jueves, 21 de julio de 2011

Espejismos porteños

Espejismos porteños
por Teodoro Boot


La relación enfermiza entre Buenos Aires y el conjunto del país viene de antiguo, es en realidad anterior a la independencia y ha pasado por distintas etapas que no viene al caso enumerar ni analizar acá, aunque sí, tal vez, tenerlas presente.
No hay tampoco nada extraño ni extraordinario en esto, ni en la macrocefalia porteña, esa cabeza de Goliat que algunos creyeron ver emplazada en un enclenque cuerpecito argentino: es condición de la dependencia y el colonialismo y regla común a todo el Tercer Mundo; deformidad tenida por normal y que provoca asombrosas distorsiones de la percepción, que va desde creer economía nacional al comercio exterior y llamar economías regionales a la economía nacional, hasta considerar “pajueranos” a los habitantes del interior argentino, convertidos para esa distorsionada mirada porteña en oriundos de un exterior ajeno y a menudo hostil.
Hay años de colonización cultural y pedagógica detrás de esta alteración de las percepciones, que no habría que tomarse muy a la ligera, habida cuenta el rol que en la era actual cumple la instantaneidad y universalidad de las comunicaciones, por más que en rigor hablemos de una universalidad relativa o acotada.
Los medios de comunicación “nacionales” son y no son nacionales: lo son en tanto llegan con su imagen, su voz y sus textos a todo el país, pero no lo son en tanto llegan a todo el país trasmitiendo una problemática que no es la de todo el país, sino apenas la de la ciudad de Buenos Aires, con la episódica inclusión del Gran Buenos Aires, pero sólo como productor de “inseguridad”.
No es ya cuestión de decir que un rosarino, un cordobés, un pampeano o un jujeño están perfectamente al tanto de todo cuanto ocurre en Buenos Aires sin que ningún porteño tenga la más remota idea de qué ocurre en Jujuy o Rosario, excepto alguna catástrofe climática, humanitaria o política, sino que tampoco ningún porteño tiene la más remota idea de lo que ocurre en Avellaneda, ciudad más cercana al centro político y administrativo de la ciudad de Buenos Aires que los barrios porteños de Saavedra, Villa Pueyrredón o Villa Devoto, mientras el vecino de Avellaneda, Quilmes, San Justo o José León Suárez se encuentra permanentemente bombardeado por una problemática porteña que, en gran medida, no se corresponde con su propia cotidianeidad.
No debe quejarse: esa “problemática porteña” trasmitida a todo el país tampoco concuerda con la propia cotidianeidad del vecino de Buenos Aires, pero llega a obnubilarlo, distorsionando su propia mirada hasta hacerla parecerse a la realidad mediáticamente trasmitida.

Los medios ya no son medios

Uno no va a pretender descubrirle el agujero al mate diciendo que los “medios” han ido evolucionando hasta convertirse en “sujetos”: ya no son instrumentos de trasmisión sino sujetos trasmisores, y se encuentran en el centro del debate político y la pelea por el poder real. Pero, curiosamente, esto que todos sabemos, suele olvidarse. Se olvida, por ejemplo, cuando se analizan o más bien se describen las recientes elecciones porteñas y se habla de la campaña de Macri, como si la campaña de Macri fuera la que diseñó Durán Barba, siendo que la campaña de Macri, o la de ese sector que se opone frontalmente a la dirección que el kirchnerismo le ha impreso a la política y la economía argentinas, es diseñada y ejecutada por los grandes medios de comunicación, que no son instrumento de Macri o de cualquier otro factor político sino que sucede exactamente a la inversa. Es así como mientras los medios destruyen sistemáticamente lo que pueden destruir del kirchnerismo e ignoran el resto, el “candidato” se limita a sonreír amablemente y a distribuir globos a los niños y libros a los viejitos.
Está bien, ¿quién puede objetarlo? Se pelea con los instrumentos de que se dispone, con todos los instrumentos de que se dispone. Y eso hay que tomarlo en cuenta, pero no puede pretenderse que un candidato llamémosle kirchnerista se limite a sonreír y a repartir globos y novelas, porque estaría aún en mayor desventaja. Quienes eso pretenden, exigen o recriminan, olvidan quién hace la política, la auténtica política de ese magma llamado “macrismo” y creen que la política eficiente, exitosa, es la que diseña Durán Barba.
Pero la distorsión surgida del uso del resultado electoral por parte de los estrategas de esos instrumentos llamados Pro, Macri, Durán Barba, llega más allá y obnubila el entendimiento hasta de aquellos que deberían tener por lo menos algún entendimiento. Es así como algunos sectores  intelectuales y aun políticos se abocan a las catarsis colectivas indiferentes al punto central de la política argentina, que no es ni puede ser una elección para elegir al intendente de Buenos Aires sino la instrumentación del resultado de ese acto electoral para instalar a Mauricio Macri como gran esperanza blanca para las elecciones presidenciales del 2015.
En el 2011 Macri ya no puede ser candidato presidencial ni jefe o cabeza de una alianza o espacio de esa suerte de menemismo fashion y facho que se ha impuesto en las elecciones porteñas, tuvo un notable desempeño con un candidato claramente impresentable en Salta y amenaza con romper records en Santa Fe. Y no puede serlo porque le resultó imposible conjugar en la capital buena imagen y chances electorales de algún sustituto, como podía ser el caso de Gabriela Michetti, con la continuidad de los grandes negocios garantida únicamente por Rodriguez Larreta y su “equipo”, razón por la que tuvo retirar su candidatura nacional para presentarse en la ciudad como único modo de mantener su fuerza política en el distrito. De no ser por esta debilidad estructural, es razonable sospechar que tras un seguro segundo puesto en las elecciones presidenciales habría quedado instalado como gran referente opositor y seguro candidato de una alianza “menemista fashion y facha” para el año 2015. La conducción de todo este proceso, basada en el buen desempeño del Pro en las elecciones porteñas, consiguió disimular esta debilidad e instalar a Mauricio Macri como gran ganador y seria amenaza contra la capacidad electoral de la presidenta de la nación, espejismo construido con la invalorable ayuda de intelectuales, activistas y no pocos dirigentes del kirchnerismo, tan obnubilados por la manipulación como el más inocente de los ciudadanos porteños en particular y argentinos en general.

