martes, 16 de noviembre de 2010
Del empréstito Baring al Club de París: aislados del mundo
Dos razones principales explican por qué los gobiernos de Alemania, Francia, Suiza, Estados Unidos y otros, aceptaron que Argentina no pasara por el monitoreo previo del FMI para arreglar con el autodenominado Club de París:
1. El sistema monetario mundial de 2010 ya no es el de postguerra.
2. La Argentina vuelve a demostrar que una política autónoma realista es posible sin caerse del mundo ni ser señalado como parte del Eje del Mal. En este sentido, cuando los grupos concentrados sostienen, eufemísticamente, que "estamos aislados", es porque aspiran a retomar las relaciones carnales en todas sus variantes, reiniciado el ciclo del endeudamiento externo. Eso pretende, por ejemplo, el seudoproyecto de presupuesto dibujado por el baronet Alfonso de Prat-Gay.
¡Bien por Cristina!
No existe, ni en París ni en ninguna otra parte, una oficina, institución, edificio, lugar de recreación nocturna de caballeros aburridos, espacio deportivo o refugio de espías retirados que se denomine "Club de París", y por eso conviene mencionarlo entrecomillado.
En 1956, a fin de apuntalar el proceso de desperonización implementado por la Revolución Libertadora, los gobiernos de diecinueve países centrales acordaron otorgar eventuales facilidades financieras a cambio de liberar los controles a la repatriación de capitales golondrina, pago de royalties y ganancias, y a cambio de ello, todos lubricarían el ingreso de Argentina al Fondo Monetario Internacional.
Los izquierdistas marcianos locales suelen olvidar que hasta 1956, Argentina estaba aislada -por decisión de Perón- del sistema de compensaciones monetarias creado en Bretton Woods luego de la guerra, y que lejos de ser una estructura neutral, aseguraba el control económico mundial por parte de la potencia hegemónica.
Vale la pena recordar que aunque el sistema fue creado a iniciativa de Lord Keynes, el FMI real no beneficiaba tanto a Londres, como el denostado John Maynard pretendía, sino a EEUU. En efecto, tras la conferencia de Bretton Woods, Keynes se alejó y no volvió a la función pública.
La deuda del "Club de París" tiene similitud con el famoso empréstito de la Baring Bross que contrajo en 1824 Bernardino Rivadavia, el hombre que se adelantó a su época, hipotecando tierras públicas como garantía: el gobierno argentino sólo recibió un tercio, un tercio de la deuda contraída. Entre los negociadores de Rivadavia se encontraba un tal Pinedo. Se terminó de pagar en el siglo XX, y lo abonado en libras esterlinas fue equivalente a veinte veces lo realmente entregado, que por otra parte, pasó como asiento contable por el tesoro del gobierno y el efectivo, las libras contantes y sonantes, fueron a parar a los bolsillos de los intermediarios Robertson, Riglos, etc.
A eso se llamaba entonces "no estar aislados del mundo".
lunes, 15 de noviembre de 2010
CONSTRUIR ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y NO REUNIONES DE TUPPERWARE
En mi opinión, son Horacio González y Horacio Verbitsky, cada cual a su manera, desde sus perspectivas, no idénticas (tampoco lo son sus historias políticas), quienes mejor interpretan lo que está sucediendo actualmente en la Argentina. Sus posibilidades y carencias. En cuanto a Ricardo Forster y su idea de "anomalía", coincido con él en que pudo serlo en 2003, y de hecho lo fue en cuanto a lo esperable en aquel momento, pero el kirchnerismo ya ha dejado una huella, de modo que no puede ser considerada hoy como tal.
Otra huella social, la que produjo la eclosión juvenil de los 60/70, había sido extirpada violentamente, borrada con terror y sangre, y de sus hilachas surgió Kirchner, inesperadamente. Queda por ver si la juventud actual recoge su nombre y lo lleva como bandera a la victoria o si por el contrario, se limita a hacer lo que el poder espera de ella en lugar de construir un sujeto de cambio.
Lo inesperado es creación social.
La "eclosión" participativa que se percibe hoy entre los pibes puede malograrse si en lugar de construir organización política, la convertimos en reuniones de Tupperware.
Ayer, luego de que Artemio López posteara EL NUEVO, VIEJO GENERAL, hubo un comentario -el del Turco Turquestán u Osvaldo Tangir (a quien no conozco)- que quiero compartir:
"...El kirchnerismo es justicialismo en acto, si me permiten. No hay nada en él que no esté delineado en la doctrina, ni que esté reñido con la práctica. Ahora, creo que es lo que un tipo que fue militante de la JP entendió que debía ser el peronismo. Es una concepción, una mentalidad, o mejor dicho la emergencia de una generación, la del 70, que precisamente fue aniquilada para que nunca llegara al lugar que llegó. Si me pongo místico (hay tela y mi peronismo me asiste), digo que Néstor es un avatar. O una encarnación. ¿De qué? De una fe, claro. De una necesidad. De una creencia. No me pregunten por qué, pero su muerte fue un maremoto de realidad, mostró la trascendencia de su laburo y subrayó el carácter de misión y sacrificio de su vida. Y un montón de personas volvieron a humanizarse; a sentir como condición previa al pensar. A creer, por lo menos a creer que se habían equivocado. “La ruta de la emoción recondujo a la racionalidad perdida", escribe Verbitsky en el brillante comienzo de su imperdible y muy scalabriniana nota de hoy. El Flaco se tiró de cabeza y les hizo añicos el espejo para alondras que nos habían inventado, les robó el sentido, al que tenían secuestrado tras los titulares y los zócalos, y recuperó la palabra para el pueblo. Eso también es peronismo".
Escribió Horacio Verbitsky en domingo en Página 12:
Otra huella social, la que produjo la eclosión juvenil de los 60/70, había sido extirpada violentamente, borrada con terror y sangre, y de sus hilachas surgió Kirchner, inesperadamente. Queda por ver si la juventud actual recoge su nombre y lo lleva como bandera a la victoria o si por el contrario, se limita a hacer lo que el poder espera de ella en lugar de construir un sujeto de cambio.
Lo inesperado es creación social.
La "eclosión" participativa que se percibe hoy entre los pibes puede malograrse si en lugar de construir organización política, la convertimos en reuniones de Tupperware.
Ayer, luego de que Artemio López posteara EL NUEVO, VIEJO GENERAL, hubo un comentario -el del Turco Turquestán u Osvaldo Tangir (a quien no conozco)- que quiero compartir:
"...El kirchnerismo es justicialismo en acto, si me permiten. No hay nada en él que no esté delineado en la doctrina, ni que esté reñido con la práctica. Ahora, creo que es lo que un tipo que fue militante de la JP entendió que debía ser el peronismo. Es una concepción, una mentalidad, o mejor dicho la emergencia de una generación, la del 70, que precisamente fue aniquilada para que nunca llegara al lugar que llegó. Si me pongo místico (hay tela y mi peronismo me asiste), digo que Néstor es un avatar. O una encarnación. ¿De qué? De una fe, claro. De una necesidad. De una creencia. No me pregunten por qué, pero su muerte fue un maremoto de realidad, mostró la trascendencia de su laburo y subrayó el carácter de misión y sacrificio de su vida. Y un montón de personas volvieron a humanizarse; a sentir como condición previa al pensar. A creer, por lo menos a creer que se habían equivocado. “La ruta de la emoción recondujo a la racionalidad perdida", escribe Verbitsky en el brillante comienzo de su imperdible y muy scalabriniana nota de hoy. El Flaco se tiró de cabeza y les hizo añicos el espejo para alondras que nos habían inventado, les robó el sentido, al que tenían secuestrado tras los titulares y los zócalos, y recuperó la palabra para el pueblo. Eso también es peronismo".
Escribió Horacio Verbitsky en domingo en Página 12:
La hipnosis terminó
La muerte de Kirchner no creó un vacío de poder en el Gobierno sino en el Grupo Ahhh.... Las boutades de Carrió y Reutemann, en sendas pausas del spa y el campo, dejaron castañeteando los dientes a sus respectivas coaliciones. Sin fuerza, cohesión ni proyecto enfrentan a un gobierno coherente, fortalecido por el reconocimiento popular a su líder muerto y la adhesión a su continuadora, por temor a cualquier cambio de rumbo.
La imponente eclosión afectiva producida en cuanto se supo que había muerto Néstor Kirchner actuó como el chasquido que despierta a un hipnotizado. La bruma de imágenes inducidas por sugestión se disipa y la realidad recupera su nítida primacía. La espuma de los días y la trivialidad del debate mediático, detrás del cual eran visibles los intereses, habían tendido un velo deformante, que desapareció en un minuto. Clarín ni siquiera tuvo tiempo de levantar el aviso transparente de un hipermercado que estaba en su portada on line y que durante varios minutos proyectó una salva de fuegos de artificio sobre la noticia de la muerte de Kirchner, como involuntaria celebración. La ruta de la emoción recondujo a la racionalidad perdida.
Un hombre ordinario
Unos minutos más tardó en instalarse la respuesta al nuevo escenario: como el primer día del gobierno de Kirchner en 2003, igual que al asumir Cristina en 2007 o como al conocerse los resultados del escrutinio de 2009, la condición pregonada para la gobernabilidad fue el consenso y la concertación con los intereses corporativos. Esta insistencia en torcer la voluntad del gobierno por medios insidiosos, es una muestra de impotencia de quienes no pueden imponer sin amenazas su propia agenda, por falta de fuerza, de cohesión y de proyecto. Kirchner tuvo la sagacidad de persistir en el rumbo trazado sin amilanarse por riesgos ni contratiempos. Esa obstinación en perseguir un objetivo claro por encima de las contradicciones inevitables de la acción política, la sencillez del discurso que repitió sin variar durante años y su coherencia con la práctica es lo que el país reconoció con demostraciones de amor y gratitud como no se recuerdan en muchas décadas, por parte de la multitud más diversa de la historia, donde los sindicatos obreros coincidieron con las minorías sexuales. Sólo la ceguera irremediable de quien no quiere ver puede confundir con necrofilia este diálogo profundo de una sociedad en mutación con el liderazgo que le permitió emerger. A los pocos días, comenzó una desaforada idealización. ¿Quién podrá llenar el vacío que deja tan enorme figura?, es el solapado subtexto que, una vez más, apunta a menoscabar a Cristina, reciclando la ficción de que él era el único poder real. El mejor ejemplo está en el título de la crónica del diario Washington Post, “Transición sudamericana: las dos mujeres que liderarán el futuro de Brasil y Argentina”. A ambas les vaticina “una transición difícil”, como si CFK recién se hiciera cargo de la presidencia, al mismo tiempo que la electa Dilma Rousseff. Kirchner sólo fue un hombre ordinario que, puesto en una situación extraordinaria, estuvo a la altura del desafío. No más, pero tampoco menos. Lo mismo vale para su esposa. Eso es lo que el pueblo celebró en Buenos Aires y Santa Cruz, con tristísima satisfacción.
¿Por qué cambiar?
Fueron una pareja sentimental y política, que compartió vida y proyecto. Y al pueblo jamás le fue mejor en décadas. La economía crece por encima del 9%; la relación deuda/PIB se redujo diez veces y es la menor desde el empréstito Baring de 1826; las reservas son las más elevadas de la historia; las relaciones con los países vecinos son estrechas y cooperativas, con Estados Unidos y Europa, cordiales y respetuosas pero en un pie de igualdad. Los jefes de la dictadura criminal están presos y son juzgados. La justicia funciona con independencia del gobierno, aunque no siempre de los poderes fácticos. La producción y las exportaciones agrícolas y de automóviles serán este año las mayores de la historia. El consumo crece a pesar de la elevada inflación, los salarios formales superan el IPC, la Asignación Universal por Hijo compensa la diferencia para los precarios, el desempleo cayó a 7,6% y sigue bajando. Los obreros de la multinacional francesa Renault, que presentó un nuevo auto, con 40% de piezas argentinas, aclamaron a la presidente. Son tan jóvenes como quienes colmaron la Plaza de Mayo y las calles porteñas para despedir a Kirchner. ¿Por qué debería cambiar Cristina una política que goza de tanta adhesión? Si ella se lo propusiera, hoy sería reelecta en primera vuelta, por mayor diferencia que en 2007, cuando dobló a la segunda fuerza.
