jueves, 3 de mayo de 2012

Por la autodeterminación, cuando nos conviene


La foto que se publica abajo muestra las cómodas y diría, casi lujosas, instalaciones de un campo de concentración de inmigrantes japoneses ubicado en el desierto de Arizona.

En ese confín árido de la patria de Al Capone, Marilyn Monroe, Mark Twain y Elliot Ness, las temperaturas diurnas alcanzan cómodamente los 42°. Y es probable que dentro de las viviendas construidas con chapa galvanizada hayan llegado a 65°, pero como sabemos (por los programas de la CNN) los individuos de raza amarilla son pacientes, sufridos, soportan temperaturas extremas, tsunamis y explosiones nucleares. 
México fue despojado de Arizona en nombre del destino manifiesto de EEUU.

Esto, lo de los campos de concentración, sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, luego de Pearl Harbor, y los internados eran, en su mayoría, ciudadanos estadounidenses de ojitos estirados con todos los papeles en regla.
Sobre el ataque, cierta corriente revisionista histórica (allá también tienen a sus Pachos O'Donell's) afirma que el presidente Roosevelt conocía las intenciones japonesas; que decidió dejar en la rada unos cuantos buques a punto de ser radiados de servicio, y que tuvo así el argumento necesario como para entrar en guerra. En efecto, los salarios pagados a los 15 millones de soldados yanquis que se desplegaron en todos los frentes, mas ingentes adquisiciones de material bélico, sacaron a ese país de la recesión.
Aunque siempre se ha subrayado la tara nazi de reconocer la existencia de razas inferiores y superiores, es suficiente con mirar unas cuantas horas de CNN, si eso se soporta, para concluir que los norteamericanos también clasifican a la especie humana con el mismo criterio cuestionable: ¿ustedes dónde pondrían a George Bush (h) o a Ronald Reagan? 
¿De haber nacido en la Alemania de Hitler, habrían pasado la prueba de la eugenesia dirigida por entusiasmo por el loco Heydrich? 
Las clasificaciones étnicas me resultan siempre sospechosas, y viendo lo que sucede en el mundo, afirmaría que en realidad Hitler ganó la guerra.
También los ingleses y los rusos (gulags) tuvieron sus campos de concentración.
Los primeros internaron a todos los ciudadanos de nacionalidad alemana que se hallaban en territorio británico al inicio de las hostilidades, y algunos revisionistas de la historia señalan que años atrás ya lo habían hecho en Sudáfrica y Kenia. ¿Acaso la Franja de Gaza no es una especie de campo de concentración de palestinos? 
Aquí vemos a unos keniatas recibidos amistosamente por soldados británicos.

Como en estos días, y a raíz de Malvinas, los británicos acuden una y otra vez al argumento de la “autodeterminación de los pueblos”, argumento que, debo recordar, fue característico de la estrategia soviética para los países del Tercer Mundo durante la guerra fría, viene a cuento otro hecho del que la historia todavía no se ha hecho cargo.
Sucedió así:
En las postrimerías de la guerra, miles de rusos rescatados por los aliados en los campos de concentración alemanes fueron embarcados rumbo a las islas británicas como expatriados. Se los concentraba cerca de Portsmouth y de allí, gracias a un acuerdo alcanzado por Stalin y Churchill, eran reembarcados periódicamente a Oddesa, en el Mar Negro.
(Todos los cinéfilos recuerdan la famosa escena de las escalinatas y los leones de Odessa).
Miles de soldados aliados, tomados prisioneros por los alemanes y rescatados por el Ejército Rojo, eran trasladados a su vez hacia los puertos del Mar Negro. Los transportes navales británicos iban y venían, llevando rusos y trayendo ex-prisioneros del bando aliado. Los ingleses se preocupaban por asistir civilizadamente a sus ocasionales amigos del bando comunista proveyéndoles ropa, comida, medicamentos y tabaco.
En cuanto desembarcaban, recibidos por una orquesta que interpretaba viejas canciones del folklore local, los repatriados eran prolijamente desnudados (la ropa tenía un gran valor para la diezmada población rusa luego de la invasión alemana) y se los fusilaba. 
A todos, sin excepción.
Fueron aproximadamente 12.000 los así eliminados, una bicoca si recordamos que Stalin mandó asesinar a unos 20 millones de leales miembros del PC soviético. Para él, todos los repatriados eran traidores, sea por haberse rendido a los nazis, sea por colaborar con ellos como trabajadores esclavos en la BMW o Krupp, o enganchados en las fuerzas armadas alemanas.
Churchill sabía de esta carnicería, pero no dijo una palabra. Acuerdos son acuerdos, y en ciertas ocasiones es menester dejar la autodeterminación para más adelante. 

4 comentarios:

Mariano T. dijo...

La comedia hipócrita de la autodeterminación es de los ingleses.
Pero el post es bastante inquietante tratando de equiparar los crímenes nazis con los crímenes de los aliados, sobre todo de los rusos.
Y encima poco tiene que ver con la autodeterminación, porque para muchos parte de ella es hacer lo que se quiera con el pueblo de su propio país y que nadie se meta, como no se metió Churchill con Stalin.
Los peronchos tienen un temita con el socialismo nacional en el subconsciente que cada tanto sale afuera.

Jorge Devincenzi dijo...

Lo de peroncho me dignifica, sobre todo hoy. Que equiparo los crímenes, por supuesto. Creo que Hitler perdió la guerra pero ganó la paz, para decirlo de alguna manera. Y tiene que ver con la autodeterminación, un auténtico derecho humano de última generación, derechos que aliados y soviéticos vulneraron a troche y moche. EN un post anterior desarrollé lo que históricamente significó. En este, avanzo un poco más porque los campos de concentración, todos, son antagónicos con la autodeterminación de los pueblos, sean la de ellos, la que ellos consideran de ellos, o la de extraños.

Mariano T. dijo...

Hay una contradicción entre soberania y derechos humanos. Si tomamos como derecho absoluto al primero, el que rige un país tiene el derecho de matar a todos sus ciudadanos como se le plazca sin que nadie se meta.
Hace 60 años las cosas eran de esa manera. Nadie se metía con lo que hacías adento, como pasó con Siria mucho más que con Libia.
Pero lo de la comparación es interesante. Aún un carnicero como Stalin es un santo al lado del nazismo, el concepto de "enemigo de clase" es más plausible como criterio de exterminio que el de "raza inferior".
Y por cierto las democracias occidentales, que en guerra no se ahorraron nada con tal de llegar a la victoria, est6an en un escalón moral muy supeior. Si lo más que le podemos achacar a los que lucharon contra los que asesinaron millones y millones de civiles en campos de exterminio es la incomodidad de los campos de internación de los japoneses en EEUU, es darle un certificado de santidad a Roosvelt.
Calculo que sos antisemita también, no?
Corto porque estoy viendo un documental en Encuentro sobre la paersecución de Goebels al jazz.

Jorge Devincenzi dijo...

Estimado autor de La Patria chacarera: es curiosa tu escala de superioridad moral. Hitler no surgió de la nada. En la guerra murieron 50 millones de seres humanos. La santidad que mencionas no se verifica en el bombardeo británico a Dresde, Hiroshima y Nagasaki, los millones de africanos y asiáticos que murieron a manos de los colonialistas, con un largo etcétera. Creo que has analizado superficialmente la historia del sigloXX. Respecto del antisemitismo, Israel debe cumplir las resoluciones de la ONU: mientras no lo haga, esa zona seguirá siendo un matadero, y sus víctimas, el más débil, es decir, los palestinos.

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