La real realidad

De repararse las cifras crudas y objetivas de la elección porteña surge con claridad su relativa insignificancia real, que contrasta fuertemente con la construcción simbólica que de esa elección se ha hecho.
Sobre un padrón de 2. 400 mil habilitados para sufragar, el Pro obtuvo 830 mil votos, el Frente para la Victoria prácticamente 500 mil, Proyecto Sur 225 mil, todas las demás fuerzas reunidas unos 300 mil votos, mientras no concurrieron a votar 650 mil ciudadanos, una cifra nada desdeñable al ser colocada junto a las demás.
Si se analizan los diferentes desempeños en función de lo que más importa a la conducción de este proceso y hasta al Pro mismo, más allá de concluir en que Marricio Macri se encuentra muy cerca de ser consagrado jefe de gobierno, puede observarse con mucha claridad que la diferencia entre el Pro y el FPV es de apenas 330 mil votos y que en camino a la elección presidencial los 500 mil votos obtenidos por Daniel Filmus no son un techo sino, por el contrario, el piso del que parte la candidata a presidenta Cristina Fernández, mientras que los 800 mil votos del Pro carecen de un candidato claro con el que encolumnarse, pudiéndose conjeturar que tenderán a dispersarse, yendo en un buen porcentaje a engrosar los votos de Cristina Fernández.
Y esto es así porque, no obstante el “discurso” mediático, el Frente Para la Victoria ha hecho una muy buena elección, tan buena como la del Pro, o acaso relativamente mejor, de comparársela con la elección para jefe de gobierno del año 2007, cuando en la primera vuelta Macri obtuvo 798.000 votos, apenas 32 mil menos que los 830 mil obtenidos el 10 de julio.
El Frente para la Victoria había obtenido en el año 2007, 414 mil votos,  75 mil menos que los 489 mil del 10 de julio.
En cuanto a la segunda vuelta, en el año 2007, Macri recibió 1.007.800 votos mientras que los de Filmus fueron 645.780. En otras palabras, Filmus necesita 156 mil votos más que los obtenidos para igualar su desempeño del 2007, mientras que, para lo mismo, Mauricio Macri necesita sumar 237.800.
En realidad, el desempeño de electoral del Pro fue más o menos equivalente al cumplido el año 2007. Lo que ha cambiado es la percepción, y esa percepción cambia no justamente por la observación directa y fría sino debido a la construcción mediática que ha colonizado a los propios kirchneristas porteños, a sus candidatos y, sorprendente o no tan sorprendentemente a sus intelectuales: todos ellos han sido incapaces de elaborar un discurso, no contrapuesto al de los medios, porque no se trata de algo tan tonto, sino un discurso operativo que surja de una observación fría y objetiva de la realidad y ayude a los activistas y simpatizantes kirchneristas a observar la realidad con la debida perspectiva y no a través del ojo de la cerradura de los medios porteños.
No ha fallado la campaña electoral ni el desempeño electoral: ha fallado la capacidad de los dirigentes, cuadros e intelectuales del kirchnerismo de la ciudad de Buenos Aires, que siguen creyendo en la existencia de una verdad objetiva y, mucho más grave aún, de la existencia de una suerte de tribunal de la Razón que parece residir en la suma de los votantes anónimos.
Ni una cosa ni la otra existe, pues “la verdad” es siempre relativa, subjetiva e instrumental, y no existe una “Razón a la que apelar sino una emoción, una pasión y una esperanza que despertar.

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