La famosa crispación
Kirchner no está y CFK pasó los últimos días en la cumbre del G-20. Si el relato predominante fuera cierto, esto debería reflejarse en un clima de serenidad y concordia. Por el contrario, todas las contradicciones del Grupo Ahhh... asomaron como fracturas expuestas. Los efectos más deletéreos afectaron al Peornismo opositor, la Coalición Cívica Libertadora, el radicalismo, el socialismo y el PRO, donde se produjo una verdadera implosión. Una semana antes del 27 de octubre, José Scioli pedía proyectos y ofrecía cargos en el futuro gabinete presidencial de su hermano. Su trabajo junto a Francisco de Narváez no obedecía a que se hubiera distanciado del gobernador bonaerense, como acordaron simular: Daniel Scioli aspiraría a la presidencia y De Narváez lo acompañaría como candidato en la principal provincia del país. En el último diálogo con Scioli, Kirchner cortó camino y lo invitó a que compitiera con él en las primarias justicialistas. “Si me ganás yo te apoyo”, le dijo. Scioli protestó lealtad pero siguió con su plan de congregar al kirchnerismo y al peornismo disidente, sin confrontar con nadie. El espacio político para esa fantasía se le ha hecho minúsculo y no le queda mejor alternativa que la reelección en Buenos Aires. Pero esto ha desacomodado al Peornismo opositor. Como también desapareció en acción el vicepresidente Julio Cobos (beneficiario del mayor hit musical del año), De Narváez ha renovado los contactos con el senador Carlos Reutemann, quien pegó un portazo en las narices del ex senador Eduardo Duhalde y sus acólitos, quienes pretendían seguir como si nada hubiera sucedido. Reutemann estaba negociando con Kirchner un acuerdo para impedir que en Santa Fe volviera a imponerse el Pacto Radical-Socialista. Implicaba la elección en primarias justicialistas entre el diputado kirchnerista Agustín Rossi y el entenado reutemista Jorge Obeid. Para Kirchner, y para Cristina ahora, la condición era que el senador sojero apoyara la candidatura presidencial del FpV. La votación por el presupuesto fue una prueba ácida para esa amalgama: Rossi solicitó que los seis diputados nacionales que responden a Reutemann y Obeid votaran el proyecto oficial, a lo que se negaron. La confluencia de julio sólo es posible dentro de un acuerdo para octubre. De otro modo, sólo resolvería los problemas de Reutemann, lo cual no constituye una prioridad en Olivos. Otro tanto vale para Córdoba, donde siguen bien encaminadas las conversaciones con el ex gobernador José De la Sota, menos remilgado que Reutemann. En la Capital, los contactos se habían entablado con colaboradores de los más próximos a Pino Solanas. En combinación con CFK, Pino hasta podría ganar la jefatura municipal. El problema es que esto lo obligaría a despedirse de su regalada existencia, y además dispersaría su tropa, una sumatoria de microemprendimientos como los de Claudio Lozano, Humberto Tumini y Miguel Bonasso, siempre asidos de algún faldón nacional para no caerse del mapa. También se movieron las placas tectónicas en las cámaras patronales agropecuarias, cuya Mesa de Enlace pasó al olvido, dada la avidez de Eduardo Buzzi por reubicarse en la nueva situación. Hasta hace poco pretendía llegar a la gobernación de Santa Fe por el duhaldismo. Hoy pugna por la mera subsistencia, desprestigiado en todos los ambientes que supo frecuentar, y sólo anhela que le tiren un cable desde la nave oficial. ¡Hasta fue mencionado por Clarín, que no perdona, entre los operadores del FpV para la aprobación del presupuesto!
La implosión
El mayor escándalo lo produjo la jefa de la Coalición Cívica Libertadora, con su denuncia de un nuevo Pacto de Olivos. Los radicales nunca habían abjurado de la reforma constitucional de 1994, negociada entre su líder Raúl Alfonsín y el entonces presidente Carlos Menem. Sin embargo, a la sola mención de Elisa Carrió saltaron como si se tratara del peor insulto. Es cierto que estaban sensibilizados por la propia fractura que los partió al medio en la disputa por la presidencia del bloque, que ahora se repite en el Senado. También cruje la bancada macrista que, como animal de dos cabezas, se intercambia acusaciones cara a cara. Más sosegada fue la respuesta oficial ante el otro exabrupto de Carrió, acerca de una presunta “Banelco de Cristina”. Aníbal Fernández recurrió al mecanismo psicológico de la proyección y Rossi dijo que el escándalo de una denuncia sin fundamentos fue la única forma de impedir una derrota en la inminente votación presupuestaria. Lo confirmó la camaleónica asistente de Carrió, Patricia Bullrich, ex ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa, al confesar que “si no denunciábamos, perdíamos la votación”. Ya las declaraciones de las diputadas Cinthya Hotton (macrismo evangélico) y Elsa Alvarez (radicalismo patagón) sobre llamados telefónicos habían sido interpretadas por la prensa de oposición como ofrecimientos de soborno, cosa que ninguna de ellas había dicho. Sería ingenuo, si no fuera perverso, suponer que una gestión semejante se haga por teléfono y sin una relación personal previa. La verdadera Banelco fue el traslado de 5 millones de pesos para pagar a senadores propios y ajenos por parte del secretario del Senado, no un diálogo político sobre la importancia de contar con un presupuesto para el último año de gestión. La denuncia es de tan extrema gravedad que no se entiende cómo las dos legisladoras omitieron su judicialización, obligatoria por el artículo 117 del Código Procesal Penal, ni accedieron a identificar quién o quiénes les ofrecieron qué cosa. En cambio, se propicia una investigación parlamentaria, en la que una vez más se buscará enlodar al gobierno, como ocurre desde el día en que Cristina juró el cargo. El Grupo Ahhh... y sus satélites de izquierda no escarmentaron con la ley previsional del 82 por ciento. Ese único éxito parlamentario que consiguieron en un año se les volvió en contra. Cuando CFK cumplió su promesa de vetarla no hubo una sola protesta de los presuntos afectados, mientras en Francia más de tres millones de personas paralizaban el país para reclamar por el aumento de tres años en la edad jubilatoria. Hacía falta un esfuerzo de voluntarismo y microclima para no percibir la valoración del gobierno que latía en las capas profundas de la sociedad y que salió a la superficie en cuanto la muerte de Kirchner hizo entrever el peligro de un cambio de rumbo.
De Buenos Aires a Seúl
“Esta presidente inteligente y luchadora como pocas, valiente como ninguna” (según la definición del nieto de uno de los grandes juristas del establishment liberal, que se refiere a ella como “la chica que nos gusta”) presidía al mismo tiempo la apertura de la mesa de Finanzas en la Cumbre Mundial del G-20 en Corea. Allí reivindicó sus políticas activas para superar la crisis financiera y sostener el empleo y el consumo. Mencionó la acumulación de reservas como defensa contra la volatilidad de los mercados, el pago con ellas de compromisos externos para invertir los recursos fiscales en la economía real y las restricciones al ingreso de capitales especulativos. “Las finanzas tienen que volver a la escala de la producción de bienes y servicios y tenemos que mejorar los salarios porque la gente tiene que consumir”, explicó. Para tirria de quienes no abandonan las catastróficas recetas del establishment, concluyó que en la Argentina “comprobamos que no puede crecer un sector a costa de que se derrumbe el resto de la sociedad”, y que esa enseñanza es aplicable a escala global. No es una conclusión presuntuosa. En Holanda, los economistas Servaas Storm and C.W.M. Naastepad, de la Universidad Tecnológica de Delft, acaban de publicar un artículo (“El costo de la desigualdad”) en el que analizan las consecuencias de la teoría de la tasa de desempleo que no acelera la inflación (o, por su sigla en inglés, la NAIRU), responsable de los espectaculares desequilibrios que culminaron con el colapso de 2007/2008. Para la NAIRU, que los autores equiparan con el ejército de reserva de desocupados de la doctrina de Marx, habría un desempleo de equilibrio, resultante del conflicto distributivo entre trabajadores y patrones. Su principal implicación es que los gobiernos y sus banqueros centrales no deberían promover el pleno empleo porque aceleraría la inflación. En consecuencia el mercado laboral debe ser desregulado, los estados de bienestar puestos a dieta y la posición negociadora de los sindicatos debilitada, de modo de reducir el salario real respecto de la productividad y mejorar la rentabilidad empresarial. Crecimiento e igualdad serían así incompatibles. Esta familiar descripción de lo que ocurrió en la Argentina del neoliberalismo está en la base de la crisis global. Al acentuarse la desigualdad y disminuir los ingresos del 90 por ciento de la población surgió un mercado cautivo de préstamos para mantener el nivel de vida de esos hogares. Al mismo tiempo se incrementaban los ingresos del 10 por ciento restante, origen de la sobreabundante liquidez que se depositó en fondos especulativos. Ese exceso de crédito no se utilizó para financiar el progreso técnico sino para la creación de nuevos e imaginativos instrumentos financieros, como la securitización de las hipotecas que, a partir de cierto punto, fueron insostenibles y pincharon la burbuja. Aunque la crisis haya emergido en el sector financiero, dicen los holandeses, sus raíces son más profundas y residen en el cambio estructural en la distribución del ingreso en los últimos treinta años. Para impedir la fragilidad financiera y la crisis es preciso “disciplinar a las empresas, los inversores y los mercados financieros”. Los autores proponen una toma de decisiones compartida a nivel de empresas, para desalentar la actividad especulativa y no productiva. “Un crecimiento más igualitario, traccionado por el salario y con baja desocupación, es crucial para impedir la acumulación de los excesos de liquidez que desencadenaron la actual crisis”. La alternativa a la NAIRU es el regreso a la regulación financiera y a políticas más equitativas de pleno empleo. Como si también volvieran de un sueño hipnótico, Storm y Naastepad enuncian algunas viejas verdades elementales. “El salario no es sólo un costo para las empresas (como supone la NAIRU) sino que mayores remuneraciones también producen beneficios macroeconómicos, como mayor demanda y más rápido aumento de productividad, mayor capacidad utilizada por las empresas y mayores ganancias”. Si aumentan la demanda y las utilidades también crecerá la productividad, por la inversión en nuevo equipamiento de tecnología más avanzada. Los mayores salarios, una fuerte protección legal para los trabajadores y su participación efectiva en la gestión de las empresas también motivarán a los trabajadores a comprometerse con las empresas a través de una mayor productividad. Además de los líderes de una docena de compañías globales, escucharon el mensaje de Cristina el presidente y vice de la Unión Industrial, Héctor Méndez y José Ignacio Mendiguren, los mismos que han liderado la oposición a todas las medidas que el gobierno adoptó en ese sentido y que ahora resisten, con el apoyo del Episcopado Católico, la participación obrera en las ganancias contenida en la Constitución desde hace 53 años. ¿Qué habrán entendido esas mentes obtusas, reacias al inevitable despertar?
La muerte de Kirchner no creó un vacío de poder en el Gobierno sino en el Grupo Ahhh.... Las boutades de Carrió y Reutemann, en sendas pausas del spa y el campo, dejaron castañeteando los dientes a sus respectivas coaliciones. Sin fuerza, cohesión ni proyecto enfrentan a un gobierno coherente, fortalecido por el reconocimiento popular a su líder muerto y la adhesión a su continuadora, por temor a cualquier cambio de rumbo.
La imponente eclosión afectiva producida en cuanto se supo que había muerto Néstor Kirchner actuó como el chasquido que despierta a un hipnotizado. La bruma de imágenes inducidas por sugestión se disipa y la realidad recupera su nítida primacía. La espuma de los días y la trivialidad del debate mediático, detrás del cual eran visibles los intereses, habían tendido un velo deformante, que desapareció en un minuto. Clarín ni siquiera tuvo tiempo de levantar el aviso transparente de un hipermercado que estaba en su portada on line y que durante varios minutos proyectó una salva de fuegos de artificio sobre la noticia de la muerte de Kirchner, como involuntaria celebración. La ruta de la emoción recondujo a la racionalidad perdida.
Un hombre ordinario
Unos minutos más tardó en instalarse la respuesta al nuevo escenario: como el primer día del gobierno de Kirchner en 2003, igual que al asumir Cristina en 2007 o como al conocerse los resultados del escrutinio de 2009, la condición pregonada para la gobernabilidad fue el consenso y la concertación con los intereses corporativos. Esta insistencia en torcer la voluntad del gobierno por medios insidiosos, es una muestra de impotencia de quienes no pueden imponer sin amenazas su propia agenda, por falta de fuerza, de cohesión y de proyecto. Kirchner tuvo la sagacidad de persistir en el rumbo trazado sin amilanarse por riesgos ni contratiempos. Esa obstinación en perseguir un objetivo claro por encima de las contradicciones inevitables de la acción política, la sencillez del discurso que repitió sin variar durante años y su coherencia con la práctica es lo que el país reconoció con demostraciones de amor y gratitud como no se recuerdan en muchas décadas, por parte de la multitud más diversa de la historia, donde los sindicatos obreros coincidieron con las minorías sexuales. Sólo la ceguera irremediable de quien no quiere ver puede confundir con necrofilia este diálogo profundo de una sociedad en mutación con el liderazgo que le permitió emerger. A los pocos días, comenzó una desaforada idealización. ¿Quién podrá llenar el vacío que deja tan enorme figura?, es el solapado subtexto que, una vez más, apunta a menoscabar a Cristina, reciclando la ficción de que él era el único poder real. El mejor ejemplo está en el título de la crónica del diario Washington Post, “Transición sudamericana: las dos mujeres que liderarán el futuro de Brasil y Argentina”. A ambas les vaticina “una transición difícil”, como si CFK recién se hiciera cargo de la presidencia, al mismo tiempo que la electa Dilma Rousseff. Kirchner sólo fue un hombre ordinario que, puesto en una situación extraordinaria, estuvo a la altura del desafío. No más, pero tampoco menos. Lo mismo vale para su esposa. Eso es lo que el pueblo celebró en Buenos Aires y Santa Cruz, con tristísima satisfacción.
