Intentaré no caer en el lugar común, positivamente falso, de que todo pasado fue mejor. No lo fue.
Paul Nizan fue asesinado en 1940 por el Partido Comunista luego de denunciar el pacto entre Hitler y Stalin. Su obra “Aden-Arabia” (con un prólogo imprescindible de Jean-Paul Sartre) comienza así: "Yo tenía veinte años. No le permitiré decir a nadie que es la edad más hermosa de la vida".
Las carreras de autos no es un deporte que me interese. Ni siquiera creo que sea un deporte. Para mí es la diversión de unos cuantos cajetillas. Pero leo que el 9 de marzo se conmemoró la inauguración del Autódromo de la ciudad de Buenos Aires en 1952.
Se (no tiene por qué saberlo el cronista) que mi tío Leonardo participó en su construcción y que se ufanaba de hacer sido el artífice del famoso arco metálico de entrada que lo distingue. Leonardo era herrero, flaco, y un pescador temible para los dorados y bogas del río Paraná. No congeniaba con los reeles frontales. En los fondos de su casa se levantaba, junto a una quinta exigua, un palomar que en esa época era una especie de quiniela clandestina voladora y el olor del carbón de la fragua solía mezclarse con los guisos que se fraguaban en la cocina vecina.
En la calle Escobar donde vivía, en las fronteras de Villa Pueyrredón, las fiestas de fin de año se hacían a puertas abiertas y hasta 1955, en las veredas donde los vecinos se juntaban para bailar al ritmo de un acordeón a piano y compartir libremente el pan dulce y la sidra que aportaba cada familia. En alguna ocasión se milongueaba en plena calle, fuera fin de año o carnavales, y ningún automovilista reaccionaba airado por el inconveniente ni molestaba la policía.
En una pared de la herrería lucían los retratos sonrientes de Perón y Evita.
9 de Marzo 1952 - Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires
INAUGURACIÓN DE UNA OBRA MONUMENTAL
Por Víctor F. Lupo*
A partir de 1937 se oficializaron en nuestro país los Grandes Premios Nacionales de Turismo Carretera (TC), que se convirtieron en poco tiempo en una pasión del pueblo argentino.
Verdaderas muchedumbres acudían a los costados de las rutas nacionales, a lo largo de los más de 6.000 o 7.000 kilómetros que recorrían normalmente las “cupecitas” del TC, a más de 120 km. por hora de promedio, por el solo placer de verlos pasar a esas altas velocidades.
De esta categoría surgieron las grandes figuras de nuestro automovilismo como los hermanos Oscar Alfredo y Juan Gálvez, Juan Manuel Fangio, Eusebio Marcilla (“El Caballero del Camino”),[1] Carlos Menditeguy, los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi, Tadeo Taddía, Angel Lo Valvo, Ricardo Risatti, Pedro Yarza, Daniel Musso, Domingo “Toscanito” Marimón [2] y su hijo Onofre “Pinocho” Marimón, Marcos Ciani, Néstor Marincovich, Rolo Alzaga, Pablo Birger, Jorge Descotte (prohibidos estos dos últimos para correr de por vida en 1955) y Ernesto Petrini, entre otros.
A fines de la década de 1940 a nuestro país también llegaron para competir, desde Europa los autos y corredores que luego serían los iniciadores de la actual Fórmula 1 Internacional (F1). Estas competencias se realizaban en los circuitos de la Costanera porteña, de Palermo o de Retiro; y también en las ciudades de Rosario y Mar del Plata. En estas carreras lograron vencer a los corredores europeos, los argentinos Oscar Gálvez, José Farina, José Froilán González [3] y Juan Manuel Fangio, en ese orden. Pero siempre en estas pruebas ocurrían accidentes y algunos de ellos fueron graves, como la muerte del campeón mundial, el francés Jean Pierre Wimille, en Palermo y la de Adriano Malusardi en Mar del Plata. [4]
En 1950 al iniciarse la F1, un equipo argentino de pilotos fue a Europa para participar en la “máxima categoría” del automovilismo. Lo integraban Fangio, Froilán González y Benedicto Campos, quienes estaban acompañados por el periodista Luis Elías Sojit y Francisco “Pancho” Borgonovo. [5]
Tras regresar de Europa este grupo de pilotos se reúnen con el Presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón, para comentarle su experiencia en el Viejo Mundo.
Perón, en un momento de la entrevista, les preguntó a sus visitantes qué necesitaban. Tímidamente tomó la palabra Fangio quien le expresó: “Necesitaríamos un autódromo, general”.
La respuesta llegó inmediata con la característica bonachona que distingue a nuestros hombres de campo: “¿Pero qué problema hay muchachos? Vayan a ver al intendente Juan Debenedetti”, cuenta emocionadamente Froilán González, el primer corredor en ganar un Gran Premio de Fórmula 1 para la escudería Ferrari, en Inglaterra durante el año 1951.
