jueves, 20 de diciembre de 2012

LOS CIVILES

Ayer, el ex juez Jaime Lamont Smart se convirtió en el primer civil condenado por violaciones reiteradas a los derechos humanos en la dictadura.
Es el primero, pero no será el último. 
El apellido Smart evoca a la coqueta sastrería James Smart, con publicidad fija en el programa de Marianito Grondona, un negocio que por décadas pagó un peso ley 18188 de alquiler mensual en la parcela propiedad del ex Consejo Nacional de Educación por muerte sin descendientes de sus anteriores dueños.
Jaime James Smart desciende del Smart original, sastre escocés que se había instalado en Buenos Aires (sede central en Londres, Saville Road) a fines del siglo XIX, vistiendo desde entonces a los abogados de la oligarquía y a la oligarquía misma con la moda inglesa que identificaba (pacto Roca-Runciman mediante) a la Argentina como la joya más preciada de Su Majestad Británica
Casimires de Manchester, de un solo corte y caída impecable. Aunque el cashmere proviene originalmente de una cabra que abunda en el Lejano Oriente (otra significación colonizada: ¿Lejano respecto de qué, si no de las Islas Británicas?), las telas se tejían con lana argentina en las hilanderías inglesas protagonistas de la Revolución Industrial.
Esa conjunción de abogados, jueces y terratenientes que se vestían en James Smart constituyó el núcleo duro del poder tradicional argentino que ayer se inclinaba servil frente a Su Majestad y hoy lo hace ante el Ciadi y los hedge funds. 
Tradicionalmente, esos abogado, jueces y terratenientes cultivaron un perfil antisemita que les había llegado desde Londres y que aquí se consolidó con la prédica de la Santa Madre Iglesia. La nobleza británica y la Corona, es preciso recordarlo, apoyaron a Hitler hasta último momento.
El tribunal que condenó a Smart, pidió la detención del ex-ministro Alberto Rodríguez Varela, denunciado por haber asistido a las sesiones de torturas de que fueran víctimas los Graiver. 
Rodriguez Varela intervino en la estatización fraudulenta de la Ítalo.
Y además, instruyó a la justicia a fin de que investigue si este editorial de La Nación a favor de Smart acaso constituye una inadmisible presión sobre los jueces.
Smart, Rodríguez Varela, Perriaux, Durrieu, Etchebarne, Alemann, Munilla Lacasa, Garris, Sarmiento, Torino, Zorreguieta (de profesión actual, padre de princesa y terrateniente), Cadenas Madariaga, Podestá, Zimermann, Martínez de Hoz, Solanet, Reynal, Grondona, Klein, Beccar Varela, O'Farrel, Mairal, son algunos de los apellidos que tradicionalmente dominaron a la profesión abogadil y, hay que decirlo, al poder judicial.
Faltan algunos, siempre faltan. Pero esos apellidos han tenido descendientes entre los nuevos abogados con aspiraciones y los meritorios de la Justicia, la cría del Proceso.
Todos ellos, funcionarios de la dictadura o integrantes de los estudios jurídicos que construyeron su sustento legal. Emergentes del poder económico tradicional. 

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