¿Por qué cambiar?
Fueron una pareja sentimental y política, que compartió vida y proyecto. Y al pueblo jamás le fue mejor en décadas. La economía crece por encima del 9%; la relación deuda/PIB se redujo diez veces y es la menor desde el empréstito Baring de 1826; las reservas son las más elevadas de la historia; las relaciones con los países vecinos son estrechas y cooperativas, con Estados Unidos y Europa, cordiales y respetuosas pero en un pie de igualdad. Los jefes de la dictadura criminal están presos y son juzgados. La justicia funciona con independencia del gobierno, aunque no siempre de los poderes fácticos. La producción y las exportaciones agrícolas y de automóviles serán este año las mayores de la historia. El consumo crece a pesar de la elevada inflación, los salarios formales superan el IPC, la Asignación Universal por Hijo compensa la diferencia para los precarios, el desempleo cayó a 7,6% y sigue bajando. Los obreros de la multinacional francesa Renault, que presentó un nuevo auto, con 40% de piezas argentinas, aclamaron a la presidente. Son tan jóvenes como quienes colmaron la Plaza de Mayo y las calles porteñas para despedir a Kirchner. ¿Por qué debería cambiar Cristina una política que goza de tanta adhesión? Si ella se lo propusiera, hoy sería reelecta en primera vuelta, por mayor diferencia que en 2007, cuando dobló a la segunda fuerza.
La famosa crispación
Kirchner no está y CFK pasó los últimos días en la cumbre del G-20. Si el relato predominante fuera cierto, esto debería reflejarse en un clima de serenidad y concordia. Por el contrario, todas las contradicciones del Grupo Ahhh... asomaron como fracturas expuestas. Los efectos más deletéreos afectaron al Peornismo opositor, la Coalición Cívica Libertadora, el radicalismo, el socialismo y el PRO, donde se produjo una verdadera implosión. Una semana antes del 27 de octubre, José Scioli pedía proyectos y ofrecía cargos en el futuro gabinete presidencial de su hermano. Su trabajo junto a Francisco de Narváez no obedecía a que se hubiera distanciado del gobernador bonaerense, como acordaron simular: Daniel Scioli aspiraría a la presidencia y De Narváez lo acompañaría como candidato en la principal provincia del país. En el último diálogo con Scioli, Kirchner cortó camino y lo invitó a que compitiera con él en las primarias justicialistas. “Si me ganás yo te apoyo”, le dijo. Scioli protestó lealtad pero siguió con su plan de congregar al kirchnerismo y al peornismo disidente, sin confrontar con nadie. El espacio político para esa fantasía se le ha hecho minúsculo y no le queda mejor alternativa que la reelección en Buenos Aires. Pero esto ha desacomodado al Peornismo opositor. Como también desapareció en acción el vicepresidente Julio Cobos (beneficiario del mayor hit musical del año), De Narváez ha renovado los contactos con el senador Carlos Reutemann, quien pegó un portazo en las narices del ex senador Eduardo Duhalde y sus acólitos, quienes pretendían seguir como si nada hubiera sucedido. Reutemann estaba negociando con Kirchner un acuerdo para impedir que en Santa Fe volviera a imponerse el Pacto Radical-Socialista. Implicaba la elección en primarias justicialistas entre el diputado kirchnerista Agustín Rossi y el entenado reutemista Jorge Obeid. Para Kirchner, y para Cristina ahora, la condición era que el senador sojero apoyara la candidatura presidencial del FpV. La votación por el presupuesto fue una prueba ácida para esa amalgama: Rossi solicitó que los seis diputados nacionales que responden a Reutemann y Obeid votaran el proyecto oficial, a lo que se negaron. La confluencia de julio sólo es posible dentro de un acuerdo para octubre. De otro modo, sólo resolvería los problemas de Reutemann, lo cual no constituye una prioridad en Olivos. Otro tanto vale para Córdoba, donde siguen bien encaminadas las conversaciones con el ex gobernador José De la Sota, menos remilgado que Reutemann. En la Capital, los contactos se habían entablado con colaboradores de los más próximos a Pino Solanas. En combinación con CFK, Pino hasta podría ganar la jefatura municipal. El problema es que esto lo obligaría a despedirse de su regalada existencia, y además dispersaría su tropa, una sumatoria de microemprendimientos como los de Claudio Lozano, Humberto Tumini y Miguel Bonasso, siempre asidos de algún faldón nacional para no caerse del mapa. También se movieron las placas tectónicas en las cámaras patronales agropecuarias, cuya Mesa de Enlace pasó al olvido, dada la avidez de Eduardo Buzzi por reubicarse en la nueva situación. Hasta hace poco pretendía llegar a la gobernación de Santa Fe por el duhaldismo. Hoy pugna por la mera subsistencia, desprestigiado en todos los ambientes que supo frecuentar, y sólo anhela que le tiren un cable desde la nave oficial. ¡Hasta fue mencionado por Clarín, que no perdona, entre los operadores del FpV para la aprobación del presupuesto!
La implosión
El mayor escándalo lo produjo la jefa de la Coalición Cívica Libertadora, con su denuncia de un nuevo Pacto de Olivos. Los radicales nunca habían abjurado de la reforma constitucional de 1994, negociada entre su líder Raúl Alfonsín y el entonces presidente Carlos Menem. Sin embargo, a la sola mención de Elisa Carrió saltaron como si se tratara del peor insulto. Es cierto que estaban sensibilizados por la propia fractura que los partió al medio en la disputa por la presidencia del bloque, que ahora se repite en el Senado. También cruje la bancada macrista que, como animal de dos cabezas, se intercambia acusaciones cara a cara. Más sosegada fue la respuesta oficial ante el otro exabrupto de Carrió, acerca de una presunta “Banelco de Cristina”. Aníbal Fernández recurrió al mecanismo psicológico de la proyección y Rossi dijo que el escándalo de una denuncia sin fundamentos fue la única forma de impedir una derrota en la inminente votación presupuestaria. Lo confirmó la camaleónica asistente de Carrió, Patricia Bullrich, ex ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa, al confesar que “si no denunciábamos, perdíamos la votación”. Ya las declaraciones de las diputadas Cinthya Hotton (macrismo evangélico) y Elsa Alvarez (radicalismo patagón) sobre llamados telefónicos habían sido interpretadas por la prensa de oposición como ofrecimientos de soborno, cosa que ninguna de ellas había dicho. Sería ingenuo, si no fuera perverso, suponer que una gestión semejante se haga por teléfono y sin una relación personal previa. La verdadera Banelco fue el traslado de 5 millones de pesos para pagar a senadores propios y ajenos por parte del secretario del Senado, no un diálogo político sobre la importancia de contar con un presupuesto para el último año de gestión. La denuncia es de tan extrema gravedad que no se entiende cómo las dos legisladoras omitieron su judicialización, obligatoria por el artículo 117 del Código Procesal Penal, ni accedieron a identificar quién o quiénes les ofrecieron qué cosa. En cambio, se propicia una investigación parlamentaria, en la que una vez más se buscará enlodar al gobierno, como ocurre desde el día en que Cristina juró el cargo. El Grupo Ahhh... y sus satélites de izquierda no escarmentaron con la ley previsional del 82 por ciento. Ese único éxito parlamentario que consiguieron en un año se les volvió en contra. Cuando CFK cumplió su promesa de vetarla no hubo una sola protesta de los presuntos afectados, mientras en Francia más de tres millones de personas paralizaban el país para reclamar por el aumento de tres años en la edad jubilatoria. Hacía falta un esfuerzo de voluntarismo y microclima para no percibir la valoración del gobierno que latía en las capas profundas de la sociedad y que salió a la superficie en cuanto la muerte de Kirchner hizo entrever el peligro de un cambio de rumbo.
De Buenos Aires a Seúl
“Esta presidente inteligente y luchadora como pocas, valiente como ninguna” (según la definición del nieto de uno de los grandes juristas del establishment liberal, que se refiere a ella como “la chica que nos gusta”) presidía al mismo tiempo la apertura de la mesa de Finanzas en la Cumbre Mundial del G-20 en Corea. Allí reivindicó sus políticas activas para superar la crisis financiera y sostener el empleo y el consumo. Mencionó la acumulación de reservas como defensa contra la volatilidad de los mercados, el pago con ellas de compromisos externos para invertir los recursos fiscales en la economía real y las restricciones al ingreso de capitales especulativos. “Las finanzas tienen que volver a la escala de la producción de bienes y servicios y tenemos que mejorar los salarios porque la gente tiene que consumir”, explicó. Para tirria de quienes no abandonan las catastróficas recetas del establishment, concluyó que en la Argentina “comprobamos que no puede crecer un sector a costa de que se derrumbe el resto de la sociedad”, y que esa enseñanza es aplicable a escala global. No es una conclusión presuntuosa. En Holanda, los economistas Servaas Storm and C.W.M. Naastepad, de la Universidad Tecnológica de Delft, acaban de publicar un artículo (“El costo de la desigualdad”) en el que analizan las consecuencias de la teoría de la tasa de desempleo que no acelera la inflación (o, por su sigla en inglés, la NAIRU), responsable de los espectaculares desequilibrios que culminaron con el colapso de 2007/2008. Para la NAIRU, que los autores equiparan con el ejército de reserva de desocupados de la doctrina de Marx, habría un desempleo de equilibrio, resultante del conflicto distributivo entre trabajadores y patrones. Su principal implicación es que los gobiernos y sus banqueros centrales no deberían promover el pleno empleo porque aceleraría la inflación. En consecuencia el mercado laboral debe ser desregulado, los estados de bienestar puestos a dieta y la posición negociadora de los sindicatos debilitada, de modo de reducir el salario real respecto de la productividad y mejorar la rentabilidad empresarial. Crecimiento e igualdad serían así incompatibles. Esta familiar descripción de lo que ocurrió en la Argentina del neoliberalismo está en la base de la crisis global. Al acentuarse la desigualdad y disminuir los ingresos del 90 por ciento de la población surgió un mercado cautivo de préstamos para mantener el nivel de vida de esos hogares. Al mismo tiempo se incrementaban los ingresos del 10 por ciento restante, origen de la sobreabundante liquidez que se depositó en fondos especulativos. Ese exceso de crédito no se utilizó para financiar el progreso técnico sino para la creación de nuevos e imaginativos instrumentos financieros, como la securitización de las hipotecas que, a partir de cierto punto, fueron insostenibles y pincharon la burbuja. Aunque la crisis haya emergido en el sector financiero, dicen los holandeses, sus raíces son más profundas y residen en el cambio estructural en la distribución del ingreso en los últimos treinta años. Para impedir la fragilidad financiera y la crisis es preciso “disciplinar a las empresas, los inversores y los mercados financieros”. Los autores proponen una toma de decisiones compartida a nivel de empresas, para desalentar la actividad especulativa y no productiva. “Un crecimiento más igualitario, traccionado por el salario y con baja desocupación, es crucial para impedir la acumulación de los excesos de liquidez que desencadenaron la actual crisis”. La alternativa a la NAIRU es el regreso a la regulación financiera y a políticas más equitativas de pleno empleo. Como si también volvieran de un sueño hipnótico, Storm y Naastepad enuncian algunas viejas verdades elementales. “El salario no es sólo un costo para las empresas (como supone la NAIRU) sino que mayores remuneraciones también producen beneficios macroeconómicos, como mayor demanda y más rápido aumento de productividad, mayor capacidad utilizada por las empresas y mayores ganancias”. Si aumentan la demanda y las utilidades también crecerá la productividad, por la inversión en nuevo equipamiento de tecnología más avanzada. Los mayores salarios, una fuerte protección legal para los trabajadores y su participación efectiva en la gestión de las empresas también motivarán a los trabajadores a comprometerse con las empresas a través de una mayor productividad. Además de los líderes de una docena de compañías globales, escucharon el mensaje de Cristina el presidente y vice de la Unión Industrial, Héctor Méndez y José Ignacio Mendiguren, los mismos que han liderado la oposición a todas las medidas que el gobierno adoptó en ese sentido y que ahora resisten, con el apoyo del Episcopado Católico, la participación obrera en las ganancias contenida en la Constitución desde hace 53 años. ¿Qué habrán entendido esas mentes obtusas, reacias al inevitable despertar?
domingo, 14 de noviembre de 2010
Kirchner, el hombre que venía
Nicolás Casullo escribió esta nota en mayo de 2002, un año antes de que Néstor Kirchner llegara a la presidencia y antes incluso de que fuera realmente un candidato. El notable texto pinta el personaje que el gobernador patagónico podría llegar a ser y en muchos aspectos realmente fue.