Los “tuercas” salieron corriendo de la Casa Rosada, cruzaron la Plaza de Mayo y se sentaron aún “agitados”, con el intendente, para asesorarlo ya en la planificación de la obra que soñaban. El 19 de enero de 1951, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires hizo el anunció oficial del “nuevo autódromo” a construirse en tierras fiscales, con una duración de obra de 15 meses.
El 28 de octubre de 1951, el “Chueco” Fangio consiguió en Barcelona su primer titulo mundial de la categoría, para una “nueva alegría deportiva” del pueblo argentino.
Pero su obsesión eran las obras que, sobre un terreno de 20.000 metros cuadrados, se estaban realizando muy cerca del Riachuelo, donde capital limita con la provincia de Buenos Aires, en una zona entre el Bajo Flores y Villa Lugano.
El 9 de marzo de 1952, el general Perón acompañado de su esposa Evita, inauguró oficialmente el denominado “Autódromo 17 de Octubre” en las avenidas General Paz y Roca, con la presencia de más 100.000 espectadores, distribuidos entre las tribunas y los lugares factibles de absorber concurrentes.
A partir de las 15 de ese día, inolvidable para el deporte mecánico argentino, hubo varias pruebas de autos y una de motociclismo. En la categoría Sports ganó Adolfo Schlweln Cruz con Alfa Romeo en un tiempo de 43’ 47’’ 03/10 con un accidente en la curva próxima a la Avenida de la Ribera,[6] donde se mató el corredor Félix Martínez.
En la competencia de mecánica nacional a 20 giros, ganó Pablo Birger al comando de un Ford con un tiempo de 53’ 33’’ 05/10.
En la prueba de motociclismo de 500 c.c. fuerza libre, el ganador fue el italiano Nello Pagani con Gilera, recorriendo el trazado en 41’ 46’’ 01/10.
El campeón mundial, Fangio al comando de una Ferrari 2000 se impuso en la prueba principal sobre 30 giros a su amigo Froilán González por solo 2/10, empleando 1 h 17’ 19’’ 02/10.
Finalizada la competencia “el chueco de Balcarce”, ante la prensa internacional y muy contento repetía: “Es el mejor autódromo hecho hasta hoy, es muy seguro y atractivo para correr. Además se pueden usar 10 circuitos distintos”.
En 1953 el italiano Alberto Ascari (con una Ferrari) fue el primer ganador del “Gran Premio Oficial de Argentina, F1”. Triunfos que lograría Fangio en cuatro oportunidades consecutivas, a partir de 1954.
Aunque varias veces fue testigo de accidentes graves que costaron algunas vidas, “el Autódromo” siempre fue considerado como de avanzada en el tema seguridad.
Fiel reflejo de la historia política argentina, sufrió sus mismos avatares. Cambios de nombres y abandono en su mantenimiento, hasta que en 1989, se le impuso el nombre actual “Oscar Alfredo y Juan Gálvez”, en homenaje a los grandes corredores argentinos. [7]
Oscar falleció pocos meses después de este homenaje, el 16 de diciembre de ese año.
El autódromo fue también testigo de varias llegadas de los Grandes Premios del TC, que luego de recorrer los extensos caminos de la patria, finalizaban allí y aún sigue siendo “la catedral” de una las máximas pasiones de los argentinos, el duelo Ford-Chevrolet o Chevrolet-Ford, en el Turismo Carretera.
En 1972, quien con el tiempo llegaría a ser gobernador de la provincia de Santa Fe, el “Lole”, Carlos Alberto Reutemann, participó por primera vez en la F1 en nuestra tierra, al comando de un Brabham, consiguiendo un honroso séptimo puesto en el Autódromo Municipal.
El 13 de enero de 1974, con la presencia en el Palco de Autoridades nuevamente como Presidente de la Nación, del teniente General Juan Domingo Perón, acompañado de la Vicepresidenta, María Estela Martínez, fueron testigos privilegiados del abandono de Carlos Alberto Reutemann. Esto ocurrió cuando estaba a dos vueltas de ganar la primera carrera del año, porque su Brabham Nº 7 se había quedado sin combustible. Una multitud enmudecida, que había concurrido a verlo triunfar, no podía creer lo que sus ojos le mostraban: “el auto del argentino al costado de la pista”, mientras finalizaba la carrera.[8]
En la década de 1980, por la crisis del petróleo, la F1 dejó de competirse en nuestro país, regresando recién en 1995 [9] y corriéndose por última vez en 1998,[10] con el triunfo de la Ferrari, del alemán Michael Schumacher, nuevo quíntuple campeón mundial a partir del 2002.[11]
*Autor del Libro “Historía Política del Deporte Argentino”. Página 307
2 comentarios:
Acá: http://udi414.blogspot.com/2008/09/una-vida-segada-en-la-moneda.html, me pasó algo parecido.
Saludos !
Si el corredor Carlos Alberto Reutemann tuvo que abandonar por falta de combustible, no podemos jamás pretender que "el político" Carlos Alberto Reutemann pueda prever algo medianamente complejo como puede ser la crecida de los ríos...
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