martes, 20 de julio de 2010

REGRESO SIN GLORIA

Inauguramos así nuestra sección de crítica cinematográfica esperando contar con los vientos favorables del dios Eolo que nos llevarán a Itaca sin contratiempos, en una sola bordeada, guiándonos entre los escollos demoníacos de Escila y Caribdis.

El excelente actor Jon Voight, uno de los preferidos de mi amiga María Fiorentino, interpreta a una figurante en uno de los antros del infierno (quien no conozca detalles o no haya aprobado literatura básica, pinche aquí) que vuelve de Vietnam, es decir, del Congreso Nacional.
Todavía no se ha llegado a la derrota definitiva, todavía las ratas no han escapado desde los techos de la Embajada, ni han tirado los helicópteros al mar. Todavía, digamos, conservan cierta fingida dignidad pero la están perdiendo rápidamente, derrota tras derrota tras derrota tras derrota.
No son Dien Bien Pu, ni el Tet, ni Tan Son Nhut.
Es el 82% móvil para los jubilados sin financiación cierta, la baja de las retenciones para desfinanciar al Estado, el resguardo de las reservas con el argumento de que son de todos, el rechazo a la designación de la mejor presidenta posible para el Banco Central, el matrimonio diferencial según la senadora puntana y el Opus Dei, obra de dios.
Con un largo etcétera.
Debemos reconocerlo: Jon Voigh apechuga aunque se lo vea cariacontecido. El espectador sabe o intuye que el tipo merece el séptimo círculo de infierno (donde van a parar los violentos contra el prójimo) o el octavo, ese que Dante llamara Malebolge.
Pero duda. Duda por varias razones.
El espectador querría tener una mirada piadosa de Jon Voight, por razones obvias, pero es imposible con quien ha sido tan impiadoso hacia sus connacionales.
¿Connacionales dijo? No, eran vietnamitas, seres amarillos, inferiores, pequeñitos; eran tercermundistas, olían mal, comían arroz y para colmo, creían en Papá Ho y los guiaba el general Giap, grande entre los grandes estrategas.
Claro, aquí se produce una incoherencia, una interpolación falsa. Quizas la paciencia del lector o el espectador permitan salvarla sin inconvenientes.
En efecto, en este nuevo Regreso sin Gloria, el enemigo no es ni ha sido el extranjero sino el prójimo, el próximo, el compatriota. 
Se dirá: siempre fue así.
Es cierto, pero ahora lo disimulan con la máscara de la felicidad pro, la felicidad fácil, la felicidad chatarra, la risa tonta del San Patricio y la fiesta de la Cerveza, Hoop, Pum para arriba, el baile del caño, la risa estúpida de Marcelo y de Horacio, la gestión, la gente ...
El papel de Jane Fonda, lamentablemente, es muy secundario porque alguna vez lució bella. Es cierto: uno quiere saber cómo se las arreglará, pero no es ese el tema de este post.
El tema es si el Dante, o el barquero, lo llevará a Jon Voight (con perdón de mi amiga Fiorentino) al Recinto 5º de los estafadores, al sexto de los hipócritas, al séptimo de los ladrones, al décimo de los falsarios y estafadores, o derecho viejo al Cocito, el sumidero final donde caen los traidores.
O mejor, donde van a parar los hijos de puta, como se los llama aquí
La película fue dirigida por Hal Ashby, de quien también se conoce Being There o Desde el Jardín, que consagró a Peter Sellers en dos papeles estelares: como Julio Cobos y Mauricio Macri.
(foto agregada el 20 de julio, muy sugerente)

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