Néstor Kirchner representa la nueva versión de un espacio tan legendario y trágico como equívoco en la Argentina: la izquierda peronista. En su rostro anguloso, en su aire desorientado como si hubiese olvidado algo en la mesa del bar, Kirchner busca resucitar esa izquierda sobre la castigada piel de un peronismo casi concluido después del saqueo ideológico, cultural y ético menemista. Convocatoria kirchneriana por lo tanto a los espíritus errantes de una vieja ala progresista que hace mucho tiempo pensaba hazañas nacionales y populares de corte mayor.
Revolotean escuálidos los fantasmas de antiguas Evitas, CGT Framinista, caños de la resistencia, Ongaro, la gloriosa JP, la Tendencia, los comandos de la liberación, ahora sólo eso, voces en la casa vacía. Por eso un Néstor Kirchner patagónico, atildado en su impermeable, con algo de abogado bacán casado con la más linda del pueblo, debe lidiar con la peor (que no es ella, inteligente, dura, a veces simpática) sino recomponer, actualizar y modernizar el recuerdo de un protagonismo de la izquierda peronista que en los ’70 se llenó de calles, revoluciones, fe en el General, pero también de violencia, sangre, pólvora, desatinos y muertes a raudales, y de la cual el propio justicialismo en todas sus instancias hegemónicas desde el ’76 en adelante, renegó, olvidó y dijo no conocer en los careos historiográficos. De ahí que en las nuevas generaciones de jóvenes de los últimos 20 años, las crecidas entre Luder y Menem, aquel “peronismo de izquierda” no dejó datos ni rastros: las nuevas generaciones medias no alcanzan a descifrar ese rótulo como algo digno de ser pensado. Por eso, como espacio histórico dramático y fallido, lo de Kirchner tiene el signo de la nobleza, del respeto a una generación vilipendiada con el mote de puro guerrillerismo. Es fiel a una memoria fuerte del país que ningún peronista “referente” se animó a aludir en la nueva democracia, y también signo de aquellos fatalismos. Larga es la lista de enemigos internos y externos de esa izquierda nacional en el movimiento desde 1953 hasta hoy: los “cobardes, entreguistas, traidores, claudicantes, negociadores, burócratas, mariscales de la derrota, antipueblo” y finalmente esa extraña y exitosa ecuación de modernización y renovación justicialista que desembocó en el menemismo-liberal que enamoró a todos los poderes reales en la Argentina. Lista de defecciones tan eterna y concreta que casi terminó siendo, desde 1955, la historia real del peronismo. La de sus defecciones.
En esa temeraria pelea está inscripto hoy el santacruceño. Según muchos, Kirchner asume la responsabilidad de una pieza semiarqueológica: los militantes peronistas “setenteros”, ahora cincuentones, quienes viven la biografía del movimiento del ’45 como sentados en una estación abandonada y ventosa muy al sur del país por donde volver a pasar, aunque todavía no se note, ni se crea, ni se oiga, aquel verdadero tren de la historia que algún día podrá llenar de humo purificador la patria.
Sentados en el andén vacío y destartalado, como a una hora señalada, los del grupo toman mate, hacen muñequitos de madera con las navajas, parrillan corderitos en la estación sin nadie, miran de soslayo por si se acerca alguien, y achican los ojos cada tanto con las manos de visera en pos de un imaginario punto negro, lejano, que se vaya agrandando sobre las vías con su silbato anunciador. La cuestión es no dar demasiados datos de esa espera. Por eso Kirchner habla rápido, a veces medio desprolijo, o deambula confusamente entre cámaras de noticiero tratando de coincidir con la memoria de los mártires, con el subsuelo del tercer cordón ex industrial, o con una histérica cacerolera de Belgrano R. Porque en realidad está diciendo algo difícil, complejo, discutible, pero a lo mejor por eso profundamente cierto en cuanto a por cuál sendero se sale realmente de este entuerto, donde el país se desbarranca por la ladera, perdida toda idea de sí mismo, toda imagen nacional.
Es posible que no sea candidato, o mejor dicho que no le alcance el envión entre los sueños solapados del presidente Duhalde, las encuestas optimistas de De la Sota, la coincidencia de los poderes con Reutemann, las infinitas “re-reelecciones” de Menem, el caradurismo simpático de Rodríguez Saá. Desgarbado, lungo, de palabra directa, está último en esa lista, cuando cada tanto viene del sur para exigir elecciones ya. Para decir que va por adentro o va por afuera pero no va a entrar en ninguna trenza. Lo converso con mis amigos y el 80 por ciento no lo ubica, lo semitienen en algún rincón de las imágenes del consciente pero no del todo. Les digo que es el fantasma de la tendencia que vuelve volando sobre los techos y sonríen como si les hablase de una película que no se va a estrenar nunca porque falta pagar el master.
Si rompe con el peronismo corre el eterno peligro de quedarse solo, ser simple izquierda, ser no “negocio”. Si se queda adentro, ya nadie sabe en qué paraje en realidad se queda: corre el peligro de no darse cuenta un día que él tampoco existe.
En ese maltrecho peronismo que vendió todas las almas por depósitos bancarios, Kirchner es otra cosa: insiste en dar cuenta de que ésta no fue toda la historia. Que hay una última narración escondida en los mares del sur.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Martín García, Télam en buenas manos
Leemos en Pájaro Rojo y suscribimos:
Por Decreto 1459/2010 con fecha 13/10/2010 fue desígnado presidente de Télam Sociedad del Estado Martín García, periodista y comunicólogo peronista de vasta trayectoria profesional y alma mater de la agrupación Ohesterheld, que se caracteriza por su pasión movimientista y su profunda aversión al gorilismo y al sectarismo, en todas sus vertientes y manifestaciones.
Es, realmente, una muy buena noticia.
El Decreto:
VISTO el artículo 99, inciso 7 de la CONSTITUCION NACIONAL, LA PRESIDENTA DE LA NACION ARGENTINA DECRETA:
Artículo 1º — Desígnase Presidente de TELAM SOCIEDAD DEL ESTADO al Señor D. Carlos Martín GARCIA (D.N.I. Nº 8.251.935).
Art. 2º — Comuníquese, publíquese, dése a la DIRECCION NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese. — CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER – ANIBAL D. FERNANDEZ.
Por Decreto 1459/2010 con fecha 13/10/2010 fue desígnado presidente de Télam Sociedad del Estado Martín García, periodista y comunicólogo peronista de vasta trayectoria profesional y alma mater de la agrupación Ohesterheld, que se caracteriza por su pasión movimientista y su profunda aversión al gorilismo y al sectarismo, en todas sus vertientes y manifestaciones.
Es, realmente, una muy buena noticia.
El Decreto:
VISTO el artículo 99, inciso 7 de la CONSTITUCION NACIONAL, LA PRESIDENTA DE LA NACION ARGENTINA DECRETA:
Artículo 1º — Desígnase Presidente de TELAM SOCIEDAD DEL ESTADO al Señor D. Carlos Martín GARCIA (D.N.I. Nº 8.251.935).
Art. 2º — Comuníquese, publíquese, dése a la DIRECCION NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese. — CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER – ANIBAL D. FERNANDEZ.
martes, 9 de noviembre de 2010
Dependencia y sistema mundial: ¿convergencia o divergencia?
Encontramos en www.rebelion.org este interesante aporte del mexicano Adrián Sotelo Valencia al tema de la dependencia.
Contribución al debate sobre la teoría marxista de la dependencia en el siglo XXI
Dependencia y sistema mundial: ¿convergencia o divergencia?
Introducción
El presente ensayo reflexiona y debate sobre la vigencia de la teoría de la dependencia, particularmente en su vertiente marxista (TMD), en la explicación y superación del modo capitalista de producción en el siglo XXI. Al respecto, se colocan tesis centrales que se contraponen a las de quienes, como Niemeyer Almeida Filho[1], sustentan la factibilidad de la fusión entre la teoría de la dependencia y la del sistema mundial porque, según este autor ", esta última "…descaracteriza la idea de la dependencia como una cualidad inmutable de algunas economías" (¿?, p. 38). Por el contrario, planteamos que la TMD contiene el potencial teórico, metodológico y analítico para desarrollarse internamente sin fusionarse necesariamente con otras corrientes de pensamiento como puede ser la teoría del sistema mundial elaborada por los braudelianos y, particularmente, por el propio I. Wallerstein.
*
La teoría del sistema mundial es, sin duda, una de las más importantes corrientes teóricas del pensamiento crítico contemporáneo. Además, la más cercana a la tmd, al mismo tiempo que permite discutir y valorar su pertinencia en el siglo xxi.
Fue Theotônio Dos Santos quien, al influjo de la tendencia de los fenómenos sociales y humanos a proyectarse global y simultáneamente en varios espacios y tiempos, planteó que la actual configuración de la teoría de la dependencia se expresa en su integración-disolución en la teoría del sistema mundial. Su planteamiento es el siguiente:
Las implicaciones de la teoría de la dependencia están todavía por desarrollarse. Su evolución en dirección a una teoría del sistema mundial, buscando reinterpretar la formación y el desarrollo del capitalismo moderno dentro de esa perspectiva, es un paso adelante en este sentido (Dos Santos 2002: 52).
Por la importancia que reviste este planteamiento vale la pena, aunque de manera breve, realizar un balance de la teoría del sistema mundial y sus relaciones con la teoría de la dependencia porque, considerando las raíces de la primera, arraigadas en la perspectiva sistémica y en las concepciones de la Escuela de los Annales dirigida por Braudel (véase Aguirre, 1997 y para la Escuela de los Annales, del mismo autor, 1999), se advierte que son totalmente diferentes en sus principios y planteamientos epistemológicos, sobre todo, en lo que concierne a la tmd. En efecto, al respecto Aguirre (2003: 29) plantea que:
no es posible entender los trabajos de Wallerstein sin esa múltiple herencia braudeliana que, en primer lugar, implica la división de todos los fenómenos abordados del presente o del pasado desde una óptica intensamente histórica, que los resitúa de modo permanente dentro de los varios registros temporales de los acontecimientos, de las coyunturas y de las estructuras de la larga duración histórica, para delimitar su verdadera profundidad y sentido, y así otorgarles su real significación histórica específica...
En segundo lugar, es fácil reconocer la presencia de Braudel, y también de los primeros Annales en general, en el esfuerzo wallersteiniano permanente de resituar, una y otra vez, los problemas investigados dentro de una perspectiva globalizante o totalizante, que en su caso específico ha derivado en la reubicación de dichos temas dentro del horizonte de la ya aludida dinámica global planetaria del sistema-mundo capitalista en su conjunto...y en una línea que en este caso remonta a los trabajos de Marc Bloch junto a los del propio Fernand Braudel.
Una de las diferencias más gruesas de la teoría del World System Análysis respecto a TMD es el sobredimensionamiento que la primera le otorga al factor "mundial" por encima de los factores nacionales y locales hasta quedar estos prácticamente asfixiados en la lógica mundial:
Así, lo que este segundo perfil de la visión de Wallerstein sobre capitalismo postula es que para entender cualquier problema histórico o presente de los hombres, acontecido en cualquiera de los momentos que abarca el período de los siglos XVI a XXI, lo que hace falta es remitirlo y conectarlo de manera orgánica con esa dinámica y estructura primero semiplanetaria y luego planetaria del sistema-mundo global. Lo que quiere decir que más allá de las dinámicas y los marcos de las "sociedades", de las "naciones", de los "Estados" y hasta de las "macroregiones" y las "civilizaciones", existe también una dinámica-marco más universal del sistema-mundo como un todo, que no sólo es real y actuante, sino que influye de manera determinante en la irrupción, el curso y desenlace específico de dichos acontecimientos, situaciones y procesos que se despliegan de modo constante en su seno (Aguirre, 2003: 42).
Una consecuencia, a mi juicio equivocada, de esta forma de concebir el sistema mundial consiste en calificar sólo a ese sistema como capitalista, pero no a los países y a las regiones en tanto tales, considerados aisladamente aunque constituyan "partes" del sistema mundial. Aquí se retrocede, a mi entender, respecto a las concepciones de la economía mundial de autores marxistas como el propio Marx, Lenin o Bujarin que desde un principio establecieron la articulación dialéctica ―que no la suma― de las economías nacionales con la economía capitalista mundial.
Pese a las diferencias, algunas de forma y otras de contenido, entre el world-system análysis de Wallerstein y la TMD , obviamente, esto no quiere decir que no puedan establecerse relaciones de debate y de intercambio conceptual y hasta de resultados en el análisis contemporáneo de América Latina, por ejemplo, sobre el papel que ésta juega en el actual sistema capitalista mundial. Al contrario, hay que estimularlas para desarrollar y extender el pensamiento teórico-crítico latinoamericano.
