “progresista” omita a Mitre. Salvo, claro, que también sea mitrista, lo cual lo ubicaría en las antípodas de cualquier progresismo posible aunque condene a Roca.

No entiendo cómo no condena a Mitre por la matanza de Curupaity, donde más de 4.000 soldados argentinos perdieron la vida contra menos de 100 paraguayos debido a la improvisación del general creador del diario La Nación y tan afecto a las frases rimbombantes.

O por qué omite a los genocidas que el 16 de junio de1955 bombardearon un radio de 40 manzanas del centro porteño, incluyendo la carnicería de avda Pueyyredón 2267, con el argumento de que querían matar a Perón pero en verdad por puro odio al pueblo.
El genocidio es considerado un delito internacional que comprende cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal; estos actos comprenden la matanza y lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo, sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo, etc. La palabra genocidio fue creada por el jurista polaco Lemkin en 1944, quien quería referirse con este término a las matanzas por motivos raciales, nacionales o religiosos. Su estudio se basó en el genocidio perpetrado por el Imperio Otomano contra el pueblo armenio en 1915.

Se aplicó en los juicios en Nüremberg sobre los jerarcas nazis detenidos, y esto luego de que tanto EEUU como la URSS indujeran a muchos científicos de Alemania a colaborar para la gloria de esos países, por lo que obviamente no fueron juzgados y sus eventuales crímenes se ocultaron tras un manto de olvido.

Por genocidio fue condenada la pequeña Ruanda debido a las matanzas entre tutsis y hutus, y algunos jerarcas serbios por asesinatos masivos de croatas; y en los últimos tiempos, se “juzgó” a Gadafi por crímenes en Libia antes de que su ejecución pública fuera transmitida por la CNN con la intervención del presuntuoso Luis Moreno Ocampo como parte de la Corte Penal Internacional.

Pero nadie condenó a EEUU por las bombas de Hiroshima y Nagasaki, o por sus posteriores atrocidades en Vietnam, Irak y Afganistán. Ni a la URSS por matanzas en Hungría o Checoslovaquia, de lo que se desprende que el genocidio es una herramienta política del poder mundial y no una categoría del humanismo ya que nada induce a pensar que estamos viviendo tiempos más justos y equitativos que los del pasado.

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