El objetivo que se propone Wallerstein en su monumental obra en tres volúmenes (1998 y 1999), es reconstruir la historia global del capitalismo y de la modernidad desde el siglo XVI hasta la actualidad y crear una teoría correspondiente a ese proceso histórico que culminará en la teoría del sistema-mundo capitalista (Aguirre, 2003: 37).
En el primer volumen de su obra, Wallerstein (1999, Vol. 1: pp. 489-502), esboza su concepción de sistema mundial (word-system analysis) como un sistema social, un sistema que posee límites, estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación, y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desgarran en la medida en que cada uno de los grupos busca eternamente remodelarlo para su beneficio. Tiene las características de un organismo, en cuanto a que tiene un tiempo de vida durante el cual sus características cambian en algunos aspectos y permanecen estables en otros (Wallerstein, 1999: p. 489).
La perspectiva del sistema mundial posee una concepción analítica ―enmarcada en la historia económica y social, más que en la perspectiva económica o cultural― que pondera los procesos sistémicos por analogía con los organismos vivos, de donde se deduce que mientras unas "partes" del sistema cambian, otras permanecen intactas. De aquí la idea de que hasta la fecha existen economías–mundo, pero no imperios–mundo donde prevalece un solo poder político; nublando de esta manera la verdadera dimensión del imperialismo liderado por Estados Unidos, en el centro del bloque imperialista global actual, que ocupa y domina todos los espacios del sistema capitalista incluyendo a la economía-mundo.
Wallerstein considera que las economías de subsistencia y los sistemas mundiales son formas del sistema social. Por su parte, los sistemas mundiales estarían constituidos básicamente por los imperios-mundo y las economías de subsistencia. Una tercera forma, "imaginaria", del sistema mundial, es el gobierno mundial socialista. Lo interesante a destacar aquí es que para el autor, después de la era modera, cuya duración aproximada es de quinientos años hasta la fecha, sólo ha existido una economía–mundo capitalista que se ha visto imposibilitada para transformarse en imperio-mundo, lo que estaría a punto de suceder con la actual "crisis de hegemonía" de Estados Unidos.
Por otro lado, la economía mundo posee tres divisiones: los Estados del centro, las áreas periféricas y, por último, las áreas de la semiperiferia.
En la obra citada de Wallerstein, (1999; 144), se lee que en el siglo xvi:
La periferia (Europa Oriental y la América española) utilizaba trabajo forzado (esclavitud y trabajo obligado en cultivos para el mercado). El centro, como veremos, utilizaba cada vez más mano de obra libre. La semiperiferia (antiguas áreas centrales en evolución hacia estructuras periféricas) desarrolló una forma intermedia, la aparcería, como una alternativa extendida.
Esta visión pareciera acercar la teoría del sistema mundial a la de la dependencia, en lo que concierne a esta división tripartita que supera a la propia teoría de la cepal que trabajó con el bipartito teorema centro-periferia.
De la siguiente proposición se pueden extraer dos resultados:
La arena externa de un siglo se convierte a menudo en la periferia –o semiperiferia– del siguiente. Pero también, por otra parte, los Estados del centro pueden convertirse en semiperiféricos y los semiperiféricos en periféricos (Wallerstein, 1999, T.1: 493).
a) En primer lugar, la tesis que me parece correcta, sostiene que de un siglo a otro la "arena externa" de la economía-mundo, los sistemas mundiales con los que esa economía mantiene relaciones comerciales y de intercambio (Wallerstein, 1999: 426 y ss.), puede convertirse en periferia o en semiperiferia de una economía-mundo.
b) En segundo lugar, se esboza una teoría de la interdependencia que resulta problemática: postula que un Estado central ― por ejemplo, Estados Unidos, Alemania, Francia o Inglaterra― puede trocarse en semiperiferia en el transcurso de un determinado periodo histórico (un siglo, dos siglos).
Hasta donde yo sé, ninguno de los países centrales históricos (España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos) se ha convertido en periferia o semiperiferia, por lo menos hasta hoy y en la perspectiva de la TMD.[2] Lo que hay, eso sí, son diferencias estructurales entre esos países capitalistas tanto a nivel regional, como internacional: niveles diferenciados de evolución y posiciones en la jerarquía económica y geopolítica de la estructura imperialista y neoimperialista mundial. De aquí que resulte completamente ilusoria la tesis de Niemeyer (op. cit., 45) que implícitamente comparte con Cardoso y con la teoría del sistema mundial respecto a que "…existen especificidades en las estrategias nacionales que dependen de las condiciones concretas de cada uno de los países, lo que abre la posibilidad para (impulsar) una política de desarrollo que, en determinadas circunstancias de disponibilidad de recursos naturales y tamaño del mercado, venga a acortar la brecha histórica de desarrollo con las economías desarrolladas".[3]
Por el contrario, lo que se observa, por lo menos a partir de la posguerra fría, es una unión estratégica del bloque imperialista bajo comando de Estados Unidos (¿unilateralismo imperial?), que dista mucho de suscitar un panorama donde la diferenciación se resuelva en la creación de periferias o semiperiferias al interior de ese bloque ni mucho menos en la conversión de las mismas en economías desarrolladas. Más bien, la modernidad y la globalización económica y del capital financiero, desarrolladas en las dos últimas décadas, profundizaron la división internacional del trabajo y del capital en centros y supercentros, periferias, semiperiferias y microperiferias ―por ejemplo, lo que sucede con algunas autonomías políticas, territoriales y culturales como GaliciaTP[4]PT o la región vasca en el Estado español― que cada vez más se transforman y desdibujan ―como Hong Kong o Taiwán― debido a esos factores y a la crisis estructural de larga duración que prevalece hoy día en la economía capitalista mundial (Marini, 1996).
Hardt y Negri, (2002: 307) cuestionan esta concepción del sistema mundial y de la economía-mundo, pero con una visión completamente equivocada de la estructura del capitalismo, cuando dicen que esa división real en centros, periferias y semiperiferias es insuficiente para dar:
cuenta de las divisiones globales ni de la distribución de la producción, ni de la acumulación ni de las formas sociales. Mediante la descentralización de la producción y la consolidación del mercado mundial, las divisiones internacionales de las corrientes de mano de obra y de capital llegaron a fracturarse y multiplicarse hasta tal punto que ya no es posible demarcar amplias zonas geográficas como el centro y la periferia, el Norte y el Sur. En regiones geográficas tales como el cono sur de América Latina o el sudeste asiático, todos los estratos de producción, desde los más altos a los más bajos niveles de tecnología, productividad y acumulación, pueden existir simultáneamente uno junto al otro mientras un complejo mecanismo social mantiene la diferenciación y la interacción entre ellos. También en las metrópolis, el trabajo abarca todo un continuo desde las alturas a las profundidades de la producción capitalista: los talleres donde se explota a los obreros de Nueva York o París pueden rivalizar con los de Hong Kong y Manila. Aun cuando el Primer Mundo y el Tercero, el centro y la periferia, el Norte y el Sur, estuvieran realmente separados por líneas nacionales, hoy existe una clara influencia recíproca que distribuye las desigualdades y las barreras según múltiples líneas fracturadas (Hardt y Negri, 2002: 307, cursivas mías).
Porque:
la división de la esfera capitalista en centro, periferia y semiperiferia homogeneiza y eclipsa las diferencias reales que existen entre las naciones y las culturas, pero lo hace con el propósito de destacar cierta tendencia a la unidad en cuanto a las formas políticas, sociales y económicas que surgen en los largos procesos imperialistas de la supeditación formal (Negri y Hardt 2002: 306-307).
Según Hardt y Negri ya no existen diferencias de naturaleza, sino de grado, entre países imperialistas y subdesarrollados. Lo que entonces anula la dependencia e introduce la "interdependencia". Así, expresan que: "La geografía de un desarrollo desigual y las líneas de división y jerarquía ya no estarán determinadas por fronteras nacionales o internacionales estables, sino por límites infra y supranacionales" (Negri y Hardt 2002: 307).
Pero: ¿cómo se mantiene esa "clara influencia recíproca"; la interdependencia?
Los autores responden, que indirectamente, es a través de las empresas transnacionales, de los organismos hegemónicos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y de las políticas neoliberales que de una forma u otra impulsan todos los gobiernos dependientes en la actualidad. Evidentemente no en beneficio de la segunda parte del argumento de Hardt y Negri: la que "distribuye las desigualdades y las barreras según múltiples líneas fracturadas", sino en detrimento concreto de los países de la periferia y semiperiferia del capitalismo que siguen existiendo, independientemente de las tendencias homogeneizadoras del imperialismo en escala mundial que son muy reales y perjudiciales.
¿De qué manera, el petróleo iraquí —apropiado y saqueado por la fuerza de las armas, la represión política y la ocupación neocolonial del Estado imperialista norteamericano—, se reparte actualmente "por igual" para paliar las desigualdades sociales existentes en el pueblo estadounidense, entre los obreros automotrices de ese país y los multimillonarios especuladores, magnates de las finanzas internacionales? ¿No acaso esa "influencia" es negativa para las masas iraquíes, que se empobrecen cada día más, y de absoluto beneficio para la burguesía norteamericana y sus empresas transnacionales?
Como se desprende del párrafo anterior, los autores ignoran que esas "similitudes y diferencias", que apuntan como "evidencia" de lo insuficiente que resulta la división del mundo capitalista en centros y periferias, originó un cúmulo de discusiones, clasificaciones y tipologías ―las más de las veces imprecisas― justamente para delimitar esas diferencias y similitudes histórico-estructurales al interior de los países dependientes, y entre éstos y los capitalistas del centro. Por lo tanto, no hay novedad en ese planteamiento, sino confusión cuando afirman que en "zonas geográficas como el Cono Sur ―en Argentina que ha experimentado una de las crisis más violentas y profundas de su historia; en Uruguay, Paraguay y Brasil― ya no existe la dependencia, ni el estatus de economías periféricas, por el solo hecho de operar allí "enclaves" avanzados de tecnología, productividad y acumulación de capital (versión cercana a la teoría neoclásica).
En beneficio de la ambigüedad teórica y política, Hardt y Negri olvidan que esas no son las determinaciones de raíz del sistema capitalista, sino las relaciones sociales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y de consumo, la integración imperialista de los sistemas productivos y de trabajo, de la circulación, del intercambio y el consumo bajo el dominio del capital extranjero y de las empresas transnacionales; en América Latina, la sistemática transferencia de valor y plusvalía a los centros y el concomitante aumento de la deuda externa, que en la actualidad bordea 800 mil millones de dólares, además de la superexplotación del trabajo, la exclusión social de grandes contingentes de la población y la precariedad laboral en el universo contradictorio del mundo del trabajo.
Otro punto importante que destacó brevemente para evaluar las diferencias y rasgos comunes de la TMD con la teoría del sistema mundial, es el relativo a las ondas o ciclos largos que desempeñan un papel importante en ambas teorías.
La teoría del sistema mundial utiliza los ciclos braudelianos relativos a la larga duración que caracterizan a la estructura del sistema-mundo. Destaca, en primer lugar, la tendencia estructural de la "expansión progresiva" y la "consolidación del sistema-mundo capitalista por todo lo largo y ancho de los espacios del planeta" (Aguirre 2003: 48). En segundo lugar, se describen los ciclos hegemónicos que plantean el problema del auge y caída de los grandes imperios, desde el holandés del siglo XVII, pasando por el inglés del siglo XIX hasta el actual, el estadounidense en el siglo XX que, según Wallerstein, hoy está en "decadencia". Por último, en tercer lugar, se coloca la teoría del ciclo Kondratiev cuya magnitud supone dos fases: una (A), de ascenso, crecimiento y recuperación de 25 años de duración aproximada y, otra (B) depresiva, de caída, también de aproximadamente 25 años de duración (Aguirre, 2003: 51-54).
Es en este último punto donde existen similitudes y diferencias. Las primeras, debido a que la TMD utiliza a la teoría del ciclo de Kondratiev al igual que la teoría del sistema mundial. Las segundas, sin embargo, contienen dos interpretaciones opuestas respecto a la situación estructural del capitalismo contemporáneo. Mientras que autores como Wallerstein, Amin o Theotonio Dos Santos suponen que nos encontramos ante una ola de ascenso que se habría originado en la época de ClintonTP[5]PT, otros autores (Sotelo, Chesnais, Brenner, Beinstein o Valenzuela Feijóo (que no necesariamente dependentistas), muestran, por el contrario, una serie de indicadores de la economía capitalista actual dentro de un proceso macrohistórico de crisis, recesiones y depresiones. La primera interpretación conduce a una actitud optimista respecto al ciclo histórico de la evolución del sistema capitalista y de las luchas sociales, mientras que la segunda plantea que esas luchas y el futuro de los trabajadores se tendrán que librar en el seno de un proceso capitalista cada vez más parasitario, recesivo y con fuertes tendencias al estancamiento, la descomposición social y la guerra.
Hago una breve síntesis de lo dicho hasta aquí.
La teoría del sistema mundial proporciona elementos muy valiosos al conocimiento de la economía mundial y de los países latinoamericanos, sobre todo, con su retrospectiva histórica de los ciclos largos ―de cien o doscientos años―, así como en aportes al conocimiento del capitalismo mundial cuya división internacional del trabajo reproduce y profundiza la relación dialéctica entre centros, periferias y semiperiferias.
Pero dada su naturaleza epistemológica, esa teoría no puede de ninguna manera fundirse con la tmd. Más bien, a partir de relaciones de intercambio, de debate y de aportes al conocimiento de la fenomenología contemporánea del capitalismo entre ambas, a mi modo de ver, la teoría de la dependencia tiene que seguir su propia trayectoria cognoscitiva como una importante corriente de pensamiento teórico y crítico latinoamericano que tiene muchísimos elementos por aportar.
Conclusión
El examen anterior me permite concluir que hay alcances y limitaciones de las principales expresiones paradigmáticas del pensamiento social latinoamericano. En la actualidad las dos corrientes más importantes que prometen superar esas limitaciones son la teoría del sistema mundial y la TMD , aunque ambas marchan con sus propios medios y caminos, encontrándose en algunos espacios, pero sin fundirse. Lo deseable es que esos encuentros sean cada vez más duraderos con el fin de proseguir con objetos de estudio y objetivos comunes. En el caso de la teoría de la dependencia, tendrá que perfeccionar sus métodos y conceptos, de tal suerte que pueda levantar hipótesis sugestivas, cuya verificación empírica permita comprender la esencia de los fenómenos de todo orden que hoy determinan la realidad latinoamericana.
Referencias bibliográficas
ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (1997), Braudel a debate, México, JGH editores.
ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (1999), La Escuela de los Anales, Madrid, Montesinos.
ü Aguirre Rojas, Carlos Antonio (2003), Immanuel Wallerstein, crítica del sistema-mundo capitalista, México, ERA.
ü Almeida Filho, Niemeyer (junio de 2005: 32-50), "O debate atual sobre a dependencia", Rio de Janeiro, Revista da Sociedade Brasileira de Economia Politica no. 16.
ü Cardoso, F.H. y Serra, José (1978, pp. 9-55), "Las desventuras de la dialéctica de la dependencia", en Revista Mexicana de Sociología, año xl, vol. xl, núm. extraordinario (E), iis-unam
ü Dos Santos, Theotônio (2002), La teoría de la dependencia, balance y perspectivas, México, Plaza&Janés.
ü Hardt, Michael y Antonio Negri (2002), Imperio, Buenos Aires, Paidós.
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ü Martins, Carlos Eduardo (2003), Globalização, dependência e neoliberalismo na América Latina, Tesis de Doctorado en Sociología, São Paulo, Departamento de Sociología, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidade de São Paulo.
ü Sotelo Valencia, Adrián (2004), Desindustrialización y crisis del neoliberalismo, maquiladoras y telecomunicaciones, México, Plaza y Valdés-uom-enat.
ü Sotelo Valencia, Adrián (2005), América Latina, de crisis y paradigmas: la teoría de la dependencia en siglo XXI, coedición Editorial Plaza y Valdés- UOM, FCPyS-UNAM, México.
ü Wallerstein, Immanuel (1998), El moderno sistema mundial, Vol. 3, La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850, México, Siglo xxi.
ü Wallerstein, Immanuel (1999), El moderno sistema mundial, vol. 1, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía, México, Siglo xxi, novena edición.
ü Wallerstein, Immanuel (1999), El moderno sistema mundial, vol. 2, El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea 1600-1750, México, Siglo xxi, cuarta edición.
Adrián Sotelo Valencia es sociólogo e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM , México.
[1] Niemeyer Almeida Filho, "O debate atual sobre a dependencia", Revista da Sociedade Brasileira de Economia Politica no. 16, Rio de Janeiro, junio de 2005, pp. 32-50. El autor sostiene, aunque no demuestra fehacientemente, la pertinencia de la fusión de la teoría de la dependencia —que él llama: Aporte da Dependencia particularmente en las versiones de Theotonio Dos Santos y de Cardoso ignorando los indudables aportes de Ruy Mauro Marini—, con la teoría del sistema mundial cuestión que, en la práctica, presupone la absorción y dilución de aquélla en esta última.
[2] Lo que se tiene es el surgimiento de lo que podríamos llamar nuevas periferias surgidas después del derrumbe de la Unión Soviética y del bloque socialista en Europa. Al respecto véase mi ensayo: "Neoimperialismo, dependencia y nuevas periferias en la economía mundial" preparado para un libro en homenaje a Ruy Mauro Marini pronto a aparecer en Brasil.
[3] Hay que aclarar que no se debe confundir el evidente desarrollo capitalista en la periferia respecto a la superación de la dependencia estructural y del subdesarrollo. Son dos cuestiones distintas que merecen tratamientos diferenciados. Esta confusión fue propia de los debates de la década de los sesenta del siglo pasado, donde al lado de los impulsores de la teoría de la dependencia (Marini, Theotonio, Bambirra) que sostenían el carácter estructural y de largo plazo de la dependencia, estaban los autores del "enfoque" así bautizado por Cardoso y su escuela que vislumbraban la dependencia como "suceso coyuntural" que podía ser "superado" sin superar el modo capitalista de producción. Al respecto véase la polémica de Marini con Cardoso y José Serra; del primero, 1973 y 1978; de los segundos, 1978. En su faceta neoliberal como funcionario y presidente del Estado capitalista brasileño, Cardoso y cía. se encargó de enterrar lo poco que quedaba de "crítico" de este enfoque para entregarse de lleno a promover el neoliberalismo y profundizar la dependencia histórico-estructural en que actualmente se debate el Brasil de nuestros días.
TP[4]PT Específicamente para esta región del Estado español, véase la página WEB de la Confederación Intersindical Gallega (http://www.galizacig.com/index.html).
TP[5]PT En la óptica de la teoría del sistema mundial y del ciclo Kondratiev, por ejemplo, Martins (2003: 271) llega a plantear, sorprendentemente, que en América Latina países como México o Chile (ya) se encuentran en la fase A del ciclo ascendente Kondratiev, cuando afirma que: "O Brasil é forte candidato a impulsionar os níveis de descapitalização da região, pois México e Chile são países que já ingressam na nova fase A do Kondratiev e estão em melhor situação relativa na região, e a crise na Argentina talvez já tenha atingido seu ponto mais baixo". Tesis extremadamente polémica, pues si el autor tomara un período amplio, como el del ciclo neoliberal (1981-2001), constataría sin duda que la tasa promedio de crecimiento en América Latina, independientemente de los comportamientos de la tasa de ganancia cuyas causas se tendrían que analizar, fue de sólo 2.05%, mientras que el producto por habitante fue negativo (-0.9%) y sólo creció, en los años 90 a una tasa de 0.15% (Sotelo, 2004: 71-72). Cifras que distan mucho de ofrecer un panorama donde países como México o Chile, y mucho menos regiones como América Latina, estarían internándose en la paradisíaca fase A del ciclo Kondratiev de 25 años.
Sobre ¿parlamentarismo o presidencialismo? de Karina Díaz
El post de Karina Díaz me hizo pegar un salto: acaso en el gobierno, o dentro del kirchnerismo, existe semejante discusión, puesta así en términos antagónicos, o no, como dos alternativas constitucionales que los expertos estarían discutiendo? ¿Qué expertos?
Intentaré responderle sin recurrir a una sola cita erudita.
Estoy un poco cansado de ciertos bloggers que te tiran por encima media docena de autores como si eso se inscribiera dentro de la formación política. Siendo la blogósfera un fenómeno totalmente horizontal y auto referencial, y desestructurado, cualquiera puede agarrar para cualquier lado.
En ese sentido, reivindico blogs sencillitos como el de Mendieta.
¿Alguién está discutiendo seriamente pasar a un régimen parlamentarista? Pero es más, estimada Karina: constituye esa dicotomía un punto, no digo siquiera notable, sino del pelotón o de la retaguardia, en la agenda política real de la Argentina?
Puede suceder entonces, que estemos estudiando lo que no debemos. Y no hablo de las elecciones personales, sino, volviendo arriba, de lo que constituye una pata de la acción política, que es la formación política. Toda formación que no se subordine a la acción política, es pérdida de tiempo. Podrá ser cultivo espiritual, incluso masturbación en casos extremos pero bien identificados, pero no es política.
El parlamentarismo europeo representa a las distintas fracciones de la burguesía nacional.
En nuestro país no es más que un tópico de cierta oposición. Ahora son parlamentaristas porque no están en el gobierno: si accedieran a él, un escenario imposible, como primera acto, dirían MINGA AL PARLAMENTARISMO. Es que en nuestro Congreso, a diferencia de los europeos, los distintos partidos NO REPRESENTAN FRACCIONES DE LA BURGUESÍA NACIONAL.
Esa cualidad que vemos allá en el Centro, permite distinguir rápidamente a un inglés de un holandés o de un italiano. Socialistas, conservadores, laboristas, eurocomunistas, verdes, son primero ingleses, holandeses o italianos.
Realidad que aquí nos es extraña. Imaginemos por ejemplo al caballero Alfonso de Prat-Gay, de noble estirpe bretona, en su condición de eventual integrante del Poder Ejecutivo, Dios no lo quiera, recorriendo los bancos del Centro para volver a incluir a Argentina en la trituradora de la deuda externa. Qué interés nacional defiende el baronet de Prat-Gay? Ninguno, el de ninguna fracción nacional, sino de el de la vieja oligarquía financiera (o llamémosla grupos económicos concentrados) aliada estratégica del Centro.
El presidencialismo argentino tiene su origen en la propia constitución del país. No digo Nación, si es que me refiriera a un paradigma que ya conocemos del Centro. Allá, las burguesías nacionales impusieron a palos o no, su propio concepto de la economía, las palabras, el pensamiento, el sentido, el sistema de producciòn, las cosmovisiones, en fin, TODO. Más adelante, los sectores trabajadores que se habían opuesto a la superexplotación en la Primera y Segunda Internacional, lograron negociar con las burguesías en el poder, una parte de ese plusvalor que se generaba en la periferia. Y así se constituyeron las Naciones parlamentaristas.
Allá.
Intentaré responderle sin recurrir a una sola cita erudita.
Estoy un poco cansado de ciertos bloggers que te tiran por encima media docena de autores como si eso se inscribiera dentro de la formación política. Siendo la blogósfera un fenómeno totalmente horizontal y auto referencial, y desestructurado, cualquiera puede agarrar para cualquier lado.
En ese sentido, reivindico blogs sencillitos como el de Mendieta.
¿Alguién está discutiendo seriamente pasar a un régimen parlamentarista? Pero es más, estimada Karina: constituye esa dicotomía un punto, no digo siquiera notable, sino del pelotón o de la retaguardia, en la agenda política real de la Argentina?
Puede suceder entonces, que estemos estudiando lo que no debemos. Y no hablo de las elecciones personales, sino, volviendo arriba, de lo que constituye una pata de la acción política, que es la formación política. Toda formación que no se subordine a la acción política, es pérdida de tiempo. Podrá ser cultivo espiritual, incluso masturbación en casos extremos pero bien identificados, pero no es política.
El parlamentarismo europeo representa a las distintas fracciones de la burguesía nacional.
En nuestro país no es más que un tópico de cierta oposición. Ahora son parlamentaristas porque no están en el gobierno: si accedieran a él, un escenario imposible, como primera acto, dirían MINGA AL PARLAMENTARISMO. Es que en nuestro Congreso, a diferencia de los europeos, los distintos partidos NO REPRESENTAN FRACCIONES DE LA BURGUESÍA NACIONAL.
Esa cualidad que vemos allá en el Centro, permite distinguir rápidamente a un inglés de un holandés o de un italiano. Socialistas, conservadores, laboristas, eurocomunistas, verdes, son primero ingleses, holandeses o italianos.
Realidad que aquí nos es extraña. Imaginemos por ejemplo al caballero Alfonso de Prat-Gay, de noble estirpe bretona, en su condición de eventual integrante del Poder Ejecutivo, Dios no lo quiera, recorriendo los bancos del Centro para volver a incluir a Argentina en la trituradora de la deuda externa. Qué interés nacional defiende el baronet de Prat-Gay? Ninguno, el de ninguna fracción nacional, sino de el de la vieja oligarquía financiera (o llamémosla grupos económicos concentrados) aliada estratégica del Centro.
El presidencialismo argentino tiene su origen en la propia constitución del país. No digo Nación, si es que me refiriera a un paradigma que ya conocemos del Centro. Allá, las burguesías nacionales impusieron a palos o no, su propio concepto de la economía, las palabras, el pensamiento, el sentido, el sistema de producciòn, las cosmovisiones, en fin, TODO. Más adelante, los sectores trabajadores que se habían opuesto a la superexplotación en la Primera y Segunda Internacional, lograron negociar con las burguesías en el poder, una parte de ese plusvalor que se generaba en la periferia. Y así se constituyeron las Naciones parlamentaristas.
Allá.
lunes, 8 de noviembre de 2010
EL MUNDO AL REVÉS. CENTRO Y PERIFERIA
Leemos aquí:
En el mundo del revés
En el contexto de crisis internacional, los países periféricos están atravesando una situación relativa mejor que la de sus pares desarrollados. Los especialistas analizan las causas que derivaron en esta situación inédita y trazan escenarios futuros.
Crecimiento y autonomía
Por María Andrea Urturi *
La realidad de la economía internacional actual revela un sistema donde el centro y la periferia están redefiniendo sus roles. La iniciativa de las empresas de los países centrales de trasladar sus operaciones intensivas en trabajo a la periferia para recomponer sus tasas de ganancias, luego de que ésta cayera en el centro, tuvo por resultado un sistema económico inesperado, donde la periferia está aportando cada vez una mayor participación en el crecimiento del PIB mundial.
En una primera instancia, la búsqueda del traslado de los fragmentos más intensivos en el uso de mano de obra a fin de aprovechar los bajos salarios de la periferia, garantizaba que las transnacionales pudieran expandirse y desarrollar los distintos segmentos de la producción allí donde sus costos fueran menores. Este mecanismo generaba, así, una profundización de la división internacional del trabajo. Mientras las transnacionales mantuvieran la acumulación de los excedentes producidos por una disminución de los costos de producción vía salario, la periferia lucía como un lugar muy redituable. Una vez que esa ganancia extraordinaria se viera disminuida por competidores que adoptaran la misma estrategia, la empresa debería buscar relocalizarse en otros destinos periféricos donde los salarios fueran aún más bajos.
Esa internacionalización de la producción fue posibilitada por la concreción de un ámbito global institucionalmente homogéneo destinado a facilitar el despliegue sin trabas del capital trasnacional. Se impulsaron con tal fin medidas orientadas a la eliminación de las barreras aduaneras en los países en desarrollo, la eliminación o la reducción de las interferencias de los Estados desarrollistas sobre la actividad de las empresas multinacionales y una política económica fuertemente orientada a facilitar y promover la instalación del capital extranjero con vistas al crecimiento a través de las exportaciones.
El optimismo expresado por los organismos internacionales sobre dichos cambios, refería principalmente a que la inserción de la periferia en las redes de estas empresas permitiría a los países que la conformaban acceder a un mayor crecimiento a través de de la incorporación de las tecnologías más avanzadas en un proceso de aprendizaje estimulado y dirigido por las trasnacionales. A su vez, la experiencia de las mismas, y los mercados que ya poseían les facilitarían el crecimiento. Dichas creencias, fueron el sostén de las presiones ejercidas por el capital trasnacional durante la década de los ’80 sobre los países periféricos para que accedieran a las medidas de reformas impulsadas desde el centro. En este contexto, se sostenía incluso que las medidas anteriormente realizadas en pos de una industrialización, no tenían sentido alguno dado que serían las propias fuerzas del mercado las que lo concretarían.
No obstante dicho escenario, ciertas regiones de la periferia fueron dando otros pasos. Particularmente en aquellas regiones donde el eje de la división del trabajo se orientó a la industria manufacturera, la necesidad de incorporar nuevas tecnologías y hacer fuertes adaptaciones para reducir costos a fin de mantener los capitales trasnacionales, implicaron una participación e intervención fuerte por parte de los Estados. La propuesta consistió en generar una fuerte promoción de políticas gubernamentales que apoyaran al capital de origen local, o al capital de origen público, a fin de alcanzar la innovación tecnológica autóctona, fundamental para el aparato industrial y para la actividad económica. Los Estados que hoy se destacan por su crecimiento del Este de Asia, han tenido una política activa de desarrollo y una participación del capital extranjero condicionada y en algunos casos más reducida que el resto de la periferia. Estrategias no tan acordes a las de los organismos internacionales, han dado a estos países la posibilidad de pasar a competir con el centro, generando incluso un entramado regional sobre el cual se sustentan. La fuerte apuesta a los aparatos científicos nacionales, el mantenimiento de tasas de cambio competitivas, las políticas con respecto a la inversión extranjera, y aquellas de acumulación de reservas, dejan en evidencia que las tasas de crecimiento de esos países no se deben al libremercado sino que la contribución al PIB mundial de la periferia, cada vez mayor, sólo puede explicarse por la presencia de Estados con fuertes políticas de desarrollo más allá de los actores transnacionales.
* Investigadora de Cefid-Ar.
Crisis en el centro
Por Mariano Féliz * y Emiliano López **
Desde hace ya varios años los países del centro capitalista atraviesan una profunda crisis. Esa crisis manifiesta el intento de solución transitoria de las contradicciones del comienzo del fin de la etapa neoliberal. En la periferia, en particular en América del Sur, el impacto de la crisis ha pasado paradójicamente para muchos a la manera de un chaparrón de verano, breve pero intenso. La novedad de esta situación remite al lugar que Nuestra América ocupa hoy en día en la economía mundial.
La historia de la inserción de nuestro continente en el ciclo internacional del capital nos ha ubicado históricamente en el lugar de pasivos receptores de los impactos de las turbulencias de las potencias hegemónicas. Hasta la crisis del ’30, la inserción de las naciones de América del Sur como economías capitalistas dependientes, proveedoras de materias primas, articuló un patrón de valorización/acumulación basado en la exportación de bienes agrícolas, con sus respectivos impactos sobre la distribución y realización de los ingresos. La gran crisis y el proceso de la Segunda Guerra Mundial representaron el nuevo marco histórico en el cual se desarrolló una industrialización sustitutiva forzada por las circunstancias y, por lo tanto, dependiente y subordinada a la dinámica de acumulación de los países centrales. Los trabajadores pudieron ganar espacios en la distribución del ingreso pero en el marco de un patrón desarrollista donde la gran burguesía, en particular transnacional, consolidó su peso estructural hacia fines de los años ’60.
En los ’70, la nueva crisis mundial en el capitalismo abrió una larga transición: el proyecto neoliberal. En la periferia, la reestructuración del capital local y su inserción en el ciclo internacional se sostuvieron en las más sangrientas dictaduras militares y los regímenes de democracia restringida que en los ’80 y ’90 concluyeron la tarea de consolidar nuevos patrones de desarrollo basados en el saqueo de las riquezas naturales (petróleo, gas, soja, oro, etc.) y la superexplotación del trabajo. América del Sur atraviesa desde entonces la primera década de conformación de una nueva modalidad de desarrollo cuya impronta general puede llamarse neodesarrollismo.
El proceso de ofensiva sobre los trabajadores del mundo que implicó el giro neoliberal se dio a la par del surgimiento de nuevos espacios de valorización en la periferia, que ganan peso en el ciclo global del capital, en particular China e India. Esto ha creado la aparente contradicción de una crisis profunda en el centro y una situación de bonanza relativa en América del Sur. Pese al fuerte impacto que tuvo el fin de la burbuja especulativa en commodities durante 2008, la sostenida acumulación de capital en el espacio asiático ha permitido a todos los países del subcontinente suramericano atravesar rápidamente y sin grandes sobresaltos el primer escalón de la crisis. Sobre la base de una demanda creciente de bienes ligados al agronegocio, necesarios para apuntalar el proceso de acumulación asiático, los términos de intercambio de los países de nuestra región se han visto favorecidos, permitiendo sortear con cierta celeridad la crisis favoreciendo, a su vez, en gran parte de nuestra América un patrón extractivo-rentista de desarrollo capitalista. De esa manera, en los últimos cuatro años el crecimiento en los países de América latina y el Caribe ha superado el 8 por ciento, mientras las economías centrales se han estancado literalmente.
La crisis actual del centro capitalista no es ni más ni menos que la crisis del neoliberalismo que comenzó en la periferia una década antes. En la periferia esta crisis condujo a resultados muy diferentes a los que hoy podemos ver en los países centrales. En primer lugar, las intervenciones de los Estados centrales responden todavía a los parámetros neoliberales (ajuste fiscal, reforma jubilatoria, etc.). En contraste, la crisis en América del Sur implicó cambios progresivos en la forma del Estado, llegando incluso a moldear proyectos anticapitalistas en algunos países. En segundo lugar, para comprender estas trayectorias divergentes en la etapa posneoliberal, ha sido clave el proceso de resistencia y reorganización popular que se gestó en los años de auge del neoliberalismo en Nuestra América. Los nuevos movimientos sociales, sumados a las prácticas políticas previas de los sectores populares, produjeron cambios en las políticas estatales y, con matices en los diferentes países, permitieron superar –parcialmente– la etapa neoliberal del capitalismo periférico. En el centro, el horizonte se ve más oscuro, cuando a pesar de la gran movilización popular de los últimos meses, los sectores dominantes continúan imponiendo la agenda neoliberal sin matices.
* Investigador Idhics-Conicet. Miembro del Centro de Estudios para el Cambio Social (Cecso).
** Becario del CEILPiette. Miembro del Cecso.
sábado, 6 de noviembre de 2010
NÉSTOR, EL ALMACENERO
Les hago llegar una nota escrita por Ariadna Somoz Sanuy.
EL modelo neoliberal se basó en tres patas: salarios congelados, peso devaluado y tasas altas. Esas tasas, en dólares, eran necesariamente, más altas que las de los países centrales, y por eso tenían un atractivo irresistible para el ingreso de capitales.
Con una "adecuada" desaparición de los controles estatales, los capitales especulativos entraban y salían de Argentina llevándose al exterior el excedente.
El modelo se perfeccionó en los '90, anclando el peso al dólar.
Muchas palabras se han dicho y escrito en los últimos dolorosos días acerca del legado de Néstor Kirchner. Algunas enfatizando en su rol de conductor del proceso, otras sobre sus ideas, y otras sobre el modelo económico que él parió.
En estas últimas se hizo hincapié en las medidas concretas que conforman el conglomerado de políticas macroeconómicas de su gestión y de la actual gestión de Cristina. Sin embargo, es importante también resaltar la importancia de lo que Néstor nos enseñó en materia de filosofía económica. Hay un antes y después del kirchnerismo para la teoría económica argentina, vivimos un cambio de paradigma. Algunas de las creencias dogmaticas neoliberales se han venido abajo por la realidad misma, y muy difícilmente puedan volver a renacer.
La primer ruptura fundamental del modelo económico kirchnerista con respecto al modelo neoliberal está relacionada con la concepción acerca de la generación de valor. El neoliberalismo, a partir de su implementación desde el ’76, pregonaba implícita y explícitamente que la especulación genera mayor nivel de rentabilidad que la producción, y adaptó así el marco jurídico para que la valorización financiera esté al alcance de cualquiera y que la producción de bienes, tan característica de nuestra economía; pase a un segundo plano. Esto esconde tras de sí la concepción de que el dinero puede generar dinero. Se puede generar riqueza sin trabajo humano, prescindiendo del trabajo humano.
Por supuesto que un modelo así es inviable, puesto que los altos niveles de desocupación y pobreza que genera y que son el correlato más coherente con este modelo son, al mismo tiempo, garantía de bajos salarios y bajos niveles de organización de la clase trabajadora pero, también, una bomba de tiempo que estalló finalmente en el 2001. Hoy en día, en el marco de la crisis internacional y el estallido de varias burbujas financiero-inmobiliarias, esta concepción entró bastante en crisis, pero nuestro país fue pionero en pensar una vía alternativa y el modelo económico kirchnerista fue vanguardia: repensó un modelo de reindustrialización con justicia social.
En segundo lugar, este modelo económico rompió con la famosa teoría del derrame. Una vez superada la etapa de la salida de la convertibilidad e iniciado el crecimiento económico no se conformaron ni Néstor ni Cristina en esperar a crecer lo suficiente para que así parte de este crecimiento se derrame hacia los más débiles. La teoría del derrame conlleva en su seno dos presupuestos básicos: por un lado, que el capital es bueno y, cuando le sobre, lo “donará” a los desposeídos, haciéndose una especie de distribución de la riqueza “natural”. Por otro lado, cierra la discusión en historia económica acerca de si los procesos como, por ejemplo, el peronismo, han fracasado porque distribuyeron antes de tiempo en vez de destinar ese excedente en profundizar la industrialización. Quien paga es la cuestión: la misma también podría haberse profundizado disminuyendo la tasa de ganancia del capital en vez de ajustar por los trabajadores.
El modelo económico kirchnerista, en su etapa de crecimiento, utilizó la definición política y la intervención estatal como variables fundamentales en la distribución del ingreso. No permitió que la mano invisible del mercado haga de las suyas, a la espera de que la “distribución natural” llegue en algún momento mientras miles de compatriotas seguían en las peores condiciones. Demostró con esta práctica que ni el capital va a distribuir lo que le sobra (porque nunca le sobra), ni los trabajadores pueden ser una variable de ajuste. Se puso fin a la teoría del derrame.
El tercer punto de ruptura está relacionado, justamente, con los trabajadores como variable de ajuste. Tanto la recuperación de las tasas de empleo como del salario de los trabajadores fueron producto de políticas activas del Estado. Como pocas veces en nuestra historia, los salarios de los trabajadores estuvieron por delante de la inflación, lo cual implica que los aumentos salariales no son absorbidos por el mercado a través de la inflación. Esto rompe con el mito de que los aumentos salariales generan inflación, y deja en evidencia el verdadero problema de la inflación: la concentración de la economía argentina que, ante una política de fomento a la demanda, busca quedarse con el mayor pedazo posible de esa inyección de dinero en el mercado.
En medio de una de las peores crisis internacionales, el Estado argentino respondió inyectando mayor cantidad de dinero en el mercado pero no apostando a los grandes bancos, sino apostando al trabajo. Ya sea por incorporación de nuevos trabajadores como por aumentos salariales, asignación universal por hijo, aumento de los jubilados y de las jubilaciones y el programa de cooperativas Argentina Trabaja, ingresaron por la vía de los trabajadores recursos que revitalizaron el círculo virtuoso de la economía argentina, produciendo que el impacto de la crisis no se sintiera en nuestro país, pero también los brotes inflacionarios muestran la paradoja de una economía concentrada en grandes grupos económicos que forman precios e intentan hacerse de esos recursos a costa de los trabajadores. Es la puja distributiva en su máximo esplendor.
Un cuarto punto de quiebre entre el actual modelo y el modelo neoliberal consiste en poner a la política por delante de la economía. Desde el dogma neoliberal se pregona que la economía es algo así como una ciencia que cuanto menos se toca, mejor funciona. El éxito de un modelo depende de cuánto mejor funcione el mercado por sí sólo. La economía entendida como un ente en sí mismo está aislada de las definiciones y voluntades políticas, y como es una ciencia, difícilmente pueda ser cuestionable. Esta idea cientificista de la economía esconde la verdadera esencia de la misma: el estudio de las relaciones sociales de producción, con las dominaciones incluidas, lo cual la transforma en una ciencia absolutamente social y totalmente vinculada a la política.
Relacionado a este punto se encuentra la quinta y última ruptura que se puede observar del modelo económico kirchnerista con respecto al modelo neoliberal. Como buena ciencia exacta que es la economía, según el dogma neoliberal, la misma se hace de buenos y prestigiosos científicos. Estos se revisten, en este caso, de economistas técnicos- neutrales, a-valorativos, objetivos y portadores del saber. La tecnocracia perfecta para la implementación de un plan medido por la ciencia, exacto, y que no puede fallar. Como toda ciencia y como todo científico, es incuestionable, y no cualquiera porta ese saber. Los militantes políticos bien tienen que mantenerse alejados tanto de la ciencia como de los economistas, los verdaderos gurúes. La economía es cosa de economistas.
Pero el modelo económico kirchnerista no es sólo un modelo económico: es un proceso de transformación en marcha, y como tal, abrió grandes canales de participación popular que permitieron que muchos compatriotas comiencen a discutir aquellas cosas que eran exclusivas de una ciencia oscura e inaccesible. La economía no es otra cosa que nuestra vida cotidiana, en fin, y tal vez eso era lo que más claro tenía Néstor, también apodado “el almacenero”. El sabía que una persona que podía manejar la economía de un hogar, un almacén o una empresa, podía discutir de política, y por eso el tomó las riendas de la economía de nuestro país, subordinando el rol del Ministro de Economía al poder ejecutivo. Es la subordinación del poder económico por el poder político.
Es así como Néstor, el almacenero, abrió la posibilidad para la discusión de los grandes problemas económicos por parte del pueblo nuestro todo, uniendo nuestros problemas cotidianos con el devenir del país. Pero estas rupturas no significan que los grandes dogmas neoliberales estén derrotados, sino que son sólo el comienzo de la construcción de una nueva hegemonía para el campo popular.
Para esta tarea y como buen legado, faltan continuadores, y ellos no somos más que quienes militamos diariamente este proyecto. Este legado significa que debemos seguir esta labor, esta puerta que abrió Néstor no sólo debe mantenerse abierta sino abrirse más, debemos seguir uniendo nuestra realidad barrial, universitaria, laboral, al modelo económico de reindustrialización con inclusión social, porque esto y solamente esto fortalece los niveles de organización popular, que son la condición indispensable no solo para que este legado continúe, sino para poder profundizar este proyecto nacional y popular.
* Socióloga, Geenap
EL modelo neoliberal se basó en tres patas: salarios congelados, peso devaluado y tasas altas. Esas tasas, en dólares, eran necesariamente, más altas que las de los países centrales, y por eso tenían un atractivo irresistible para el ingreso de capitales.
Con una "adecuada" desaparición de los controles estatales, los capitales especulativos entraban y salían de Argentina llevándose al exterior el excedente.
El modelo se perfeccionó en los '90, anclando el peso al dólar.
Muchas palabras se han dicho y escrito en los últimos dolorosos días acerca del legado de Néstor Kirchner. Algunas enfatizando en su rol de conductor del proceso, otras sobre sus ideas, y otras sobre el modelo económico que él parió.
En estas últimas se hizo hincapié en las medidas concretas que conforman el conglomerado de políticas macroeconómicas de su gestión y de la actual gestión de Cristina. Sin embargo, es importante también resaltar la importancia de lo que Néstor nos enseñó en materia de filosofía económica. Hay un antes y después del kirchnerismo para la teoría económica argentina, vivimos un cambio de paradigma. Algunas de las creencias dogmaticas neoliberales se han venido abajo por la realidad misma, y muy difícilmente puedan volver a renacer.
La primer ruptura fundamental del modelo económico kirchnerista con respecto al modelo neoliberal está relacionada con la concepción acerca de la generación de valor. El neoliberalismo, a partir de su implementación desde el ’76, pregonaba implícita y explícitamente que la especulación genera mayor nivel de rentabilidad que la producción, y adaptó así el marco jurídico para que la valorización financiera esté al alcance de cualquiera y que la producción de bienes, tan característica de nuestra economía; pase a un segundo plano. Esto esconde tras de sí la concepción de que el dinero puede generar dinero. Se puede generar riqueza sin trabajo humano, prescindiendo del trabajo humano.
Por supuesto que un modelo así es inviable, puesto que los altos niveles de desocupación y pobreza que genera y que son el correlato más coherente con este modelo son, al mismo tiempo, garantía de bajos salarios y bajos niveles de organización de la clase trabajadora pero, también, una bomba de tiempo que estalló finalmente en el 2001. Hoy en día, en el marco de la crisis internacional y el estallido de varias burbujas financiero-inmobiliarias, esta concepción entró bastante en crisis, pero nuestro país fue pionero en pensar una vía alternativa y el modelo económico kirchnerista fue vanguardia: repensó un modelo de reindustrialización con justicia social.
En segundo lugar, este modelo económico rompió con la famosa teoría del derrame. Una vez superada la etapa de la salida de la convertibilidad e iniciado el crecimiento económico no se conformaron ni Néstor ni Cristina en esperar a crecer lo suficiente para que así parte de este crecimiento se derrame hacia los más débiles. La teoría del derrame conlleva en su seno dos presupuestos básicos: por un lado, que el capital es bueno y, cuando le sobre, lo “donará” a los desposeídos, haciéndose una especie de distribución de la riqueza “natural”. Por otro lado, cierra la discusión en historia económica acerca de si los procesos como, por ejemplo, el peronismo, han fracasado porque distribuyeron antes de tiempo en vez de destinar ese excedente en profundizar la industrialización. Quien paga es la cuestión: la misma también podría haberse profundizado disminuyendo la tasa de ganancia del capital en vez de ajustar por los trabajadores.
El modelo económico kirchnerista, en su etapa de crecimiento, utilizó la definición política y la intervención estatal como variables fundamentales en la distribución del ingreso. No permitió que la mano invisible del mercado haga de las suyas, a la espera de que la “distribución natural” llegue en algún momento mientras miles de compatriotas seguían en las peores condiciones. Demostró con esta práctica que ni el capital va a distribuir lo que le sobra (porque nunca le sobra), ni los trabajadores pueden ser una variable de ajuste. Se puso fin a la teoría del derrame.
El tercer punto de ruptura está relacionado, justamente, con los trabajadores como variable de ajuste. Tanto la recuperación de las tasas de empleo como del salario de los trabajadores fueron producto de políticas activas del Estado. Como pocas veces en nuestra historia, los salarios de los trabajadores estuvieron por delante de la inflación, lo cual implica que los aumentos salariales no son absorbidos por el mercado a través de la inflación. Esto rompe con el mito de que los aumentos salariales generan inflación, y deja en evidencia el verdadero problema de la inflación: la concentración de la economía argentina que, ante una política de fomento a la demanda, busca quedarse con el mayor pedazo posible de esa inyección de dinero en el mercado.
En medio de una de las peores crisis internacionales, el Estado argentino respondió inyectando mayor cantidad de dinero en el mercado pero no apostando a los grandes bancos, sino apostando al trabajo. Ya sea por incorporación de nuevos trabajadores como por aumentos salariales, asignación universal por hijo, aumento de los jubilados y de las jubilaciones y el programa de cooperativas Argentina Trabaja, ingresaron por la vía de los trabajadores recursos que revitalizaron el círculo virtuoso de la economía argentina, produciendo que el impacto de la crisis no se sintiera en nuestro país, pero también los brotes inflacionarios muestran la paradoja de una economía concentrada en grandes grupos económicos que forman precios e intentan hacerse de esos recursos a costa de los trabajadores. Es la puja distributiva en su máximo esplendor.
Un cuarto punto de quiebre entre el actual modelo y el modelo neoliberal consiste en poner a la política por delante de la economía. Desde el dogma neoliberal se pregona que la economía es algo así como una ciencia que cuanto menos se toca, mejor funciona. El éxito de un modelo depende de cuánto mejor funcione el mercado por sí sólo. La economía entendida como un ente en sí mismo está aislada de las definiciones y voluntades políticas, y como es una ciencia, difícilmente pueda ser cuestionable. Esta idea cientificista de la economía esconde la verdadera esencia de la misma: el estudio de las relaciones sociales de producción, con las dominaciones incluidas, lo cual la transforma en una ciencia absolutamente social y totalmente vinculada a la política.
Relacionado a este punto se encuentra la quinta y última ruptura que se puede observar del modelo económico kirchnerista con respecto al modelo neoliberal. Como buena ciencia exacta que es la economía, según el dogma neoliberal, la misma se hace de buenos y prestigiosos científicos. Estos se revisten, en este caso, de economistas técnicos- neutrales, a-valorativos, objetivos y portadores del saber. La tecnocracia perfecta para la implementación de un plan medido por la ciencia, exacto, y que no puede fallar. Como toda ciencia y como todo científico, es incuestionable, y no cualquiera porta ese saber. Los militantes políticos bien tienen que mantenerse alejados tanto de la ciencia como de los economistas, los verdaderos gurúes. La economía es cosa de economistas.
Pero el modelo económico kirchnerista no es sólo un modelo económico: es un proceso de transformación en marcha, y como tal, abrió grandes canales de participación popular que permitieron que muchos compatriotas comiencen a discutir aquellas cosas que eran exclusivas de una ciencia oscura e inaccesible. La economía no es otra cosa que nuestra vida cotidiana, en fin, y tal vez eso era lo que más claro tenía Néstor, también apodado “el almacenero”. El sabía que una persona que podía manejar la economía de un hogar, un almacén o una empresa, podía discutir de política, y por eso el tomó las riendas de la economía de nuestro país, subordinando el rol del Ministro de Economía al poder ejecutivo. Es la subordinación del poder económico por el poder político.
Es así como Néstor, el almacenero, abrió la posibilidad para la discusión de los grandes problemas económicos por parte del pueblo nuestro todo, uniendo nuestros problemas cotidianos con el devenir del país. Pero estas rupturas no significan que los grandes dogmas neoliberales estén derrotados, sino que son sólo el comienzo de la construcción de una nueva hegemonía para el campo popular.
Para esta tarea y como buen legado, faltan continuadores, y ellos no somos más que quienes militamos diariamente este proyecto. Este legado significa que debemos seguir esta labor, esta puerta que abrió Néstor no sólo debe mantenerse abierta sino abrirse más, debemos seguir uniendo nuestra realidad barrial, universitaria, laboral, al modelo económico de reindustrialización con inclusión social, porque esto y solamente esto fortalece los niveles de organización popular, que son la condición indispensable no solo para que este legado continúe, sino para poder profundizar este proyecto nacional y popular.
* Socióloga, Geenap
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